La abuela vive en el piso de arriba. Es su casa de toda la vida porque ha nacido allí. Abajo, en la planta baja, está el bar que regenta su hijo con su mujer. Ellos viven en el segundo. A veces han hablado de mudarse para poder tener una escalera de acceso directo de la casa al bar. La abuela no ha querido. Aquella es su casa de siempre y no se hable más del asunto. Es mayor y está bastante impedida. Sólo puede moverse con ayuda. Casi no sale y pasa las horas sentada detrás de un gran ventanal que da a la calle. Se entretiene viendo la gente pasar y escribiendo. Lo de escribir le viene de hace tiempo. Empezó como un pasatiempo y publicó bastantes cuentos novelados para niños. Literatura infantil. Cosechó éxitos y premios. Se vendía bien y era muy conocida y querida por todos. Sobre todo por los niños que ahora ya son gente mayor. Ahora ya no es lo mismo pero, el gusanillo. Enviudó pronto y el bar de la planta baja pasó a su hijo que es quién lo lleva ahora. Es un bar de barriada como otro cualquiera. Ahora que ya tiene dos hijos crecidos y que le ayudan se atreve con menús diarios y económicos. A siete cincuenta euros. Comida casera que elabora su mujer. Es buena. No se harán millonarios pero el negocio familiar da para todos que, tal cual están las cosas, se agradece y hay que conservarlo.
En las paredes poca cosa. Un par de posters y alguna fotografía de las de relajarse. Un espejo en una pared lateral y en otra una foto grande del equipo local con bufanda por encima que resalta. Se trabaja mucho. Más que de sol a sol. Abre a las seis de la mañana y algunos días son más de las dos de la madrugada cuando echa el cierre. Todo por cuatro perras. La abuela antes bajaba y se sentaba en una mesa al lado de la barra donde está la cafetera. Por las tardes venía su hermana y estaban horas hablando de sus cosas. Su hermana es maestra de escuela jubilada. Daba clases en primaria. Al final de sus conversaciones siempre terminaban hablando de lo mismo. Su hermana, la maestra, se quejaba de que no se sentía querida por sus alumnos. La abuela, en cambio, era muy querida por su público infantil. ¿Dónde está la diferencia? A ti te ven como una persona que imparte disciplina y conocimientos y que no les deja hacer lo que quisieran. Yo no les impongo nada y además les entretengo con mis cuentos. No te lo tomes a mal, mujer. Es normal que sea así.
La abuela ya es mayor y casi no baja porque está impedida y es complicado de bajarla y luego subirla a su casa. Su hermana la sigue visitando en el piso de arriba donde vive. Su hijo se afana por atender el bar lo mejor posible con su mujer y sus hijos que empiezan a tener responsabilidades sobre el futuro del establecimiento. Quieren renovar un poco y cambiar cuatro cosas. De momento se han hecho con un piano y una guitarra de segunda mano a buen precio. Algunas noches tocan y cantan canciones de otros y suyas que componen a ratos libres. No lo hacen mal. Incluso han conseguido llenar el local de jóvenes atraídos por la música en vivo. Algunos clientes también se atreven con la guitarra o el piano y tocan composiciones suyas. Ha sido una buena iniciativa y cada día hay más clientela que abarrota el bar. La abuela lo escucha desde el piso de arriba dónde vive. El padre ha comentado que le gustaría alquilar el local de al lado para ampliar y sacar un dinero extra. Están en ello y para eso hay que hacer muchos números y las cuentas no salen. Los hijos ya se han posicionado al respecto y prefieren formar un grupo de música y dedicarse a ello por completo. No quieren seguir con el bar. Hay un conflicto generacional, de gustos y de futuro. La cosa está incierta. A la abuela no le gusta esto. Ya se verá. Salud.