miércoles, 18 de julio de 2012

Ocurrencia

Su cara me suena. No se muy bien de qué. De lo que estoy seguro es que la última vez que la vi estaba mucho más delgada. Terminó la frase y empezó el lío. Un lío monumental. ¿Por lo menos tiene usted conciencia de mal orador? No. Se equivoca. Tengo genética de gran escritor. Como siga diciendo este tipo de cosas pronto será usted leyenda. Un mito que se dice ahora. Si he dicho algo malo pido disculpas. Incluso puedo añadir que no es lo que parece y que mis palabras han sido mal interpretadas. Pues está bien claro lo que acaba de decir y la que acaba de montar. Aquella señora se ha sentido ofendida y está dolida. No la conozco de nada. Sólo quería ser ocurrente. Lo ha sido amigo mio. Lo ha sido. Ha dejado huella. La señora está llorando. Pues deberían prestarle un pañuelo. Esto reconforta mucho. Lo he visto en las películas. Reconforta más el ofrecimiento del pañuelo que el que yo diga que retiro lo dicho. Pero no lo retiro porque no he dicho nada malo.
Así empieza un cortometraje de esos de autor y de beneficencia. Sin presupuesto. Hecho en los ratos libres y por la  voluntad. Son profesionales de la interpretación en paro que no ven brotes verdes en su profesión. Sólo recortes y subida del IVA. Casi nada. Están dotados de capacidades interpretativas. De dirección. De maquillaje. De luz y sonido. Y todas esas cosas relacionadas. Pero nadie suelta un euro para producir. Lo bueno que tienen los cortos es que pueden llegar a ser más buenos y de mejor calidad que las grandes producciones. Aquí no hay trampas ni efectos especiales. Lo único que vale es la interpretación. Ideas claras. Buenos planos. Guión cuidado al límite y trabajado con esmero.
A todo esto el señor que ha dicho lo que ha dicho está sentado en un banco de una pequeña plaza atendido por unos conocidos. La señora que se siente ofendida está un poco más lejos asistida por unas amigas. Va sorbiendo de una tila que han traído de un bar cercano. Está como conmocionada. Nunca antes nadie le había dicho nada igual. Piropos. Frases obscenas. Pero ahora mismo este señor acaba de llamarla gorda. Tampoco ha sido así. No exageremos. Es mayor. Igual no está bien de sus cabales, pobre hombre. Ni una palabra más. Siempre dicen lo mismo para justificarse. No quiero disculpas. Al otro lado el señor sigue sin comprender el enfado de la señora. Si nos ponemos así, a partir de ahora hablará el silencio y no dirá nada. ¿Pero que dice? Que a partir de ahora ya no diré nada más. He dicho cosas más serias y no ha pasado nada. A esta señora le sueltas una ocurrencia graciosa y pierde los papeles. Punto.
Se han formado corrillos. Como siempre todo el mundo ha escuchado todo. Otra cosa es cómo se interprete lo escuchado. Nadie conoce a nadie y todos cuentan su versión. A partir de aquí la historia cambia a cada interpretación. La cámara enfoca un sitio. Luego otro. La luz. Las sombras. Los matices. Los planos. Los silencios. La expresión que multiplica los efectos deseados. No hay que perder la esencia del conjunto. Un señor ha soltado una ocurrencia a una señora que pasaba por su lado. Lo que ha escuchado no le ha gustado y la ha molestado sobremanera. Lloriquea sin parar por el disgusto y por si pudiera ser verdad lo que  el señor ha dicho. No le des más importancia, mujer. Seguramente este señor está enfermo de algo y no sabe lo que dice o no tiene conciencia de lo que expresa. Pues ha dicho que tenía genética de grán escritor. A ver si va a escribir algo de esto y luego lo publica. Los escritores están todos un poco pirados. Son muy suyos. Habrá sido un farol para ver lo que pasaba.
Algunas horas más tarde el cortometraje está listo. Hemos terminado. Gracias a todos. En unas semanas estará montado. Aplausos y abrazos. No hay nada más. Trabajar de gratis para promocionarse puede tener recompensas. Puede. A ver venir. Salud.