Estar en twitter te da opciones. De muchas clases, evidentemente. Mi círculo social se limita a las letras. Libros y lectura. Escritos de la gente que publica o publicita. Referencias literarias y bibliográficas. Ensayo. Poesía. Frases. Pensamiento. Conversaciones trascendentes para madurar. Opciones diversas sin censura. Desde el respeto y la libertad. Sigo a los que despiertan algún tipo de interés en mí en lo que escriben o reflexionan. Sin pedir permiso. Como toca. Presupongo que me siguen a mí por el mismo motivo. Seguramente es así, o no. Pero no me preocupa. Queda claro que mi asunto es puramente literario. Sigo las indicaciones y opiniones de otros twitteros sobre libros y escritos publicados por ellos mismos o por otros. He hecho amigos con los que me une la pasión por las letras y las reflexiones inteligentes o ingeniosas. He leído mucho pero me queda todo un mundo por descubrir. Leo lo que las editoriales publican. Resulta que hay mucho talento que no publica en editoriales. No sé porqué. Hay verdaderos escritores notables. Innovadores en el arte de la escritura.
Tienes opción de entrar en sus webs, sus blogs, sus tweets. Descubrirlos. Todo tipo de géneros y todos buenos de verdad. Nada que envidiar a los buenos relatos o a las mejores novelas. Es todo un mundo editorial al margen o en paralelo al mundo editorial clásico que hay en las librerías. Una opción de leer cosas inéditas, géneros mixtos bien construídos, genialidades perfectas, escritores con genética de escritores que las editoriales convencionales no les publican. Opción a interactuar con los que escriben y sentirlos cercanos sin tener que esperar la feria del libro o el día del libro de San Jorge. Estos nuevos escritores se han buscado un hueco en las redes sociales y lo han encontrado. Esto es bueno pues para las letras.
En el lugar dónde ahora mismo me encuentro escribiendo estas cosas está amaneciendo. El cielo está despejado para la ocasión. Alguna nube que actúa de complemento. El sol sale del agua del mar majestuoso. Grande. Inmenso. Rojizo. El mar en calma que se tiñe de dorado y lo refleja. Brisa marina agradable. A esto lo llamo yo empezar bien un día. Lo organizaré a mi gusto como si fuera un adolescente en su fase rebelde. El único límite a mi libertad estará dónde empiece a molestar a los demás. Estoy en un pueblo de la isla de gente educada porque el ambiente no te permite otra cosa. Somos depredadores de pasarlo bien. No hay nada tóxico que nos rodee porque nos hemos rescatado de todo lo malo. Tampoco somos esclavos del tiempo. Lo vivimos según vienen dadas. Mucha gente no entiende esta forma de existencia y este universo y huye al bullicio de las grandes ciudades. Hemos quedado voluntariamente los que somos capaces de emocionarnos con un amanecer como el de hoy.
Cada uno se divierte a su manera y a nosotros nos divierte esto. No jugamos a las cartas ni al dominó ni a la petanca. Nos reunimos para conversar. Sobre un montículo que domina el mar hasta el horizonte. Sentados en unos bancos de madera y debajo de unos pinos que proporcionan sombra y refrescan el ambiente. Cada vez que llega algo de brisa huele a mar y a pino. Es un relajante natural. No hablamos de la crisis. El dinero de los de la crisis no ha desaparecido. Simplemente nunca existió. Era un dinero virtual. No es nuestro caso y por tanto no nos importa. Nos importan otras cosas. El día a día. Las gentes. La convivencia. Los recuerdos. Las metas de futuro. Los días duran porque se viven. La gente se levanta temprano para ver amanecer y tampoco tiene prisa para acostarse por la noche después de haberse puesto el sol. El amanecer evoca comienzo. Inicio de algo. Algo bueno. No somos deudores de nada ni de nadie. Somos deudores del mantenimiento de la tierra que tenemos que dejar.
El amanecer es un regalo para los sentidos que ocurre cada día aunque de forma distinta y a una hora distinta. Es lo de menos. Estamos acostumbrados. Pero cada día es inolvidable. No nos cansamos. Tampoco se cansan las olas del mar que viene una y otra vez a la orilla a romperse. Este ruído monótono acompaña la salida del sol. No existe una cosa sin la otra. No hace falta tener dotes narrativas para describir este momento. Es simple y se describe solo. Pero hay que tener sensibilidad para emocionarse. Es imprescindible porque es increiblemente bello. Salud.