¡Hola, me llamo Antonio y
soy hipocondríaco!
Desde hace un tiempo
asisto a sesiones grupales de mejoras de calidad de vida y apoyo psicosocial
para personas con baja autoestima.
Yo, que estoy enfermo y
no he podido curarme ni con ayuda profesional doy consejos a otros que tampoco
se han curado ni con ayuda profesional. Y viceversa.
Ser hipocondríaco viene a
significar que pienso que padezco de todo cuando en realidad no tengo de nada.
El médico que me lleva sabe que no tengo de nada y cada vez que me visita me
pide de todo. Los resultados siempre son normales.
Visito las urgencias con
regularidad. El médico que sabe que no tengo de nada me solicita de todo con
regularidad. Esto es ser hipocondríaco. A veces pienso que está peor el médico por
hacer lo que hace que yo por pensar en lo que no tengo. De momento progreso
adecuadamente. O sea, sigo igual de lo que no tengo.
Ahora que ya conocéis
parte de mi vida sana pero que me mantiene constantemente enfermo os cuento mi
última visita a urgencias. Todo lo que cuento es así. Cuatro horas y pico de
espera porque me han asignado un nivel cinco. Aprovecho para relacionarme con
otros sufridos aspirantes a ser visitados por un especialista.
¿Qué tal estamos,
Antonio?
Creo que tengo una
enfermedad nueva.
¡Tranquilo! Seguramente
no será nada. Odio esta frase. Nunca es nada. Tenía un amigo que no tenía nada
y hace una semana lo incineramos.
Ahora mismo, en camillas,
llevo un camisón enseñando el culo. Sé que soy hipocondríaco y que no tengo
nada. Pero al pedirme pruebas, pienso que tengo algo y me pongo más enfermo de
lo que no estoy.
Un neceser. La Nintendo,
la play, la Tablet plus, el móvil, la consola XP y una bolsa de cargadores.
¡Antonio, a ecos!
¡Antonio, le vamos a
sacar sangre!
¡Antonio, a RX!
¡Antonio, necesitamos que
orine!
¡Antonio, le llaman del
TAC!
¡Antonio, túmbese para un
electro!
Así no se puede vivir. Es
imposible curarse de lo que uno no tiene con tanto ajetreo. Un día pides -por
favor- si te puede ver un médico.
¡Antonio, un poco de paciencia!
¡Sólo lleva tres días! Le daremos unas pastillas para ser feliz. Y a las dos de
la madrugada, una para dormir.
A esta hora estoy
durmiendo. No se preocupe. Le despertaremos.
¡Antonio, ha tenido
suerte!
¿Me visitará un médico?
¡No!
Le hemos encontrado una
cama. Estará contento, ¿no?
Enseguida estaré
preparado.
¡Tranquilo! Primero
tienen que bajar al difunto y luego limpiar la cama y la habitación.
¡Oiga, que soy
hipocondríaco, carallo!
Al día siguiente todavía
estoy en camillas.
¡Antonio, el médico ha
decidido darle el alta! Un ingreso innecesario siempre provoca un trauma
psicológico de consecuencias impredecibles. Si el médico que nunca me ha visto
ha decidido que me vaya es que estoy mucho mejor.
No Antonio, usted está
igual de bien. La sanidad está peor con los recortes.
¡Vístase y que vengan a
buscarlo!