Hay patologías descritas en los libros de medicina que, aún siendo graves, -o muy graves, algunas de ellas- no precisan de ingreso hospitalario ni tan siquiera del tratamiento médico clásico que todos conocemos y que consiste en tomar pastillas en varias horas del día y durante algún tiempo. Este tipo de enfermedades mentales, por su gravedad, saltan a la vista de cualquiera incluso sin estudios previos de medicina. Basta estar lúcido y ser normal para darse cuenta de que hay personas que están muy mal de la cabeza. Las situaciones coyunturales del país hace que, periódicamente, salgan a la luz este tipo de enfermos marginales que maltratan el sentido común, nuestra base moral y nuestra responsabilidad ética que tenemos como personas.
Estos tontitos, evidentemente, no tuvieron un profesor de apoyo en primaria ni en secundaria ni en la ESO y, si lo tuvieron, salta a la vista que no reunía el perfil porque fracasó en el intento. Ahora pagamos las consecuencias y mucho me temo que los recortes en educación propicie que el día de mañana haya más y estén peor. El gobierno ha prometido ayudas a estos discapacitados, pero no llegan. Y aquí están entre nosotros haciendo de las suyas como consecuencia de su anorexia mental, su astenia intelectual y su falta de tratamiento. No tienen cura. Su única aportación o habilidad es salir a la palestra algún que otro día y escupir una ocurrencia que nos remueve las tripas hasta la náusea. El problemas de estos tontitos es que en su cabeza tienen poquitas neuronas y además están mal comunicadas o simplemente no se hablan. Esto provoca un estilo de tontez que ellos llevan muy bien pero que el resto de los mortales sufrimos de forma callada como si de una vejación se tratara. Sus biografías son deleznables y apestosas. Peor están ellos, decía alguien. No. Peor estamos nosotros que lo sufrimos porque ellos no se enteran.
Ejemplos hay demasiados. Algunos, incluso, han llegado a ser presidentes de gobierno y han propiciado sufrimiento a la población civil organizando guerras preventivas. Otros montando orgías con cargo a los presupuestos generales de los italianos. Otros escribiendo en periódicos porque antes los vendían -que tendrá que ver una cosa con la otra-. Algunos aspiran a gobernar con un currículum de recortes que asusta. Por cierto que hay uno que es la leche. Es un esperpento de circo de barrio que hace malabares en tele-espe y tele-cospe con un gatito. Escribe columnas en el periódico de este señor que viste de forma estrafalaria porque le gusta a su mujer que es quién lo diseña y que a ratos libres va juntando letras en folios que luego enumera y encuaderna y pone tapas y título para que parezca un libro. Vacila de acostarse con jovencitas porque las maduras no les ponen y vaticina el fin del mundo.
Después de esto nos conviene aunar esfuerzos para buscar recursos económicos y promover estudios que conduzcan a tratamientos eficaces a estos delirios y, en caso de no poder ser, prohibirles todo tipo de actividades públicas. Estos enfermitos tontitos no pueden seguir haciéndonos daño impunemente. Salud.