Según consta en unos informes publicados recientemente, a día de hoy, hay más gente que escribe que la que lee. Evidemtemente este dato no es creible. Si todos los que leen tambien escribieran empatarían. Para escribir hay que leer porque lo que se escribe no sale de la nada, sale de la reflexión y del pensamiento de lo que ya se ha leído. Mucha gente que lee no escribe.
En lo que sí convengo es en que hoy en día es muy fácil escribir por la grán posibilidad de accesos a los que se dispone para hacerlo -otra cosa es que se publique todo lo que se escribe-. Entre editoriales, instituciones, ayuntamientos, fundaciones, etc. se contabilizan algo más de quinientos certámenes de escritura -literatura, novela, narrativa, ensayo, poesía, etc.- y la media de obras presentadas es de trescientas por certamen. Algunas de ellas, por su prestigio, superan las setecientas obras. Otras, en cambio, no llegan a las cien.
Redactar una situación concreta es narrar una historia o parte de ella. El relato breve está de moda y ahora es el momento de escribir sobre ello. Todo se relaciona con la forma de plantearlo por parte del escritor. Si el autor es detallista el lector no puede tener imaginación. Ésta queda anulada. En sentido contrario, autor poco o nada detallista, lector libre de montar el decorado a su gusto. Cada uno tiene sus preferencias. Hay lectores que sólo quieren leer sin tener que pensar. Otros, sin embargo, quieren leer y pensar y poner los complementos que creen oportunos. Cuando no hay detalles es que no sabemos, de la historia que se cuenta, el lugar dónde ocurre, en qué fecha ocurre, qué cara tienen los actores, qué cara ponen los actores cuando dicen alguna cosa -fruncen el ceño, lo dicen espetando, miran hacia ningún lado, miran fijamente, están tristes, lloran o están contentos, etc.-. No sabemos el lugar donde se desarrolla la acción -un bar, una casa particular, la calle, una plaza, un tren, etc.-. Desconocemos los nombres de los actores su historia y su edad. En un diálogo no sabemos quién dice qué ni si en algún momento se repite. No se nos dice si el actor cuando habla está sereno, sosegado, tranquilo, crispado, enfadado, sonriente, increpa, habla con incredulidad o convencimiento.
No hay pistas. Sólo está la historia que por sí misma no tiene ninguna importancia. Pero el que lee necesita más. Si el escritor no detalla traspasa esta función al lector con total libertad. En el relato breve hay que colaborar con el escritor imaginándo todo lo que he detallado que falta. Esto supone un esfuerzo mental y una colaboración activa con quien escribe. Por eso se llama relato breve. No porque sea breve en el sentido literal de la palabra, sino porque el escritor deja de detallar tantas cosas que la historia se cuenta en poco. A cambio de esto el que lee da rienda suelta a su imaginación. Todo es literatura y cultura y todo es bueno. Cada uno sabrá lo que le gusta leer y a quién le gusta leer. Pues salud y a leer mucho y de paso si escribimos algo en este blog tampoco pasa nada.