viernes, 3 de junio de 2011

Tenis

Sale a la pista y se dirige a su bancada con paso sosegado y mirada reflexiva. Concentrado. Se dispone a jugar y es una delicia verle. No suda. No necesita toalla. Bebe lo justo. No mordisquea plátanos y come barritas energéticas. No le hacen falta ni jugando tres horas a cinco sets. Se pasea por la pista sin correr. Parece como si desfilara por una pasarela. Viste de diseño. Impecable. Marca tendencias para el año que viene. A saber, tipo esmokin. Le da a la bola con estilo y luego se desplaza por la pista sin correr porque sabe dónde le vendrá la pelota, y la ésta viene. Utiliza las muñequeras de toalla para provocar cuando se las pasa por la cara como el pulgar en el labio del tipo del anuncio de Martini. Se sienta y no mantiene este parkinson nervioso que tienen otros al mover continuamente las piernas. Bebe un poco de agua isotónica, mira a ningún lado y espera el momento de volver a la pista. No se inmuta porque no oye nada. No se cabrea si un punto no le sale bien. No habla solo ni hace aspavientos con las manos. Si gana el punto, el juego o el set tampoco manifiesta emotividad de forma tontorrona como si le hubieran puesto un positivo en la escuela. La bola sale disparada de la raqueta. Mantiene su posición según el rival y sube a la red si se tercia para hacer una dejada antes que un mate. No pierde tiempo haciendo botar la pelotita hasta poner nervioso al contrincante o al juez de silla. Si pierde el partido, se viste, recoge sus bolsas y sale sin molestar. Se difumina y no te enteras. Si gana, agradece el apoyo al público y punto. Atento a lo que mande el protocolo. Servicial para las buenas causas y amigo de sus amigos. Es el mejor. No importa el número de la lista que le asigne la ATP. Es el mejor y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Toda esta grandeza se multiplica cuando al otro lado de la red, el tipo que sostiene la raqueta, es un payaso. Gracias por tu técnica, tu buen juego y los momentos mágicos que nos haces pasar. Estoy hablando de Federer. Salud.