jueves, 9 de junio de 2016

La esquina

Héroe tardío porque se lo debía a la vida. Viniste a mi para secarme las lágrimas. Pero yo no tenía lágrimas y tu no tenías pañuelo. Así fue como empezó todo.
La historia te engulle o te perpetua. No siempre depende de nosotros. Son cosas que pasan al margen o a pesar de todo. La imaginación de la nada y de la ausencia sólo se filtra a través de la oscuridad y las penumbras. Y aparece el vértigo. De tanto oler el humo lo seguí y me condujo a las cenizas. Porque sólo había cenizas.
Intenta el poeta neutralizar la muerte consumiendo lo eterno. Pero naufraga. Con la certeza del color blanco descubrí el color negro. Ahora he conseguido convivir con todos los colores.
Después del centro de la vida hay más vida. La siguiente. Pero es tardía y tiene que vivirse de otra manera. Yo he aprendido. Más tranquila y sosegada. Donde no basta una gota para colmar un vaso. Donde no basta una tormenta para buscar refugio. Donde en un minuto puedes tener varias sonrisas.
No quiero ocupar la mente y el alma pensando en el vacío. Que luego no me basta el tiempo para ver los sembrados y disfrutar de la sombra de las encinas y las higueras. Dicen que la niebla enlentece los pasos. Que más da cuando no tienes prisa. Cuando el mar llega a mis pies me intimida. Es demasiado grande.
He leído libros. Pero no todos los libros. Camino por las calles, pero no piso todos los adoquines. He vivido días, pero no todos sus minutos. Ahora no valen lloriqueos de plañidera. No me preocupa que los perros ladren a mi paso mientras no me falte el aire.
Oigo música. Quizá es el viento. O el eco de algo pasado. Me he propuesto empezar a vivir lo que me queda pendiente. Y mañana haré lo mismo. Y así cada día. No tengo porqué regalar nada.
Ese oficio de escribir lo aparente. Como dos vidas paralelas. La real y la de la pluma y papel. Sobre las líneas y entre líneas. Con notas al margen. Mientras mi mirada perdida se concentra en todo lo que me rodea. Y la imaginación que no para. Mientras siga teniendo deseos.
Ese día que perdí las llaves y un gracioso me dijo que estaban en el fondo del mar. Quité la cerradura y mi casa permanece siempre abierta. El viento es el más atrevido. No pide permiso. Levanta las  cortinas y los visillos y pasa.
El tiempo es invisible de noche. Por eso están las farolas y la luna. A veces le sigo el rastro. A veces la vida viene en sentido contrario. He visto el sol del verano al final de la primavera. No sé si es bueno. Pero es así. Necesito que otros ojos estén pendientes de los míos.
Sólo perdura lo que tiene un porvenir. Ahora la humedad se ha pegado a mi. Igual que mi sombra. Las aventuras duran poco. A veces duran toda una vida. Todo eso que acabas de leer es verdad porque lo sé de buena tinta. Todas las guerras son miserables. Igual que el que las manda.
Hay momentos en que cuesta mucho defender tus recuerdos frente a la desmemoria. Enfundado en mi cuerpo provisional. A solas conmigo. He escuchado ese sonido erótico de una cremallera cuando se abre. Salud.

miércoles, 1 de junio de 2016

Turaida II

Turaida le comunicó al general que la pretendía que su corazón ya estaba comprometido. Esto desató las iras del militar. Un día el general le hizo llegar una nota a Turaida mientras se hacía pasar por el joven aprendiz de jardinero citándola en una pequeña casa de madera de un bosque cercano a palacio.
Una trampa de la que la princesa no se percató. El general se vistió de jardinero para pasar inadvertido. De lo contrario la petición de la cita hubiera sido rechazada. Cuando Turaida llegó advirtió el engaño. Era tarde. Antes de ser deshonrada se quitó la vida.
Las historias que no gustan son convertidas en leyendas por el mismo pueblo lo que hizo posible que un amigo del joven jardinero fuera testigo de todo lo que allí pasó alertado por los gritos que el eco esparcía por el bosque. Fue el propio general el que procuró que todos supieran del caso y de que el autor de tan horrible crimen había sido el discreto pretendiente y aprendiz de jardinero.
Inmediatamente fue apresado y juzgado. Murió inútilmente cuando una afilada hacha le separó la cabeza del resto del cuerpo y su cabeza estuvo expuesta como advertencia en la entrada de la fortaleza.
La mente puede esclavizarte y el general quedó atrapado por los remordimientos y dejó el ejército. Entró de obispo después de pagar una buena suma de dinero a la iglesia. Dice Vladimir que es lo que hacía en aquellos tiempos y quizá también en estos aunque no lo puede afirmar pero lo puede imaginar.
Pasó a vivir de forma holgada y con servidumbre en un pequeño palacete para obispos anexo al castillo y destinado a esos menesteres de confesar y decir misa. De vez en cuando daba consuelo al rey que murió al poco tiempo de la enfermedad de la pena. El obispo empezó a pasar demasiadas noches en vela atrapado en sus recuerdos. Formaba parte de un tribunal eclesiástico y sus decisiones valían la vida o la muerte.
Ya he dicho que cuando la historia no es buena lleva aparejada una leyenda. Bendita leyenda. Vladimir la conoce bien y nos la hizo saber.
El amigo del joven aprendiz de jardinero ejecutado siguió todos los pasos del general convertido en obispo. Le siguió día y noche. Memorizó todos sus pasos. Cuando, cómo, porqué y con quién hacía todo. Conocía bien el castillo, el palacete de los obispos y el bosque. Un día el obispo se ausentó de su casa para unos trabajos que requerían su presencia. El amigo que había presenciado todo le siguió.
Se apostó en el bosque casi al anochecer. Una luz tenue debido a los grandes árboles y una niebla que iba a más. Iba disfrazado con los vestidos de Turaida. El obispo iba rápido sobre su montura cuando la luz de un rayo lo iluminó de forma fugaz. El obispo se percató de ello y se alteró de tal forma que perdió el control de su caballo y cayeron muriendo aplastado. 
Por la noche, en la cena, un amigo de Vladimir me dijo en voz baja que conocía la verdadera historia y que era de otra manera. Le dije que no me la contara porque no quería saberla pero después de la tercera cerveza la contó. Desde aquellos tiempos incuantificables el pueblo rinde, una vez al año, un sentido homenaje a Turaida. La que estaba llamada a ser reina. El bosque lleva su nombre y han sembrado un robusto y hermoso árbol en su memoria.
He dado esta historia o su leyenda por buena. No quise saber más y no contaré más. Me ha parecido de un romanticismo que ya no se lleva. Algo poético para recordar y contar. La literatura se nutre también de la imaginación. Salud.

jueves, 5 de mayo de 2016

Turaida 1

Había una vez una niña que el tiempo convirtió en una bella joven y que, como en tantos cuentos o leyendas, terminó sus días de una forma trágica.
Empezaré con una aproximación a Umbral cuando dice que ha revisado su vida y ha descubierto que ya es mucha aunque las pruebas médicas dicen que está bien y el médico así lo ha firmado. 
A mi me pasa lo mismo y como quiera que esto es así intento aprovechar el tiempo al máximo. Casi hasta la esclavitud. Mientras el tiempo sea mi aliado y me favorezca quiero aprender y conocer mundo y culturas.
Antes de la dichosa pandemia en la cual estamos inmersos estuve por unos lugares fríos próximos al norte de Europa. Para contar una leyenda o una historia no importa tanto el lugar dónde ocurrió sino lo que realmente dice la gente qué pasó o que supuestamente pasó. 
Vladimir es un lugareño atento y vestido de negro con una gorra incluida. Mano temblorosa y voz potente de fumador de toda la vida. Buena memoria que suele ser imprescindible para esos menesteres de guiar a los turistas. Niveles de cerveza en sangre adecuados para la ocasión.
Dice Vladimir que en uno de esos lugares al norte de Europa había dos pueblos con sus respectivos reyes, señores con sus feudos y vasallos y el pueblo. Rivalidad típica de la época y un  ejército y un pueblo deprimido por todo tipo de carencias típicas de la edad media. Opulencias y carencias. Hambre y enfermedades. 
Un día parece ser que hubo un mal entendido. Y decidieron invadirse mutuamente para aclararlo todo y cambiar el curso de la historia a través de las armas y la sangre ajena. Reunieron a sus generales y a su ejército. Prepararon la tropa. Entrenaron a los jóvenes para la lucha pero no para la muerte. Y consultaron a sus dioses para ser bendecidos.
Buscaron un lugar adecuado para hacer una guerra como dios manda y decidieron los días más propicios. Los dos se sabían vencedores pero ninguno fue a pensar que el que gana también pierde mucho.
Fue un día cualquiera como cualquier otro día, dice Vladimir, que decidieron dar voz a las armas. Día gris con viento y nieve que habitualmente suele darse por esos lugares del norte de Europa. La guerra sólo duró unos meses porque no había hombres para más tiempo. Entre batallas y descansos retiraron los muertos y los heridos. Prendieron fuego a las casas y a los sembrados. Hubo pánico entre el pueblo sufridor y perdedor y el pueblo sufridor y superviviente.
Al final, como siempre, el ganador quedó totalmente diezmado y sometió a los pocos que quedaban del otro pueblo. Una mañana el rey vencedor se paseaba por entre cadáveres y heridos que gritaban su dolor y lloraban su pena entre la niebla impregnada de humo y olor a sangre seca. Se escuchó el llanto incesante de una niña que seguía cogida con los brazos de su madre muerta. La cogió como pudo y se la llevó a su castillo. No tenía descendencia y adoptó a la niña como a su hija legítima.
Fue educada como se merecía una princesa. Creció y se convirtió en una bella joven. Admirada por todos y pretendida por muchos. Ella entregó su corazón a un joven aprendiz de jardinero de palacio. Los dos llevaron esa relación con gran secreto. La joven princesa rescatada de los brazos de su madre muerta en la plaza de un pueblo en llamas fue bautizada con el nombre de Turaida.
Un influyente general la pretendía para convertirla en su esposa. Solicitó la aprobación de un rey muy mayor, enfermo y en decadencia que dio su consentimiento. Salud.

lunes, 14 de marzo de 2016

Las rimas

Dice un estudio que cada vez pensamos menos. Que por eso hemos ido adquiriendo cualidades inútiles. Una obsesiva búsqueda de lo superfluo. Desechamos lo importante por desconocimiento. Queremos lo fácil y rápido. La supervivencia del pensamiento.
Soy poeta. Le dedico tiempo a la poesía. Y a la filosofía. Necesito saber la verdad. Aunque no rime. Sobretodo si es importante y me permite pensar. Necesito saber si es útil lo que hago. Quizá la culpa sea de las rimas. Ahora mismo no sé si una proeza poética merece un reconocimiento o es preferible huir de los aplausos.
Seguramente tengo cualidades inútiles por culpa de pensar menos. Como plantar alfalfa en vez de rosales. Como los arqueólogos que estudian ruinas. Para saber cosas que a la mayoría no nos interesan. Que la vida anda unos caminos al margen de los pensamientos y de la sabiduría útil.
Ya no sé si quiero tener un jarrón para mirar o para usar. Es evidente que no basta que una cosa sea bella. Tiene que ser útil, además. Aunque sea para decorar.
Dice el estudio que pensamos menos. Yo creo que pensamos lo suficiente. Pensar más de lo necesario podría ser absurdo. Estaba pensando que cada uno podría pensar una cosa distinta. Siempre sería más provechoso que todos pensemos lo mismo. O quizá no. Lo dejo para los que hacen estudios de esos. Cuando la filosofía se pone pesada pasa eso. Piensas. La mirada inútil de la memoria sólo ve olvido.
Le das vueltas a las cosas y luego no sabes salir. Por eso lo escribo. Soy un liante. Me quieren liar.
Si miro el mar con detenimiento puede llegar a ser monótono aunque el aire que respiro sea el mejor. El aire de la montaña es excelente para el cuerpo pero sólo ves árboles y matorrales. Sería bueno poder combinar todo lo útil y dejar el resto. En este caso la poesía tendría que tener rima y leerla en un entorno idílico. En silencio o con música de Mari Trini.
El ser humano hace cosas inútiles que le reconfortan. Los sabios lo han dicho y hecho. Como aquello de plantar un árbol aunque te vayas a morir al día siguiente. O aprenderte el Quijote de memoria aún siendo mudo y nunca podrás recitarlo. No sé si pensar más es bueno para la humanidad. Tal cual están las cosas. O las cosas están tal cual por pensar menos.
Puede ser que la poesía sea inútil. Pero soy poeta. Y la seguiré leyendo y escribiendo. Aunque no tenga rima. Eso estoy pensando un día discreto y fluido. Con un comportamiento habitual. La cuestión es que el corazón tiene que latir. Y la sangre tiene que fluir. Y el aire tiene que oxigenarme. Los sentimientos tienen que aflorar a cualquier acontecido.
Después de haber leído que de cada vez pensamos menos la vida me parece distinta. Porque los ignorantes desconocen la ética y la moral. Viven al margen. No se enteran ni ellos ni los demás. Y después de eso que venga alguien y me diga que cada vez pensamos menos. Es que cuando escuchas a Mari Trini no puedes pensar. Salud.

viernes, 11 de marzo de 2016

Impertinencias

La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no hay trincheras donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego. No es por el frío. Este invierno está domesticado y ha venido cálido. Ni siquiera el mar, a estas horas, lleva olas. También está manso y domesticado. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que hacemos historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo junto. Leo que el poeta ha desnudado su alma. Es un fraude. Solamente escribe poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que borra las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella. Los acontecimientos también. A veces las cicatrices tardan en desaparecer.
El gorrión de todos los días ha venido a comer las migas que le dejo en el suelo. Picotea un rato y luego se va. Yo le observo detrás de la cristalera. El gorrión carece de pasado. Sólo vive el momento sin más impertinencias.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. Los cálculos para los que no son de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada. Salud.

jueves, 3 de marzo de 2016

Curiosidad

Dice el poeta que la elegancia de la vida radica en su color. El que cada uno le quiera dar. En llevar sombrero y en llevarlo bien puesto. En llevar bufanda, abrigo, botas, faldas o pantalones. Pero en llevarlos bien puestos y de forma elegante. Que cuando el fuego empieza a ser impertinente es cuestión de ahogarlo en agua. A ser posible de mar que es salada.
Hasta que el pulso del solemne destino al que estamos sometidos vuelva a coger el ritmo adecuado. Que cada uno tiene el que tiene.
Las tormentas siempre han sido ruidosas y curiosas. Mandan rayos a la tierra para saber cómo son las mañanas, las tardes y las noches. Cómo son las personas y lo que hacen. Sobre todo, las tormentas, quieren información del mar. Que el molino sólo gira cuando sopla el viento. Y el perro mueve la cola cuando le acaricias el hocico.
La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no tengo donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego y no es por el frío ya que este invierno parece domesticado y ha venido cálido. Incluso el mar se presenta manso y casi no lleva olas. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que por tanto estamos obligados a hacer historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo esto. Leo que el poeta ha desnudado su alma mientras escribía poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que elimina las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella y los acontecimientos también. Por eso las cicatrices tardan en desaparecer.
Los gorriones de todos los días han venido a comer las migas que les dejo en el suelo. Picotean un rato y luego se van. Yo les observo detrás de la cristalera. Los gorriones carece de pasado. Sólo vive el momento, sin más.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. No sé hacer cálculos porque soy de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen gracias al viento.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada. 
Mientras tanto los niños juegan en la calle. Hay algarabía pero los enfados  duran el tiempo que dura volver a poner la pelota a rodar. Por cierto que esta mañana he vuelto al lugar protegido. Ese lugar semi escondido entre barcas y alcobas y donde nos dijimos cosas bonitas por primera vez.
He visto tus sueños. Tan de tu estilo. De navegar hasta el horizonte por la simple curiosidad de ver lo que hay detrás. Las tormentas, en su curiosidad, también quieren saberlo. Pero ellas lo tienen más fácil. Hay cosas que desaparecen sin saber cómo. Incluso los recuerdos. Cuando eso ocurre no nos queda otra que aullar en la noche para mostrar nuestra tristeza y enfado. Llenamos los ojos y las mejillas de lágrimas mientras buscamos otro recuerdo parecido.                                   
El hielo necesita frio para mantenerse. Nosotros necesitamos minutos para vivir. Sabernos orientar en la bruma. Aguantar chaparrones y sirimiris. Es fácil tambalearse si no tienes buen equilibrio. Pero cuando falta el frio la nieve se derrite y el agua corre a refugiarse al mar igual que hacen las lágrimas.                                                                    Yo he vuelto al lugar protegido. He dormido plácidamente en tu recuerdo. Mientras el tiempo pasaba con parsimonia. Al despertar he sentido tristeza por lo que no fue y debió ser. Como cuando las personas se pierden en la niebla o se comportan como extraños. Con una razón que no razona y una voluntad que no responde.
La decepción del niño cuando descubre que dentro del agua no se puede respirar y casi se ahoga. Estremecedor abismo interior. Ese que se vive cuando acabas un libro y el final no es el que te habías imaginado. No es el que esperabas. Y te molestas con el autor. 
Ahora mi pluma tantea el papel mientras se mueven las ideas. La imaginación se hace atractiva e insoportable y la tormenta me acompaña y me marca el ritmo con su curiosidad. 
Dice el poeta que cuando la muerte no se soporta abre las tumbas y sale para escaparse. Porque la muerte no sabe lo que pasa fuera mientras está enterrada. En verano no habrá heladas y los pájaros seguirán durmiendo en las montañas
He cogido un vaso de agua medio lleno y he apagado la luz en busca del silencio y del sueño. Como cada día. Salud.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Hoy

Hoy, en la tertulia de las mañanas, los contertulios no nos poníamos de acuerdo en quién era el más antiguo. No usamos la palabra viejo. Si acaso, senior. El poeta ha mediado y ha puesto orden. Ha pedido seriedad y que nadie mintiera. Todo el mundo ha dado su palabra y eso basta. Ha decidido que el más antiguo será aquel que tome más pastillas y que además tenga más cosas prohibidas por el médico.
Nos hemos reído un rato hasta que hemos empezado a contar pastillas y prohibiciones por orden facultativa. Hemos hecho recuento y ha salido el más antiguo. Un honor para el que ha salido elegido y un choteo para los demás. Hemos tenido que repetir café porque la cosa se ha alargado. No había mucha diferencia entre todos. Ya sabéis, la tensión, el azúcar, la reuma, la próstata, dolores articulares, el corazón, los pulmones, los riñones y poco más. De las prohibiciones y recomendaciones había pocas y algunas repetidas. Comer poco y bien y andar mucho. Lo típico.
Hoy, que el invierno está muy avanzado, es cuando pisamos más hojas secas en las aceras. Y es que este año todavía no han caído todas y los árboles y plantas ya insinúan las nuevas. El más antiguo ha dicho que son cosas del tiempo. El cambio climático. Si lo ha dicho el más antiguo es que será verdad.
Hoy ha amanecido un día con tonos rojizos y amarillos. Adecuado para vivir un día intenso. Que por mucho que te pases te morirás el día que te haya tocado en suerte. Con los ojos cerrados y sin derramar una lágrima. Porque será una muerte consentida. Como todas. 
Los días como hoy existe la misma calma en el fondo del mar que en la cima de la montaña. Y el mar no te chilla. Te habla flojito o te susurra. El aire de la cima de la montaña hace lo mismo. Como quien no quiere la cosa me he dado cuenta que detrás de mi venía un fulano pisando mi sombra y algunas de mis huellas. A ver si las van a confundir.
Los despojos de la noche se los ha llevado el amanecer sin hacer ruido. Sin casi darnos cuenta. Como debe ser. Hoy ha llegado con conocimientos, sabidurías y algunos descuidos. También han vuelto algunas carencias. Pero bueno. Las expectativas del mar, hoy, es llegar a todas las costas. Yo procuraré estar en alguna de ellas.
Una parte del día de hoy será doméstico. De andar por casa. Tengo electricista y fontanero y me tengo que comportar como buen anfitrión. Recuerdo que el más antiguo de los contertulios ha dicho que cuando se jubiló abolió la rigidez de los horarios. Ahora no lleva reloj y vive mejor que antes.
Antes de que se me olvide tengo que decir que el más antiguo ha dicho que el médico le tiene en la lista de las personas más sanas del pueblo. El poeta ha salido al paso y le ha espetado que no le extraña con tanta pastilla que toma y con tanta cosa que ya no puede hacer. Ha habido tensión y ha quedado claro que irá al médico para pedirle explicaciones.
Tengo una amiga de esas de hacer senderismo y hacer cima en las montañas de la Isla. La llamamos María Aspirina cuando realmente se llama Dolores. Lleva vividos más de setenta y se viste "vintage style". Llega a la cima como si la hubieran subido a hombros. El resto va dejando el alma por el camino para quitar lastre. Su médica le ha dicho que todas las pruebas han salido bien. Que no tiene nada malo, sólo años acumulados. Lleva unos días angustiada pensando que si no llega a tener nada nunca se morirá. Esto le preocupa sobremanera.
Bueno, que se me hace tarde y el electricista y el fontanero me necesitan para la cerveza de cortesía. Voy a seguir viviendo. Salud.

domingo, 14 de febrero de 2016

Silencio

El silencio
es la voz de nadie.
La palabra callada.
El ruido de la noche.
El amante de la oscuridad.

Ni el viento se atreve.
Intimida y acompaña
y forma parte del tiempo.
Del tiempo entre palabras.
Algunos momentos de silencio
te ayudan ha hacer camino.

Pero con el día
amanece el ajetreo
mientras la noche
se va despacio
y se lleva su silencio.

Aguarda en los huecos de la mañana.
Transita sin hacer ruido.
Consume nuestros minutos.

Cada uno tiene su silencio.
El silencio es nuestro.
Salud.

viernes, 12 de febrero de 2016

Imaginar

Eugeni es un estudioso del origen del mundo y del hombre. Y del origen de otras cosas interesantes. Todo el día leyendo, pensando, soñando y dudando. A distintas velocidades según el día y la hora. Y las circunstancias, por supuesto. Imaginar todo eso y buscarle la lógica o la razón. Siempre dice que le resulta complicado saber cómo empezó todo. Se refiere a las cosas en general.
Va diciendo que el día que lo descubra igual pensará de otra manera. Últimamente parece que ha tirado la toalla. Piensa despacio y selecciona. Hay días que ni piensa. Se deja llevar por los instintos y el viento si sopla. Está convencido de que muchas cosas nunca se sabrán.
Un día en la tertulia en el bar de Pepe y con el sol insinuándose me dice que le haga una pregunta. Complicada a ser posible. Yo que soy de cosas sencillas. Quería verse obligado a tener que pensar una respuesta meditada y que entrara en lo razonable. Era cuestión de poner a prueba su memoria. Y la mía.
Entonces me acordé de que en mi niñez estaba yo en tratos con el amigo íntimo de mi abuelo por parte materna. A menudo me preguntaba si sabía dónde guarda una persona los años cumplidos. Esa era la pregunta que le trasladé. Ha estado un rato pensando. Se ha puesto triste porque no sabe la respuesta. Acaba de descubrir que es un enfermo crónico de mucha edad.
Tampoco es para tanto, le digo. Le he contado que yo nunca supe contestar y que el amigo íntimo de mi abuelo por parte de madre, con sonrisita y a la broma, me decía, "los años cumplidos se guardan en el banco. Cada año te hacen uno más de interés. Es lo único que te dan los bancos además de disgustos. Nunca entres en un banco ni para dar los buenos días". Un adelantado a su tiempo. Eugeni ha sonreído y se ha girado hacia el mar para contemplarlo.
Eugeni es mi amigo. A estas alturas ya lo conocéis todos. Incluso he conseguido que le guste la música de Mari Trini. Vivimos en un mundo de pupurris. Juntar cosas dispares para conseguir un algo homogéneo. Luego lo tratamos en tertulia con el café con leche. Todos sabemos que hay temas que se tratan y son pura invención, ficción o imaginación desmesurada que da para intercambiar opiniones.
Las ilusiones se hacen a medida. La vida de cada día también. Como los zapatos, la ropa, la cama de dormir cada día y que utilizaremos para morir una vez en la vida. He decidido no hacerle más preguntas comprometedoras a Eugeni. Ni a nadie más. La vida de cada uno tiene una parte privada. Después de mirar un rato largo el mar, se gira y me mira, sonríe y me dice que los bancos van a quebrar. ¿Y eso? La mayoría de mis amigos habitan en el cementerio por lo que los bancos ya no les hacen intereses.
Sabemos dónde están los huesos y habrá que evitar que los bancos se enteren o harán negocio de esto también. Le comento a Eugeni que seguiré escribiendo de él hasta que se haga famoso. Algunos personajes han llegado a ser más famosos que su autor. Los días que mejor se piensa son los de lluvia y los de niebla.
Nos despedimos porque vamos justos de tiempo. Por eso nos levantamos cuando todavía es de noche y caminamos a la luz de las farolas. Los sueños son para la noche. El día se ocupa de otras cosas. A más edad el tiempo pasa más rápido. A ver si hoy podemos cuadrar el día. Salud.      

sábado, 2 de enero de 2016

Dos mil 16

Dice el poeta que la historia se escribe sola. 
No la puedes manipular. 
Siempre te quedará la posibilidad 
de contarla de otra manera y que te crean.
Se ha hecho de noche 
y la oscuridad no me deja distinguir 
la realidad de lo demás. 
Hay días que contienen una pequeña porción de la felicidad 
que nos toca en toda la vida. 
A veces llega con vientos insuficientes. 
Por eso la felicidad puede llegar a ser efímera. 
En cambio la artrosis es para siempre.
La oscuridad atrae el silencio. 
Las luces atraen el ruido.
De repente han llegado unas nubes negras 
y se ha hecho de noche. 
Me he puesto a pensar en días remotos y pasados.
Al principio del día me siento rodeado de indicios. 
Luego serán verdades o ficciones. 
Es cuestión de ser precavido y preventivo.
Llegados a final de año hay gente con prisas 
para ser el último en morirse. 
A principios de año hay gente con prisas 
para nacer el primero. 
Pero un día se acaban las prisas y buscas lentitud.
A veces intercalamos momentos innecesarios en la vida. 
Al poeta no le gustan los rellenos.
Y la vida también cumple años 
con un corazón que late sangre anónima. 
Cuando ya no existamos 
hablaran bien de nosotros y en pasado. 
O no hablarán de nosotros. 
El marinero se puso a llorar porque el mar dejó de mandar olas. 
El mar suele guardar las olas para el amanecer. 
Al sol le gusta ponerse con el mar en calma.
Para dormir tengo la costumbre de desalojar el cuerpo. 
Me quedo inerte. 
Es la mejor forma que conozco de poder soñar en serio.
Huyo de las tonterías que están de moda. 
Y de las que ya no lo están. 
Piso caminos y calles como evasión del hastío de ciertas cosas.
Si no entiendes lo que te digo es que no comprendes 
los gestos del silencio. 
Pueden ser los miedos del invierno o del pasado. 
Miedo de las tormentas infantiles.
Cuando las perezas de la noche persisten durante el día. 
Me refugio en el mar y le pido consejo.
Es casi mediodía y algunos árboles del bosque 
siguen estremecidos por la escarcha. 
La noche llegará despacio y el día llegará sin prisas.
Voy donde me lleve el camino. 
Por cierto que me ha venido a la cabeza 
que anoche me quedé dormido sin darme cuenta.
Los amaneceres fríos voy hurgando en los libros. 
Con la mirada puesta en el mar 
amaneció primavera y anocheció otoño. 
El poeta encantado de todo esto porque se siente libre.
Cuando conseguí entender el mar me sentí capacitado 
para navegar entre olas y tormentas inmensas. 
Tampoco puedes estar navegando todo el día 
por mucho que te guste el mar.
Dice el poeta que no podemos estar huyendo siempre de la lluvia. 
No pasa nada si un día nos mojamos. 
Tenemos que aprender a secarnos.
Que el tiempo es pequeño y la vida es grande. 
A todas horas el viento entre las encinas y los pájaros entre los pinos.
Le pregunté quién era y me respondió que un recuerdo de la noche. Quizá un sueño.
El poeta vive la melancolía en los jardines. 
En las playas sin olas. Entre las humedades de una bodega.
Cuando termina el día algunas flores son antiguas. 
Las flores hacen bonitas las tumbas. 
La muerte está dentro y el sufrimiento está fuera.
Desde el alba hasta que sale el sol 
el cielo permanece espeso y exagerado. 
De un rojo subido.
He pasado el día juntando soledades 
mientras los sueños esperaban en la trastienda de la noche.
Te espero donde empieza la oscuridad 
y donde se escuchan los latidos. 
Donde forjamos nuestra historia.
Esperaré la tormenta.
Dice el poeta que el mendigo vive la madrugada en la calle.
Resistiendo o sucumbiendo.
Ahora lo veo. Lo daba por perdido. 
Un extraviado pensamiento flotando en el mar. 
Lo que nos hemos dicho ha sido bonito. 
Que no lo olvidemos.
Cuando la historia se parece a otra puede confundirnos. 
Cuidado con la hojarasca del bosque 
que oculta las piedras que pueden hacernos caer.
Momentos de vida retrospectiva. Salud.