Todos le llamaban Garfra porque le conocían como tal. Sobresalió en los círculos selectos de todo tipo y sobre todo en los círculos literarios. Hace unos años concedió una entrevista a un periodista jubilado y con el que mantenía una cierta relación de amistad. Esta semana -como dice el poeta- entregó el alma a quién se la había prestado. Padecía una edad muy avanzada que parece ser fue la causa del óbito.
Últimamente estaba alejado del ruido de ferias de libros, presentaciones, premios, tertulias y cosas así. Vivía en una casa situada en Rocarobledo. A las afueras de Palencia. En ella tenía un huerto para cultivar hortalizas y un estudio para cultivar el ensayo literario. Ambas cosas las hacía bien. Su última obra publicada vio la luz hace unos días: "Las letras tienen vida propia". Éxito de ventas en unos días y con unos acabados de academia. Mucho mejor de cómo escriben los propios académicos. Seguramente por eso nunca fue propuesto para una letra mayúscula ni minúscula. Incluso a su edad tan avanzada mantenía la capacidad para el pensamiento y para el análisis. En la vida fue acumulando sabiduría y conciencia literaria. Esta entrevista que he mencionado antes fue grabada en la biblioteca de su casa. Un lugar de culto con miles de volúmenes enseñando lomo mientras descansan en estanterías de caoba. Aquí pasaba gran parte de su tiempo. Su último libro tiene muchos capítulos y cada uno de ellos está escrito de forma independiente. Un cúmulo de ensayos o pensamientos críticos. Le han alabado sus textos por su relevancia pero le han reprochado su forma de escribir literatura de forma fragmentada. Bien pues. Cuando he leído esto he pensado que los artículos periodísticos o las columnas de opinión o incluso yo mismo con las entradas del blog practicamos este subgrupo de literatura fragmentada. Reconozco que cada día tiene más adeptos y seguidores. Sobre todo si tienen calidad. Aquello de que si breve y bueno...Pues eso. Yo, además, me permito la licencia de publicar entradas compartidas.
Garfra, en la entrevista, dejó entrever que su longevidad ilustrada podría estar directamente relacionada con su desinterés por la política y a su locura por la literatura. "Dejó de interesarme la política cuando descubrí que los políticos trabajan a espaldas y al margen del pueblo soberano que les ha votado". Así pues quedó zanjado este asunto del que no se volvió a hablar. Le pregunta el periodista jubilado amigo suyo que si es consciente de que agrada a muchos pero no a todos. Esto es una obviedad responde rápido y seco Garfra. El equilibrio está en la independencia literaria. "Yo escribo lo que necesito escribir y el lector lee lo que necesita leer. La independencia en la literatura es primordial. No se puede escribir según tendencias o a dictados de otro. Bienvenido el lector que no me lee pero que me respeta. Yo le respeto aún sabiendo que lee a otros en vez de a mi". En la vida, además de acumular inteligencia y saber, ha acumulado lucidez y la saca a pasear en la entrevista.
Su amigo el periodista jubilado tiene interés por saber cómo pasa el tiempo. Aquí da otro pase de pecho. "Saboreando los triunfos y los reconocimientos y disimulando con dignidad la frustración de mis fracasos en lo profesional y en lo personal. Supongo que como hace todo el mundo cuando llega a cierta edad". A cada minuto que pasa la entrevista se hace mas amena. Interesante. Se muestra cercano. Disfruta de hablar de literatura. Recuerda sus primeros pasos. Cómo empezó todo. Su padre le contaba cuentos por las noches. Algunas no sabía qué contar y le explicaba lo que hacía en el trabajo. Él se quedaba dormido. No era tanto lo que le contaba su padre sino el cómo se lo contaba. Su voz y sus gestos. Así empezó su forja como escritor. Ahora su obra es singular. En singular. Porque es única y destacable.
De joven, y no tanto, era asiduo de esos bares que sólo abren por la noche. Para insomnes y noctámbulos. Bares de conversar entre copa y copa y humo de tabaco. Fumó mucho y ahora se le nota en la voz de nicotina y alquitrán y en el respirar cansado de acordeón. Esos bares que sólo abren para los que llevan el día cambiado por la noche o viceversa. Le gustaba ver amanecer y cuando tenía la certeza de un nuevo día se acostaba. Luego se cansó de ser bohemio y volvió a vivir de día y dormir de noche. Cuenta sonriente que vivió unos años en París. En el barrio Latino. Allí escribía lento pero con buena letra. Publicó bien. Suficiente para vivir con comodidad y con independencia. "Dije que me había exiliado. Realmente me fui porque me gustaba más la vida nocturna de París que la de Palencia o Madrid donde viví unos años. Además me daba prestigio y un plus de importancia". De regreso a España vivió años complicados donde escribir de según qué era un riesgo. El generalísimo había muerto pero los tentáculos del régimen eran todavía largos. El cura del pueblo le dijo que se tomara la vida con teología. Un amigo suyo le dijo que se tomara la vida con filosofía. Se decanto por el segundo. Ahora sigue el camino tranquilo y sosegado del alma. Con pie firme, mente despejada y estado de ánimo a punto de revista.
En la charla se hace alusión al mote o seudónimo artístico. Es complicado de pronunciar le indica el periodista. Aquí se lleva la mano a la cara y se la tapa a medias para que no se note la risa puñetera de niño malo. Risa de satisfacción con una nube de mala leche. "Si hubieras visto cómo lo pronunciaban los franceses". Los tiempos difíciles también fueron entretenidos. En un momento pone un semblante serio. "Nunca he visto el mar y no he podido escribir de él. Una dilatada vida repleta de experiencias y nunca tuve la oportunidad de acercarme a la costa para contemplar el mar. Ya no lo veré". No te preocupes Garfra. Los que te queremos escribiremos de él para que lo leas estés donde estés. Mantuvo un diálogo discreto y comprometido con la naturaleza y ahora ha vuelto a ella por culpa de una edad avanzada mal curada.
La muerte salió en la entrevista. La veía cerca y habló de ella sin que le resultara un problema. "Estoy tranquilo porque he vivido tanto como he querido. No hay prisa por dejar la vida. Pero cuando llegue me encontrará con la cabeza bien alta y el ánimo sereno. Sin rezos de soborno". Pausa en la entrevista para terminarla. El tiempo en televisión es corto y vale mucho. Aunque sea para hablar de cultura. Yo creo que me he contagiado de su lenguaje sencillo. Palabras escritas con inteligencia, con memoria, con efecto. Sólo comparables al agua transparente de un mar revuelto que él nunca vio. Salud