jueves, 11 de abril de 2019

Neruda y R. Graves.

Y un día frío de primavera llegó NERUDA desde el mar. 
Se desplazó hasta Valldemossa y recorrió un largo paseo por sus calles estrechas y llenas de macetas con flores. Visitó los silenciosos jardines exteriores de la cartuja. Estuvo degustando una taza de chocolate y una coca de patata en un jardín de limoneros, naranjos, gorriones y frío. Y un mirlo, por cierto. 
En el mirador de la montaña de la baronesa de Dudevand le envolvió una nube y se emocionó. Después de un rato la niebla se fue despejando hasta poder ver el horizonte y el mar. Pero el bosque siguió misterioso con sus pinos, algarrobos, encinas y los tortuosos troncos de los olivos centenarios. 
Olía a bosque mediterráneo y a romero. 
Subió con gran esfuerzo hasta lo más alto del pueblo de Deià. Se paseó por el pintoresco cementerio con vistas al mar y se detuvo un rato delante de la tumba de Robert Graves. Le llamó la atención que debajo del nombre sólo estuviera escrito “poeta”. 
Luego de todo esto las nubes se retiraron a las cimas de la montaña y salió el sol. Es lo que tiene cuando uno se pasea con NERUDA por algunos pueblos costeros de Mallorca con el encanto de una primavera revuelta. 

Con destino a @MaryPosa7