06 junio 2014

Escribiré

Un día escribiré 
sobre todas las cosas.
Escribiré sentado en una roca 
al lado del mar 
mientras espero que amanezca 
despacio.
Relajadamente. 
En silencio. 
Escribiré sobre nosotros, 
sobre ellos y sobre todos. 
Sobre la estupidez, 
los buenos momentos
y lo contrario. 
Y algo más que se me ocurra.
Con los pies descalzos  
para sentir la tierra 
de la que formo parte. 
Escribiré sobre la vida 
y sobre  la muerte. 
Sobre dónde reposan los huesos 
y dónde descansan las almas. 
Quién las guarda. 
Qué hacen y a qué huelen. 
Sobre los perros que siempre ladran 
y sobre los que siempre callan 
y jadean a la luz de las farolas.
Alguna cosa tendrán que decir.
Un día escribiré sobre todo esto 
y un poco más. 
Con las letras afiladas. 
Usaré palabras trasparentes. 
Que relajan cuando las lees. 
Pero ahora todavía no. 
Toca pensar sobre todo ello. 
Mientras se instala el verano 
porque se ha ido el invierno. 
Porque en verano amanece antes 
de que me despierte. 
Y en invierno me despierto antes 
de que amanezca. 
Son cosas del tiempo y de los relojes.
Esa hora de más o de menos 
que el reloj no puede decidir.
Desnudaré el lenguaje pomposo 
hasta dejarlo llano. 
Un lenguaje de zapatillas
Evitando las piedras 
para no tropezar. 
Y recordaré lo vivido 
y lo que me queda por vivir. 
Mientras la pluma escriba libre.
Dice el poeta que me inspira 
que los recuerdos 
son propiedad de la vida pasada. 
La vida vivida. 
Con permiso del olvido. 
Los recuerdos son de barro 
y se pueden romper fácilmente.
Escribiré de la tertulia de madrugar. 
De cuando nací y de cómo crecí. 
De cómo pasó todo. 
De lo que aprendí de mis padres,
de la montaña y del mar. 
De lo que el bosque me enseñó. 
De porqué algunos perros 
ladran confusos y no se les entiende. 
De cuando el camino se divide en dos
y hay que elegir. 
A veces pasa y te desconciertas 
porque temes coger el equivocado. 
Siempre cojo el de la izquierda.
Mientras escriba de todo esto 
el sol vendrá del este 
y subirá cielo arriba. Sobre el mar.
Será el momento de escribir 
de mis experiencias 
dentro del útero de mi madre. 
Y mis paseos junto al mar
de la mano de mis abuelos. 
No hay tanta diferencia. 
Escribiré de lo que sentí 
cuando la comadrona cortó 
el cordón umbilical. 
Me provocó una angustia que me hizo llorar. 
Lo que intuía en el útero de mi madre. 
Nada parecido a la realidad. 
Ésta última me supera
porque hay cosas que no se olvidan. 
Yo estaba allí. 
Cuando me canse 
de estar sentado en la roca, caminaré. 
Mientras las ramas de la arboleda
me protegerán del sol y del viento. 
Escribiré a que huele el mar, 
el bosque y la vida. 
La hierba y las piedras de la tierra. 
A qué huelen las gentes. 
Y cuando ningún perro ladre a la tormenta 
tragaré saliva 
porque el que estará asustado seré yo. 
Estaré en la penumbra para ver y no ser visto.
El día que los gatos 
no estén en los tejados 
las noches de luna llena. 
El día que las ratas 
no escriban desde las cloacas. 
Cuando las bestias se cansen 
de estar paradas y empiecen a embestir. 
Será apocalíptico. 
Como cuando naces como requisito previo 
para luego poder morir. 
Un imperativo vital.
Una tarde escribiré sobre todo esto. 
Sentado a la sombra 
de un olivo centenario 
esperando el atardecer. 
Cuando los lobos salvajes 
empiecen a sentir frío. 
Regresaré al bosque en busca de cobijo.
Enseñando dientes feroces 
y aullando a la luna aunque no esté. 
Y si se hace de noche y no tengo sueño 
también escribiré sobre todo esto. 
Del vecino al que no le gusta Mari Trini. 
Del gallo que me despierta todas las mañanas.
Porque aunque no duerma 
la noche pasa sin remedio. 
Y escucharé las voces de la noche. 
Que son otras. 
A veces me hablan de ti.
De los que escriben. 
De los que hacen posible los libros. 
De los que leen y recitan.
De los mendigos con carrera 
y de los intelectuales 
que firman manifiestos. 
Y cuando lo haya escrito se lo leeré al mar. 
Sentado en la arena. 
Con las luces del alba 
y las olas medio dormidas. 
Dejaré pasar el tiempo entre suspiros. 
Luego regresaré a casa 
antes de que llegue la tormenta 
y se ponga a llover.
Los días siempre comienzan de noche. 
En verano alargamos los días 
hasta las tantas. 
Tomaremos el fresco  y nos iremos a dormir.
Cuando sólo quedan las cenizas del día
es hora de acostarse. 
Escribiré de la gente que llora de noche 
porque resulta más poético. 
En silencio y en la intimidad. 
Y si las lágrimas van al mar no se notará. 
Los buenos ladrones también roban de noche. 
Los que roban corazones 
prefieren la penumbra de la alcoba. 
Escribiré sobre esto 
para los supervivientes de la vida. 
Escribiré sobre los peces 
que se mueven con libertad.
Igual que los gorriones 
entre las ramas del bosque. 
O la libertad de mi pluma 
sobre una hoja en blanco. 
Tengo viejos escrúpulos 
igual que tengo viejas heridas. 
Escribiré de aquellas cosas
que me protegen. 
Como la corteza de un pino. 
Tiene el mismo encanto 
que las arrugas del cansancio. 
Algún día escribiré 
sobre todo eso y algo más. Salud.

27 mayo 2014

Regreso

El otro domingo estuve en el pueblecito costero y pintoresco de pasar las vacaciones junto al mar. No fui el único. Había otros. La necesidad, seguramente. Las ganas. Hay que ir preparando. Nos saludamos y preguntamos. Lo que toca. Puedo deciros que el pueblo sigue quieto y sosegado al amparo del mar. Y de la montaña por el lado de poniente. Algarrobos, encinas y olivos centenarios despertándose a la primavera. Los pinos de las calles han roto las aceras. El pueblecito está como siempre pero un año más mayor.
Abrí la puerta y las ventanas. De par en par. El aire del mar entró en la casa y escudriñó todos los rincones. El aire de la montaña hizo lo mismo. Entre los dos limpiaron el ambiente de invierno y secaron la humedad acumulada. Al final todo quedó con un toque casi de verano. El día acompañaba. También bajé al puerto y a la playa. El aire del mar me dio en la cara y pude respirar hondo. Aire limpio con un poco de salitre. Un momento de silencio y un sol impertinente que me obligó a retroceder hasta las alcobas de las barcas. Necesitan cambiar el ramaje. Ramas de pino seco y hojas de palmera para evitar el sol del verano.
Le tenía ganas. Demasiadas. Un paseo por la playa. Pisar arena y contemplar mis huellas por unos segundos. Lo que tarda el agua en borrarlas. Iguales que el año pasado. Un poco más lentas, quizás. Luego los barcos y los pescadores. Esas gentes que entienden el mar y leen las estrellas antes de salir a faenar por la noche. El bar de Pepe lleno a rebosar. Se respiraba verano. Ropa informal y sombreros. Charla animada debajo de las sombrillas. Una primera toma de contacto. Saludo a Fran de camino a casa. Ya tiene el quiosco abierto. Eugeni ha sacado una tumbona a la terraza. Debajo del porche. Estrena libro y lo enseña. Es lo más parecido al cielo que yo conozca. El pueblecito pintoresco al lado del mar. Donde pasamos las vacaciones y otros días.
Al atardecer nos juntamos unos cuantos. Sobre un alto desde donde se aprecia el horizonte y la puesta de sol. Hoy, si te fijas un poco, puedes ver más lejos del horizonte. Porque el cielo está limpio. Estamos sentados en unos bancos de madera y justo cuando el sol va a meterse en el mar nos levantamos y guardamos silencio. La naturaleza tan más de lo mismo y nos sigue poniendo los pelos de punta. Luego nos despedimos. Subo hasta mi casa y cierro las ventanas. Todavía anochece fresco. Como algo y enciendo la chimenea. Butaca de pereza. Copita de Brandy. Abro los "Cien años de soledad" de Gabo y empiezo a releer por cualquier página.
Fuera el cielo se ha nublado y empieza a llover. El olor de tierra mojada de otoño se nota aunque estemos en primavera. Este verano algunos jubilados ya no vendrán porque se fueron para siempre. Otros vendrán por primera vez a oler el aire del mar y del bosque. A disfrutar de los paisajes y de la compañía de las gentes. Puedo escuchar la música del bar de Pepe. No molesta y acompaña. Como en verano. Cuando el reloj tocó las tantas me quedé dormido. La noche se alargó hasta el amanecer. Cuando el sol llama a las persianas oigo bullicio por las calles. Como en verano. Salud. 

09 mayo 2014

Ideas disimuladas

Tengo que contar, aunque me cueste, que el otro día estuve deambulando durante horas -como alma en pena-. De esos días en horas bajas que todos tenemos. Horas de ausencia del mundo real. Horas de limbo. Tiempo inútil. De tener la mente en blanco incapaz de pensar. Un ser inanimado bastante parecido a una ameba pero de tamaño normal. Esta noche no escribí nada serio. Tampoco escribí nada inteligente. Realmente no escribí nada y además dormí mal. Para ser sinceros y evitando los rodeos. Entre insomnios y pesadillas. Traté de remediar la situación apelando a que es Mayo. Nada. Puse todos los esfuerzos posibles. No hubo ninguna respuesta que valiera la pena. Ni un acto reflejo. Cuando la vida se vuelve insegura y pesada a ciertas horas. Abstracta. Sin olores, sin colores y sin sombras. Pura penumbra. Ni siquiera los rayos de sol de primavera me consolaron. Ni las olas del mar. Ya puestos, ni una lluvia de otoño en tierra seca.
Pero pongo la radio como de costumbre. Ella me entiende y me hace compañía. Habla un presidente en sus horas bajas tirando a peores. Dice que el estado y la sociedad que lo compone ha salido de la UCI. Que está en planta. Pero con los cuidados, la dieta y la medicación de la UCI. Se han cambiado las tendencias y no hay vuelta atrás. Crecemos y creamos empleo. Hemos pasado de lo muy malo a lo peor gracias a su gestión. Se le ve optimista, vaya. Y además contagia. Yo necesitaba este punto de alegría. De hecho me entró una sonrisa tontorrona y testaruda. Facilona. De esas que no las puedes remediar. El presidente con sus palabras apartó la penumbra de mi alrededor. Vi luz. Mucha luz. Menos mal que alguien es capaz de levantar la moral en este puto país (esto último se lo he copiado a la vice).
Las noches de insomnio son persistentes. Pero también las noches placenteras. Las olas del mar también son insistentes y no paran de llegar. Igual que la noche que siempre llega cuando acaba el día. Nunca antes. Haga el tiempo que haga. Desde toda la vida que yo recuerde. Sólo hace falta que esta noche aparezcan las lágrimas de San Lorenzo. Pero no creo porque no toca. Pienso que si el estado funciona tan bien igual el presidente nos cambia las previsiones y las adelanta aunque sea por decreto ley. Que sé que puede hacerlo. Cosas más extravagantes hemos visto. Como que el yernísimo es la persona que más ha hecho para que vuelva a implantarse la República. Con su sumisa esposa que no se entera de nada. Que dicen los obispos que es cosa buena para la familia.
Paro un momento en el bar de Pepe y me pongo a mirar el mar. Pido un café. Lo huelo incluso antes de que me lo sirva. Ahora mismo soy una persona anónima. Me gusta serlo. Pasar desapercibido. Como si estuvieras tapado por el polvo y no pudieran verte. O como si tus huesos estuvieran enterrados en una fosa común o una cuneta y nadie lo supiera. Y que el estado se empeñara en sacarlos y los jueces se negaran porque se han pasado por el forro de sus togas la justicia universal. Más o menos así, pues. Pero dice Eugeni que si buscamos fama tenemos que empezar por llevar una vida en B. Siempre con sus ironías.

A todo esto que el domingo pasado me dejo caer por Pollensa con mi Panamá puesto porque el sol no tiene miramientos. Me he comprado unos zapatos cómodos. Me dice el "Pobler" que los hace que parecerá que voy descalzo. Le advierto que de esto sé un rato. Me los pruebo y efectivamente. No es que parezca que vas descalzo sino que llevas unos zapatos cómodos. Eso quería decir. Y el zapatero de Sa Pobla anda molesto porque sabe que le van a quitar la medalla al mérito policial a la Virgen María. Una injusticia más.
Y es que las palabras no son inocentes ni ingenuas. Las palabras son algo más que palabras. Son lo que significan en sí mismas. Además del significado que quiera darle el que las escribe en su contexto. Y el significado que les da el que las lee cuando las saca de su contexto. La ironía son palabras o ideas disimuladas. En estado de camuflaje. He escuchado hablar de temas muy importantes y muy serios y me he reído hasta la epilepsia. A Rubianes hablando de una enfermedad y de una consulta médica. A Gila hablando sobre la guerra y a Don Mariano hablar sobre las cifras del paro y la evolución del país. Es fácil hacer magia con las palabras si tienes dotes. Porque las palabras no son sólo palabras. Se pueden disimular. Salud.   
 

01 mayo 2014

Maestro

La privilegiada intelectualidad de algunos que contrasta con la estúpida insensatez de otros. La conciencia de pueblo y de sociedad que deberíamos tener y que muchos carecen de ella. La educación está peligrosamente disminuida porque al sistema educativo lo han recortado. El individuo está en peligro social.
Con todo esto sigue habiendo poetas y libros en las librerías que la gente compra. Poetas que hacen poesía de la vida. Y la sombra de los libros sigue siendo sugerente y atractiva. Algunos se han acostumbrado a vivir crispados y con demasiadas ignorancias. Esto los hace vulnerables y con un punto de esclavitud. Procuro no estar entre ellos.
La geografía de la mente no siempre es un calco de la geografía del corazón. Los sentimientos unen y separan según las emociones que los mantienen. Extraigo verdades de lo que me rodea para fundamentar mi personalidad. Y fomentar mis ideas.
El futuro es impreciso por falta de referencias. No hay objetivos que plantear porque ya no nos creemos las utopías. Así, sin más. Para simplificar. A finales de Abril, el maestro dijo a sus alumnos que aprendieran de las personas buenas. Natural y sin forzar. Que no se fiaran de las personas que acaparan inmerecidas portadas de lo que sea.
Y los alumnos reflexionaron en la intimidad de su intelectualidad. De su biografía personal. Y descubrieron la sombra de la verdad. Y entendieron al maestro. Y fueron a por la verdad siguiendo su sombra. 
Es bueno aprovechar la lucidez del amanecer y el frescor del atardecer. Para reivindicar futuro a cada día que pasa. Con la cultura humanista de lo público. Porque es de todos. El maestro, cuando empezó Mayo, terminó la clase recuperando actitudes de su infancia. Transmitiendo valores de los buenos.
A pesar de la crisis. Las letras siguen los caprichos de quien las piensa y escribe. Muestran la conciencia de pueblo y de sociedad. Culta y madura. Con sus excepciones. Letras tranquilas y letras histéricas. 
Novelista y poeta. Literato y lector. Con visión de destino. Poco improvisadores porque hay experiencia acumulada. Necesito papel y pluma. Y escribir esto. Unidos con puntos y aparte. Porque son agresivos y elegantes al mismo tiempo. Cuidado cuando cruces el desierto. Te puedes perder. Dosifica el agua. Debes temer las tormentas de arena. Relájate cuando encuentres un oasis. Piensa que es un desierto. Igual que si estuvieras en alta mar. Todo resulta grande. Porque todo es grande.
Esto pensaba el poeta justo empezando el mes de Mayo. Porque el poeta era también el maestro. Soledad disciplinada cuando las olas amenazan con anegar tu rectitud. Piensa que el emigrante siempre se lleva un trozo de su tierra y de su cultura para esparcirlos.
Salud. 

22 abril 2014

Cuestiones previas

La primera emoción que se siente cuando empiezas a leer es la que forja la experiencia literaria. Pensamiento literario poético y artístico. Hay que cuidar los comienzos. Las primeras palabras son las que enganchan verdaderamente. Atraen a las siguientes. Umbral lo tenía claro: "Cuando yo nací, empezó todo". O Vargas Llosa con: "La buena literatura nos defiende contra la mentira y la manipulación". Es leer esto y no parar. Como decía.
Necesito silencio para pensarte. Ha dicho el poeta. Porque te llevo en algún repliegue del alma. Y acudió al mar y las inquietas olas susurraban movimientos. Fue al bosque y la vida era agradablemente ruidosa y sensual. Luego se acercó al desierto pero el aire había llegado antes. Había apartado el silencio. Fue en este momento cuando el poeta decidió pensarla en sueños. Y sentía el calor de su presencia. Cuando despierta lo recuerda y lo escribe. Escribe la vida y la gente que la vive.
Puedes escribir con elocuencia. Sólo después de la travesía del amanecer y del primer café. En el bar de Pepe. Junto al mar. Y según la época con salida de sol incluida. Los textos que se escriben deben estar validados. Siempre pensando con la descendencia. Que la tendrán. Las vivencias cimientan las nuevas creaciones. Lo que se vive se transfiere al papel. Luego otros lo van a leer. Encauzando ríos de tinta. Manoseando papel. Acariciando pluma. Colocando palabras de forma ordenada. Lectura eficaz e interesada. Escritos que salen del desahogo o la necesidad. La noche existe en mi memoria. Son las raíces que sustentan las palabras de ahora. Llevaré las memorias conmigo. Hasta que nos tropecemos con el olvido.
La literatura convertida en refugio. El mundo literario es así. Como la vida misma. Escribir en los momentos de ausencias queridas. Soledades buscadas. Letras de cabecera para antes de dormirse. Un refugio al fin. Como pueda ser el mar o la montaña y su bosque. Los pies descalzos para que descansen los zapatos de andar la vida. Que no falte el sombrero. La lectura y los valores de la libertad. La literatura como suma de acontecimientos y sucedidos. Reales o imaginados. O la mezcla de los dos.
Hoy estrenamos contertulio. Se llama Bernat. Dice ser pariente cercano de las letras. Le gusta el teatro. Habla pausado y nosotros escuchamos pausado. Ha representado recientemente algo de Buñuel. No hay silencios ni música. Hay palabras. Pisadas de ramas y hojas. Respiraciones y suspiros. Sonidos de aire y viento. Ruidos de mar. La banda sonora son las cosas que digo. Pero no hay música. Aunque si melodía. Al final ha dicho que morir es otra forma de vivir. Y se ha marchado.
En Semana Santa hemos tenido tambores de tristeza. Música de difunto. Paso de réquiem. Actitud de pasión. Olor a incienso y a cera. De un domingo de júbilo o de Ramos a otro de júbilo o de Resurrección. Semana intensa de peinetas y saetas. De mirar callado. Porque cada amanecer es elegante. Incluso cuando vienen mal dadas. Salud.

09 abril 2014

Susurros

Me emocionan los susurros porque me calman. Me resultan placenteros. Me puedo concentrar en reflexiones y en ideas de cada día, de todos los días y de todos los años. Luego de los susurros el libro de ficción se convierte en libro fantástico. Y luego, al fin, lo dejo en la estantería de releer. Con los otros clásicos imprescindibles. 
Me despierto y te pienso. Y me acuerdo de que antes de despertarme ya te pensaba.
Un sol tímido de primavera entra por la ventana de mi habitación. Como siempre que el sol sale antes de que me despierte. Depende del gallo de mi vecino que hay días que parece que todavía no ha cambiado la hora. Kikirikea una hora más tarde. 
Desayuno algo y salgo a caminar. Luego me siento enfrente de la mesa y escribo unas líneas en unas hojas grises de papel reciclado o en una libreta. Resulta curioso que los rayos del sol entren casi de forma horizontal e inciden sobre el plumín y la hoja. La sombra es asombrosamente alargada. El plumín y la sombra se unen cada vez que escribo. Se persiguen sobre el papel. Cuando separo la pluma la sombra también se eleva un poco y descansa. Sólo se juntan si escribo. Es la curiosidad de la sombra por saber lo que escribo. Es un baile entre plumín y sombra. Me entretengo y no pongo atención a lo que escribo sino al trazado de lo que escribo. 
Y como quien no quiere la cosa he llenado la hoja de escritura con todas las ganas y todos los sentimientos que tenía a mano. Luego no quiero reclamaciones. La culpa es del sol y de la sombra que proyecta. Mientras lo escribo me pertenece. Cuando lo leas o lo escuches también será tuyo. Formará parte de tu memoria. El placer de la escritura con la radio puesta. Me hace compañía. Me dice cosas y no me replica. Será por eso que seguimos siendo amigos. Porque no me lleva la contraria Como el perro o el periquito. Algunos espacios radiofónicos absorben mi atención. La televisión no lo ha conseguido nunca. Por cierto que recuerdo que cierto día me cambiaron de presentador. Me molestó. No era capaz de ponerle cara. Me venía a la mente la del otro. El de siempre. Cogí un cabreo justificado. A los pocos meses el presentador de siempre falleció. Cuando dejó la radio ya estaba enfermo de muerte. Me sentí un poco culpable como si de una manía adecuada se tratara. Hacía una radio con elegancia. Son escritores que hablan bien. No les lees pero les escuchas.
Me gustaba escuchar al director del Zoo de Santillana del Mar. Apasionado del mundo animal. Gran observador que contaba las cosas como quien mantiene una conversación. Siento nostalgia de José Ignacio Pardo al que conocí personalmente en una visita al zoo que dirigía. Precisamente le reconocí por la voz. Camuflado entre mariposas que parecían hojas secas en las ramas de un árbol. Las cosas de  misterios, de tumbas y de los muertos de Nieves. Cuando salía de trabajar de las trincheras me informaba Àngels Barceló de camino a casa. 
Un día de estos voy a incinerar todas las ideas que ya no me sirven. El humo formará parte de las nubes porque siempre hay alguna nube que acompaña. Y cuando llueve, cuando llueve se enfatizan las emociones y se entretienen las preocupaciones. Son quimeras de andar por casa. Susurros al viento de cuando estas solo. Aunque siempre me quedará el mar. Porque hay días que son ambiguos. Cada día la vida te da cosas y te quita cosas.  Tengo un amigo que en un mismo año la vida le dio una gripe y un nieto. Y le quitó un padre. Esas cosas ambiguas que no se comprenden.
Recuerdo también aquel día que el río perdió la memoria y no recordó el cauce a seguir. Cogió otro y se desbordó inundando parte de un pueblo. Le habían cambiado el curso varias veces. El día que se desbordó cogió el de verdad. Ahora me doy cuenta de que el río tiene memoria. 
Dije en un tuit que uno llega a la adolescencia cuando pasa de la indiferencia a la pasión. Cuando todo importa. Ahora las decepciones ya forman parte de la normalidad diaria. Acaba de aparecer una densa niebla de esas de primavera que me ha cercado. La luz ha huido. Estoy aislado y no recuerdo ninguna poesía. He perdido la libertad. Luego callejeo por el pueblo y fantaseo con la realidad. Eso siempre ocurre cuando uno le susurra a las farolas. Salud.  

03 abril 2014

Aguas mil


Perfecta noche
entre frio y calor
brisa y viento
susurro de ramas
nubes en movimiento
ojos abiertos 
de un dormir lejano
oscuridad invisible
luna presente
las cortinas de la ventana
entran y salen
 vuelan y caen
habitación en penumbra
niebla infinita
sudor de pasión
y sábanas revueltas
sonidos de olas
crujidos de cama
sin disimulos
 necesidad y ganas
dura poco la noche
el gozo que trae
un corazón acelerado
 bellos recuerdos
momentos sublimes
 sin heridas
tú y yo
la pasión y la noche
momentos protegidos
 por el silencio

01 abril 2014

Silenciado

He sido Hackeado y Twitter me ha cerrado.
Mi palabra secuestrada desde anoche.
 

Ideas calladas

           Difíciles amaneceres cuando se cruzan con el futuro. Siempre seguro el amanecer. Siempre incierto el futuro.
La brevedad de llegar al futuro. A cada día que pasa más cercano. A cada día que pasa más imprevisible. Al amparo de hoy, porque el futuro empieza hoy.
           Hemos llegado a un punto en el que necesitamos una inteligencia rápida. Que conteste a cualquier cosa. Al momento. Inmediatez sin reflexión. Nos hemos desprovisto del escuchar pausado. Del pensar reflexivo. Del hablar calmado. No tenemos tiempo para una generosa reflexión. Vivimos rápido. Sin saborear los momentos. A menudo sin atención. Los detalles pasan desapercibidos. Y parece que no hemos vivido. Lo efímero de la vida y la brevedad del tiempo que nos separa del futuro. La angustia del amanecer cuando te lleva al futuro. La tristeza del atardecer. La melancolía del anochecer. Con su oscuridad y su silencio. Pero contigo es distinto.
           No sé dónde acumulamos la edad. Parece que la llevamos en las pestañas. Cada año los ojos un poco más cerrados. Pienso esto mientras camino. Preocupado por el futuro. Aprovechando un descuido de mi cansancio he sacado los zapatos viejos y cómodos a pasear. He dicho pasear. Con las manos despreocupadas y en los bolsillos. La mirada ociosamente perdida en cualquier parte y con cualquier cosa. La mente entretenida en la idea de lo que ahora escribo. Estrenamos primavera lluviosa sin dejar del todo el invierno. Con frío y nieve. Lluvia y viento. Mar embravecido con olas amenazantes. Y yo con el sombrero y el paraguas camino del futuro. Mezcla de emociones gratas y miserables tragedias que me rondan la cabeza. Aprovechando la vigilia del insomnio. El descuido de la pereza. Un camino bacheado por la vida. Por favor, que nadie me niegue la virtud del talento.
           Mis ojos quieren mantener una conversación con tus ojos. Porque los ojos entienden. Tienen memoria y saben transmitir. También saben escuchar con la mirada atenta. Es el calor de la voz de los ojos. Imagino yo. Sé que a las nubes les gusta más llover al atardecer. O cuando es noche cerrada.  No apetece llover por la mañana. La lluvia protege la conversación.
A orillas del mar también te protegen las olas. Es la rutina del susurro. Quieres pisar la ola y se te escapa. El calendario marca una primavera que no es. He oído una señora decir que cuando el dinero se deprime se va de compras. Ella le acompaña porque no se fía. La sensatez de la señora.
           Luego llegará la noche. Como siempre. Cuando termina el día. ¿Y si no llega la noche? Dice la señora. No puede ser, le contesta otra. No podemos impedir que salga la luna y sus estrellas. Que el sol tiene que acostarse para descansar en el mar. Tampoco podemos impedir un sueño. Los sueños son libres y vienen de noche. La calidez de algunas personas es como el viento de verano que se comporta como brisa. Y el futuro va llegando con el mes de Abril. A la noche de hoy le pondré nuestros nombres. Será nuestra noche pues. Nos contaremos inocencias y desfachateces. Sentados en la arena junto a la barca. Que llegue antes la noche. En la madrugada buscaremos la luz a tientas. O seguiremos esperando el futuro con ideas calladas.
           Quimeras de ratos libres. Ideas calladas que han aprendido del silencio. Con colores vivos copiados del mar. Y del bosque. Y del amanecer y de la puesta de sol. Con una mirada completa de adolescencia. Pasional y todo eso. Como cuando estás a punto de llegar a la última página del libro. Pero no quieres porque se habrá acabado. Cuando el futuro se insinúa cercano. Huyendo de la indiferencia. Mi libro de mano y el dedo índice atrapado entre hojas marcando punto. Y es que hay cosas que todavía me emocionan. La brevedad del tiempo que me separa del futuro, por ejemplo. Salud.