Dícese de un grupito de mequetrefes que han decidido una ruptura entre el sistema y ellos. Entre el poder económico y la clase social que ellos representan. Entre la clase política y ellos mismos. Están en contra de la desigualdad social en la que viven, la exclusión a la que están sometidos, la marginalidad que sufren, las teorías neoliberales que no saben lo que son, la economía global que no saben muy bien de que va, etc. No les parece bien que haya gente normal que viste bien, que va límpia y aseada, que tiene casa, coche e hipoteca y que comparte sus ratos de ocio con los amigos y sentados en alguna terraza de bar tomándo cañas sin molestar a nadie. Estan indignados. Yo diría que están cabreados. Que están hasta los cojones, vaya. Así nos entendemos todos y dejamos los eufemismos. Y para demostrar su indignación y su apego a los derechos humanos universales y sin ninguna discriminación de ningún tipo han optado por la lucha activa más eficaz e inteligente y heroica. Han cogido la tienda de campaña y su saco de dormir y montar una acampada en la plaza más emblemática de su lugar de residencia. Del resto de las cosas, dios, en su magnífica misericordia, proveerá. Ya está.
Es una forma como cualquier otra de manifestar que están indignados ¿pasa algo? ¡Ah! Resulta que hay muchísimas más personas que tambien están indignadas pero como no son unos primitivos y no están alienados, pues callan y llevan la vida que les ha tocado vivir lo más dignamente posible y sin molestar. Me refiero a los usuarios del metro que no pueden apearse en la estación de Sol, a los restauradores que contemplan sus terrazas vacías de gente, al quiosquero que no vende prensa, a los comerciantes que no facturan porque la gente no puede acceder, la Espe que tiene que entrar y salir de su despacho por la puerta de atrás, los turistas que quieren fotografiar el reloj de las uvas y los toldos lo impiden, los policias que están hasta las pelotas de montar guardia en la plaza del kilómetro cero, y yo mismo que tengo un jefe que es un capullo, todos los que les han bajado o congelado el sueldo, los creadores porque les piratean sus creaciones, los consumidores porque tienen que pagar un canon, la gente honrada que observa como los políticos que más roban son los más votados, los pensionistas que no pueden llegar a fin de mes, los maestros y los médicos que ven masificadas sus aulas y sus consultas, etc. Dios, seguramente, si hace autocrítica, tambien estará indignado de ver la mierda que ha creado -eso le pasa por hacer las cosas cagando leches y en siete días-.
Y digo yo. Por decir algo. Porque algo hay que decir. Digo yo. Esto roza lo Kafkiano y no parece serio. Hoy he ejercido de peatón y he pasado por lo que antes era la plaza de España ahora la plaza de Islandia. Quería pasear y he tenido que dar un buen rodeo porque había indignos indignados acampados tocándose los huevos y despiojándose en sus sacos y en sus tiendas. El genocida Jaime I les rie las gracias y les sujeta la bandera porque es voluntarioso. Iban a reunirse las comisiones que se reunen cada día para discutir lo de cada día y poner a límpio lo que discuten cada día. Hoy les he visto pelín molestos. Nadie se acerca a consultar. Nadie hace fotos. Ya no salen en prensa y sus compatriotas de otras ciudades han decidido dejarlo hasta otra generación.
Les he sugerido que hoy sería un buen día para hablar de la utopía. Además llovía con fuerza. ¿La uto...qué? Salud.