Mi contertulio de esta mañana es una persona madura, pausada y con un oficio envidiable. Se gana la vida leyendo mucho. Luego de leer escribe crítica literaria, pero esto implica una vida casi sedentaria y unos cuantos achuchones que tiene que cuidar. El médico ha tenido a bien enumerarlos y asustarlo. El café corto y descafeinado con sacarina, media ensaimada y un montón de pastillas de distintos tamaños y colores. Los años no padecen del olvido y ahora se lo recuerdan. Se cuida porque le tiene apego a la vida, a sus amigos y a su rutina. Incluso al trabajo y al ocio.
Cuando terminemos se irá a caminar una hora. Callejear sin rumbo. Qué más da. Es sólo una hora que el médico también le ha recetado. Viene acompañado de Cicerón que es el nombre de su perro pastor. Estatura media de perro. También tiene un andar pausado y un carácter tranquilo. Su única preocupación es cuidar y lo hace bien. No toma pastillas pero también anda una hora cada día aunque su veterinario no se lo ha recetado. Es así. Se cuidan el uno al otro y se hacen compañía. Es lo que toca. Esos día de otoño son largos y con muchos momentos de penumbra. Amanece tarde y anochece pronto. Él lee sin parar y luego escribe su crítica literaria. Cicerón anda ocioso por la casa y se acomoda a los pies de mi amigo contertulio que, por cierto se llama Sebas.
Muchas mañanas compartimos desayuno y tertulia. Siempre hablamos de literatura porque es su oficio y mi pasión. El resto de temas de actualidad no se tocan porque carecen de interés. Por lo menos a nosotros no nos importan. Tampoco lee biografías, política, religión, economía y fantasmadas varias. Me dice que esto no es literatura. Son libros escritos con la intención de adoctrinar o influir en mentes poco hechas. Sin comentarios de los libros de autoayuda.