Estrenamos dos mil doce con Quijano, seguramente el loco más cuerdo que la literatura nos ha dado. Personaje de fatalidades. Quien recibiera más ostias de las que puedan repartirse en un show de Rouco en una diada familiar. Un loco inteligente, estudioso, razonador, con valentía moral y honradez intelectual a la vez que el más incomprendido a primera vista. Un personaje, por tanto, que vive en completa libertad y sencillez. Auténtico en su fortaleza de ánimo y en su pensamiento. Se batió en mil historias y contra mil adversarios precisamente para poder mantener esta libertad. Su lema fue ayudar al más necesitado. No fue educado para conseguir el mejor empleo con una renta importante y disfrutar de una economía próspera. Fue educado en el buen comportamiento en la vida. Inspirado en los viejos modelos de los caballeros que cuidaban las cualidades personales esenciales, la ilustración y con capacidad para pronunciar argumentos críticos que mejoran la vida en sociedad.
Quijano nos demuestra una personalidad flexible y una condición humana rica en la órbita de las humanidades y la sociología donde queda demostrada su valía intelectual ante situaciones complicadas pero fundamentales que acontecen y de las que sale físicamente mal parado. Sus andanzas no siempre son técnicamente excelentes pero tienen sentido, compromiso ético y responsabilidad social. Fue educado en base a la adquisición de habilidades y capacidades de servicio hacia los demás. Justo lo que echo de menos en las enseñanzas actuales.
La lectura de Quijano resulta gratificante y sus historias consiguen atraparte siempre que tengas la capacidad de ir un paso más allá de la anécdota contada. Su lectura debería ser obligatoria y comentada en las aulas -siempre con una buena tutela del maestro- para descubrir al Quijano sociólogo, antropólogo social y humanista. Consigue promover la justicia social porque presenta los actos cotidianos de las gentes en clave de fábula moral. De carácter difícil y ambicioso, Quijano no defrauda. Tropieza y se levanta una y otra vez. No desfallece. Ser caballero implica entrega hacia los demás. Hoy hay Quijanos sueltos por el mundo que sólo aparecen en las noticias cuando son secuestrados por algún grupo terrorista que busca el dinero fácil y pretende hacer el mal, por hacer algo. No conocen a Quijano porque no lo han leído.
Su lectura se me antoja imprescindible para forjar el carácter de nuestros jóvenes y no tanto. Debería ser una asignatura en sí misma. Una educación basada en el razonamiento de las cosas y en la reflexión de nuestros actos. Descubrir los buenos sentimientos que cada uno de nosotros lleva grabados en el ADN y aprender las aptitudes necesarias para su puesta en práctica. Pienso en un resultado insólito y muy particular donde las personas mostrarían un progreso hacia sensibilidades sociales. Es un planteamiento razonable que lleva trabajo y obliga a un esfuerzo por parte de todos. Los que deciden el proyecto curricular de los estudios, los profesores y maestros que enseñan y el esfuerzo personal de cada alumno.
Quijano es el personaje de un bien literario inmaterial. Hace falta que su lectura se convierta en un bien personal con proyección hacia los demás. El libro está lleno de ejemplos pero hay que tutelar la lectura para poder ver más allá de la historia mas o menos divertida. El trasfondo humanista es lo que importa. En la clase gobernante actual no hay Quijanos. Sólo cobardes. ¿Y de qué me sirve a mi dar dos o tres horas más de clase a la semana si sigo teniendo cuarenta o más alumnos y no me dejan hablar de Quijano? Salud.