domingo, 21 de junio de 2015

Oratorio

Desde el pueblo costero donde Pepe tiene el bar y yo la casita con un porche hay  un camino tortuoso de montaña. Subes por él y justo antes de llegar al acantilado cruzas un pequeño bosque de árboles viejos. Diríamos que son mayores pues ello implica intelectualidad y experiencia. Su sombra anciana es distinta. Se disfruta más. No es difícil encontrar ese tipo de árboles en la Isla. Encinas y olivos. Higueras que crecen en los torrentes de la Sierra.
Los pinos son otra cosa. Altos y perfumados y rodeados de arbustos. Quedan muchos tirados desde la última tormenta de viento de hace unos años. La grandeza de la muerte que los pudre para abonar a los otros. A la intemperie. A la vista de todos. Al paso de los senderistas.
El oratorio de Ramón Llull que se encuentra mirando el mar entre s'Estaca y Miramar sigue roto por un rayo de la misma tormenta. La dejadez de los que gestionan estas cosas enfurece al pueblo y a los que acudimos a menudo. Porque el mediterráneo está a los pies y todo en su conjunto evoca nostalgia.
El bosque es antiguo. Pero de entre sus árboles crecen otros en busca de luz y vistas. Esto que escribo es cultura. La fiesta de la naturaleza con todo su brillo y su aroma de sabiduría. Los escritores que son escritores andan esos caminos para escribirlos. Los pintores que se precian acuden con sus paletas y pinceles para inmortalizar.
Las piedras se están quietas mientras cuentan su experiencia. El mediterráneo se recoge en sus calitas de color azul turquesa y transparencias. La cultura milenaria te presta aire para respirar y te relaja. Cultura atrevida de vida y muerte. De días de viento y días de calma. En este lado de la Isla el sol sólo viene a esconderse detrás del horizonte. Porque es norte y oeste.
Los días que se alargan y las noches que se acortan. Y viceversa, que también ocurre. Simplemente se vive distinto. Cuando me asomo al acantilado el viento me golpea la cara. Me obliga a cerrar un poco los ojos y de ellos sale una lágrima. Será la emoción.
Por eso quise ser poeta y vivir una locura de pasión con el mar. En una barca. Navegar de la orilla al horizonte y regresar antes del anochecer. Según le venga al viento y a la marea. Y escribir versos cuando el mar está en calma. Pero no me sale la rima.
Tengo un amigo del que dicen que es poeta porque es poeta. De los de terraza de bar y parques tranquilos de ciudad aromatizados de Tilos y Eucaliptos. Que valora la palabra escrita sin razonar. Tal cual sale. Conoce a los clásicos y vive los minutos como si fueran días. Que ahuyenta los miedos con sus lecturas y sus estrofas.
A venido a la Isla para quedarse. Prefiere el sol de diciembre al de agosto. Disfruta mucho de una buena lluvia sentado en el porche de casa. Mira el agua cuando está sentado en la tumbona. Y respira hondo. Mi amigo el poeta confunde la realidad mientras argumenta la vida. Porque sabe rimar. Salud. 
 

miércoles, 17 de junio de 2015

Sant Llorenç

Primavera fugitiva rural i marinera
que neix, floreix i se'n va.
Consciència de temps savi i impacient
que fuig amb els seus vents
i les seves tempestes de llum i de renou.

Un dia d'aquests arribarà el sol d'estiu
i olvidarem els somnis de nits de primavera
amb el vi melancòlic
d'una primavera fermentada.

Sercarem camins de muntanya
de pedres, mala herba i ombratjes,
i l'endemà trepitjarem l'arena fina
banyada d'onades lliures
al final d'un mar immens.

Quan les campanes de l'alba
toquin a estiu a sol intens i airet fresc
escoltarem cançons a la meva manera
baix un cel ploramiques
de llàgrimes de Sant Llorenç.

Cançons per a l'ànima
lletres per a la ment
aire de mar per a la vida.
Un dia d'aquests quan arribi l'estiu .


@antoninegre

San Lorenzo

Primavera fugitiva rural y marinera
que nace, florece y se va.
Conciencia de tiempo sabio e impaciente
que se pierde con sus vientos
y sus tormentas de luces y ruido.

Un día de esos llegará el sol de verano
y enterraremos los sueños de primavera
con el vino melancólico
de una primavera fermentada.

Buscaremos caminos de montaña
de piedras y maleza y sombras de arboleda
y al día siguiente pisaremos arena fina
mojada de olas libres al final de un mar inmenso.

Cuando las campanas del alba
toquen a verano, a sol intenso y brisa fresca
escucharemos canciones a mi manera
bajo un cielo llorón de lágrimas de San Lorenzo.

Canciones para el alma
letras para la mente
aire de mar para la vida.
Un día de esos cuando llegue el verano.

Nos quedaremos en las terrazas
hasta las tantas.
Hablando de nuestras cosas
y de las de los demás.

Veremos el sol cómo se pone
bailaremos las verbenas
el mar susurrará habaneras
Hasta que llore San Lorenzo.

@antoninegre

jueves, 11 de junio de 2015

Gijón

Dije que escribiría sobre esa tertulia que nunca tuvimos la oportunidad de mantener Umbral y yo. Fue a mediados de primavera. Un mes de Mayo de un año del señor. Habíamos quedado a una hora temprana. Casi mediodía, para entendernos. Umbral era un ser nocturno, básicamente. De los que trasnochan en casa o fuera de ella.
Escribía a la luz de un flexo o tomando algo cerca de una luz de neón. Luego aparecía el sueño, o no. Y madrugaba sobre las once de la mañana. Pues entre que te arreglas y esas cosas de la rutina de la vida apareció por el café Gijón a desayunar a la hora del ángelus.
Tengo que escribir todos los días. No podría no escribir. Soy como un reloj que lleva el tiempo dentro y debe estar funcionando constantemente. Resulta angustioso un reloj parado con todo ese tiempo dentro. Yo llevo la prosa dentro y la escribo cuando mejor me convenga.
Así es. Nos hemos sentado en una de las mesas de casi al fondo. No quiere estar al lado de la ventana porque se distrae. No ha venido a mirar. Está para su café con leche y hablar de lo suyo. Después habrá paseo y fijarse en la vida misma y la vida que hay a su alrededor. Las personas y las cosas. Que todo en su conjunto genera prosa y comentarios.
Pone un azucarillo con delicadeza en el café y empieza a mover. Tranquilo. A conciencia. De la taza sale un hilillo de humo. Es el aroma que sube para que podamos olerlo. Saca la cucharilla de la taza, la sorbe y vuelve a introducirla para seguir moviendo. Mientras habla y escucha.
La prensa hay que ojearla y leer algún artículo de opinión. Siempre presumía de ser uno de los mejores y prolíficos columnistas. Le interesa la información más cercana porque recoge lo último. Su curiosidad periodística es innata. Pero mantiene distancias porque a veces se magnifica y otras no se llega. Tiene la columna de la última hoja. La gente puede leerle sin necesidad de abrir.
Desplegar un periódico es como desplegar una vela marina. En las páginas está la pluralidad de la vida. Los titulares, sus fotos y todo eso que se acumula en los faldones. El día que me despierte sin ganas de leer el periódico es que me habré despertado muerto. El olor, el tacto del papel, el tipo de letra. De eso se trata.
Yo sí que he madrugado y ya es hora de almorzar. Mientras él termina su desayuno. Su caótica vida con sus caóticos horarios me tienen confundido. Es su vida y la vive a su manera y con sus formas. El camarero le trae un vaso de agua fría. La bebe a sorbos cada vez que necesita humedecer la boca. Que se seca de tanto hablar.
De repente para. Me mira. Medio tose una carraspea. Activa su voz de cuerdas vocales desafinadas y boca llena y dice. Hace unos días tuve la ocasión de leer un párrafo de uno de mis libros en la pared del retrete de un bar. Al principio me molestó. Luego pensé que la cultura no tiene fronteras. Ni lugares, ni espacios, ni tiempos. Alguien se había molestado en escribirlo. Un mecenas anónimo.
La cultura, entre el pueblo, a veces, se expande así.
Nunca he visto párrafos de la biblia, ni cosas de Quevedo, ni trozos de la Regenta. Ni siquiera de Homero. Tampoco de Ansón el de la Real Academia. Había llegado con abrigo y bufanda. Ahora estaba con camisa y americana y pañuelo al cuello. Es una primavera ausente. Disfrazada de invierno cruel y despiadado. Ese frio me obliga a carraspear.
Disfruta lo mismo de la calidez de las multitudes que la frialdad de la noche vacía. Madrid los domingos es para los domingueros. Un Madrid vacío y complicado de encontrar. A la ciudad hay que conquistarla. Su clima y sus espacios. Sus calles y sus bares. Es la única forma de construir literatura real. Que la ficticia la puede escribir uno en el claustro de un convento. Salvo que te llames Forcades o Caram.
Pues así sin más. Sin rodeos ni tapujos. Que Umbral es así. O hubiera podido ser así si alguna vez hubiésemos mantenido una tertulia en el Café Gijón. Qué no daría yo. Parte de lo que aquí se ha escrito es suyo aunque no vaya entrecomillado. Que luego no se diga. Salud.



martes, 2 de junio de 2015

Realidades

El poeta, esta mañana, ha tenido una buena ocurrencia. Ha dicho que "el tiempo me está matando". No le falta razón. Mientras vive y sueña. Pasea por el bosque y mira el mar. "Que me siga matando, pero poco a poco". Que le de tiempo a vivir tranquilo. El poeta es así. Qué os voy a contar que ya no sepáis.
Dije en otra ocasión que había momentos innecesarios en la vida de cada uno. Y momentos insuficientes. Ambos generan sufrimiento. Por estar o no estar. También están los momentos imprescindibles. Los de disfrutar del exterior de uno. Lo que rodea. Hasta ir con la carne de gallina o los pelos de punta.
La soledad de un poco antes de amanecer. La quietud de un poco después de ponerse el sol. Cuando las ideas no te dejan tranquilo y lo escribes o se te olvida. Realidades que superan los sentidos de andar por casa. Los de a diario. Pues a esos me refería.
La certeza del error y la rapidez en enmendarlo. Porque la edad adulta es así. Pequeños placeres entre grandes achaques. O era al revés. Grandes placeres entre pequeños achaques. Suena mejor. Debería ser así. Seguramente es así aunque siempre hay quejicas. Y cada día resulta más profundo que el anterior. Como una sensación adolescente que no te deja dormir de noche.
Ajustar lo que escribo a la realidad. Vivencias y pensamientos. Batallas ganadas y batallas que te enseñan. Aunque sólo sea a pensar. Es la cursilería puntual que llega todos los años por estas fechas. Finales de primavera y periodo vacacional. Cuando los sueños se dejan tocar y acariciar. Aunque sea de día y en plena siesta.
Con las primeras luces del día puedo observar el camino que hay que seguir. Espero al poeta y empezamos a andarlo. Nos refugiamos junto al mar que es el que mejor nos comprende. Porque entiende de poesía. Y de otras cosas.
El cementerio de Deià tiene encanto. El poeta razona contra la muerte. Porque busca la vida. Pero son las flores las que hacen la tumba bonita. Dentro no hay nada. Ni conciencia ni sufrimiento.  En los sueños no hay miedo. En las pesadillas si. Los sueños están hechos de esperanza. Las pesadillas son malos momentos que regresan por la noche.
Pero el sol se pone y llega la calma. Llega el descanso y la lectura. Llega la copa y las palabras sabias que han esperado todo el día. Así nos hemos metido en Junio. Con temperaturas de casi verano y recogiendo brisa marina en el porche. Salud.

lunes, 18 de mayo de 2015

El asunto

Me he levantado cuando se ha hecho de día. Tengo cosas que hacer y me han dicho que me tiene que sobrar tiempo. Esto es novedoso. Vivir la vida tal cual y que me sobre tiempo. Si esto ocurriera, ahora mismo, no sabría que hacer con el tiempo de sobra. A ver si no.
Que me sobre tiempo tiene que ser una metáfora y no sé de qué. Y mira que llevo un rato pensando. El trigo la cebada y otros cereales se han hecho mayores y hay que segarlos. Como resulta que ha hecho más calor de lo normal han madurado antes. Van a segarlos antes de lo previsto. Les ha sobrado tiempo, pues. Igual empiezo a entender y no me doy cuenta.
Las aves migratorias que recalan en la Isla han llegado antes debido al buen tiempo. Han hecho sus nidos y se han apareado. Los huevos han eclosionado antes de lo habitual. Pues también les sobrará tiempo. Podría observar lo que hacen e imitarles. Es que le doy vueltas al asunto sin saber qué hacer si es que me llega a sobrar tiempo.
Supongamos que realmente me sobra tiempo. Hoy y otros días que haga las cosas rápido. Podría prorrogar eso de hacerme mayor. Pero me dicen que la muerte va por libre. He comprobado que, incluso sobrándome tiempo, el sol se ha puesto a su hora. Y al día le he contabilizado veinticuatro horas. Dónde estará el tiempo sobrante, me pregunto. Me impresiona que a estas alturas de mi vida esté pensando en estas cosas que ni siquiera me producen felicidad y no sirven para currículum.
El poeta me ha contado que no se puede vivir más rápido de lo normal. Pero me han pedido que me sobre tiempo. Esto es un lio. Y me confunde. Si me acomodo en la tumbona de pereza que tengo en el porche a lo mejor resulta que pierdo el tiempo. O lo aprovecho para pensar y descansar. Y va un vecino y me dice que se nota que tengo mucho tiempo porque estoy en la tumbona. Estas cosas me alteran y me crean desasosiego. Menos mal del viento. Pero no entiendo el susurro de las olas.
Acabo de llegar de un viaje y estoy impregnado del espíritu de los hombres perfectos y herejes. Me he sentido identificado en muchas cosas. Utilizo mi mente para transportar las ideas de un lugar a otro. Y pensarlas cuando tenga tiempo. Mi vida es mía y la comparto con quien me da la gana. Que de eso soy libre y no tengo conciencia de ir sobrado de tiempo.
He preguntado a algunos de mis compatriotas humanos cómo llevan lo del tiempo. He recopilado respuestas de todo tipo. Sólo del grupo de jubilados he recogido que "ya no me queda tiempo" y "tengo todo el tiempo del mundo". Son raros estos bípedos con bastón y años acumulados. Y a pesar de todo les tengo un especial cariño. Desayuno con ellos y hago tertulia para absorber sabiduría.
Con los jóvenes me ha pasado casi lo mismo. "Tengo toda una vida por delante" y "si tuviera más tiempo haría muchas más cosas que ahora no puedo hacer por falta de tiempo". Ya casi me resulta evidente, a la vista de los resultados, que el raro soy yo. Que tengo el tiempo justo para todo y no voy sobrado de nada. Y por si no bastara resulta que no sé cuanto tiempo me queda. ¿Cómo me va a sobrar?
He decidido que sólo quiero lo
que me toque. Que no me falte pero que tampoco me sobre. Un tiempo para cada cosa. Quién me mandaría interesarme por la filosofía. Recuerdo haber empezado diciendo que me he levantado cuando se ha hecho de día. Pues ahora termino diciendo que se ha hecho de noche. El sol ya se ha puesto y he decidido acostarme. Y todo esto ha ocurrido en un día con el tiempo justo para todo. Ya veré lo que hago con el calor. Salud.

viernes, 1 de mayo de 2015

Reverso

Dice Caballero Bonald en un escrito que ha visto el reverso del aire. Que detrás del aire hay más aire. Seguramente lo ha dicho porque se ha fijado. Conviene fijarse en los días y en su reverso. Luego se habla y se escribe. Porque después de lo dicho y escrito habrá consecuencias. Tendría que ser así. 
El otro día amaneció. Me levanté y salí de casa para ir a otra casa. Era una hora temprana por lo que el día era reciente. Casi ni de día, casi ni de noche. La otra casa es esta que está situada en un pueblecito costero y pintoresco y de la que ya he hablado en otras ocasiones. Le tenía ganas y el tiempo acompañaba. Unas temperaturas vacilantes de primavera y nubes y claros de temporada.
Lo encontré casi todo igual como debe ser en estos casos. En el apartado de mobiliario urbano y otros adornos había novedades. Como cada cuatro años. Que el alcalde parece que quiere repetir y ha renovado cosas. He abierto la puerta y las ventanas. El aire ha entrado por las ventanas y ha salido por la puerta. Los aposentos, pues, se han ventilado. Es lo que hace el aire cuando le das margen. Esa noche hubo temporal y un mar picado. Dormí con la ventana abierta para no sentirme solo. Y me identifiqué con la libertad del viento.
He sacado la tumbona al porche y me he sentado. He cerrado los ojos. He notado la brisa en la cara. He escuchado con atención el susurro de las olas y el silencio que hay entre ellas. He oído sonidos lejanos de otras casas, otras cosas y otros sitios. Han pasado gaviotas hacia sus nidos en los acantilados del fondo. Me he fijado que detrás de las casas hay más casas. Detrás de las cosas hay más cosas. Pero detrás del pueblo está el bosque y el reverso es el mar.
Me he alegrado sobremanera ver a mis vecinos de siempre y de casi siempre.  Entre una ola y otra ola aguardaba el silencio. Igual que entre una palabra y la otra. Después de lo que se diga queda el silencio de pensar que tiene su importancia. O una pausa para escuchar. Pero el reverso de una ola es la misma ola.
El mar tiene un bonito color. El más adecuado de todos los posibles y que puede cambiar muchas veces en un mismo día. Por eso siempre me sorprende. También por su aroma, por su calma, incluso por su brusquedad. 
El día ha sido rápido y el tiempo se ha hecho insuficiente. El café con leche de la mañana con tertulia incluida se ha alargado hasta el  mediodía. El momento café con brandy del almuerzo se ha alargado hasta la siesta. La siesta ha durado hasta el atardecer. Me pregunto cual será el reverso del horizonte o qué hay detrás del infinito. Pero ahora mismo no estoy para pensar la respuesta. No estoy para pensar lo que hay detrás de esto. Y el reverso de esto otro.
El bosque y el mar son como la prosa y la poesía. Se complementan en las cosas que tiene la naturaleza y la vida. Que después del tiempo hay más tiempo, seguramente. Después de los días viene la muerte. Lo han dicho los obispos en su hoja dominical. Y además tendremos que afrontar un juicio final. Pues habrá que espabilar mientras dejamos pasar el tiempo. Lo sabe bien el poeta que continuamente coquetea con la historia.
Después de la memoria vienen los recuerdos. Aunque el reverso de la memoria es el olvido. Dicho esto me he planteado vivir de forma  espontánea y de forma muy seria. La rutina suple la planificación. Pero sólo me iré cuando sea noche cerrada. El reverso del día es la noche. Me marcharé cuando haya visto ponerse el sol. Detrás de la puesta de sol viene la oscuridad y los ladridos de perros anónimos. Quiero asegurarme de que las cosas siguen como siempre. La improvisación genera inseguridad.
Amaina el viento y el día, y el atardecer me seduce. Detrás de mi está la sombra que me sigue y las huellas que se quedan. El reverso de la lectura es la reflexión y muchas cosas más. Una página colinda con otra y ésta tiene un reverso lleno de palabras por descifrar. Salud.



martes, 21 de abril de 2015

La ventana

Una mañana de estas. Creo que fue la penúltima antes de dejar de recordarlas. Me interesé por la poesía nada más salir el sol. Salí de casa tan rápido como una tortuga por senderos de tranquilidad. Esos que van del bosque a la playa. Mañana intensa como una llovizna de sirimiri. Recuerdo que amaneció prosa y calma. Por eso me interesé por la poesía.
Miré la vida por el ojo de una cerradura y no lo vi claro. No es la forma más adecuada de mirar las cosas de la vida. Luego, pues, abrí la ventana de par en par y extendí los brazos y respiré profundamente. Fue otra cosa. Y es que la vida es como un ensayo. Un libro de autor. Con trazos poéticos, párrafos de suspense, fantasía, puntos y aparte y hojas todavía sin escribir.
Narrativa simbólica con mucha plasticidad de luz y color. Acontecimientos históricos, ficción de subconsciente y leyendas de crear intriga. Las cosas de siempre. He empezado el día con compromiso. Con ganas ilusionadas de adolescente. Sorteando tonterías. Me he parado a beber agua y el corazón se ha desacelerado. Dice el poeta que la vida es una carrera de fondo con obstáculos. Y que algunos no los podrás saltar nunca.
La vida necesita sensatez para poder mirar por la ventana y entenderla. Hay que controlar más las adherencias sentimentales. Los apegos y los sueños. La rutina y las costumbres. Y la magia del camino embrujado por el mar. Las tormentas domesticadas para que los días sean adecuados. Puedo hablar con el mar y con el viento porque no me son desconocidos.
La lluvia de barro que ha caído durante la noche lo ha ensuciado todo y ha dejado el camino resbaladizo. Piso con cuidado para no perder el equilibrio. Casi todas las olas que llegan son las mismas que otros días. Algunas son nuevas y delicadas. No me supone un problema estar solo cuando tengo la cabeza llena de cosas en qué pensar. Igual que tampoco me supone un problema vivir rodeado de mar. Aunque no siempre lleve olas.  
He abierto un libro con un comienzo clásico. De esos de "Erase una vez un bosque tan grande que llegaba hasta el mar..." La verdad es que erase una vez un mar tan grande que llegaba hasta el horizonte. Y mira que éste está lejos. La cotidianidad te hace ser más ágil cuando estás en la edad adulta. El poeta, como siempre, observa lo cercano, le pone rima y lo escribe. A veces lo escribe sin rima.
Decía que llevo varias cornadas en el cuerpo. Gracias a ellas he descubierto los burladeros. Que la vida también tiene. Y cuando hay tormenta procuro no estar en el agua ni dentro del bosque. Que los rayos sólo quieren agradar y no entienden de destrozos. Ahora mismo lo que me llama la atención es la actitud de las olas. El sol seca la tierra y se vuelve polvorienta. Hace tiempo que no llueve y la tierra tiene sed. Todos tenemos sed pero no siempre tenemos agua fresca para beber.
Algunos días pasan como el sueño inocente de un niño. A medida que crece los sueños son más responsables y más comprometidos. Desde hace un tiempo hay un mirlo sobre una rama de laurel que le canta al amanecer. Antes de que salga el sol. Libré una batalla conmigo mismo. El ganador y el perdedor fueron el mismo. Mi parte ganadora estaba satisfecha y la perdedora también por lo que había aprendido. Y yo tan contento. Salud.


martes, 14 de abril de 2015

Brisa

Acantilados
que emergen del agua
danza de olas
remolinos de espuma
brisa orgullosa
horizonte de nubes
cielos ocultos
desaparecido infinito.
 
Instantes
barca varada
remos dormidos
senderos de agua
duelo de tormentas
vientos a la deriva
que agitan sus alas
moviendo la marea.
 
Pensamiento
siempre vivo
siempre libre
de día de sol
de día de lluvia
de noche de luna.
 
Oscuridad
cuando los sueños
sobrevuelan la vida. 

jueves, 9 de abril de 2015

Vértigo

Vertiginoso paso de los días. La libertad de las olas cuando llegan a la orilla y se esparcen por la arena. Para recogerse entre espumas mar adentro. Otra vez. El mar, desde la cima de la montaña, parece más grande. Y más sereno. Prisionero de playas, acantilados y continentes. La arena huele a sal y a cuerpo desnudo. A puesta de sol. Horizonte rojizo que el sol enciende al atardecer.
Y la poesía de Machado sabe de otra manera cuando las encinas te cubren de sombra. La del olivo centenario huele a sosiego y a tiempo perpetuo. No me olvido de la huella que hoy me toca dejar. Me preocupan las pisadas de ayer. No las encuentro. La fisonomía de la vida se parece a mi. Incluso los gestos que el escritor pone en prosa y el poeta pone en rima.
Hemos vuelto a las rutinas y a las costumbres. Hemos dejado atrás los tambores y las trompetas. Los pasos y las saetas. El incienso y los capirotes. El futuro se acerca rápido. Lo noto en cada amanecer. Otro día para seguirle la corriente a la vida. Toca aprender de las nubes y del viento. Interpretar el ladrido de un perro. Las miradas. Hoy toca aprender de la naturaleza.
Recuerdo ese día que Umbral entró en el Gijón. Tomó asiento y pidió un café con leche y una aspirina. Tenía un dolor de reuma insufrible. Comentó que debería culpar a Dios del sufrimiento. Pero esto sería otra forma de fe. Y habló de otras cosas. Como que crear el cielo y la tierra en siete días había sido algo precipitado. Ahora las consecuencias de los acabados.
Pero un poeta joven le replicó  que el sufrimiento está para poder buscar consuelo. Luego quiso hablar del futuro. Pero cuando se dio cuenta ya había pasado. Porque era joven el poeta. Además, en una cafetería no se debe hablar de sufrimientos ni de Dios. Sobre todo si te levantas antes del amanecer.
Yo no me cuestiono la vida porque existe el mar. Así, tal cual. Camino por entre la oscuridad como si fuera de día. Las ortigas de mar saben a marea. A olas y tormentas. A brisa de atardecer. A versos que transporta el aire. Para conocer el mar también hay que tener paladar. Ahora me iré caminando por la calle porque está tranquila de trajín de gente.
Ese vertiginoso paso de los días se nota en cada cosa. El membrillo ya está florido. El limonero y el cerezo. Y tantos otros árboles frutales. El aire ya viene caliente. Y el sol se pone delante de Miramar. Resulta complicado hablar de la vida y de los días. Pero a veces, no. Sobre todo si puedes contemplar la primera luna llena de la primavera. Salud.