martes, 3 de diciembre de 2013

Woody

Leo un artículo sobre Woody Allen. Me atrae su personalidad. Su forma de expresarse y de hacer las cosas. Y todo eso. Supongo que no soy el único pero seguro que los habrá que piensen lo contrario. Pues muy bien. Cada uno a lo suyo. Dicen que decía al principio de ser él, "lo único que lamento es no ser otro". Menos mal de esto -pienso yo- porque nos habríamos perdido un genio.
Ahora que ya es él y su currículum -que no es poco- ha dicho otra cosa. "Hace tiempo que desistí de leer lo que escriben de mi. No hay distracción a la que se le pueda sacar menos partido". Pues en esto estamos de acuerdo Woody. Entre otras cosas porque yo, a mis años, pienso y hago lo mismo. Tampoco me imagino una forma más absurda de perder el tiempo. Estar constantemente preocupado de lo que puedan pensar o decir de mi. Renuncié a esto hace tiempo y recientemente a la crisis. Ya no admito la crisis porque vivo según mis posibilidades. Cosa que otros no hacen. Y no miro a nadie. Resulta evidente que las personas cambiamos y casi siempre es para mejorar el estado anterior. Hay honrosas y muy honorables excepciones que todos conocemos. Que sepan que dentro de algunos miles de años o más los antropólogos no les dedicarán ni un minuto de su tiempo ni de sus estudios. Estarán descatalogados y sufrirán el olvido de la historia.
Y estando yo concentrado en estas cavilaciones resulta que ha pasado la más ligera de las brisas por mi lado. Me ha despeinado un poco y ha movido una hoja del libro. Estoy sentado en la terraza del bar de Pepe. Esto significa que estoy junto al mar. En este pueblo costero que ya he descrito antes. Lo puedo ver y oler. Oigo sus olas. Y como digo, me seducen sus brisas al pasar junto a mi. Los pájaros están especialmente ruidosos esta mañana. Pero sé que no hablan de mi porque su inteligencia está por encima de estas cosas. El sol hace un rato que amaneció. Sube perezoso con la única intención de alcanzar el mediodía. Luego entrará en decadencia. Un atardecer rápido y vuelta a la calma del mar donde duerme. Y mientras el sol descansa el sosiego y el silencio se hacen patentes. Esto me permite pensar y escribir. Con los zapatos colocados a mi lado en posición de descanso. Y si viene Woody le invitaré a tomar una copa siempre que le sople al clarinete.
Dejo el libro que tengo entre manos y cuyas letras se desparraman por mi mente. Toca mirar un poco de paisaje. Descubro que las barcas son algo más que esto. Los árboles son algo más que árboles. Digo lo mismo del aire. De la luz del día y de las sombras que genera. Mis ojos ven un conjunto de naturalezas y mi mente las interpreta como un bello paisaje. Son muchas cosas en una. Y cada una imprescindible. Abundancia de colores y de aromas. Que por cierto, todavía no he conseguido verle el color a la noche. Hoy habrá viento racheado que moverá ramas y olas. Y formará remolinos de hojas caídas de otoño. La gente se quedará en casa a sus cosas. Los gorriones seguirán volando y haciendo ruido. Pero no hablarán de nosotros porque saben que no nos importa. Desde hace tiempo. Salud.   

viernes, 22 de noviembre de 2013

Un amigo

He decidido que necesito un amigo nuevo. No uno más. Uno distinto a los que ya tengo. Diferente a lo ya conocido hasta ahora. Una especie de lolailo. Un trepa del todo incluido. Un profesional de la adaptación a cualquier circunstancia. Estoy en ello. Me cuesta decidirme porque resulta que hay muchos de estos. He encontrado uno que creo que reúne este perfil. A lo mejor después resulta que no. Tengo que ir conociéndolo. De momento ha llegado cojeando con disimulo. Tuvo un accidente de moto de cuando gastaba juventud. Mirada melancólica de ojos hundidos. Boca inofensiva como si se tratara de un mosquito sin aguijón. Se llama Bartolomé aunque por aquí todos le llaman Tolo. Parece solitario pero vete a saber. No se aprecian pensamientos profundos en las primeras palabras que dice. Tiene un certificado de la vida que pone "apto". Justito, pero apto. Tiene afición por todo lo que sea o aparente superficialidad. No es de hablar mucho y tampoco grita cuando habla. Creo que estoy en el buen camino. No es de repetirse. Dice, queda dicho, y punto.
Espero no haberme equivocado porque necesitaba un amigo así. Accidente con moto robada en sus años mozos. Ingresos. Hospitales. Días perdidos. Rehabilitación. Médicos. Más quirófanos y más rehabilitación. Ahora cuando camina cojea y se apoya en una muleta. Con tanta convalecencia se aficionó a la cría de pájaros. Periquitos y esas cosas. Acaba de inaugurar su edad adulta y tiene montado un centro canino. Me explica. Cuida perros de otros. Aseo y peluquería. Clínica veterinaria. Guardería canina para esos dueños que salen de viaje. Adiestra y asesora. Compra y vende cachorros. Vacunas. Pone chips. Tienda de complementos y útiles varios. Etcétera. Etcétera. Yo en estado de alucinación, evidentemente. Llegados a este punto ya no me parece un trepa del todo incluido. O un lolailo. Que es lo que buscaba para romper algunas de mis rutinas. Tolo es así. No profundiza en casi nada. Le importa un bledo casi todo. Menos la familia, los amigos y la máquina de hacer pesetas en que ha convertido su negocio.
No se complica en las conversaciones en  las que haya que pensar. Cuando llega el momento tiene su frase de "es tarde y tengo cosas que hacer". Y se va. Da trabajo a una decena de personas etiquetadas como inadaptados sociales o marginados. Pero él no le da importancia a la cosa y les ocupa el tiempo. Se postula como creyente y practicante de la libertad. Tiene su vivienda en un chalecito anexo a las perreras. En el jardín de su casa sigue teniendo periquitos que cantan como locos. Tiene un algo que le capacita para tratar con los perros. Les habla todo el rato y no consiente que le ladren. Accidente. Pájaros. Rehabilitación. Perros. Ahora somos amigos. Pero no hablamos de cultura. Ni de literatura. Ni de otras cosas parecidas. Es el contrapunto que necesitaba. Le he dicho que un día le llevaré a navegar con el "Jalluga". Es el nombre de mi barca. Un Llaüt de madera que se mueve por el mar así de bien. Le impone eso de alejarse de la orilla. Pero acepta.
Sin currículo. Criador de perros. Amante de los periquitos. Superviviente del día a día. No lee, ni escribe, ni toma café con contertulios. El otro día -que casi se me olvida contarlo- conoció a Cicerón. El perro de Sebas. Se miraron. Le pasó la mano por el lomo. Cicerón le lamió la mano varias veces y se tumbó a sus pies. Luego le dice a Sebas que se lo deje algún día porque quiere aprender cosas de él. Quedamos de piedra. Para él la literatura es papel mojado de tinta y manchado de letras. Cree que primero tendríamos que aprender a acariciar a un perro. Luego entenderíamos mejor la poesía que leemos. Risa espontanea en el grupo. Si él lo dice. Su biografía es un desafío para cualquier escritor. Es el eslabón invisible del sistema. Pero no lo sabe.
Me dice Tolo que no lo meta en relatos de blog. Ya es tarde para esto. Acabo de darle al botón de publicar. La gente que entra en el territorio de las letras ya podrá degustar la historia de un luchador. Un apasionado de los perros. Un aficionado de los pájaros. Un amigo distinto al resto. Un verso en cursiva. Bartolomé. Si lo encontráis llamadle Tolo. Salud.

martes, 19 de noviembre de 2013

Un regalo

Los diálogos certeros entre personas insobornables me atraen. Instalados en la realidad y en la profesionalidad. Capaces de conocer el mérito donde lo hay y las pifias, si es el caso. La mirada estudia la persona y su entorno. Enredados en la vida y en la supervivencia. Así comenzó el día. Entre palabras, miradas y gestos de los de siempre. Y el café que era de verdad. Que quienes seguís este blog ya sabéis quienes son los de siempre. Una idea sobre la mesa en un día de mucha lluvia. Estas próximas navidades tiene que haber libros. Ningún niño sin un libro de aventuras. Es cuestión de organizar el tinglado. Recogida de libros en donación. Catalogarlos. Y en navidad repartirlos a los niños y no tan niños. A través de los colegios que damos por sentado que es la cuna del saber y de la conciencia del saber. Otros reparten comida. Nosotros cultura que mucha falta hace. Máxime cuando el ministro del deporte hace tiempo que ha puesto el chiringuito en venta.
No es un tema menor aunque es posible que los haya más importantes. La conciencia de ciudadano libre tiene que venir a través de la cultura. De la cultura en general. Es un trabajo que ya se ha hecho en otro orden de cosas. Será fácil pues siempre que tengamos suficiente voluntad y voluntariado para acometer el empeño. Directores de colegio, tutores y profesores. Responsables de servicios sociales de cada barriada. Hay que llegar a todas las sensibilidades de la comunidad educativa inteligente como clave del éxito. Se excluyen libros religiosos y de política. Que esto es algo muy personal y secundario. Prima la aventura. No haremos ascos de la narrativa, poesía, ensayo o teatro.
Alguien apunta a la colaboración de los intelectuales. Ya empezamos con más de lo mismo. Como si la intelectualidad fuera algo exclusivo de los que han escrito un libro o han sido protagonistas de una película. Cavilaciones y discusiones constructivas para el éxito de la empresa. Dicen que vivir y escribir van de la mano. Leer y vivir dignamente, también. Que nadie ponga pegas a la libertad de pensar a través de la lectura de un libro. Pues eso pensamos todos los que pensamos. Incluso nos hemos permitido extravagancias. Una pequeña dosis de lucha para que la utopía se haga realidad. Es un paso más en la actitud ante la vida. Queremos empezar fuerte para asegurar el éxito y la permanencia.
Las palabras atrapan. Si son de aventuras más y mejor. La necesidad de imaginar empieza en la infancia. De pequeños. Vamos a apartar por unas fechas los utensilios electrónicos para volver al papel escrito. Letras gastadas de haber sido leídas. Esquinas de hojas amarillentas de haber sido manoseadas o acariciadas. Algún subrayado que ya tiene dueño. Hacer un robado de alguna anotación al margen que nos gusta. Pero nos da igual. La idea para vender la idea es la del perro de Sebas. Cicerón. Que viene hasta ti con un libro en la boca. Te lo deja encima para que se lo leas. Se sienta delante con mirada de interés en espera de que empieces la lectura de la aventura. Salud.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Poesía de otoño

Nadan los peces,
en el mar,
en silencio.
 
Corre el viento,
sobre el mar,
en silencio.
 
Aparece la oscuridad,
en el mar,
en silencio.
 
Pez, viento, oscuridad.
Mar, silencio.
Y la gaviota sobrevuela.
El mar en silencio.
Tiene su nido
en el acantilado.
Donde pasará la noche.
 
Surca la barca,
el mar en calma.
Hincha las velas de aire.
Se deja empujar por las olas.
Se mueve con la marea.
Nos miramos fijamente.
Y nos estremecemos.
 
Nos mira el sol a lo lejos.
También la luna.
El mar se tiñe de rojo,
y el firmamento.
Aparecen las estrellas
de un atardecer tardío.
 
Olvidados en el fondo.
Esconde el mar un tesoro.
Los versos del poeta.
 
Es un monstruo
dice la gente.
Las noches de luna llena.
Es una poesía de otoño.
Que un día escribió el poeta.
 
 


sábado, 9 de noviembre de 2013

Retuit agradecido

Este blog que no se cansa de editar entradas. Buenas y menos. Pero siempre escritas con el mismo interés. Y con las mismas ganas. De cuando empiezas una cosa por primera vez. El interés por ese libro que te acompaña a todas partes. Que forma parte del equipaje. La afición por el buen gusto literario. Que uno tiene paladar. Hojear un libro y ojear su contenido. Comprar un libro de poesía en la sección de delicatesen de una librería de barrio. Un amigo fiel como el librero de cabecera. El librero amigo que escucha tus inquietudes. Que luego te receta un libro de poesía escrito con pluma cara. O narrativa. Quizá un poco de ensayo de esos de reflexionar. De pensar. La pluma que algunos utilizan para escribir en domingo o fiesta de guardar. Los mismos versos que luego serán dichos susurrando con los mismos labios de besar cariños. Como las lágrimas. Que son las mismas en momentos de alegría o de pena y tristeza. Los poemas memorables que nos pertenecen. Porque los hemos escrito con el alma. Pero dejamos que otros los lean. Pecado, pasión, castigo, agradecimiento. Un poco de todo y algo más.
El libro en papel y luego el otro que no es libro. Conversaciones precisas con contertulios selectos. Subrayar hallazgos íntimos para luego pensarlos. Anotar reflexiones al margen como tradición necesaria. Como gravitación del pensamiento sobre una idea que toma distintas formas. El poeta libre que no entiende de normas y escribe en estado puro. Sin tallar. Sin ataduras ni subvenciones. Sin rima. Reflejar la realidad y la ficción con palabras exactas. Para que sean entendidas por todos. La belleza expresiva del escritor que lleva los genes marcados. La escritura como puro trámite para decir cosas. Nuestras cosas. Sin eufemismos. Sin metáforas. Sin ironía. Ese poeta que recita sus versos en público. Y que luego para para coger aire y te mira. A ti. Te estremeces. El hechizo de la entonación y las pausas. El otro poeta que escribe en servilletas y que vende por la voluntad en la boca del metro. Y mientras el músico le saca una melodía al saxo. Comparten el sombrero para las monedas y se reparten las monedas del sombrero. Que bien suena. Y más si hay monedas.
Moverse por los vientos de las rimas. Versos en calma que se confunden con el mar y lo imitan. Acompañados por el ruido del aire en movimiento. De las ramas secas y de las hojas cuando caen. De las hojas cuando las pisan. Memorias y recuerdos de la barca. Los complicados remos que no te lo ponen fácil. Tempestades vividas. Recuerdos hasta que la memoria se apaga. Porque se apaga. Mirar el bosque frondoso en busca del camino. Y no encontrarlo porque las hojas lo tapan cuando llega el otoño. Ese esfuerzo por imaginar al autor de los textos que nos gustan. Que nos marcan. Que dejan huella. Cerrar el libro con un marcapáginas y una cita evocadora que previamente hemos escrito a lápiz. Que te acabas de inventar. Cerrar los ojos y pensar en lo leído. Esos libros que te llevas en los viajes. Y estos otros que te llevan de viaje. Todos quieren venir. Todos quieren llevarte. Pero no puede ser. Por eso son leídos y releídos con curiosa nostalgia.
El aire que respiras mientras lees. Versos salpicados de espuma porque lees junto al mar. Sentado en la orilla. Las hojas que huelen a tinta y a humo. Porque acabas de quemar la inocencia o la pasión. Luego te calientas con las brasas hasta que sólo quedan cenizas. El viento se las lleva y las esparce. Robar tiempo a escondidas. Al ocio. Para dedicarlo a la poesía. Que no es ocio sino necesidad. Sujetar las hojas cuando el viento del norte las quiere mover. Sujetar las ideas cuando el olvido se las quiere llevar. Vendrá a ser lo mismo. Supongo. Y a todo esto quiero recordar el primer libro que leí y no lo consigo. Quiero recordar el primer beso que di. Ese sí lo recuerdo. El último libro que he leído no era uno sino varios. Esa manía de leer varios libros al mismo tiempo. Saborear la escritura elegante junto a una copa de vino. Las letras y el vino en el paladar. Como el buen café y la buena compañía. Elegir el momento y el lugar que no es cosa menor. Todo lo contrario. Las cualidades de los autores que contrastan entre ellas. Igual que las cualidades de los que leemos. Esa felicidad infantil cuando lees unas letras que acabas de escribir. Escribir la vida que vives y que piensas. Y la que sueñas, pues también.
Textos con carga reflexiva escritos con brillantez. Conseguir el equilibrio entre ensayo y relato. Narrativa y poesía. Textos poéticos que hablan del mar y del bosque o la montaña. De la primavera y del otoño. Del amanecer acompañado y del color del cielo antes del ocaso. Y me fijo en ese lunar que tienes en la cara. Como quien pasea una estrella. Pienso en los encuentros y en las despedidas. Y en los momentos entre ambas cosas. Es nuestra historia íntima,. La que nos pertenece. Momentos de locura que no se pueden contar. Mi agradecimiento al poeta y al músico. Y al payaso que acompañó a Javi. Al escritor y al librero. A los que desayunan conmigo y que ya conocéis. No me olvido de las noches de luna llena. De la luz que entra por la ventana y no me deja dormir. Y qué decir del insomnio que me deja pensar en ti. Incertidumbres que vienen con el viento. Problemas que trae la marea. Sensación de lo bello y lo hermoso. La flor silvestre que nace en un rincón del patio de una cárcel. Vive entre rejas pero es libre. Igual que el viento y el aire y la luz y el silencio y la oscuridad. También viven en cárceles y también son libres.
Si todo lo que escribo ya lo ha vivido tu mente pues lo vuelves a recordar. Si es la primera vez empieza a pensar. Como la barca aficionada y sin experiencia que le teme al mar. Y a las olas y al viento. Le teme a las nubes del horizonte. Pero lo superará cuando sea profesional del navegar. Mientras navega conversará con el mar. Dominará la tempestad y jugará con el oleaje. Hinchará las velas para recoger viento y cortará las olas sin dificultad. Pero mientras es novata y temerosa. Se parece a los adolescentes que se miran por primera vez. Que no saben qué decir de tanto que tienen qué decir. Utilizan la mirada y el aliento. Y el tacto de las yemas de los dedos. El tiempo pasa más rápido de lo normal y nadie sabe porqué. Luego vendrán los diálogos. Largos y certeros. Sin dejar de mirarse. Cada día como si fuera la primera vez. Los labios sustituirán las palabras por los besos. Y vuelta a estremecerse.
Tiene talento el poeta que escribe con elegancia y seriedad. Que sabe mover el viento para que puedas bailar con él. Pulso retuit porque la cultura es de todos. Dice Eugeni que algunas fiestas terminan con resaca. Y con recuerdos. Luego a la mañana te levantas con la obligación de luchar. Y de ganar. Que para esto están los sueños. Las frustraciones se entierran en el jardín para que sirvan de abono para otras experiencias. Las nubes cuando vienen bajas producen reflexiones. Empezó una novela negra. Se fue al lado del mar a escribirla y terminó una novela romántica. Durante años de vida clandestina tuvimos amor del bueno. Me fui a dormir a tu casa y me llevé el pijama. Me dejé los sueños y tuvimos que compartir los tuyos. Nos despertamos con olor a café y a pan tostado. No me olvido de tu aroma. El amanecer huele a otoño tardío. A invierno lejano. A casi verano. Huelo a hojas caídas. Una vez estuve herido y me ingresaron el alma. Me recetaron literatura elegante y poesía con rima. Ahora salgo a pasear para que vea el mar desde el acantilado. Nos sentamos en el recodo hasta que amanece. Cuando se hace de noche aparece la luna. Hoy dormiré con las estrellas. Salud.    

jueves, 7 de noviembre de 2013

Los nombres

A menudo conservo recuerdos porque yo estaba allí. Mucho más que cuando me lo contaron porque no estaba. El nombre de cada persona forma parte de ella misma. Incluso su profesión. Decir Sebas y Cicerón, por ejemplo, es decir mucho más que dos nombres. Es la biografía de una persona y su perro. Que incluso es muchísimo más que un perro. Sus actividades y sus cosas íntimas. Dos historias para enmarcar. La de un anciano encantador y su inseparable perro. Vidas paralelas, como dicen.
Las palabras quieren decir lo que dicen. A veces incluso dicen más o mucho más. Otras, en cambio, no dicen nada. Los acontecimientos alegres o desagradables utilizan el mismo nombre. Las personas buenas o malas, también. Las cosas que nos gustan se llaman lo mismo que las mismas cosas que a veces no nos gustan. Así es. Hay nombres que van a juego con las personas, animales o cosas. A veces, simplemente no pegan.
El otro día había convocada una protesta. Alguien dijo que era una manifestación. Uno de los organizadores del evento lo llamó reivindicación. Y otras cosas. Al final todos hicimos lo mismo. Andar por la calle con banderolas y silbatos en modo festivo. Y como siempre en estos casos, la clase dirigente no se enteró. Esa sordera cortical que padecen. Año electoral, año de bienes. Como dice Sebas que viene con su perro Cicerón. Nos hemos acostumbrado a la crisis. No saldremos de ella en las condiciones de antes. De lo contrario volveríamos a entrar en crisis. Eso pienso yo.
A ratos silencios largos e interminables para aclarar ciertas cosas. Miradas calladas que hablan sin censura. Al final queda aclarado todo y cada uno a lo suyo. Para que luego digan que hablando se entiende la gente. Mirándose también se entiende la gente. Las cosas pueden solucionarse sin gritar ni faltar. La empresa de mi vecino lleva meses sin pagar nóminas. Mi vecino va a trabajar preocupado cada día. Vive de ayudas y busca alternativas. No se morirá de hambre ni de falta de vergüenza. Desde luego no como otros que presumen de tener escaño.  
Y a todo esto parece que el tiempo quiere cambiar. A esta hora sol y moscas como suelo decir muchos días. Veintiséis grados y humedad. A esto lo llaman Noviembre. Dicen que en unos días llegarán nubes que taparán el sol. Se volverán negras y el día parecerá un anochecer. Tendremos tormenta de agua y viento. A esto lo llaman otoño. Que las nubes cambiarán de forma y de lugar. Crearán sombras y las moverán de forma caprichosa. Las calles se llenarán de charcos para que los niños jueguen a mojarse los pies y los mayores saltemos para no mojarnos los pies. A eso le llaman mal tiempo. Otros se alegran de ese buen tiempo otoñal. Así son las cosas.
Con el cambio de hora se dice que ahorramos energía y dinero. Pero lo cierto es que el sol se acuesta antes. El día, por tanto,  es más corto y al final terminas por encender bombillas. El mar lo ha notado y las olas llegan más nerviosas. Precipitadas antes de que anochezca. Con oleaje más alto. Los jubilados han sacado ropa de invierno y vuelven a misa para que el párroco les asigne un sitio en el autocar. Los domingos toca excursión y esas cosas. Desayuno, autocar, guía, almuerzo, fiestorro y bailoteo para digerir, cánticos de juventud y siesta a partes iguales, llegada a casa. No me olvido de la oferta quincenal en el camino de regreso. Algún atrevido ofertando. Mientras los párpados de los jubilados se cierran rendidos.
Tiempos convulsos. Pero nos empeñamos en conservar la rutina del bienestar. A eso lo llamamos "no nos podemos quejar". Es hora de aprender a vivir igual que antes pero con menos recursos. Los mayores se adaptan mejor. Esa luz que algunos ven al final del túnel ha resultado ser, según otros, una bombilla de bajo consumo en mitad del túnel. Por poner nombres que no quede. Cada cual dice las cosas según le parezcan. El nombre resulta ser lo de menos. Los brotes verdes de unos es césped artificial para otros. Lo digo porque los pies descalzos saben lo que pisan. A esto le llamo yo una entrada por la necesidad de escribir. El mar me lo va dictando mientras le miro. Por cierto, el mar se llama mar siempre. Cuando está calmado y cuando está tempestuoso. Salud.

martes, 5 de noviembre de 2013

El Infierno

Andaba con paso firme. Observando cada baldosa que iba a pisar. Con prisas en los pies y preocupaciones en la mente. Atento a las dos cosas. Ese caminar inquieto cuando te esperan asuntos judiciales. Asuntos menores pero con letrados de por medio. Ya ves.
Un ensayo mental para hacerlo lo mejor posible. Que la memoria no se apague en el peor momento. Sorteando obstáculos de forma instintiva. Reivindicándome. La memoria la apaga la vida misma sin consultar. Es sabido de todos que a los jueces hay que contestarles con precisión. Como el bisturí en manos de un cirujano. O el teorema de Pitágoras en boca de un profesor de secundaria.
Nada es o deja de ser. Todo es presunto hasta que dicen lo contrario.
Así las cosas. Resulta que algo obstaculiza el rápido avance de mi persona. Lo intento sortear pero el obstáculo se mueve. Un señor con panfletitos en una mano y repartiendo los mismos con la otra. Será un menú a cuatro euros de un top chef de esos de por aquí. De los de andar por casa. Miro. No es un menú de comer. Es un ejemplar gratuito imprimido en Maundridge, Kansas (USA). "Gospel tract and Bible Society". No era el momento y se fue directamente al bolsillo.
Más tarde, aprovechando el sosiego de la noche. Con la compañía de una fina lluvia. Y el silencio de un viento domesticado. Vuelvo a mirar. "Lo que la Biblia nos enseña sobre el Infierno". Un castigo o una bendición. Lugar exclusivo para pecadores. Los que somos ateos estamos exentos. Sólo pecan los creyentes.
"La Biblia enseña claramente acerca de la temida realidad de un lago de fuego eterno. Se advierte al pecador que haga buen uso de su tiempo para escapar de la terrible condena del Infierno. Un lago de fuego (Apocalipsis). Eternamente en la oscuridad de las tinieblas (Judas). Un pozo de abismo con un humo que sale del horno que hay en el pozo y en el lago de fuego. Un humo tan denso que oscureció el sol y el aire. Que los que allí están es porque han bebido del vino de la ira de Dios que está formado por fuego, humo y azufre por los siglos de los siglos. No hay reposo ni de día ni de noche para sus moradores".
Reconozco que el texto es resultón. Medio acojona. Quién haya escrito esto tiene que tener muy mala leche. Yo leyendo estas cosas de cuarto milenio en una noche lluviosa de otoño. El autor debió sufrir multitud de traumas en su infancia. De esos que están escritos en los libros de psiquiatría. Ya me sobran bondades para ser ateo.
"El infierno está abajo. Los que se portan bien van hacia arriba (Proverbios). Los malos irán directamente al Infierno después de ser abatidos (Mateo). Además no hay forma de moverse de arriba hacia abajo y mucho menos de abajo hacia arriba. El que vaya estará para siempre (Lucas). El camino que va hacia abajo es fácil de andar. Es ancho y está repleto de gente. Además la puerta es muy grande (Mateo)".
Puede ser interesante si uno tiene la capacidad de hacer amigos. Ya una vez dentro, con tanto fuego, humo y azufre tiene que ser chungo. Pero insisto que esto va dirigido a los creyentes.
"Todos los que se olvidan de Dios serán trasladados allí bajo la responsabilidad de los ángeles malos (Salmos). Lugar reservado para los cobardes, incrédulos, abominables, homicidas, fornicadores, hechiceros, idólatras y mentirosos. Allí tendrán su segunda muerte (Apocalipsis)".
Y dicen Mateo y Lucas que "no habrá consolación ni remedio. Que llorarán y crujirán sus dientes. Porque nunca serán liberados de esos tormentos indescriptibles. De esas tinieblas. Y pedirán a Abraham que les envíe a Lázaro con un vaso de agua fresca. Pero será que no. Porque cada pecado tiene su condena".
Estas cosas es bueno no leerlas. Si lo haces que sea de día y acompañado. No recomiendo recoger panfletitos en plena calle. Ahora camino mirando a todas partes y al suelo sólo de reojo. Estoy turbado y confuso. Dejaré pasar un poco de tiempo. Y mientras me portaré bien para alcanzar los jardines de la luz. Salud.  
P.D. Hay mucho más. Pero no se trata de asustar al respetable. Ni de aburrir, que uno va para nota.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Fran y otros

Y así sin más. Y como quién no quiere la cosa. Vamos finiquitando Octubre. No hace mucho que conté cómo fue que Fran -el del Kiosco- le contó a Rafael -el cuponero- que Cristiano Ronaldo no era negro. Por muchos regates y filigranas que hiciera. Ni por muchos goles que metiera. Parece ser que esto ha llamado la atención al respetable que sigue este blog y han contactado con el editor del mismo. Quieren saber más de Fran. Ya lo he dicho. Es el dueño de la única papelería que hay en el pueblo. Librería. Útiles de escritura y esas cosas de leer y escribir. Chuches incluidas. Es pequeña o incluso diminuto. El Kiosco, vamos. Sólo cabe Fran y poco más. La verdad es que tiene más género fuera que dentro. Con una especie de toldo o marquesina desplegable. Los días que llueve, como hoy, pone un plástico por encima. Que casi todo es de papel.
Estudió empresariales. Amplió conocimientos con un Master en Literatura Hispánica. Dedica tiempo a colocar cosas. Es hablador de esos que enganchan porque su trabajo es vocacional. También escucha. Acumula conocimientos a base de leer mucho y escribir otro tanto. Que el día puede ser largo o corto según se presente la clientela. La caja corre a cuenta de periódicos y revistas. Alguna fotocopia. Útiles de escritorio básicos, etc. Pero dónde le dedica más tiempo es a las novedades editoriales que lee y recomienda a la clientela porque la conoce. Sabe a quién venderle un producto. Si un libro no lo tiene te lo consigue en veinticuatro horas. Mantiene un especial interés por autores poco conocidos que se auto publican. Él difunde cultura desde el Kiosco. Ese es Fran.
Para realizar este tipo de trabajos hay que ser una persona tranquila. Tiene tiempo para todo porque no lleva reloj. Por supuesto no es rico de dineros pero se le ve satisfecho. En algún momento tuvo que hacerse cargo del negocio. Él iba para otra cosa. Se lo dejó su padre que enfermó de esas cosas que te matan por dentro poco a poco. Le cogió gusto al asunto y lo ha ampliado hacia la acera con uno de esos toldos llamativos que llevan su nombre. El Kiosco de Fran. Algunos habituales nos paramos cada día a conversar. Comentamos un poco de todo. Siempre tiene algún subrayado a mano para razonar. Si tienes alguna noticia importante se la comentas y la difunde. No se habla de chismorreos. Ni de política ni de religión. Que también son chismorreos. Si sale el tema te manda al bar de Pepe a tomar algo y zanja el asunto. Sólo las buenas letras son compatibles con el aire que se respira en su negocio.
Uno de sus más fieles es el marido de Doña Maruja. Ya he hablado de ella en otras ocasiones. Y de él. El filósofo. Escritor. Profesor de universidad. Y abnegado marido de una portera. Señor de semblante serio. Esta mañana le estaba diciendo a Fran que no tenía la seguridad de que fuera bueno tener que vivir siempre debajo del cielo. Tener que mirar siempre hacia arriba para verlo. Yo no he dicho nada. Que conste. Y sigue. No sé que haremos el día que se encapote mucho y tengamos que agacharnos. ¿No crees? Y Fran le sonríe. Hoy cuando ha empezado a llover las nubes han subido un poco. Menos mal. A veces se le moja el alma y cuando se seca, se encoge. Dice que escribe un artículo dónde le habla al crepúsculo del amanecer y al de la vida. Cosas de filósofos dice Fran -que escucha atento-. Es un artista de las ideas y hace malabares con las palabras que previamente ha conseguido domar.
Están convencidos los dos de que no todos los dioses habitan en el cielo. Algunos son terrenales pero con poderes limitados. Se encargan de que el limonero que tengo en el jardín florezca dos veces al año. Pero este año ya lleva tres. Es cosa de esos dioses terrenales. Hacen que un espejo te reproduzca fielmente y en tiempo real. O que la radio suene música sin que quepa una orquesta dentro de ella. Que en otoño las hojas de los árboles no caigan todas el mismo día o al mismo tiempo. Que el corazón debe latir al ritmo del tiempo.  Que los pájaros hagan un buen nido para el invierno. Que igual se presenta duro.
Fran se ha sentado en el taburete alto y escucha. Interviene poco para no desconcentrar. El marido de Doña Maruja sigue filosofando activamente como si estuviera en clase. Y la gente pasa. Coge algo. Y deja el dinero sobre las revistas. Que ya lo recogerá Fran cuando pueda. Así están sin saber del tiempo que sigue su curso. Y ahora le dice Fran que le preocupa que el horizonte esté tan lejos. Si estuviera más cerca nos invitaría a tomar una copa sobre él. Una tarde de verano. Eso también es cosa de los dioses terrenales le contesta el profesor universitario. Cualquier día de estos que se lo propongan podremos ver nuestras sombras en color y relieve. Estaría bien. Los sueños tienen vida propia. Son autónomos. No dependen de nosotros. Los sueños existen al margen de nosotros. Nosotros lo único que hacemos es meternos en ellos para soñarlos. Y Fran cambia de postura en su taburete alto. Los sueños no deben ser repetidos muchas veces porque podrían aburrir. Hay que estrenar a menudo. Los sueños sólo mueren cuando se hacen realidad. Está escrito. No es posible que se hagan realidad varias veces.
Y siguen hablando entre libros, revistas, útiles de escritorio y chuches. Se hace tarde. Otro día hablarán de los colores y de las notas musicales. Que cada uno percibe a su manera. Eso dicen. Este año el otoño se comporta como un final de verano largo. Nada parecido a un principio de invierno. Quizá más adelante. Ahora que me acuerdo -y termino- que se me ha ido el santo al cielo. El nieto de Pepe -el del bar- quiere una bicicleta. Le dice Pepe que se la pida a los Reyes Magos. El nieto le ha contestado que acepta la mentira. Como mal menor. Es preferible a la verdad. Y así han quedado. Le dice Fran a Pepe que con esta contestación le tendrá que comprar la bicicleta a su nieto. Salud.

viernes, 11 de octubre de 2013

No es negro

Rafael, el cuponero, está fuera de sí. Como si no hubiera nadie dentro de su cuerpo físico. Incluso sin ver lleva la mirada perdida. O lo que sea que su mente le haga ver con sus ojos ciegos. Viene a ser un soplo de aire inocente entre las mesas de "Es Comerç". Ya me advierte que no está para discusiones filosóficas. Me pregunta secamente que cómo está el mundo. -Igual que cada día. Como siempre. La mitad inteligente y la otra mitad prodigando estupidez. Tu que escuchas tanto la radio estarás más al corriente que yo, seguramente. -Escucho cosas pero no las veo. Necesito comparar lo que mi mente oye con la realidad y ver si hay coincidencias. Pues más o menos. De todas formas qué más da, le digo. Serán detalles de baja intensidad como dicen ahora.
Ahí es cuando se suelta. Necesita hablar y se le nota. Me cuenta que la tarde anterior estuvo hablando con Fran, el dueño de la papelería. Hablaron de fútbol que les guata a los dos. Demasiado, diría yo. A propósito de un partido de champions. Mientras Fran lo veía por la tele Rafael lo escuchaba por la radio. Siempre hacen lo mismo. Luego hablan y comentan los detalles. La cuestión -que luego me pierdo-. Que parece ser que Rafael el cuponero le dijo a Fran de la papelería algo así como que "sólo un negro como Cristiano Ronaldo es capaz de hacer filigranas entre la defensa contraria y luego meter un gol de coleccionista". Y va Fran y le dice que el tal Cristiano Ronaldo no es negro. Es blanco. Por eso está abatido y tristón. Se siente traicionado por su mente. Siempre lo había imaginado negro y ahora resulta que es blanco. Esto no puede ser. Es el final.
Me doy cuenta que su mundo es distinto del nuestro. Por lo menos una parte. Entiendo que se moleste cuando aprecia que a veces hay pocas coincidencias, o ninguna, entre lo que se imagina y la realidad. Pero a ti qué más te da, le insisto. Me contesta que necesita más nitidez y veracidad de lo que percibe a través de la mente y otras cosas. Hoy reconozco que se ha llevado una decepción. Le digo en tono desenfadado que los políticos son oscuros. Por si te imaginabas otra cosa. Se ríe. Y Obama es negro, ya lo sé. Gracias. Yo me relaciono todos los días con gente de Twitter a los que nunca les he visto la cara ni he escuchado su voz. Me tengo que imaginar las dos cosas. Seguramente muchos de ellos serán completamente distintos a como me los imagino. Pero me da igual. Me interesa su amistad y las relaciones a través de las letras. Rafael toca los billetes y enseguida sabe de cuantos euros son. Y devuelve el cambio sin equivocarse. Habla de forma expositiva porque quiere normalizarse con los demás. Esos esfuerzos para ser como los demás pudiendo ser singular. Inteligente y sensible. Dotado de gran capacidad para relacionarse con personas a las que no ve. Y algunos de ellos serán negros. La experiencia traumática del color de Cristiano Ronaldo no la supera fácilmente.
El mundo, la vida, les gentes y las cosas son complejas para él por estar privado de la vista. Me resultan chocantes estas amargas reflexiones de buena mañana. Es un personaje con matices que actúa con delicadeza. Que se molesta cuando las cosas no son como él piensa que son. Y a todo esto aparece Eugeni. El poeta. Es profesor de universidad. Que ya lo he contado en otra ocasión. Hoy no tiene clase y viene a desayunar y a saludar. No habla del problema de Rafael. Estas cosas las resuelve cada uno en la intimidad. Sin interferencias. Eugeni también está un poco molesto porque este año tiene menos alumnos. Cosas de las becas y demás. Dice, los payasos tendrían que reivindicarse y denunciar a los políticos por intrusismo laboral. Los tres viven la vida con pasión. Cada uno con sus comportamientos delirantes, sosegados, caóticos o lo que sea.
Cuando se quieren relajar hablan del mar. Rafael lo escucha y lo toca y enseguida conoce su estado de ánimo. Fran, además, puede verlo y disfrutar de sus colores. Eugeni lo quiere con locura porque le inspira bonitos textos literarios y poesía. Y se lo cuentan al cuponero que escucha atento con rostro alegre. Pregunta Rafael si el mar es tan grande como cuentan. Más de lo que puedas imaginar. Y queda hipnotizado cuando escucha esto. Se despiden. Cada uno a lo suyo. Hoy ha sido la mañana más fría desde que empezó el otoño. Ya llevamos manga larga. Salud. 

viernes, 4 de octubre de 2013

Otoño y Paulo III

A todo esto han llamado a la puerta. Con fuerza. Es que como no hay corriente el timbre no funciona. Resulta que es Emili. Viejo amigo. Actor profesional de teatro clásico y que últimamente no tiene trabajo. Ahora se gana la vida haciendo de camarero en un restaurante. Sobrevive con un sueldo de becario que es lo que le pagan. Le hablo de mis filosofías de estreno de otoño. Le han parecido bien. Él también lee a Paulo y sabe conversar. Ya de paso reconducimos y ordenamos nuestras ideas. Nos ponemos de acuerdo en unas cosas y aparcamos el consenso de otras. Me dice Emili que está escribiendo una obra de teatro. A lo clásico. No tiene prisa. Pero cada día coge la pluma y le mete tinta a la obra. Está avanzada, me dice. La escribe a su imagen porque la quiere protagonizar y lucirse. Siempre ha querido lucirse. Está barajando nombres de autores que le ayuden. Deben ser pocos. No hay presupuesto y además quiere que el público se quede con las ideas. Acumular actores en un escenario despista mucho.
Emili no comparte muchas de las cosas que escribe Paulo. Otras si. No cree que existan los ángeles. Ya me dirás para qué sirven o a qué se dedican. Será un invento, le respondo. Aunque está escrito en muchos sitios. Yo no tengo nada que ver con todo esto. Cuando habla conmigo parece que interpreta. Cuida los gestos igual que sus palabras. No sé para qué sirven, sinceramente. Pero reconozco que queda bonito. Que un dios que hace el bien y el mal a partes iguales porque es todopoderoso tenga un ejército de ángeles. Mola. Tendrá muchas cosas que controlar me imagino. Pero no controla las conciencias porque sólo te premian cuando haces el bien. Y además, en otras religiones y creencias no tienen ángeles y les va de coña.
A todo esto llegó la electricidad porque la tormenta estaba en retirada -que ya lo dije antes-. La luz del sol debilitada por el otoño entraba por el ventanal que da al jardín. Ya casi a punto de ponerse aunque no es muy tarde. Pero en otoño el sol se acuesta antes. Puse la cafetera y nos servimos. Emili es un culo inquieto. Mientras habla medio pasea por el salón. Mueve una mano a los cuatro vientos y sujeta la taza con la otra. Va y viene y dirige la mirada a todas partes y a ninguna al mismo tiempo. Todo un espectáculo que contemplo sentado en mi sillón de pereza con orejas y que tengo situado de forma estratégica. Para y me mira. Dice. ¿Y cómo termina la historia del condenado a morir sin dignidad por espiar sin ir vestido de guerrero? Pues que muere lapidado sin dignidad. Al principio sufre bastante hasta que una piedra le impacta en la cabeza y le hace perder el conocimiento. Luego sigue muriéndose pero sin enterarse.
Emili asiente con la cabeza y lo ve lógico. Si le condenaron a esto pues debe ser normal. Estoy pensando que, según cuenta Paulo y tú, lo único cierto es que murió. No veo por ninguna parte que  el gobernador y el sacerdote -con el interés que tenían-  se aseguraran de si poco antes de morir había perdido la dignidad. Aunque sólo fuera para ver que sus órdenes se habían cumplido. De lo contrario lo habrían matado en balde. No me imagino que muriera con un poquito de dignidad. Menudo inconveniente para los gobernantes.
Piensa Emili. Me dice. Creo que incorporaré algo de esto en  mi obra de teatro. Quiero que tenga un peso importante el tema de la muerte. La dignidad. La obediencia ciega. El absolutismo de los mandamases. I las armas. Piensa que las armas, por sí mismas, no tienen ninguna necesidad de luchar ni de matar. No lo hacen. Son inofensivas. Sólo son potencialmente peligrosas en manos de gente sin escrúpulos. Igual que las ideas. Supongo que tampoco habla de la conciencia y la dignidad de los que tiraron las piedras. No, respondí. La conciencia colectiva no siente. No se alegra ni sufre. No se la puede castigar cuando es una conciencia obediente. Tampoco tiene memoria.
Me dice Emili que cuando alguien escribe algo así tiene que posicionarse. Aunque sea a través de un personaje. Un ángel mismo.  Luego cada cual que piense lo que quiera y lo argumente usando la libertad. Emili se fue. Salí al jardín y me quité los zapatos. Empecé a mirar los peces del estanque. Después de una tormenta de principios de otoño nadan de forma más sosegada. Salud.