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Quedé
citado con ellos; no podría decir muy bien con quién. Las instrucciones estaban
claras: justo encima de la línea del horizonte del mar en calma y justo debajo
del arcoíris. Allí estaba, pues, según lo convenido. Se acercaron hacia mí y
eran algo así como sombras espectrales. No pude reconocerlos porque no tenían
rostro y me tiré un buen rato para poder entenderles porque me hablaban sin
voz. Grandes gestos con brazos que no tenían. Yo, con mi voz, y ellos, con la
suya silenciada. Yo, de carne y hueso, y ellos, de nada: siluetas a medio
terminar. Espesa niebla que cambiaba con el aire. Medias sombras. Querían
conocer a los habitantes de tierra firme. Ellos viven en ningún sitio más allá
del horizonte del mar en calma. Lejos de mi casa. Cosas de fantasmas del
pasado.
Se
mostraron respetuosos, consecuentes, ilustrados, interesantes. Han conseguido,
con el tiempo, acumular inteligencia en algo que se asemeja a un cerebro del
que carecen. Es lo más parecido a una idea o una energía. Quizá, una conciencia
desnuda. No llevan una vida fácil de opulencia y despilfarro. No pueden. Sus
esfuerzos se concentran en otras cosas. Nada de vida regalada. Pura dedicación
para conseguir memoria de otros a través de historias, leyendas y cuentos.
Son
la nada del universo. Los que llenan los agujeros negros. Los que habitan en
las mentes de las personas. Pueden traspasar el tiempo en cualquier sentido.
También las paredes y las puertas cerradas. Son los protagonistas de una
historia que no ha sido. Nadie los ha visto, pero están. Los percibo, según ya
he contado, y no me pueden generar miedo: no existen.
Acuden
puntuales a la cita y vestidos sin ropa porque no tienen cuerpo, pero con una
agilidad de movimientos que impresiona. Yo, inquieto e inmóvil en mi barco de
papel, justo encima del horizonte del mar en calma y debajo del arcoíris, según
lo acordado. Las olas me llevaron allí y luego desaparecieron.
Nos
comunicamos sin utilizar palabras. Sin prisas. Era importante para ellos. Con
buenas intenciones, me dijeron que llevan toda una vida sin dormir porque nadie
les cuenta cuentos o historias antes de acostarse. Yo, con los pelos de punta.
Tanto misterio, para pedirme un poco de memoria llena de cuentos. Por un
momento, confieso que me dieron lástima. Nosotros podemos recordar todas las
etapas de nuestra vida y otras cosas, incluso sin verlas. El sol, la tierra, la
lluvia, el viento y el mar. Los sentimientos. La razón, la verdad y la
libertad. La memoria no excluye ni pone condiciones. Recordamos nuestra
existencia y nuestro significado. Ellos son seres hechos de niebla densa que
empapa el cuerpo. Siluetas a medio hacer. Sombras de nada. Inteligentes, pero
sin memoria para recordar cuentos. Tampoco pueden dormir.
Decidí
cederles un trozo de lo que atesora mi cabeza, repleta de historias y cuentos,
para que puedan contarlos por las noches hasta quedar dormidos. Cuando sus ojos
sin color y sin pupilas me miraron, vi agradecimiento. Es un trastorno típico
de estos fantasmas del pasado. Sin cuerpo. Sin voz. Sin mirada. Habitan al otro
lado del horizonte del mar en calma, pasado el arcoíris. Quedaron satisfechos y
nos citamos para otras ocasiones. La intención era intercambiar nuevos retazos
de memoria con cuentos y leyendas también nuevas. Estaban emocionados. Ellos
son todo y nada, dependientes de la imaginación de aquellos con quienes se
encuentran. Son una idea. Fragmentos de una historia pasada. Sin embargo, a
partir de este instante, podrán reproducir textos literarios por las noches.
Ahora, por las noches, podrán dormir e incluso soñar.
Otra
vez aparecieron las olas de debajo del mar en calma y llevaron el barquito de
papel en el que me encontraba hasta la orilla. Ellos se dispersaron como hace
la niebla al salir el sol. El arcoíris también desapareció. Volví a pisar la
arena. A mi alrededor estaba la vida de siempre, la rutina reconfortante de
cada día. Ahora no sé si contarlo porque no me van a creer. Solo podrán hacerlo
quienes tengan imaginación. Todavía, cuando cierro los ojos, siento ese
lenguaje diferente, aquellas ideas, formas, sonidos de mar en calma que me
decían cosas confusas. Como la niebla, cuando el poeta la quiere atrapar con
las manos. Especie de dibujos al carboncillo. Confusos.
Les
entregué cuentos rescatados de mi subconsciente. Se los llevaron donde el azul
del mar se confunde con el azul del cielo. No tienen horizonte. Son nómadas de
otra vida, formas en el aire y nobles como el oro. Se les intuye. Son intensos.
Son de todas partes y de ninguna, proyectos de nada. Cenizas de lo que fueron.
Ahora
estas cenizas no cuentan con memoria alguna ni se acuerdan de ningún cuento.
Son simples en apariencia y complejos en cuanto a su inteligencia.
Ahora,
con la porción de recuerdos que les di, podrán volver a dormir en esa eternidad
que les queda por vivir.
Mi
emotivo y cariñoso recuerdo a todas aquellas personas que padecen de Alzheimer.