sábado, 1 de octubre de 2016

Generosidad

Hoy, ha sido verte y, me he fijado en tu manera de sonreír. Sin duda de las que destacan. De las que yo no sé. De las que no se olvidan. Una forma de sonreír de primavera pero estando en otoño. De mente privilegiada y de vientre fértil. Una sonrisa feliz. Y eso, hoy en día, tiene mérito.
Y luego, inmediatamente, y casi por instinto, me he fijado en tus ojos y en tu mirada. De generosidad. De arte y poderío. Una mirada de las que tampoco se olvidan. Que traspasa fronteras y te hace soñar.
Has llegado hasta mi batiendo tus alas silenciosas. El aire abría paso. La vida se ha detenido y me ha hecho tambalear. El viento ha bajado del bosque para verte. Unos andares relajados y elegantes. Como cuando el agua de los torrentes se desliza sobre las piedras hasta llegar al mar.
Así las cosas la tertulia se ha torcido. Hablábamos de servicios sociales y te hemos incluido en la lista. Hemos enmudecido y hemos sonreído. Incluso el sol ha amanecido y nosotros mirando hacia otro lado. Hacia ti. Ha sido, por tanto, un amanecer huérfano. Sin público y sin aplausos.
Desde el horizonte han empezado a llegar olas. Brisas marinas. Una marea despistada. Las gaviotas han abandonado su nido de los acantilados. No había nubes para contemplarte. Aroma a romero y encinar. Y el tomillo que Pepe tiene sembrado para espantar a los mosquitos. Ciertamente no todos los días son iguales. Hoy hemos tenido sorpresas.
Contigo se olvida uno de las horas muertas. Del llanto en soledad que relaja. Activa la conciencia y la esperanza. Acompleja los sentimientos de poeta. La mente se abre y empiezas a rimar la prosa. Contigo no hace falta reloj ni horas. Me preocupa tanto que algún día mi mente pueda olvidar esta sonrisa y esta mirada.
Pero ha pasado. Ahora hay distancia de por medio. Las sombras pendientes de las nubes. Las tormentas han perdido las referencias. Todavía no han llegado las lluvias de temporada y siento las manos frías. Y las mejillas calientes. Los sembrados pendientes del tiempo para teñirse de verde. Cuando la lluvia me moje me acordaré de ti.
La ternura es transparente. Como las aguas mansas de una cala virgen. Las gotas de rocío brillarán de buena mañana. Y también me acordaré de ti. El otoño se cruzará con nuestras vidas y será malo de llevar. Las tertulias del café de la mañana serán despistadas porque miraremos alrededor.
Los pájaros pasarán de largo hacia sus nidos. Las aguas profundas del mar subirán a la superficie. El viento moverá la niebla y la desplazará. Y todo porque esta mañana me fijé en tu sonrisa y tu mirada. Cautivo de tus ojos. La vida se diluye en mil cosas. El eco cruza el paisaje pero no lo rompe. Un mundo asombroso cercano al desorden.
Dice el poeta que una bocanada de aire fresco nunca es una amenaza. Y que un buen recuerdo nunca hace daño. La tierra mojada por la lluvia huele de otra manera. Las tempestades se ven distintas. Y cuando el frio sea intenso encenderé la chimenea. Me haré un café. Cerraré los ojos y volveré a ver tu sonrisa y tu mirada. Y en las tertulias diré que te he visto. Sólo Eugeni me creerá. Salud.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Personalmente

Entre tanto seguimos en verano. Ha llovido una vez y no se ha repartido como debería de ser. Por tanto no refresca. Este verano algunos se han muerto. Si lo han hecho en el otoño de sus días no habrá nada que objetar.
Me gustaría saber quién maneja de forma obstinada los minutos de mis horas y de mis días. Y con qué criterio. Lo ideal sería hablarlo y llegar a un entendimiento. Al fin y al cabo son mis días.
Convivir implica alternancia de aprecios y desprecios. Acuerdos y desacuerdos. A veces nos dañamos el corazón y el alma sin darnos cuenta. O a sabiendas.
La vida de los demás se puede ver a través de los cristales. La mía la veo a cada momento. Aunque no siempre le hago caso. Así comenzamos a vivir sin conocer el final. Pero un día lo descubrimos. Y en vez de asustarnos seguimos como si nada. Será que la muerte no nos quita el sueño.
Al final del verano la luna se ve más pálida. Pero no es nada grave. Ya volverá la primavera.
Será cosa de este desgobierno sombrío del gobierno que lo hace en funciones. Los contertulios jubilados ya no leen ni la prensa. Ni los titulares. No hay nada nuevo. El interés está en la vida porque ellos no viven en funciones.
Cada día tengo una hora terrible. La he elegido personalmente. No es una imposición. Es una forma de asediar la rutina que me puede matar. Luego la tengo que compensar con momentos tranquilos. De los de andar con pantuflas o descalzo. De pensar y darle vueltas a las cosas y a las personas. Tengo una mente metafísica que no para. Camilo José Cela Conde me introdujo en la Antropología Social.
No creo que nadie pueda moldear el agua del mar. Ni el viento cuando sacude las ramas de los árboles. Pero podemos aprovechar ese tiempo. Yo me dejo acariciar por ambos. A veces tengo la sensación de que hay cosas de la naturaleza que nunca se dejarán dominar. Quizá es que me falta tener una mente Potteriana. Será.
La noche siempre es dócil . Nunca me ha aturdido la noche ni cuando ladran los perros. He sido transeúnte de la noche incluso con tormenta. Pero nunca se la llega a conocer del todo. Y cuando termina sé que nunca nadie ha podido impedir el amanecer. Será por eso. La luz gana a la oscuridad lo que la oscuridad ganó a la luz.
El cielo y la tierra se juntan para tratar sus cosas. Lo hacen sobre el horizonte, Lo sé porque lo he visto. Dice el poeta que quién pudiera llegar a ese punto podría reencontrarse con sus antepasados. Si no lo consigues siempre te quedará el recuerdo.  
Ahora mismo no se me ocurren demasiadas cosas. Mira la hora que es. Pronto será mañana y yo necesito dormir y soñar. Estoy enjaulado en mi tiempo, en mi campo, en mi ciudad y en mi mar. Las cosas se solucionan por la mañana al amanecer. En el bar de Pepe.
Un fulano por la radio dice que nos tocará vivir una vejez occidental. Que en oriente se vive de otra manera. A mi personalmente no me molesta. He visto que todos lo hacen así. Salud.

jueves, 28 de julio de 2016

Aventuras

Los diálogos pausados y certeros entre personas coherentes y del todo insobornables me atraen. Instalados en la realidad y en la profesionalidad. Amparados en aquello de que igual la utopía no existe. Y esas cosas de es verdad o no es verdad.
Capaces de conocer el mérito donde lo hay y reconocerlo. De las pifias lo mismo, si es el caso. La mirada estudia la persona y su entorno. La gestualidad de una silueta. El tono de una voz sin prisas. Enredados en la supervivencia de la vida. Así comenzó el día.
Entre palabras, miradas y gestos de los de siempre. Y el café que era de verdad. Que quienes seguís este blog ya sabéis quienes son los de siempre. Esta gente mayor y madura. Inteligente y sabia por los años. Que sólo dejan de hablar para degustar su café con sacarina. Una idea sobre la mesa en un día que amenaza más calor todavía. Estas próximas navidades tiene que haber libros.
Estamos en verano y se anticipan. Porque el tiempo tiene mucho valor a cierta edad. Uno no sabe. Ningún niño sin un libro de aventuras. Es cuestión de organizar el tinglado. Recogida de libros en donación. Catalogarlos. Y en navidad repartirlos a los niños y no tan niños. Muchos son abuelos y saben de qué hablan.
A través de los colegios si damos por hecho que son la cuna del saber y de la conciencia del saber. Otros reparten comida. Que también. Nosotros cultura que mucha falta hace. Máxime cuando el ministro del deporte hace tiempo que ha puesto el chiringuito en venta porque está contratado eventual.
No es un tema menor aunque es posible que los haya más importantes. La conciencia de ciudadano libre tiene que venir a través de la cultura. De la cultura en general. Es un trabajo que ya se ha hecho en otro orden de cosas. Será fácil pues siempre que tengamos suficiente voluntad y voluntariado para acometer el empeño.
Hay que llegar a todas las sensibilidades de la comunidad educativa inteligente como clave del éxito. Se excluyen libros religiosos y de política porque en ambos casos se miente más de lo imaginable. Además es algo muy personal y secundario. Prima la aventura. No haremos ascos de la narrativa, poesía, ensayo o teatro. Pero los niños necesitan aventuras para afrontar con garantías la edad adulta responsable.
Alguien apunta a la colaboración de los intelectuales. Ya empezamos con más de lo mismo. Como si la intelectualidad fuera algo exclusivo de los que han escrito un libro, han sido protagonistas de una película o tienen un premio de su ayuntamiento o comunidad autónoma. Cavilaciones y discusiones constructivas para el éxito de la empresa.
Dicen que vivir y escribir van de la mano. Leer y vivir dignamente, también. Que nadie ponga pegas a la libertad de pensar a través de la lectura de un libro. Pues eso pensamos todos los que pensamos. Incluso nos hemos permitido extravagancias. Una pequeña dosis de lucha para que la utopía se haga realidad. Es un paso más en la actitud ante la vida.
Queremos empezar fuerte y con tiempo para asegurar el éxito y la permanencia.
Las palabras atrapan. Si son de aventuras, en los años jóvenes,  más y mejor. La necesidad de imaginar empieza en la infancia. De pequeños. Vamos a apartar por unas fechas los utensilios electrónicos para volver al papel escrito. Letras gastadas de haber sido leídas. Esquinas de hojas amarillentas de haber sido manoseadas o acariciadas. Algún subrayado que ya tiene dueño. Hacer un robado de alguna anotación al margen que nos gusta.
Pero nos da igual. La idea para vender la idea es la del perro de Sebas. Cicerón. Que viene hasta ti con un libro en la boca. Te lo deja encima para que se lo leas. Se sienta delante con mirada de interés en espera de que empieces la lectura de la aventura. Será un buen reclamo.
A todo esto no ha cesado el bullicio de la gente que pasa con prisa por aquello de no llegar tarde. Los conductores que tocan las bocinas de forma llamativa para ganar minutos en lugar de levantarse un poco antes. El sol ha salido de escándalo. Veremos lo que ocurre el resto del día.
Salud.

miércoles, 22 de junio de 2016

Fogatas

Viene Eugeni tranquilo. En sus zapatos cómodos y relajados. Con cara de no tener prisa ni pasar pena. Viene de preparar la fogata de Sant Joan. La del fuego agitado en la noche más corta. La que quita las penas del alma. Y esas cosas que se dicen.
Ha ido al bosque ha recoger leña. De los árboles caídos y de las ramas secas. Ahora que estamos en verano son un peligro. Arderán controladamente en la noche de Sant Joan. Sobre la arena de la playa y en el fresco del mar. La brisa de poniente que te relaja del bochorno del día.
A pocos metros del bar de Pepe. Hoy hemos tratado el tema en la tertulia. Tendremos fiesta y verbena. Música y mojitos para los mayores. Los jóvenes estarán en la playa sobre sus toallas. Detrás de las barcas. En la intimidad de la negrura de la noche. Casi en la clandestinidad. A desearse cosas bonitas. Se tocarán y besarán a tientas entre las algas y las olas.
Es la noche mágica por excelencia. Se prometerán cosas próximas y lejanas. Pedirán deseos y cosas parecidas. Se jurarán todas las cosas posibles. Arderán en deseos. Esos cuerpos que se anhelan en lo que queda de luna.
Yo dejaré velas encendidas en el porche. Protegidas en frascos de cristal que viene el aire y las sopla y apaga. Noche profunda y merecida. Con música de habaneras que los mayores cantan porque las aprendieron de pequeños.
Nadie pone límites a la noche. Ningún acontecimiento la desplaza. Ninguno. Los minutos se hacen fugaces y nuestros cuerpos se atraen. También los sentimientos y los buenos deseos. Es la noche de las fogatas. La de pedir imposibles.
Este año me han prescrito una madurez adecuada y sin sobresaltos. Lo cumplo a rajatabla. Intercambiaremos discretas miradas de complicidad entre algunos. Los padres ya no preguntan por los hijos. Están donde deben estar. Donde hemos estado todos cuando éramos jóvenes. En algún lugar secreto de la playa y las rocas. Aprovechando el cuerpo. Consumiendo hormonas.
Algunas parejas son como náufragos en islas desiertas. Esta noche de las fogatas la sociedad no existe. Cada uno y la nada. Luego serán bonitos recuerdos en el tiempo. Armoniosa noche de siluetas intermitentes. No hay sueños. Todo es un sueño. Quizá cuando despierte el día. Cuando sólo será visible el humo y las cenizas. Y la mente tortuosa nos recordará con insistencia lo ya inalcanzable.
Llegará la madrugada y la música se irá a otra parte. La gente en sus casas. Eugeni tomará el primer café con Pepe y otros contemporáneos. El mar nos devolverá la brisa cautiva de la noche. Los jóvenes apagarán sus ansias como puedan.
La noche está pensada para ciertas cosas. La razón se queda en casa. Salimos vestidos de instintos. Esta noche de fogatas vale la improvisación. Según vengan las cosas. Yo me acostaré sin ti. Pero te pensaré hasta el alba. Salud.   

jueves, 9 de junio de 2016

La esquina

Héroe tardío porque se lo debía a la vida. Viniste a mi para secarme las lágrimas. Pero yo no tenía lágrimas y tu no tenías pañuelo. Así fue como empezó todo.
La historia te engulle o te perpetua. No siempre depende de nosotros. Son cosas que pasan al margen o a pesar de todo. La imaginación de la nada y de la ausencia sólo se filtra a través de la oscuridad y las penumbras. Y aparece el vértigo. De tanto oler el humo lo seguí y me condujo a las cenizas. Porque sólo había cenizas.
Intenta el poeta neutralizar la muerte consumiendo lo eterno. Pero naufraga. Con la certeza del color blanco descubrí el color negro. Ahora he conseguido convivir con todos los colores.
Después del centro de la vida hay más vida. La siguiente. Pero es tardía y tiene que vivirse de otra manera. Yo he aprendido. Más tranquila y sosegada. Donde no basta una gota para colmar un vaso. Donde no basta una tormenta para buscar refugio. Donde en un minuto puedes tener varias sonrisas.
No quiero ocupar la mente y el alma pensando en el vacío. Que luego no me basta el tiempo para ver los sembrados y disfrutar de la sombra de las encinas y las higueras. Dicen que la niebla enlentece los pasos. Que más da cuando no tienes prisa. Cuando el mar llega a mis pies me intimida. Es demasiado grande.
He leído libros. Pero no todos los libros. Camino por las calles, pero no piso todos los adoquines. He vivido días, pero no todos sus minutos. Ahora no valen lloriqueos de plañidera. No me preocupa que los perros ladren a mi paso mientras no me falte el aire.
Oigo música. Quizá es el viento. O el eco de algo pasado. Me he propuesto empezar a vivir lo que me queda pendiente. Y mañana haré lo mismo. Y así cada día. No tengo porqué regalar nada.
Ese oficio de escribir lo aparente. Como dos vidas paralelas. La real y la de la pluma y papel. Sobre las líneas y entre líneas. Con notas al margen. Mientras mi mirada perdida se concentra en todo lo que me rodea. Y la imaginación que no para. Mientras siga teniendo deseos.
Ese día que perdí las llaves y un gracioso me dijo que estaban en el fondo del mar. Quité la cerradura y mi casa permanece siempre abierta. El viento es el más atrevido. No pide permiso. Levanta las  cortinas y los visillos y pasa.
El tiempo es invisible de noche. Por eso están las farolas y la luna. A veces le sigo el rastro. A veces la vida viene en sentido contrario. He visto el sol del verano al final de la primavera. No sé si es bueno. Pero es así. Necesito que otros ojos estén pendientes de los míos.
Sólo perdura lo que tiene un porvenir. Ahora la humedad se ha pegado a mi. Igual que mi sombra. Las aventuras duran poco. A veces duran toda una vida. Todo eso que acabas de leer es verdad porque lo sé de buena tinta. Todas las guerras son miserables. Igual que el que las manda.
Hay momentos en que cuesta mucho defender tus recuerdos frente a la desmemoria. Enfundado en mi cuerpo provisional. A solas conmigo. He escuchado ese sonido erótico de una cremallera cuando se abre. Salud.

miércoles, 1 de junio de 2016

Turaida II

Turaida le comunicó al general que la pretendía que su corazón ya estaba comprometido. Esto desató las iras del militar. Un día el general le hizo llegar una nota a Turaida mientras se hacía pasar por el joven aprendiz de jardinero citándola en una pequeña casa de madera de un bosque cercano a palacio.
Una trampa de la que la princesa no se percató. El general se vistió de jardinero para pasar inadvertido. De lo contrario la petición de la cita hubiera sido rechazada. Cuando Turaida llegó advirtió el engaño. Era tarde. Antes de ser deshonrada se quitó la vida.
Las historias que no gustan son convertidas en leyendas por el mismo pueblo lo que hizo posible que un amigo del joven jardinero fuera testigo de todo lo que allí pasó alertado por los gritos que el eco esparcía por el bosque. Fue el propio general el que procuró que todos supieran del caso y de que el autor de tan horrible crimen había sido el discreto pretendiente y aprendiz de jardinero.
Inmediatamente fue apresado y juzgado. Murió inútilmente cuando una afilada hacha le separó la cabeza del resto del cuerpo y su cabeza estuvo expuesta como advertencia en la entrada de la fortaleza.
La mente puede esclavizarte y el general quedó atrapado por los remordimientos y dejó el ejército. Entró de obispo después de pagar una buena suma de dinero a la iglesia. Dice Vladimir que es lo que hacía en aquellos tiempos y quizá también en estos aunque no lo puede afirmar pero lo puede imaginar.
Pasó a vivir de forma holgada y con servidumbre en un pequeño palacete para obispos anexo al castillo y destinado a esos menesteres de confesar y decir misa. De vez en cuando daba consuelo al rey que murió al poco tiempo de la enfermedad de la pena. El obispo empezó a pasar demasiadas noches en vela atrapado en sus recuerdos. Formaba parte de un tribunal eclesiástico y sus decisiones valían la vida o la muerte.
Ya he dicho que cuando la historia no es buena lleva aparejada una leyenda. Bendita leyenda. Vladimir la conoce bien y nos la hizo saber.
El amigo del joven aprendiz de jardinero ejecutado siguió todos los pasos del general convertido en obispo. Le siguió día y noche. Memorizó todos sus pasos. Cuando, cómo, porqué y con quién hacía todo. Conocía bien el castillo, el palacete de los obispos y el bosque. Un día el obispo se ausentó de su casa para unos trabajos que requerían su presencia. El amigo que había presenciado todo le siguió.
Se apostó en el bosque casi al anochecer. Una luz tenue debido a los grandes árboles y una niebla que iba a más. Iba disfrazado con los vestidos de Turaida. El obispo iba rápido sobre su montura cuando la luz de un rayo lo iluminó de forma fugaz. El obispo se percató de ello y se alteró de tal forma que perdió el control de su caballo y cayeron muriendo aplastado. 
Por la noche, en la cena, un amigo de Vladimir me dijo en voz baja que conocía la verdadera historia y que era de otra manera. Le dije que no me la contara porque no quería saberla pero después de la tercera cerveza la contó. Desde aquellos tiempos incuantificables el pueblo rinde, una vez al año, un sentido homenaje a Turaida. La que estaba llamada a ser reina. El bosque lleva su nombre y han sembrado un robusto y hermoso árbol en su memoria.
He dado esta historia o su leyenda por buena. No quise saber más y no contaré más. Me ha parecido de un romanticismo que ya no se lleva. Algo poético para recordar y contar. La literatura se nutre también de la imaginación. Salud.

jueves, 5 de mayo de 2016

Turaida 1

Había una vez una niña que el tiempo convirtió en una bella joven y que, como en tantos cuentos o leyendas, terminó sus días de una forma trágica.
Empezaré con una aproximación a Umbral cuando dice que ha revisado su vida y ha descubierto que ya es mucha aunque las pruebas médicas dicen que está bien y el médico así lo ha firmado. 
A mi me pasa lo mismo y como quiera que esto es así intento aprovechar el tiempo al máximo. Casi hasta la esclavitud. Mientras el tiempo sea mi aliado y me favorezca quiero aprender y conocer mundo y culturas.
Antes de la dichosa pandemia en la cual estamos inmersos estuve por unos lugares fríos próximos al norte de Europa. Para contar una leyenda o una historia no importa tanto el lugar dónde ocurrió sino lo que realmente dice la gente qué pasó o que supuestamente pasó. 
Vladimir es un lugareño atento y vestido de negro con una gorra incluida. Mano temblorosa y voz potente de fumador de toda la vida. Buena memoria que suele ser imprescindible para esos menesteres de guiar a los turistas. Niveles de cerveza en sangre adecuados para la ocasión.
Dice Vladimir que en uno de esos lugares al norte de Europa había dos pueblos con sus respectivos reyes, señores con sus feudos y vasallos y el pueblo. Rivalidad típica de la época y un  ejército y un pueblo deprimido por todo tipo de carencias típicas de la edad media. Opulencias y carencias. Hambre y enfermedades. 
Un día parece ser que hubo un mal entendido. Y decidieron invadirse mutuamente para aclararlo todo y cambiar el curso de la historia a través de las armas y la sangre ajena. Reunieron a sus generales y a su ejército. Prepararon la tropa. Entrenaron a los jóvenes para la lucha pero no para la muerte. Y consultaron a sus dioses para ser bendecidos.
Buscaron un lugar adecuado para hacer una guerra como dios manda y decidieron los días más propicios. Los dos se sabían vencedores pero ninguno fue a pensar que el que gana también pierde mucho.
Fue un día cualquiera como cualquier otro día, dice Vladimir, que decidieron dar voz a las armas. Día gris con viento y nieve que habitualmente suele darse por esos lugares del norte de Europa. La guerra sólo duró unos meses porque no había hombres para más tiempo. Entre batallas y descansos retiraron los muertos y los heridos. Prendieron fuego a las casas y a los sembrados. Hubo pánico entre el pueblo sufridor y perdedor y el pueblo sufridor y superviviente.
Al final, como siempre, el ganador quedó totalmente diezmado y sometió a los pocos que quedaban del otro pueblo. Una mañana el rey vencedor se paseaba por entre cadáveres y heridos que gritaban su dolor y lloraban su pena entre la niebla impregnada de humo y olor a sangre seca. Se escuchó el llanto incesante de una niña que seguía cogida con los brazos de su madre muerta. La cogió como pudo y se la llevó a su castillo. No tenía descendencia y adoptó a la niña como a su hija legítima.
Fue educada como se merecía una princesa. Creció y se convirtió en una bella joven. Admirada por todos y pretendida por muchos. Ella entregó su corazón a un joven aprendiz de jardinero de palacio. Los dos llevaron esa relación con gran secreto. La joven princesa rescatada de los brazos de su madre muerta en la plaza de un pueblo en llamas fue bautizada con el nombre de Turaida.
Un influyente general la pretendía para convertirla en su esposa. Solicitó la aprobación de un rey muy mayor, enfermo y en decadencia que dio su consentimiento. Salud.

lunes, 14 de marzo de 2016

Las rimas

Dice un estudio que cada vez pensamos menos. Que por eso hemos ido adquiriendo cualidades inútiles. Una obsesiva búsqueda de lo superfluo. Desechamos lo importante por desconocimiento. Queremos lo fácil y rápido. La supervivencia del pensamiento.
Soy poeta. Le dedico tiempo a la poesía. Y a la filosofía. Necesito saber la verdad. Aunque no rime. Sobretodo si es importante y me permite pensar. Necesito saber si es útil lo que hago. Quizá la culpa sea de las rimas. Ahora mismo no sé si una proeza poética merece un reconocimiento o es preferible huir de los aplausos.
Seguramente tengo cualidades inútiles por culpa de pensar menos. Como plantar alfalfa en vez de rosales. Como los arqueólogos que estudian ruinas. Para saber cosas que a la mayoría no nos interesan. Que la vida anda unos caminos al margen de los pensamientos y de la sabiduría útil.
Ya no sé si quiero tener un jarrón para mirar o para usar. Es evidente que no basta que una cosa sea bella. Tiene que ser útil, además. Aunque sea para decorar.
Dice el estudio que pensamos menos. Yo creo que pensamos lo suficiente. Pensar más de lo necesario podría ser absurdo. Estaba pensando que cada uno podría pensar una cosa distinta. Siempre sería más provechoso que todos pensemos lo mismo. O quizá no. Lo dejo para los que hacen estudios de esos. Cuando la filosofía se pone pesada pasa eso. Piensas. La mirada inútil de la memoria sólo ve olvido.
Le das vueltas a las cosas y luego no sabes salir. Por eso lo escribo. Soy un liante. Me quieren liar.
Si miro el mar con detenimiento puede llegar a ser monótono aunque el aire que respiro sea el mejor. El aire de la montaña es excelente para el cuerpo pero sólo ves árboles y matorrales. Sería bueno poder combinar todo lo útil y dejar el resto. En este caso la poesía tendría que tener rima y leerla en un entorno idílico. En silencio o con música de Mari Trini.
El ser humano hace cosas inútiles que le reconfortan. Los sabios lo han dicho y hecho. Como aquello de plantar un árbol aunque te vayas a morir al día siguiente. O aprenderte el Quijote de memoria aún siendo mudo y nunca podrás recitarlo. No sé si pensar más es bueno para la humanidad. Tal cual están las cosas. O las cosas están tal cual por pensar menos.
Puede ser que la poesía sea inútil. Pero soy poeta. Y la seguiré leyendo y escribiendo. Aunque no tenga rima. Eso estoy pensando un día discreto y fluido. Con un comportamiento habitual. La cuestión es que el corazón tiene que latir. Y la sangre tiene que fluir. Y el aire tiene que oxigenarme. Los sentimientos tienen que aflorar a cualquier acontecido.
Después de haber leído que de cada vez pensamos menos la vida me parece distinta. Porque los ignorantes desconocen la ética y la moral. Viven al margen. No se enteran ni ellos ni los demás. Y después de eso que venga alguien y me diga que cada vez pensamos menos. Es que cuando escuchas a Mari Trini no puedes pensar. Salud.

viernes, 11 de marzo de 2016

Impertinencias

La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no hay trincheras donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego. No es por el frío. Este invierno está domesticado y ha venido cálido. Ni siquiera el mar, a estas horas, lleva olas. También está manso y domesticado. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que hacemos historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo junto. Leo que el poeta ha desnudado su alma. Es un fraude. Solamente escribe poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que borra las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella. Los acontecimientos también. A veces las cicatrices tardan en desaparecer.
El gorrión de todos los días ha venido a comer las migas que le dejo en el suelo. Picotea un rato y luego se va. Yo le observo detrás de la cristalera. El gorrión carece de pasado. Sólo vive el momento sin más impertinencias.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. Los cálculos para los que no son de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada. Salud.

jueves, 3 de marzo de 2016

Curiosidad

Dice el poeta que la elegancia de la vida radica en su color. El que cada uno le quiera dar. En llevar sombrero y en llevarlo bien puesto. En llevar bufanda, abrigo, botas, faldas o pantalones. Pero en llevarlos bien puestos y de forma elegante. Que cuando el fuego empieza a ser impertinente es cuestión de ahogarlo en agua. A ser posible de mar que es salada.
Hasta que el pulso del solemne destino al que estamos sometidos vuelva a coger el ritmo adecuado. Que cada uno tiene el que tiene.
Las tormentas siempre han sido ruidosas y curiosas. Mandan rayos a la tierra para saber cómo son las mañanas, las tardes y las noches. Cómo son las personas y lo que hacen. Sobre todo, las tormentas, quieren información del mar. Que el molino sólo gira cuando sopla el viento. Y el perro mueve la cola cuando le acaricias el hocico.
La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no tengo donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego y no es por el frío ya que este invierno parece domesticado y ha venido cálido. Incluso el mar se presenta manso y casi no lleva olas. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que por tanto estamos obligados a hacer historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo esto. Leo que el poeta ha desnudado su alma mientras escribía poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que elimina las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella y los acontecimientos también. Por eso las cicatrices tardan en desaparecer.
Los gorriones de todos los días han venido a comer las migas que les dejo en el suelo. Picotean un rato y luego se van. Yo les observo detrás de la cristalera. Los gorriones carece de pasado. Sólo vive el momento, sin más.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. No sé hacer cálculos porque soy de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen gracias al viento.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada. 
Mientras tanto los niños juegan en la calle. Hay algarabía pero los enfados  duran el tiempo que dura volver a poner la pelota a rodar. Por cierto que esta mañana he vuelto al lugar protegido. Ese lugar semi escondido entre barcas y alcobas y donde nos dijimos cosas bonitas por primera vez.
He visto tus sueños. Tan de tu estilo. De navegar hasta el horizonte por la simple curiosidad de ver lo que hay detrás. Las tormentas, en su curiosidad, también quieren saberlo. Pero ellas lo tienen más fácil. Hay cosas que desaparecen sin saber cómo. Incluso los recuerdos. Cuando eso ocurre no nos queda otra que aullar en la noche para mostrar nuestra tristeza y enfado. Llenamos los ojos y las mejillas de lágrimas mientras buscamos otro recuerdo parecido.                                   
El hielo necesita frio para mantenerse. Nosotros necesitamos minutos para vivir. Sabernos orientar en la bruma. Aguantar chaparrones y sirimiris. Es fácil tambalearse si no tienes buen equilibrio. Pero cuando falta el frio la nieve se derrite y el agua corre a refugiarse al mar igual que hacen las lágrimas.                                                                    Yo he vuelto al lugar protegido. He dormido plácidamente en tu recuerdo. Mientras el tiempo pasaba con parsimonia. Al despertar he sentido tristeza por lo que no fue y debió ser. Como cuando las personas se pierden en la niebla o se comportan como extraños. Con una razón que no razona y una voluntad que no responde.
La decepción del niño cuando descubre que dentro del agua no se puede respirar y casi se ahoga. Estremecedor abismo interior. Ese que se vive cuando acabas un libro y el final no es el que te habías imaginado. No es el que esperabas. Y te molestas con el autor. 
Ahora mi pluma tantea el papel mientras se mueven las ideas. La imaginación se hace atractiva e insoportable y la tormenta me acompaña y me marca el ritmo con su curiosidad. 
Dice el poeta que cuando la muerte no se soporta abre las tumbas y sale para escaparse. Porque la muerte no sabe lo que pasa fuera mientras está enterrada. En verano no habrá heladas y los pájaros seguirán durmiendo en las montañas
He cogido un vaso de agua medio lleno y he apagado la luz en busca del silencio y del sueño. Como cada día. Salud.