Y un día frío de primavera llegó NERUDA desde el
mar.
Se desplazó hasta Valldemossa y recorrió un largo paseo por sus calles
estrechas y llenas de macetas con flores. Visitó los silenciosos jardines
exteriores de la cartuja. Estuvo degustando una taza de chocolate y una coca de
patata en un jardín de limoneros, naranjos, gorriones y frío. Y un mirlo, por
cierto.
En el mirador de la montaña de la baronesa de Dudevand le envolvió una nube y se emocionó. Después
de un rato la niebla se fue despejando hasta poder ver el horizonte y el mar.
Pero el bosque siguió misterioso con sus pinos, algarrobos, encinas y los
tortuosos troncos de los olivos centenarios.
Olía a bosque mediterráneo y a
romero.
Subió con gran esfuerzo hasta lo más alto del pueblo de Deià. Se paseó
por el pintoresco cementerio con vistas al mar y se detuvo un rato delante de
la tumba de Robert Graves. Le llamó la atención que debajo del nombre sólo
estuviera escrito “poeta”.
Luego de todo esto las nubes se retiraron a las
cimas de la montaña y salió el sol. Es lo que tiene cuando uno se pasea con
NERUDA por algunos pueblos costeros de Mallorca con el encanto de una primavera revuelta.
Con destino a @MaryPosa7
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