Llegó la tormenta
a la orilla del mar
y nos encontró solos.
Brisa tibia y delicada
y lluvia persistente
que nos entretuvo
mientras pasaba la tarde.
Nos trajo un amor cálido
con locuras lentas y atrevidas.
Tus ojos brillaron más
con el ocaso de un día caluroso.
Mis dedos de acariciar
buscando labios y mejillas.
Dos siluetas en una
en las penumbras de la memoria.
Se disiparon las nubes,
cesó la lluvia y nosotros
no nos dimos cuenta.
Un balancear de cuerpos
entre mareas azules.
Te miro y te hablo.
Me miras y escuchas.
El olor se confunde
entre sudor, salitre
y tierra mojada.
Al final se ha quedado
un horizonte rojizo
de aire limpio y fresco.