10 marzo 2025

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Quedé citado con ellos; no podría decir muy bien con quién. Las instrucciones estaban claras: justo encima de la línea del horizonte del mar en calma y justo debajo del arcoíris. Allí estaba, pues, según lo convenido. Se acercaron hacia mí y eran algo así como sombras espectrales. No pude reconocerlos porque no tenían rostro y me tiré un buen rato para poder entenderles porque me hablaban sin voz. Grandes gestos con brazos que no tenían. Yo, con mi voz, y ellos, con la suya silenciada. Yo, de carne y hueso, y ellos, de nada: siluetas a medio terminar. Espesa niebla que cambiaba con el aire. Medias sombras. Querían conocer a los habitantes de tierra firme. Ellos viven en ningún sitio más allá del horizonte del mar en calma. Lejos de mi casa. Cosas de fantasmas del pasado.

Se mostraron respetuosos, consecuentes, ilustrados, interesantes. Han conseguido, con el tiempo, acumular inteligencia en algo que se asemeja a un cerebro del que carecen. Es lo más parecido a una idea o una energía. Quizá, una conciencia desnuda. No llevan una vida fácil de opulencia y despilfarro. No pueden. Sus esfuerzos se concentran en otras cosas. Nada de vida regalada. Pura dedicación para conseguir memoria de otros a través de historias, leyendas y cuentos.

Son la nada del universo. Los que llenan los agujeros negros. Los que habitan en las mentes de las personas. Pueden traspasar el tiempo en cualquier sentido. También las paredes y las puertas cerradas. Son los protagonistas de una historia que no ha sido. Nadie los ha visto, pero están. Los percibo, según ya he contado, y no me pueden generar miedo: no existen.

Acuden puntuales a la cita y vestidos sin ropa porque no tienen cuerpo, pero con una agilidad de movimientos que impresiona. Yo, inquieto e inmóvil en mi barco de papel, justo encima del horizonte del mar en calma y debajo del arcoíris, según lo acordado. Las olas me llevaron allí y luego desaparecieron.

Nos comunicamos sin utilizar palabras. Sin prisas. Era importante para ellos. Con buenas intenciones, me dijeron que llevan toda una vida sin dormir porque nadie les cuenta cuentos o historias antes de acostarse. Yo, con los pelos de punta. Tanto misterio, para pedirme un poco de memoria llena de cuentos. Por un momento, confieso que me dieron lástima. Nosotros podemos recordar todas las etapas de nuestra vida y otras cosas, incluso sin verlas. El sol, la tierra, la lluvia, el viento y el mar. Los sentimientos. La razón, la verdad y la libertad. La memoria no excluye ni pone condiciones. Recordamos nuestra existencia y nuestro significado. Ellos son seres hechos de niebla densa que empapa el cuerpo. Siluetas a medio hacer. Sombras de nada. Inteligentes, pero sin memoria para recordar cuentos. Tampoco pueden dormir.

Decidí cederles un trozo de lo que atesora mi cabeza, repleta de historias y cuentos, para que puedan contarlos por las noches hasta quedar dormidos. Cuando sus ojos sin color y sin pupilas me miraron, vi agradecimiento. Es un trastorno típico de estos fantasmas del pasado. Sin cuerpo. Sin voz. Sin mirada. Habitan al otro lado del horizonte del mar en calma, pasado el arcoíris. Quedaron satisfechos y nos citamos para otras ocasiones. La intención era intercambiar nuevos retazos de memoria con cuentos y leyendas también nuevas. Estaban emocionados. Ellos son todo y nada, dependientes de la imaginación de aquellos con quienes se encuentran. Son una idea. Fragmentos de una historia pasada. Sin embargo, a partir de este instante, podrán reproducir textos literarios por las noches. Ahora, por las noches, podrán dormir e incluso soñar.

Otra vez aparecieron las olas de debajo del mar en calma y llevaron el barquito de papel en el que me encontraba hasta la orilla. Ellos se dispersaron como hace la niebla al salir el sol. El arcoíris también desapareció. Volví a pisar la arena. A mi alrededor estaba la vida de siempre, la rutina reconfortante de cada día. Ahora no sé si contarlo porque no me van a creer. Solo podrán hacerlo quienes tengan imaginación. Todavía, cuando cierro los ojos, siento ese lenguaje diferente, aquellas ideas, formas, sonidos de mar en calma que me decían cosas confusas. Como la niebla, cuando el poeta la quiere atrapar con las manos. Especie de dibujos al carboncillo. Confusos.

Les entregué cuentos rescatados de mi subconsciente. Se los llevaron donde el azul del mar se confunde con el azul del cielo. No tienen horizonte. Son nómadas de otra vida, formas en el aire y nobles como el oro. Se les intuye. Son intensos. Son de todas partes y de ninguna, proyectos de nada. Cenizas de lo que fueron.

Ahora estas cenizas no cuentan con memoria alguna ni se acuerdan de ningún cuento. Son simples en apariencia y complejos en cuanto a su inteligencia.

Ahora, con la porción de recuerdos que les di, podrán volver a dormir en esa eternidad que les queda por vivir.

 

Mi emotivo y cariñoso recuerdo a todas aquellas personas que padecen de Alzheimer.