15 septiembre 2017

Crecer

Un día que amaneció gris y no vi el mar. Enseguida me puse a dibujar olas. No fuera a olvidarlo. 
He oído un portazo. Alguien ha cerrado la puerta de forma brusca. Pero no hay nadie dentro ni fuera. Habrá sido el viento. Las cosas pasan para no volver si no es en forma de recuerdo. La vida se camina a cada minuto. Pero no se desanda. Todo queda. Tal cual según quien lo interprete. Por eso valoro la importancia de cada segundo y de cada momento. 
Pero me doy cuenta que vivo situaciones confusas. Como envueltas en celofán. Hay distorsión. Y me preocupa lo que quede y cómo quede. Lo importante, pues, no será tanto el objetivo sino lo que haga y viva para llegar a él. Se llega relajado y nunca con desespero. Lo dice el poeta. 
Hay quien está privado de libertad. Otros en libertad vigilada y la libertad dubitativa. La eterna metáfora de la vida y de la época de las tecnologías. Grave problema tiene el que no sabe qué hacer con la libertad. Si supieran los que vigilan la mía cuanto me preocupa o lo poco qué me importa. Recuerdo que en mi infancia tuve una libertad cómoda, protegida. 
Pienso que no todo lo que parece bueno lo es en realidad. 
Frédéric Chopin vino a Mallorca a curarse los pulmones. Vivió el peor invierno que hemos tenido en la Isla y casi se muere. Por escuchar consejos. El Archiduque Luis de Austria llegó y le gustó. Se quedó y vivió a todo trapo. Le estamos agradecidos a su mama que es la que pagaba.
Por cierto. Que una cosa lleva a la otra. Como siempre. Y me acabo de acordar que de pequeño tuve varias cometas. Mi padre me enseñó a hacerlas. Me dijo que les soltara hilo para que volaran libres. Ahora, a mi edad, pienso que no eran libres toda vez que las tenía atadas con una cuerda. O si. Depende de cómo se mire. A vueltas con la filosofía. Estaban manipuladas por mi mano y la cuerda y por el viento. 
En un pequeño salón hay un mueble repleto de fotografías. Percibo el pasado. La foto representa el pasado para recordarlo en el presente que pasa a ser pasado en el minuto siguiente. Es un círculo. Tengo que pensar más al respecto. Porque algunas son actualizables pero otras no. No se si me interesa.
Todo lo que vivimos pasa. Lo definitivo está por llegar. No hay prisa. Y por eso he decidido que ya estoy viviendo lo definitivo. Es la ventaja de los que carecemos de fe. Pero a conciencia. Tomando nota de los fallos. No fuera que no tuviera razón y hubiera una segunda parte y más. 
Pensando en lo que estoy escribiendo. Tengo cientos de fotografías de amaneceres y puestas de sol. No sabría contestar porqué las guardo. Cada día se repiten y las puedo contemplar en directo. Todo esto es el resultado de una tertulia mañanera de café descafeinado con dos terrones. Hablar con Eugeni o con el poeta no hace más que crearme más dudas.
Algún día formaré parte del mar. Y viviré en un vaivén de olas. Me desplazaré desde la playa a mar adentro y viceversa. Conoceré acantilados y dormiré en puertos. Los días de ocio me acerco a la playa y me dejo despeinar por la brisa refrescante. Si no puedo ir me imagino un mar relajado. El paraíso de la biblia está en el cielo. Pero no tiene mar. No será el paraíso verdadero. 
Después de todo eso me he tirado en el sofá y he puesto la canción Amores de Mari Trini. Que también habla de una barca y de unos remos. De la vida y del amor. Salud. 

03 abril 2017

Respirar

Los minutos que más cuentan son los del descuento. O los de la prórroga. Los días de la vida pasan y nos envejecen. Por eso procuro ser muy preciso en todo lo que digo y hago. En todo lo que pienso y escribo.  
Dice mi amigo el poeta que mientras espera un destino adecuado aprovecha para vivir al máximo y hacer cosas. La vida debe tener rincones en los que todavía no he mirado. Y eso que me paso horas sentado en el escalón de la puerta de casa para ver cosas. Y También miro desde la ventana. Pero al final terminas por pisar calles y caminos. Aquí es dónde aprendes.
Hay días intermedios. Entre ayer y mañana. Es el día que no sales y vives contigo mismo. Con tus cosas, tus libros, tu música y todo lo pendiente. Tu vida relacionada de forma virtual. La que quedará reflejada en nuestra biografía con letra cursiva. Esos días con la ausencia de la naturaleza, su profundidad, su aroma, su aire, su calma y su color.
El espejo ha memorizado la cara de ayer. Pienso en la vida de antes y en la de después. La luz del día está fuera. Quizá me falte ilusión. Dónde estará mi inteligencia. Cerrarse en casa no es tiempo perdido. Siempre podremos recuperar las cosas pendientes que pueden llegar a ser muchas. Cuando las filosofías de la vida y sus misterios me persiguen a dónde sea que vaya. 
Un contertulio de las mañanas llegó un día con un caminar más lento de lo habitual. Luego sus ojos dejaron de mirar y de fijarse en las cosas. Dejó de venir a las tertulias. Luego supimos que perdió el habla, la sonrisa y la memoria. Empezó a vivir sus días de prórroga. Se nos hacía difícil imaginarlo así. Empezamos a verlo menos hasta que dejamos de verlo del todo. Ahora hay días que le recordamos. De todo lo que dura una vida hay pocos momentos que son de felicidad. Creo que los justos y necesarios. Pero puedes aumentarlos. Todos sabemos lo que queremos decir cuando no decimos nada. Nosotros seguiremos con las tertulias del café con leche y sacarina de las mañanas porque las costumbres no se dejan. Que ya sabéis lo que ocurre. El alma, un buen día, te deja.  
Hay exposiciones sobre las edades del hombre. Pero hay otras edades que no tienen exposiciones. He leído que hay una edad para ser un niño inocente. Otra para ser un pánfilo adolescente, para producir y reproducir, y otra para jubilarte y disfrutar de todo lo pendiente, la de guardar los nietos o viajar y la de estar postrado en una silla sin hacer nada. La edad de vivir de objetivos y la de vivir de recuerdos. Las de ver las lejanías como algo a conquistar y las de mirar los decorados y los paisajes con cierta opacidad. La línea del horizonte se mueve. A veces parece cerca y se ve asequible y otras se sitúa en la lejanía del tiempo. Así es la vida y su mar, vivida en una isla.
Pero los grandes males también tienen remedios. El mar, por ejemplo. Su aire de salitre que todo lo cura. Menos a Frédéric Chopin que lo terminó de hundir. Tienes que respirar profundo sentado a la orilla. En la playa. Mientras el sol se pone en Deià. En la habitación de casa sólo amanece cuando retiro los visillos de las ventanas y abro las persianas. Entonces entra la claridad. Salgo de casa y me pongo a la intemperie para contactar con el mundo silencioso de las mañanas. Que, poco a poco se vuelve ruidoso y tengo que seguir caminando por la acera que al principio siempre es ancha y luego se estrecha. Los amaneceres nunca son iguales. Tampoco las puestas de sol. Ni siquiera los días.  
Y yo te sueño cuando los perros no ladran. Cuando las calles están iluminadas por farolas. Que la negrura de la noche es propicia para los deseos. El erotismo de la penumbra o la oscuridad. A partir de cierta edad la vida brilla sólo en apariencia, hasta la prórroga. Por las noches las tertulias se hacen en la calle y se habla de intimidades. Cuando los niños ya se han ido a dormir. En mi infancia eso también pasaba. Pero yo escuchaba mientras me hacía el dormido. De las cosas que se entera uno cuando los mayores hablan de cosas de mayores.
La noche tiene sus sonidos. Yo ya los conozco. La inocencia no cuestiona. Así de simple. No recuerdo cómo pero descubrí que cuando la gente se va para siempre no se va a ningún sitio en concreto. Eso era la muerte y sigue siéndolo. Así también aprendí que uno no puede dominar las lágrimas. Pero que las que son de tristeza saben amargas. Yo no tengo ninguna urgencia en llegar a la prórroga de la vida. O a los minutos de descuento. Como cafetero que soy me gusta saborear los buenos momentos. Salud.

02 abril 2017

Nacer

Todo empezó una tarde de otoño. A principios de Noviembre. Algo de lluvia y un frío de estreno. Fue entrar en contacto con el aire y empezar a llorar. Aún no sé muy bien porqué. El aire del pueblo es el del mar. Eran las seis y diez de la tarde. Justamente. Yo no olvido esas cosas. No puedo explicar el porqué pero no se trataba de molestar. Recuerdo el olor a sudor, a sufrimiento y a alegría.  Mi madre era así. Las manos expertas de una partera y una paciencia ilimitada de una mujer ansiosa. Yo hecho un manojo de nervios cuando escuché -es un niño!
Ahora, desde la perspectiva del tiempo, reconozco que fue una aventura de alguien sin experiencia. Una temeridad. Pero a lo hecho, pecho. Me adentré en el silencio de lo desconocido. Como un abismo vacío. Un camino por recorrer sin saber a dónde te lleva. Complicado de caminar. Un sol inocuo alternado de nubes de sirimiri. Yo sólo veía siluetas en la habitación de mis padres. Y escuchaba susurros porque entender a los mayores me resultaba complicado justo recién nacido. Reconozco que los comienzos fueron complicados. Las ilusiones eran muchas pero todas desnudas. Había que vestirlas, o no.
La mañana del día después desperté pronto y con hambre. Luego entendí que era algo normal. La mañana era pálida y se hizo larga. Yo con sueño y las visitas que no paraban. Así todo el día en brazos de alguien. Yo sonreía por quedar bien. Fue duro luchar contra el sueño. Salí de casa justo a los siete días para ir hasta la parroquia de la Almudaina (la seo o catedral). Vestido con mis mejores galas para que me hicieran católico. No lloré. Que quede claro. Fue complicado como lo es ahora. Sueños, bostezos, amamantado a ratos y esas cosas que ocurren cuando a uno le bautizan sin consentimiento.
A cada momento una aventura que ahora cuento en primera persona porque no quiero delegar en otros. Que se sepa toda la verdad y de primera mano. Debo aclarar que con el tiempo he desandado pasos hasta volver al ateísmo de antes de nacer. La vida me resultaba más fácil en aquellos tiempos porque yo no gestionaba mis problemas como hago ahora. Me costó distinguir colores y olores. Todavía tengo en mi memoria los de mis seres queridos. Y su voz. El susurro de una radio puesta todo el día. Con músicas en blanco y negro que ahora no se escuchan. Así la vida que otra cosa no había.
Mis aficiones por los amaneceres, atardeceres y puestas de sol fue más tardío. Iba descubriendo el aire, el viento, la lluvia, el sol, las cosas de cada día. Confundía los días con las noches porque dormía demasiado y comía a todas horas. Ahora controlo, incluso con las guardias en las trincheras. Puedo escribir esto porque quedan ecos de aquellos tiempos. Antes de que ya no los oiga. Que luego querréis saber y no podré contar. Fui adquiriendo habilidades y facultades. Ahora las voy perdiendo poco a poco. Pero como ya dije, he aprendido a estar bajo el agua sin respirar. También sé difuminarme en el aire, el viento y las sombras. No te puedes perder ningún amanecer. Mal asunto el día que lo haga. Cada recuerdo es un reencuentro conmigo mismo que de momento no me quiero perder. Los vacíos pueden provocar tristezas, pero las soledades no siempre. Las mismas cosas y personas que me provocaron felicidad también me han provocado tristeza. Por cierto que mi madre se llamaba Ana. Salud.

11 noviembre 2016

Intermedio

Hay un científico, que además es un intelectual, que habla mucho por la radio y televisión. Habla tanto que habla por los codos. Hace un rato ha dicho que tiene la certeza de que los sueños soñados se van a un mausoleo y ahí se quedan. Hay miles de millones. 
Que todo lo de Freud y lo de interpretar los sueños son tonterías. Nadie puede saber el significado de los sueños precisamente porque son sueños. De lo contrario no serían sueños y habría que llamarlos de otra manera. Son una cosa muy seria, íntima y privada.
Yo, de momento, estoy a otras cosas. Tengo poco o nulo interés en saber el significado de cada cosa soñada. A veces tengo conciencia de haber soñado y otras no. De momento voy de la mano de la memoria. No vayamos a perdernos. Y dice el mencionado científico que los que roncan cuando duermen no pueden soñar porque es algo incompatible. Por no sé qué interacciones químicas que actúan en el subconsciente. Como estar en sociedad y eructar o decir una palabrota. No se puede.
No quisiera saber más que el científico intelectualizado pero creo que no lleva razón en esto último. Conozco uno que ronca cuando duerme y también sueña. Y ahí lo dejo que no quiero profundizar en eso para no crear controversia.
Pensar te provoca cierta trascendencia. Pero no pensar en nada, también. De los últimos hay más que de los primeros. Yo soy de los que piensan mucho o demasiado y reflexiono las cosas de la vida porque también son las mías. Pero sin urgencia. Siempre con nostalgia cuando es algo pasado. Siempre respetando la sobremesa y la siesta que es un tiempo indiferente y necesario en la vida de uno. 
Luego está el tiempo de las dudas razonables. El limbo de las ideas. El momento indigente del pensamiento. Y el tiempo de crear.
Dice el poeta que todo a su debido tiempo. Nunca amanece por la tarde y nunca anochece cuando empieza el día. Todo a su debido tiempo y apechugando con las consecuencias que se deriven. Las emociones y los sentimientos a veces explotan sin que haga falta pólvora o detonante.

Basta un aroma o una música.
 Una voz susurrada.
 Los jardines están marchitos 
a la hora de la siesta.
La que no se sueña.
Las manos estaban con ganas de pluma.
Y de otras cosas que tú sabes.
Sedientas de noche y de labios.
De sábanas calientes y sudadas.
Y de esas cosas íntimas que tú ya sabes 
de cuando nadie nos ve.
De viento que silba a través de las ventanas.
Madrugada fresca.
Gotas de rocío en las hojas.
Olvido de amarguras.
De imaginar bellezas ocultas.


La noche que nos fuimos en la barca hasta la grán luna acurrucada sobre el horizonte. Mar inquieto de otoño. Los peces por la noche son más fáciles de pescar. Pero no íbamos a por peces. Fuimos a cumplir un sueño. Hacía frio y nos tapamos. Por eso la gente no quiere naufragar de noche.
Después el alba y con ella la vida seria y monótona. Un café fuerte para un amanecer débil. He pactado un día de quietud. Nadie me ha robado un año, no me han robado la noche y tampoco me robarán el día. Un día entre paréntesis.
Hoy toca clásicos. Prosa y verso. Dicen por ahí que no se entiende que alguien inventara la mentira porque al final siempre se sabe la verdad. Salud.

18 octubre 2016

Retrato

No fue un amanecer cualquiera. Fue un amanecer de viernes. El primer viernes de otoño. Empecé a caminar tu sendero justo después del alba y con las gotas del rocío mojándome los pies porque la belleza también tiene su ritual. No te puede temblar el pulso cuando escribes o nunca te llamarán de la Academia de Oslo.
La calle de los viernes es ancha y tiene aceras de felicidad que es por dónde yo camino. Coches mal aparcados, contenedores de basura, sirenas de coches urgentes, motos ruidosas sin tubos de escape y todo ello por querer estar adaptados a la condición humana actual.
No todos van por la acera. Algunos van por libre dentro de la condición humana. Es complicado vivir un día que empieza desconocido y sin referencias. Piensas que será como otros pero a lo mejor no lo es y lo montas a tu manera. Como hacen todos los que se consideran libres dentro de las normas. Y resulta que hay puntos de coincidencia con otros días. Yo llevo siempre mi libreta y un lápiz para anotarlo todo. Quiero ser escrupuloso a la hora de contar las cosas y que parezcan reales.
Hay gente que ha estado en el desierto y ha escuchado voces. Ha visto lagos de agua cristalina y palmeras. Ha visto pájaros cruzar el cielo en silencio. Porque no todo es arena en el desierto y lo que tu quieras ver y escuchar seguramente estará. Sólo si hay predisposición. Como cuando caminas por la calle un viernes de otoño.
Dice el poeta que el concepto de cultura cambia en otoño por culpa de las temperaturas y la luz. Eugeni asiente con la cabeza mientras Pepe sirve los cafés sin cafeína y sacarinas. Los senderos de montaña han sido invadidos por alfombras de hojas caídas de los árboles y traídas por el viento.
Los poetas ya no escriben letras sudorosas de salitre. Escriben letras de tristeza y melancolía. Letras de lluvia y soledad. Las nubes grises de tormenta decoran la calle los viernes de otoño aunque camines por las aceras de felicidad. La chimenea tendrá que esperar a que caigan más las temperaturas. Las letras, entonces, tendrán otro significado.
Es complicado dar pasos decididos en un mundo confuso y que confunde porque no conoces el final. La importancia del tiempo y de tu historia. Menos mal que tuve una infancia larga y lenta y una juventud tardía. Decido colaborar con los días y me dejo llevar. Suena simbólico y metafísico pero cuando vas terminando las hojas para escribir decides vivir un poco del cuento.
A todo eso, que luego se me olvida, digo que me encontré con Eugeni. Llevaba tiempo sin mencionarlo y me dice que el otoño ha llegado como siempre por esas fechas como consecuencia de haber agotado el verano. Que todo tiene su fin. Esas obviedades que parecen primicias las dice mientras está sentado en el porche de su casa viendo pasar el tiempo, el aire y la gente porque lo hacen todos al mismo tiempo.
En ese pueblecito costero y pintoresco de la sierra mallorquina hoy toca saborear unos higos con queso de temporada. Tiene una edad tranquila que le permite llevar una vida sosegada. Es lo que tiene la jubilación además de un cero coma nueve por cien de subida anual. Un despilfarro.
Eugeni es de esos que a medida que cumple años piensa cosas más profundas y las ventila en las tertulias del café con leche cuando queremos que amanezca soleado y viene nublado. Se ha vuelto sensible y lo reconoce. Sabe que son los años. Estos que te hacen sabio mientras te van matando sigilosamente. Hoy ha caído una buena tormenta y parte del agua terminará en el mar. Ha llegado a la conclusión que quien tiene más poder en la tierra es el mar.
Parece que anda despacio pero es que tiene un andar adaptado a su edad. Ya al atardecer bajamos a la playa para ver la puesta de sol. Que hoy será de las que ya no se veían. Hace poco estuvimos en las Converses de Formentor. Ya no habrá más porque el hotel se ha vendido y sus nuevos dueños no están por la labor de la cultura literaria sino la del dinero. Se llamará "Prix Formentor" y se hará itinerante. Podrían haber optado por llamarlo "Prix Túnez" y hacerlo en Formentor. El tema dio para más pero terminamos cuando sólo quedábamos nosotros y la luz del crepúsculo.
Os dejo con un poco de entretenimiento musical para antes de acostarse. Lectura relajante que los sueños hay que prepararlos para que sean felices por si algún día se hacen realidad. Salud.


01 octubre 2016

Generosidad

Hoy, ha sido verte y, me he fijado en tu manera de sonreír. Sin duda de las que destacan. De las que yo no sé. De las que no se olvidan. Una forma de sonreír de primavera pero estando en otoño. De mente privilegiada y de vientre fértil. Una sonrisa feliz. Y eso, hoy en día, tiene mérito.
Y luego, inmediatamente, y casi por instinto, me he fijado en tus ojos y en tu mirada. De generosidad. De arte y poderío. Una mirada de las que tampoco se olvidan. Que traspasa fronteras y te hace soñar.
Has llegado hasta mi batiendo tus alas silenciosas. El aire abría paso. La vida se ha detenido y me ha hecho tambalear. El viento ha bajado del bosque para verte. Unos andares relajados y elegantes. Como cuando el agua de los torrentes se desliza sobre las piedras hasta llegar al mar.
Así las cosas la tertulia se ha torcido. Hablábamos de servicios sociales y te hemos incluido en la lista. Hemos enmudecido y hemos sonreído. Incluso el sol ha amanecido y nosotros mirando hacia otro lado. Hacia ti. Ha sido, por tanto, un amanecer huérfano. Sin público y sin aplausos.
Desde el horizonte han empezado a llegar olas. Brisas marinas. Una marea despistada. Las gaviotas han abandonado su nido de los acantilados. No había nubes para contemplarte. Aroma a romero y encinar. Y el tomillo que Pepe tiene sembrado para espantar a los mosquitos. Ciertamente no todos los días son iguales. Hoy hemos tenido sorpresas.
Contigo se olvida uno de las horas muertas. Del llanto en soledad que relaja. Activa la conciencia y la esperanza. Acompleja los sentimientos de poeta. La mente se abre y empiezas a rimar la prosa. Contigo no hace falta reloj ni horas. Me preocupa tanto que algún día mi mente pueda olvidar esta sonrisa y esta mirada.
Pero ha pasado. Ahora hay distancia de por medio. Las sombras pendientes de las nubes. Las tormentas han perdido las referencias. Todavía no han llegado las lluvias de temporada y siento las manos frías. Y las mejillas calientes. Los sembrados pendientes del tiempo para teñirse de verde. Cuando la lluvia me moje me acordaré de ti.
La ternura es transparente. Como las aguas mansas de una cala virgen. Las gotas de rocío brillarán de buena mañana. Y también me acordaré de ti. El otoño se cruzará con nuestras vidas y será malo de llevar. Las tertulias del café de la mañana serán despistadas porque miraremos alrededor.
Los pájaros pasarán de largo hacia sus nidos. Las aguas profundas del mar subirán a la superficie. El viento moverá la niebla y la desplazará. Y todo porque esta mañana me fijé en tu sonrisa y tu mirada. Cautivo de tus ojos. La vida se diluye en mil cosas. El eco cruza el paisaje pero no lo rompe. Un mundo asombroso cercano al desorden.
Dice el poeta que una bocanada de aire fresco nunca es una amenaza. Y que un buen recuerdo nunca hace daño. La tierra mojada por la lluvia huele de otra manera. Las tempestades se ven distintas. Y cuando el frio sea intenso encenderé la chimenea. Me haré un café. Cerraré los ojos y volveré a ver tu sonrisa y tu mirada. Y en las tertulias diré que te he visto. Sólo Eugeni me creerá. Salud.

12 septiembre 2016

Personalmente

Entre tanto seguimos en verano. Ha llovido una vez y no se ha repartido como debería de ser. Por tanto no refresca. Este verano algunos se han muerto. Si lo han hecho en el otoño de sus días no habrá nada que objetar.
Me gustaría saber quién maneja de forma obstinada los minutos de mis horas y de mis días. Y con qué criterio. Lo ideal sería hablarlo y llegar a un entendimiento. Al fin y al cabo son mis días.
Convivir implica alternancia de aprecios y desprecios. Acuerdos y desacuerdos. A veces nos dañamos el corazón y el alma sin darnos cuenta. O a sabiendas.
La vida de los demás se puede ver a través de los cristales. La mía la veo a cada momento. Aunque no siempre le hago caso. Así comenzamos a vivir sin conocer el final. Pero un día lo descubrimos. Y en vez de asustarnos seguimos como si nada. Será que la muerte no nos quita el sueño.
Al final del verano la luna se ve más pálida. Pero no es nada grave. Ya volverá la primavera.
Será cosa de este desgobierno sombrío del gobierno que lo hace en funciones. Los contertulios jubilados ya no leen ni la prensa. Ni los titulares. No hay nada nuevo. El interés está en la vida porque ellos no viven en funciones.
Cada día tengo una hora terrible. La he elegido personalmente. No es una imposición. Es una forma de asediar la rutina que me puede matar. Luego la tengo que compensar con momentos tranquilos. De los de andar con pantuflas o descalzo. De pensar y darle vueltas a las cosas y a las personas. Tengo una mente metafísica que no para. Camilo José Cela Conde me introdujo en la Antropología Social.
No creo que nadie pueda moldear el agua del mar. Ni el viento cuando sacude las ramas de los árboles. Pero podemos aprovechar ese tiempo. Yo me dejo acariciar por ambos. A veces tengo la sensación de que hay cosas de la naturaleza que nunca se dejarán dominar. Quizá es que me falta tener una mente Potteriana. Será.
La noche siempre es dócil . Nunca me ha aturdido la noche ni cuando ladran los perros. He sido transeúnte de la noche incluso con tormenta. Pero nunca se la llega a conocer del todo. Y cuando termina sé que nunca nadie ha podido impedir el amanecer. Será por eso. La luz gana a la oscuridad lo que la oscuridad ganó a la luz.
El cielo y la tierra se juntan para tratar sus cosas. Lo hacen sobre el horizonte, Lo sé porque lo he visto. Dice el poeta que quién pudiera llegar a ese punto podría reencontrarse con sus antepasados. Si no lo consigues siempre te quedará el recuerdo.  
Ahora mismo no se me ocurren demasiadas cosas. Mira la hora que es. Pronto será mañana y yo necesito dormir y soñar. Estoy enjaulado en mi tiempo, en mi campo, en mi ciudad y en mi mar. Las cosas se solucionan por la mañana al amanecer. En el bar de Pepe.
Un fulano por la radio dice que nos tocará vivir una vejez occidental. Que en oriente se vive de otra manera. A mi personalmente no me molesta. He visto que todos lo hacen así. Salud.

22 junio 2016

Fogatas

Viene Eugeni tranquilo. En sus zapatos cómodos y relajados. Con cara de no tener prisa ni pasar pena. Viene de preparar la fogata de Sant Joan. La del fuego agitado en la noche más corta. La que quita las penas del alma. Y esas cosas que se dicen.
Ha ido al bosque ha recoger leña. De los árboles caídos y de las ramas secas. Ahora que estamos en verano son un peligro. Arderán controladamente en la noche de Sant Joan. Sobre la arena de la playa y en el fresco del mar. La brisa de poniente que te relaja del bochorno del día.
A pocos metros del bar de Pepe. Hoy hemos tratado el tema en la tertulia. Tendremos fiesta y verbena. Música y mojitos para los mayores. Los jóvenes estarán en la playa sobre sus toallas. Detrás de las barcas. En la intimidad de la negrura de la noche. Casi en la clandestinidad. A desearse cosas bonitas. Se tocarán y besarán a tientas entre las algas y las olas.
Es la noche mágica por excelencia. Se prometerán cosas próximas y lejanas. Pedirán deseos y cosas parecidas. Se jurarán todas las cosas posibles. Arderán en deseos. Esos cuerpos que se anhelan en lo que queda de luna.
Yo dejaré velas encendidas en el porche. Protegidas en frascos de cristal que viene el aire y las sopla y apaga. Noche profunda y merecida. Con música de habaneras que los mayores cantan porque las aprendieron de pequeños.
Nadie pone límites a la noche. Ningún acontecimiento la desplaza. Ninguno. Los minutos se hacen fugaces y nuestros cuerpos se atraen. También los sentimientos y los buenos deseos. Es la noche de las fogatas. La de pedir imposibles.
Este año me han prescrito una madurez adecuada y sin sobresaltos. Lo cumplo a rajatabla. Intercambiaremos discretas miradas de complicidad entre algunos. Los padres ya no preguntan por los hijos. Están donde deben estar. Donde hemos estado todos cuando éramos jóvenes. En algún lugar secreto de la playa y las rocas. Aprovechando el cuerpo. Consumiendo hormonas.
Algunas parejas son como náufragos en islas desiertas. Esta noche de las fogatas la sociedad no existe. Cada uno y la nada. Luego serán bonitos recuerdos en el tiempo. Armoniosa noche de siluetas intermitentes. No hay sueños. Todo es un sueño. Quizá cuando despierte el día. Cuando sólo será visible el humo y las cenizas. Y la mente tortuosa nos recordará con insistencia lo ya inalcanzable.
Llegará la madrugada y la música se irá a otra parte. La gente en sus casas. Eugeni tomará el primer café con Pepe y otros contemporáneos. El mar nos devolverá la brisa cautiva de la noche. Los jóvenes apagarán sus ansias como puedan.
La noche está pensada para ciertas cosas. La razón se queda en casa. Salimos vestidos de instintos. Esta noche de fogatas vale la improvisación. Según vengan las cosas. Yo me acostaré sin ti. Pero te pensaré hasta el alba. Salud.   

09 junio 2016

La esquina

Héroe tardío porque se lo debía a la vida. Viniste a mi para secarme las lágrimas. Pero yo no tenía lágrimas y tu no tenías pañuelo. Así fue como empezó todo.
La historia te engulle o te perpetua. No siempre depende de nosotros. Son cosas que pasan al margen o a pesar de todo. La imaginación de la nada y de la ausencia sólo se filtra a través de la oscuridad y las penumbras. Y aparece el vértigo. De tanto oler el humo lo seguí y me condujo a las cenizas. Porque sólo había cenizas.
Intenta el poeta neutralizar la muerte consumiendo lo eterno. Pero naufraga. Con la certeza del color blanco descubrí el color negro. Ahora he conseguido convivir con todos los colores.
Después del centro de la vida hay más vida. La siguiente. Pero es tardía y tiene que vivirse de otra manera. Yo he aprendido. Más tranquila y sosegada. Donde no basta una gota para colmar un vaso. Donde no basta una tormenta para buscar refugio. Donde en un minuto puedes tener varias sonrisas.
No quiero ocupar la mente y el alma pensando en el vacío. Que luego no me basta el tiempo para ver los sembrados y disfrutar de la sombra de las encinas y las higueras. Dicen que la niebla enlentece los pasos. Que más da cuando no tienes prisa. Cuando el mar llega a mis pies me intimida. Es demasiado grande.
He leído libros. Pero no todos los libros. Camino por las calles, pero no piso todos los adoquines. He vivido días, pero no todos sus minutos. Ahora no valen lloriqueos de plañidera. No me preocupa que los perros ladren a mi paso mientras no me falte el aire.
Oigo música. Quizá es el viento. O el eco de algo pasado. Me he propuesto empezar a vivir lo que me queda pendiente. Y mañana haré lo mismo. Y así cada día. No tengo porqué regalar nada.
Ese oficio de escribir lo aparente. Como dos vidas paralelas. La real y la de la pluma y papel. Sobre las líneas y entre líneas. Con notas al margen. Mientras mi mirada perdida se concentra en todo lo que me rodea. Y la imaginación que no para. Mientras siga teniendo deseos.
Ese día que perdí las llaves y un gracioso me dijo que estaban en el fondo del mar. Quité la cerradura y mi casa permanece siempre abierta. El viento es el más atrevido. No pide permiso. Levanta las  cortinas y los visillos y pasa.
El tiempo es invisible de noche. Por eso están las farolas y la luna. A veces le sigo el rastro. A veces la vida viene en sentido contrario. He visto el sol del verano al final de la primavera. No sé si es bueno. Pero es así. Necesito que otros ojos estén pendientes de los míos.
Sólo perdura lo que tiene un porvenir. Ahora la humedad se ha pegado a mi. Igual que mi sombra. Las aventuras duran poco. A veces duran toda una vida. Todo eso que acabas de leer es verdad porque lo sé de buena tinta. Todas las guerras son miserables. Igual que el que las manda.
Hay momentos en que cuesta mucho defender tus recuerdos frente a la desmemoria. Enfundado en mi cuerpo provisional. A solas conmigo. He escuchado ese sonido erótico de una cremallera cuando se abre. Salud.

01 junio 2016

Turaida II

Turaida le comunicó al general que la pretendía que su corazón ya estaba comprometido. Esto desató las iras del militar. Un día el general le hizo llegar una nota a Turaida mientras se hacía pasar por el joven aprendiz de jardinero citándola en una pequeña casa de madera de un bosque cercano a palacio.
Una trampa de la que la princesa no se percató. El general se vistió de jardinero para pasar inadvertido. De lo contrario la petición de la cita hubiera sido rechazada. Cuando Turaida llegó advirtió el engaño. Era tarde. Antes de ser deshonrada se quitó la vida.
Las historias que no gustan son convertidas en leyendas por el mismo pueblo lo que hizo posible que un amigo del joven jardinero fuera testigo de todo lo que allí pasó alertado por los gritos que el eco esparcía por el bosque. Fue el propio general el que procuró que todos supieran del caso y de que el autor de tan horrible crimen había sido el discreto pretendiente y aprendiz de jardinero.
Inmediatamente fue apresado y juzgado. Murió inútilmente cuando una afilada hacha le separó la cabeza del resto del cuerpo y su cabeza estuvo expuesta como advertencia en la entrada de la fortaleza.
La mente puede esclavizarte y el general quedó atrapado por los remordimientos y dejó el ejército. Entró de obispo después de pagar una buena suma de dinero a la iglesia. Dice Vladimir que es lo que hacía en aquellos tiempos y quizá también en estos aunque no lo puede afirmar pero lo puede imaginar.
Pasó a vivir de forma holgada y con servidumbre en un pequeño palacete para obispos anexo al castillo y destinado a esos menesteres de confesar y decir misa. De vez en cuando daba consuelo al rey que murió al poco tiempo de la enfermedad de la pena. El obispo empezó a pasar demasiadas noches en vela atrapado en sus recuerdos. Formaba parte de un tribunal eclesiástico y sus decisiones valían la vida o la muerte.
Ya he dicho que cuando la historia no es buena lleva aparejada una leyenda. Bendita leyenda. Vladimir la conoce bien y nos la hizo saber.
El amigo del joven aprendiz de jardinero ejecutado siguió todos los pasos del general convertido en obispo. Le siguió día y noche. Memorizó todos sus pasos. Cuando, cómo, porqué y con quién hacía todo. Conocía bien el castillo, el palacete de los obispos y el bosque. Un día el obispo se ausentó de su casa para unos trabajos que requerían su presencia. El amigo que había presenciado todo le siguió.
Se apostó en el bosque casi al anochecer. Una luz tenue debido a los grandes árboles y una niebla que iba a más. Iba disfrazado con los vestidos de Turaida. El obispo iba rápido sobre su montura cuando la luz de un rayo lo iluminó de forma fugaz. El obispo se percató de ello y se alteró de tal forma que perdió el control de su caballo y cayeron muriendo aplastado. 
Por la noche, en la cena, un amigo de Vladimir me dijo en voz baja que conocía la verdadera historia y que era de otra manera. Le dije que no me la contara porque no quería saberla pero después de la tercera cerveza la contó. Desde aquellos tiempos incuantificables el pueblo rinde, una vez al año, un sentido homenaje a Turaida. La que estaba llamada a ser reina. El bosque lleva su nombre y han sembrado un robusto y hermoso árbol en su memoria.
He dado esta historia o su leyenda por buena. No quise saber más y no contaré más. Me ha parecido de un romanticismo que ya no se lleva. Algo poético para recordar y contar. La literatura se nutre también de la imaginación. Salud.