viernes, 5 de noviembre de 2010

Zygmunt Bauman

Hoy tengo la necesidad de hablar de Bauman y otras cosas. Es un señor mayor porque ya ha vivido 85 años del total que piensa vivir y con todo esto no ha perdido el paso, mas bien todo lo contrario. Sigue con una lucidez envidiable y trata cualquier tema con la modernidad que le permite su experiencia vital y su biografía personal.
Según este pensador, sociólogo de profesión, humanista y comunicador las clases sociales tienen garantizado su futuro porque todos se preocupan de todos. La clase rica se preocupa de que haya clase media y pobres. Y viceversa porque todos se benefician de todos. Mientras haya ricos habrá pobres, y esto a los ricos les gusta. Mientras haya pobres habrá ricos, y a los pobres les interesa esto porque viven de ellos con poco desgaste. La clase media es la parte de la población que va rotando constantemente y se juegan empobrecer o enriquecerse según les convenga o les vaya el azar. La cuestión, según Zygmunt, es que haya clases y que éstas se mantengan entre ellas mismas. La lucha diaria de cada una de ellas se centra en no perder lo que consiguió el día anterior. Si el pobre tiene una nevera no la puede perder aunque al día siguiente sea más pobre aún. Si el de la clase media tiene un mercedez no lo puede perder aunque algún día no tenga qué llevarse a la boca.
Es complicado de leer y difícil de entender porque se dedica a las humanidades y las humanidades son así. Flexibles en el tiempo, enrrevesadas en su exposición y contradictorias -a menudo- entre los que las practicamos. Me llama la atención que con todo su bagaje cultural, su biografía y su lista interminable de escritos y premios, diga publicamente que el Principe de Asturias es el galardón que más le ilusiona porque viene de España que es la tierra de Cervantes, autor de la mejor novela sociológica que jamás se haya escrito y fundador de las humanidades por el Quijote. Este señor no sólo está lúcido sino que además es sabio. Afirma que Cervantes consiguió lo que todos los que nos dedicamos a las humanidades tratamos de hacer con éxito dispar, y esto es entender la vida y las relaciones sociales. Don Quijote luchó en vano pero luchó con convicción. No fue un conquistador sino que fue conquistado por los acontecimientos pero lo todo o lo único que podemos hacer ante la vida es tratar de entenderla.
Está bien que esto se diga en los tiempos que corren y lo diga quien lo dice. A Cervantes le deben el Nobel de muchas cosas a título póstumo. Los de Estocolmo deberían saberlo, tomar buena nota e inventarlo para siguientes ocasiones. De paso revisar los ya otorgados y darle el de literatura a Umbral y quitárselo a Cela porque es de justicia. El primero se lo merece por toda su obra y el segundo no porque su obra es mediocre y no se puede escribir un libro sobre las Alpujarras viajando en limusina conducida por una señora despanpanante de color negro y con uniforme.
A Umbral se le lee y se le reflexiona. A Cela se le lee mientras se bosteza hasta que te quedas traspuesto. Kent Follet tampoco tendrá nunca un Nobel de literatura. Follet es un simple escribidor de libros de éxito, pero no un literato. Cuenta historias bien ambientadas pero superficiales y con sentimentalismos que sólo conducen al cotilleo de programas amarillos-rosa. Lo empiezas, te engancha, lo lees en una semana entre las fase REM y no REM, el metro y el rato del bocata y que luego eres capaz de resumir sus mil páginas en una frase de dos minutos.
Si los del Nobel no se lo toman más en serio, los espacios que utilizan para dar a conocer al galardonado y la entrega de premios se parecerán a una Eurovisión venida a menos, donde la gente votará en directo mediante sms para mayor degradación del premio y del premiado. Salud.