martes, 21 de abril de 2015

La ventana

Una mañana de estas. Creo que fue la penúltima antes de dejar de recordarlas. Me interesé por la poesía nada más salir el sol. Salí de casa tan rápido como una tortuga por senderos de tranquilidad. Esos que van del bosque a la playa. Mañana intensa como una llovizna de sirimiri. Recuerdo que amaneció prosa y calma. Por eso me interesé por la poesía.
Miré la vida por el ojo de una cerradura y no lo vi claro. No es la forma más adecuada de mirar las cosas de la vida. Luego, pues, abrí la ventana de par en par y extendí los brazos y respiré profundamente. Fue otra cosa. Y es que la vida es como un ensayo. Un libro de autor. Con trazos poéticos, párrafos de suspense, fantasía, puntos y aparte y hojas todavía sin escribir.
Narrativa simbólica con mucha plasticidad de luz y color. Acontecimientos históricos, ficción de subconsciente y leyendas de crear intriga. Las cosas de siempre. He empezado el día con compromiso. Con ganas ilusionadas de adolescente. Sorteando tonterías. Me he parado a beber agua y el corazón se ha desacelerado. Dice el poeta que la vida es una carrera de fondo con obstáculos. Y que algunos no los podrás saltar nunca.
La vida necesita sensatez para poder mirar por la ventana y entenderla. Hay que controlar más las adherencias sentimentales. Los apegos y los sueños. La rutina y las costumbres. Y la magia del camino embrujado por el mar. Las tormentas domesticadas para que los días sean adecuados. Puedo hablar con el mar y con el viento porque no me son desconocidos.
La lluvia de barro que ha caído durante la noche lo ha ensuciado todo y ha dejado el camino resbaladizo. Piso con cuidado para no perder el equilibrio. Casi todas las olas que llegan son las mismas que otros días. Algunas son nuevas y delicadas. No me supone un problema estar solo cuando tengo la cabeza llena de cosas en qué pensar. Igual que tampoco me supone un problema vivir rodeado de mar. Aunque no siempre lleve olas.  
He abierto un libro con un comienzo clásico. De esos de "Erase una vez un bosque tan grande que llegaba hasta el mar..." La verdad es que erase una vez un mar tan grande que llegaba hasta el horizonte. Y mira que éste está lejos. La cotidianidad te hace ser más ágil cuando estás en la edad adulta. El poeta, como siempre, observa lo cercano, le pone rima y lo escribe. A veces lo escribe sin rima.
Decía que llevo varias cornadas en el cuerpo. Gracias a ellas he descubierto los burladeros. Que la vida también tiene. Y cuando hay tormenta procuro no estar en el agua ni dentro del bosque. Que los rayos sólo quieren agradar y no entienden de destrozos. Ahora mismo lo que me llama la atención es la actitud de las olas. El sol seca la tierra y se vuelve polvorienta. Hace tiempo que no llueve y la tierra tiene sed. Todos tenemos sed pero no siempre tenemos agua fresca para beber.
Algunos días pasan como el sueño inocente de un niño. A medida que crece los sueños son más responsables y más comprometidos. Desde hace un tiempo hay un mirlo sobre una rama de laurel que le canta al amanecer. Antes de que salga el sol. Libré una batalla conmigo mismo. El ganador y el perdedor fueron el mismo. Mi parte ganadora estaba satisfecha y la perdedora también por lo que había aprendido. Y yo tan contento. Salud.