Pretender creer y difundir que antes se vivía mejor es un insulto mayúsculo a la sensatez porque implica ceguera histórica acompañado de una desmemoria peligrosa que podría volverse en contra nuestra por la sencilla razón de repetir hechos fracasados y muy dolorosos.
Y con esta idea en la cabeza me he sentado en el sillón que tengo en mi estudio y que da a un gran ventanal, que a su vez da a la calle y me pongo a observar la vida de ahora y poder compararla con la que conozco de antes. La vida vista sentado y protegido por un ventanal significa que no puedes interactuar con nada ni con nadie. Se vive lejana y de otra manera como si fuera improvisada. Como un mero espectador que observa pero que no puede influir en nada de lo que va ocurriendo.
En este momento me pongo hecho un figurín y salgo a la calle para patearla. Pasear sin prisas mientras hueles perfumes, escuchas trozos de conversación con sus diversas entonaciones y observas la vestimenta de cada uno. Sus prisas y sus pausas sentados en algún banco. Me pongo a caminar detrás de alguien e imito sus andares para entenderlos. Sin intentar suplantar a nadie percibo que soy otro según me acerque y camine al lado de alguien anónimo. No solo las personas cambian sino también las circunstancias que envuelven a cada uno como ser individual.
Este ejercicio me genera vértigo. Los mismos decorados y las mismas personas vistas desde distintos puntos de vista. Todo es lo mismo pero nada se parece. A veces, cuando la climatología es adecuada, me siento el un banco de madera de esos que hay en la calle y me fijo en los modales y en sus caras. La especie humana es de lo mas diversa pero nos relacionamos con otros de una manera o de otra. La gente no se incomoda porque la mires porque no son conscientes de mis intenciones.
Veo caras de felicidad y de tristeza. Gente hablando con prisas y otros de forma sosegada y tranquila. Veo aventuras y desdichas. Preocupaciones y fantasías. Sus comportamientos y mis impresiones cambian según el día, la hora y la climatología. La gente vive. Deduzco, convencido de que no me equivoco, que antes se vivía mucho peor con las dificultades de ahora porque no hay alfombras en las calles.