En un programa mediocre de televisión, con contertulios mediocres y un moderador que ni fu ni fa se hablaba de la última Asamblea General de Naciones Unidas. En un reportaje previo resultaba curioso ver a los jefes de estado y de gobierno subir al estrado y hablar. Más que un decir cosas importantes era una recreación en experiencias propias vividas en el país de cada cual y presentándolo como un modelo a seguir. Centran el discurso en llamar la atención en algo difuminado para la historia. No se aprecian aportaciones deslumbrantes porque tampoco se pretenden y no se pretenden para que luego no haya debate. Pues entonces no hay razón para esforzarse. No hay ningún homologo sentado en la sala de sesiones. Más de la mitad está vacía y los que allí están son cuatro pringados que cobran una dieta para estar. El pinganillo que llevan puesto no es el de la traducción simultánea sino los auriculares del reproductor mp3 con la música de cada uno.
Tanto el que habla como el que hace que escucha lo hacen desganados y el que habla, cuando termina, guarda celosamente el discurso que volverá a pronunciar el año que viene -un poco retocado-. Es un esperpento ver el susodicho reportaje. Los periodistas no se inmutan porque cubren un acontecimiento que no les interesa porque no es noticia. No será noticia nunca porque a la gente no le interesa esto. No es noticia de portada ni de segunda página. Es un evento adecuado para que el becario o el periodista en prácticas empiece a coger tablas. El ciudadano de a pie, que es el que paga el montaje, no se entera porque no le informan. Ya ves tu dónde hemos llegado.
Y va el jefe de los palestinos y dice que quiere entrar en el club. Seguramente lo dice porque no entiende nada. Lo importante, a día de hoy, no es entrar, sino salir y liberarse de tanta tontería, cinismo y paripé que no conduce a nada y cuesta dinero. No es serio seguirles el juego a los poderosos que montaron el club y que se dotaron del derecho a veto. Se hace lo que yo quiero y lo que yo digo o de lo contrario lo voy a vetar y no se hará nada. Queda dicho. Lo importante es salir y dar un portazo ¡collons!
Y después de esto la tertulia de rigor con opiniones encontradas buscando la brillantez para subir escalones y dejar de ser un periodistillo para convertirse en analista político -que mola más- y reporta mejores dividendos. Se quejaba un contertulio de otro; "si no me dejas hablar cuando te interrumpo nunca podrás conocer mi opinión". "Tengo que interrumpirte porque eres capaz de decir alguna verdad que a mi personalmente no me interesa". Los dos besugos analistas todo el rato así. El moderador, a todo esto, no modera, hace dejación de funciones y no será despedido. Estamos hablando de la ONU. Un club selecto donde casi todos los países están representados con voz pero sin voto y algunos con derecho a veto. Esto significa que sólo se hablará y discutirá de lo que interese a alguno de los países fundadores y cualquier resolución que no interese se vetará y archivará. Con estas reglas de juego no es interesante entrar. Lo inteligente es salir. Pues resulta que todos quieren entrar y nadie de dentro ha pedido para salir. ¿Se entiende? Yo, no. Salud.