Uno no gana para sobresaltos. De buena mañana una emisora de radio alterna la música con las tonterías de sus tres presentadores que entre canción y canción te dan una noticia y luego te la comentan. A su manera, claro. Lo de comentar no llega ni a eufemismo. Es un decir. Un hablar. Sueltan una gilipollez disfrazada de tontería porque quieren ser graciosos. Luego ellos mismos se ríen mientras la audiencia cambia de emisora de radio. No son los únicos. Pillo una que parece seria. Anuncian una entrevista con Don Fulanito. Es el seudónimo de un libre pensador. De un escritor célebre. Un virtuoso de la pluma y de las letras. Entrado en años y falto de sentido común. Con un déficit de neurotransmisores que resulta preocupante. Se le nota por lo que dice.
Consigue romper la entrevista en mil pedazos. Casi consigue romperle los nervios a la presentadora que hace esfuerzos para parecer educada. A los que escuchamos se nos pone a prueba. Don Fulanito (que es un seudónimo) contesta lo que le da la gana sea cual sea la pregunta formulada por la presentadora. Lo importante no es la pregunta que se formula. Lo que verdaderamente importa es la respuesta que él da. Puro descaro. Es lo que le interesa a él y a cierto público -que lo tiene-. Después de estas entrevistas para tontos e idiotas varios uno ya no sabe qué pensar ni qué emisora escuchar. Parece que haya tomado alguna sustancia prohibida o que se haya pasado de medicación con efectos adversos sin controlar. Lo que ha tomado interfiere las sinápsis y las bloquea. Sea como fuere la entrevista sigue muy a pesar mio y de la presentadora que sigue haciendo esfuerzos para controlarse. La conciencia que tiene Don Fulanito (que es un seudónimo) como escritor empieza a dañar su imagen.
Dice que a día de hoy ya no se puede escribir porque no hay nada novedoso que decir. Está todo dicho y escrito. No hay nada nuevo salvo copiar de uno y de otro. Reconvertir lo viejo en nuevo. Provoca una y otra vez. La gente no tiene ideas. La escritura actual es superficial y carente de calidad. Por este motivo él ha tomado la iniciativa de dejar de escribir y espera que le sigan muchos más. Se trata de no aburrir y no dañar su imagen de virtuoso de las letras. La presentadora ya no sigue el guión. Lo aparca y entra con todo. Es su momento para subir en audiencia y en reconocimiento profesional. Los años no lo han hecho más sabio a Don Fulanito (que es un seudónimo). No parece que haya aprendido mucho de la vida -le dice la presentadora-. Hay mucha gente que escribe cosas interesantes y de forma magistral. Yo leo cosas de esas cada día. Hay escritores noveles con ganas y muchas cosas que decir. Además saben cómo hacerlo. Don Fulanito (que es un seudónimo) no atiende a razones e insiste una y otra vez que no hay ideas. Que lo que se escribe ahora es malo de narices. No lo pienso leer. Todo lo que pasa por mis manos no tiene ni pies ni cabeza. Sólo con ojear un libro se si es bueno o malo. He decidido releer a los clásicos. Pues muy bien. Nos alegra.
Así transcurre la entrevista que resulta monótona y deprimente. Lo poco de bueno e interesante que se escucha lo aporta la presentadora. Estoy tentado de cambiar de emisora pero me mueve el morbo de saber en qué termina todo. Es un esperpento y un despropósito juntos. Se posiciona como un intelectual y un artista. La entrevista entra en un círculo vicioso cansino y sin trascendencia. La periodista insiste. ¿No será que usted se ha quedado sin ideas y generaliza su problema? ¡De ninguna manera, señorita! Coja cualquier cosa de las que se publican ahora mismo y perderá el interés en el mismo prólogo. Son burdas copias de los clásicos. Les cambian nombres, fechas y decorados. No me puedo creer lo que escucho. Es inverosímil. No puede ser que Don Fulanito (que es un seudónimo) diga esto. La entrevista es real y el entrevistado no se llama Kafka. La sociedad no quiere consumir basura a precio de cosa buena. ¡Yo por lo menos no lo haré!
La presentadora le indica que se escribe bien y se consume. Que las editoriales no publican a noveles por falta de presupuesto y no de calidad. Que hay editores jóvenes con olfato que publican. La presentadora concluye que ha sido un error traerlo al programa y da por concluía la entrevista. ¡Pierde usted el tiempo añade Don Fulanito! Aparece la música para dar un respiro. Templar ánimos y nervios. Después de la música, y como si no hubiera pasado nada, el programa termina como siempre. Unos versos y alguna frase para reflexionar y pensar. A partir del próximo programa pasarán escritores que opinen de forma creativa sobre literatura y cultura en general. Salud.