martes, 24 de noviembre de 2015

Despertar

Por un momento he percibido una extraña sensación de bienestar. De felicidad. Simplemente amanece. Antes he soportado la angustia de pensar que el amanecer se retrasaba. La infelicidad suele llegar a lo largo del día. En todo caso hay tiempo.
Dice uno que escribe denso y bien que cuando uno muere cierra los ojos. Parece que no interesa observar el momento de morirse. Parece normal. Tienes que concentrarte con lo del túnel y la luz y esas cosas que dicen que pasan. No es cuestión de poner aditivos cuando no sirven de nada.
Es curioso que quienes dicen lo que he dicho en el párrafo anterior todavía no se han muerto. Eso significa que improvisan. Un hablar por hablar. Meterte miedo o esperanza. Si es que en esos momentos hay miedo o esperanza.
Por cierto que me ha llamo un amigo. Me pregunta que quién soy. ¿Es que no sabes a quién llamas? Le digo. Me dice que como tengo una voz de presentador de programas de radio había pensado que se había equivocado al marcar. Lo he catalogado como un cumplido y una posible alternativa laboral. Tal cual están las cosas nunca se sabe.
Se pregunta Masoliver si en el cielo se habla o sólo se piensa. Dará por seguro que le va a tocar cielo. A mi me da lo mismo lo que me toque. En el paraíso ya estoy. El infierno lo contemplo casi todos los días. Yo lo único que quiero es poder pensar con serenidad en un lugar tranquilo. Donde sea que eso esté.
Tengo incertidumbres y pocas confianzas en esas personas que hablan de esos temas tan a la ligera. Me consta que nunca han estado en esos sitios. Y si alguien ha estado no ha tenido narices de volver para contar algo. Por poco que sea.
Y estaba pensando que si no hay noches tampoco debe de haber sueños. Si tampoco hay días no habrá amaneceres ni puestas de sol. Sólo de pensar esas cosas ya me estoy cargando de buena mañana. Igual ni siquiera hay mar. Vamos a otra cosa.
Si eso de la vida es un trámite o una cosa de pasada tendríamos que saber lo que nos espera después. Que nuestro comportamiento sería uno u otro según quisiéramos estar luego. Sin engaños ni sobresaltos. Sin malentendidos. Que todos sabemos que no nos podemos llevar nada.
Después de un rato que ha durado el alba ha salido el sol. He visto el sol y las dudas se han disipado. O más o menos.  Un sol muy débil. Enfermo de otoño. Con un poco de viento del norte que hace refrescar. Y los días así y con estos pensamientos uno pilla nostalgia.
Ahora en el coche estoy en un atasco. No suele ser normal en la Isla. Son los operarios del ayuntamiento que colocan adornos de Navidad en la calle. La nostalgia se cronifica. Ahora cuando llegue a la tertulia en el bar de Pepe tendré que disimular mi estado de ánimo. Vaya despertar que llevo hoy.
Pero Pepe nos pondrá a Mari Trini y no nos pondremos nerviosos. Será un desayuno como otros. Voy terminando porque algunos de vosotros no me leéis porque escribo largo. Lo sé. Un tertuliano ha dicho que está preparando un viaje al fin del mundo. No sé que ha querido decir. Estaré preocupado todo el día. Salud.


martes, 17 de noviembre de 2015

A escondidas

Hoy toca hablar de Andreu. Se llama igual que mi vecino. El maestro de escuela jubilado que se pasa el día pintando el tiempo. Ya he hablado de él en otras ocasiones. El Andreu que hoy presento también está jubilado. De pescar. Pero sigue diciendo que es pescador.
Su barca está amarrada en puerto. No puede con los aparejos porque la edad le ha deformado las manos. Y el tiempo también. Tiene nostalgia. Ser amigo del mar tiene ese inconveniente. Mucha añoranza. Por las noches antes de acostarse se pasea por el muelle. A veces lo hace antes de amanecer. Porque el mar es más grande que la tierra.
Cuando caen cuatro gotas lo mira desde el porche. Una casita casi al borde del acantilado. En la Isla siempre caen cuatro gotas. O diluvia para inundar. Estos días toma café con nosotros y cuenta historias. Las nubes vuelan bajo. Las mira y sabe el tiempo que hará. No ha perdido el olfato marinero.
La vida se le va sin que lo note. Le abandona como a todos. Casi a escondidas. Él se refugia en el mar porque está para siempre. Es como los gallos que no sueñan porque están pendientes del amanecer. Que los dioses que habitan el mediterráneo tienen el sueño profundo. El mar, por cierto, llega a todas partes.
El dato histórico de sus años no le quitan sabor a la vida. Porque todas las mañanas amanece. Tiene su vida íntima y la otra. La de compartir con los demás. Dice que su horizonte sigue estando lejos. Cada mañana coge aliento y vive.
Es el cuarto y último hermano. Nació fácil, pues. Cuando su madre rompió aguas dijo aquello de "tranquilos que hay tiempo". Nació en el pasillo que lleva al paritorio y cayó al suelo. Todavía se acuerda de esa caída que le cambió su vida. No sirvió para estudiar y tuvo que ser marinero y pescador.
Ha fotografiado su vida con los ojos. Ahora los mantiene medio cerrados. Tanta luz le molesta a estas alturas. Descendiente del mar y heredero de su magia. En las tormentas y en la calma.
Todos los pueblos necesitan tener un héroe. Nosotros que vivimos en un pueblo costero tenemos a Andreu. Hace unos años que está raro. Por lo del nacer precipitado y de malos modos que tuvo. Dicen.
La cuestión es que le diagnosticaron una ideación delirante de tipo místico religioso cronificada y con repercusión emocional.  Las adherencias al tratamiento han sido irregulares por lo que ha precisado de reajustes constantes en su medicación.
No hace mucho, desde su jubilación, tuvo un ingreso urgente después de que tuvieran que desalojarlo de la iglesia parroquial. A la hora de cerrar no quiso salir y se enfrentó al párroco. Mantenía una conversación con Dios y no quería ser interrumpido. No lo entendió así el cura.
Ahora toma una medicación excesiva que no le dejan pensar. Mira el mar y balbucea cosas. Que sin ser yo un santo soy su amigo ateo y conversamos lo que podemos. Si queréis saber algo más del mar se lo preguntáis. Porque estamos en otoño y el mar está cambiando. Salud.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Formentor IV

Dice uno de los contertulios que "las apariencias sí son lo que parecen". Si uno parece que es imbécil es que lo es. O cualquier otra cosa que parezca.
El mal o la maldad en la literatura se remonta a los principios de la escritura. O antes si consideramos escritura a ciertos dibujos y otras cosas. Lo importante es que el malo termine mal. Si no es así el autor tendrá que convencernos de las bondades de la maldad. Todos coinciden en que es bueno exagerar lo malo.
En esto estábamos cuando empezó el otoño en Formentor. Se notó porque no hacía viento ni frío. Un solecito de sentarse en los porches a contertuliar y a consumir el tiempo con un café. Yo diría que el plato fuerte se dejó para el último día. Como suele ser una costumbre.
En la antigüedad alguien dejó para el final el mejor vino. Cuando ya todos iban empapados. Los católicos me habréis entendido a la primera. Los demás procurad hacer un esfuerzo, por favor. Las maldades en la literatura son obra del autor, del actor o de los lectores. O varios al mismo tiempo.
Hay una maldad que sobrevuela Formentor. No tiene nada que ver con la literatura. Las moscas sobrevuelan los espacios y nos llegan a poner de los nervios. Nos inducen a hacer cosas malas. Descubro para mi asombro que soy capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo. Escuchar, pensar, escribir, sujetar la libreta y espantar moscas. Según criterios científicos alguna de esas cosas no la hice bien.
La maldad es algo exclusivo del demonio que encarna el mal. Por tanto cualquier actor malo es el mismo demonio. O quizá Satán sea el escritor. Ahí queda eso. Incluso se comenta que podamos ser los lectores los malos. Los que vemos maldades en los actores de forma equivocada. Pues no lo se.
Uno defiende que el infierno está en el fondo de las profundidades. Bajo tierra y con un fuego abrasador. Además no se puede salir nunca de él. Otro entiende que el infierno y sus maldades están en la tierra. Entre nosotros. Que es algo reversible pero hay que luchar por ello. De esa manera se va forjando la literatura más mala del mundo.
Carme Riera habla de Manuel Machado. El que defiende que se puede morir por unas ideas pero que no se puede matar por ellas. La maldad está en los lectores que dan por malo lo que escribe Machado por ser lo que fue en los tiempos que vivió. O sea que se puede ser bueno o malo según le gustes al régimen de turno.
La maldad, en la literatura, también puede venir de la naturaleza. Enfermedades de los actores. Catástrofes naturales y esas cosas. Habrá que saber a quién le damos la culpa. Incluso ante esos extremos algunos lectores podrían dar lo malo por bueno. Salud.

 

sábado, 10 de octubre de 2015

Formentor III

Hoy toca profundizar en planos filosóficos y metafísicos. Resulta que estamos en la cultura de lo desconocido y del desconocimiento. Y en la sabiduría de la casi nada. Es extraño. Al final del café de la mañana he llegado a la conclusión de que el sol sale para los lagartos y los guiris. Los isleños consumimos sombra y aire fresco que despeja mas.
Me llama la atención cómo huele la naturaleza de fuera. Mar. Aire. Pinar. Montaña. Luz y colorido pintado acertadamente. En el salón Orfeo huele a perfume multimarcas que la gente se ha puesto para la ocasión. Dicen que la atracción de juventud es pura química hormonal. En la edad adulta es otra cosa. Son muchas cosas.
Pasamos de algo primitivo y casi instintivo a otra cosa madurada. Los personajes literarios también pasan por esas etapas. Y aparece la maldad. Otra vez. Va de esto.
Dijo Umberto Eco. "Desengáñate. El lector sólo entiende un veinticinco por ciento de lo que escribas". Los neurólogos han demostrado que tenemos problemas para interpretar lo que leemos o se nos dice. Tenemos un sistema cognitivo sin actualizar. Nos cuesta reproducir lo que leemos.
Asumimos que los lectores mienten cuando dicen lo que leen y cuanto leen. El panorama es desolador para los escritores. Habrá que escribir poco y bien. Sencillo y ameno. Leo el ciego en la ventana de Masoliver y es denso. Cada frase es un pensar largamente. Prescinde de aditivos. Importa lo breve y bien cargado. Como un café y un brandy. Sus personajes mas que ser malos tienen un punto de amargura y mala leche.
Personajes malos y muy malos. Crueles a veces. Y si son importantes mejor. Ya no nos sirve un personaje literario malo y mediocre. Casi nos convencen de que no compramos libros para leer. A veces quizá sea mejor releer. La importancia no estará tanto en entender sino en la capacidad de imaginar.
Escribir para estimular nuestra mente y nuestra imaginación. Entonces cada libro serán tantas historias como lectores tenga. Si las instituciones no cubren las necesidades básicas del pueblo entonces habrá malos. Y los escritores escribirán de ellos. Los malos de la sociedad y con los cuales convivimos son los personajes de los libros.
El escritor incorpora personajes reales a sus libros de ficción. Malos de verdad. Pero el lector lo podrá hacer más malo todavía o empatizar con él. Según nos convenga o entendamos. En literatura ser malo puede ser tan bueno como ser bueno. O viceversa. Hay maldades que un lector puede justificar.
A todo esto se ha hecho hora de almorzar. Me acerco al puerto de Pollensa. Junto al mar. Sobre la arena. Un chiringuito de esos que te permiten ir descalzo. Buen provecho. Salud.



 

sábado, 3 de octubre de 2015

Formentor II

Quienes conocieron a Ricardo Piglia hablan de él. Todo son alabanzas. Como si ya estuviera muerto y necesitara un homenaje. Pero sólo está ausente. Con algún problema de salud que no afecta a su inteligencia.
El autor escribe. El editor edita. El librero vende y el lector lee. Entre todos está el agente literario que gestiona la obra del escritor y parte de su agenda. El de Piglia está y habla. Esto toca en las Converses Literàries a Formentor. Paro antes de llegar paro el coche y miro el mar bien de mañana. Y el cielo medio tapado. Las olas siempre llegan a la orilla.
El mar también trae susurros que a ver si serán verdad. Algunas higueras, entre pinos y matorrales, van perdiendo las hojas porque ya dije que estábamos en otoño. Ahora tocan castañas. Piglia no quiere escribir según le dicte su editor. Escribe según le vengan las ganas y la necesidad. Ahora, medio impedido, tiene más tiempo. Y corregir.
Dicen que está informado de todo. Le mandarán el premio y un resumen de lo acontecido. Le dirán que el aire venía del mediterráneo y era de fiar. Hemos gestionado bien el tiempo porque no nos ha faltado. Hoy he dejado el cansancio en casa. Sólo me lo pongo para dormir.
He llegado con la radio de la música. No pongo la de las noticias porque es complicado de llegar a Formentor tan de buena mañana. Un madrugón porque hay gente que necesita la carretera para montar en bicicleta. No sé para qué puñetas hicimos el Palma Arena con mangoneo incluido.
El salón Orfeo está lleno y callado. Escuchamos la maldad en la literatura. Hay malos para todos los gustos. Autores con maldad y protagonistas de libros que hacen el mal. Con tanta maldad literaria el aire queda viciado de letras. Hasta que llega la oscuridad del anochecer. Esas Converses son una especie de monstruo de muchas cabezas. Perfidia. Espanto. Crueldad. Infamia. Desprecio. Las maldades son muchas.
El poeta insiste en que en un mes las tumbas lucirán flores y el cementerio será camposanto por unos días. El anochecer es pura sabiduría porque tiene experiencia del día. El amanecer, en cambio, es un estrenarse constante. El día ha pasado rápido o ha sido breve. No sabría matizar. Ficción y realidad académica. Poca naturalidad o improvisación.
Realidades extravagantes sobre autores y actores. Que la maldad parece no tener límites. No se puede hablar de sueños. Son para los que duermen o escriben cosas románticas. Que bien suena el órgano del pueblo. Lo sé porque se oye desde fuera.  
Protagonistas locos, extravagantes y estrafalarios. Como algún autor que se cita. Perdidos de la vida. Sin sentimentalismos que no hay que influir al lector. Uno no deja claro si empezó a escribir para hacerse escritor o se hizo escritor y empezó a escribir. Pero es igual para el caso.
En Formentor todos estamos bajo sospecha porque todos parecemos malos. No se habla de otra cosa esos días. Queda claro que no se escribe sobre lo que ocurre sino sobre la memoria y los recuerdos de lo que ha pasado. Finalizamos con un cóctel infinito de exquisiteces y en compañía de la gente de letras que en el fondo es buena gente. Salud.


 
 

jueves, 1 de octubre de 2015

Formentor I

El mes pasado estuve en las Converses Literàries a Formentor. Escuché a los que tenían cosas que decir. Me relajó la proximidad del mar. Y escribí en torno a un café. El aire transitaba tranquilo en cualesquiera de los lugares del Barceló Formentor. Sus jardines y sus porches. Su escalinata y su Orfeo.
Esta podría ser la crónica de las Converses. Pero en todo caso no es la oficial ni es la autorizada. Es la mía. Es literatura de bloguero donde tienen cabida todos. Desde los clásicos hasta los más contemporáneos. Narrativa, poesía, ensayo, artículos de opinión, anécdotas y palabras rebuscadas. Importa el contenido como una historia paralela.
Nos quedó claro desde el primer día que hay más escritores que lectores. Eso parece. Se edita demasiado si nos comparamos con otros países de nuestro entorno. No se puede cambiar todo un escaparate cada dos semanas. El que escribe piensa que lo hace bien y debe ser leído. El que edita piensa en lo que la gente busca y en que sea beneficioso. Siempre la dificultad de encontrar la armonía.
Seguramente hay gente que miente cuando dice que lee mucho. O bastante. Que lee lo suficiente. En todo caso, si esto es cierto, los ciento diez mil nuevos títulos que se publican cada año son demasiados.
No podemos obviar el dato siguiente. Además de los libros hay revistas culturales semanales, quincenales, y mensuales que aportan artículos buenos. Algunos escritores y otra gente interesada en este mundo literario prefiere la revista.
Yo me apunto a eso. Un buen relato corto o un artículo de opinión. Quizá un ensayo breve. Algunas de esas cosas que se leen bien y dan mucho más qué pensar que un libro. A veces. Son cómodos de imprimir y contienen diversidad. Son accesibles a un gran público. Pocos gastos de producción y de distribución.
Creo que ha llegado la hora del blog. Escritos con inteligencia. Con letra entretenida y que no necesita diccionario. Que trasmite como un sirimiri y penetra profundo. Es un café que saboreas con calma y te deja con ganas de más. Siempre hay riesgos. Con la crisis hay más. Esto justifica mi exposición que vendría a ser la opinión de todos los implicados en el mundo de la literatura.
Si todo lo dicho resulta caro nos quedan las bibliotecas, las salas de espera, las cafeterías y lo último inventado que son las librerías donde tomas algo, contertulias y puedes leer cada vez que acudes porque una parte de los libros están al alcance como si de una biblioteca se tratara.
La educación desde una edad temprana a la cultura de la lectura. Los clásicos desde un profesorado selecto que no permita que se aborrezca la lectura. Y unos impuestos altos a esos libros basura que están escritos por los mismos que hacen la tele basura y demás tonteces de la vida.
A todo esto se hizo de noche y se entregó el premio Formentor a Ricardo Piglia. Mientras la brisa marina impregnaba el ambiente y entraba, sin darnos cuenta, el otoño. Sin lluvia, sin viento, sin frío. Luego compartimos la noche hasta las tantas. En buena compañía. Salud.

  

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Bochorno

Yo vivía y me crucé con la literatura. Los tebeos y las vidas ejemplares. El capitán trueno y Astérix. También Mafalda. Luego las fantasías de Julio Verne y otros. Por fin la literatura de la escuela. Homero, Cervantes, Bécquer y los clásicos obligados del régimen. Ahora los míos. Los que mi voluntad elige sin más.
Atrapado en las aventuras y desventuras de cada libro y sus estilos. La vida y sus formas de vivirla. Emociones en estado salvaje y sentimientos domésticos. La historia o la biografía de la vida. Las formas de unos y otros.
Contar la vida vivida, imaginada o escuchada. Pero con elegancia. Que siempre hay alguien que lee. Mi amigo Julio, por ejemplo. Ha cumplido años y el estado le ha regalado tiempo remunerado. Gestiona todos los minutos de cada día sin tener que dar explicaciones. Hasta que la muerte los separe como dicen. Que esto ocurre.
Cada mañana se repone del silencio de la noche. Se levanta con la oscuridad del nuevo día. Madruga, para entendernos. Se ha unido a las tertulias del café con leche en al bar de Pepe y los otros jubilados. Del amanecer junto al mar mientras el resto del pueblo duerme.
El momento gratificante de las primeras olas que llegan. Vete a saber de dónde. De mar adentro o de la otra orilla. Se quedan un rato por la playa y luego aparecen por el acantilado. Se rompen en espuma y esparcen el eco. Para que todo el mundo lo sepa.
Yo espero y Julio también. Que al otro lado está la impaciencia. Y ya no le consiento a nadie que me quite la calma a ninguna hora del día. A veces no es obediencia. Es convencimiento. Que para ver el día hay que atravesar la penumbra sin miedo. A mediodía el sol que las encinas dejan pasar es agobiante y genera bochorno.
Las rugosidades de la voz aparecen con la edad. Pero se llevan sin complejos igual que las desmemorias y todo eso. Por muchos años que pasen siempre queda algo del cordón umbilical. Que hay puentes que duran toda una vida. Ahora mismo he cruzado uno que está seco. Pero vendrán más lluvias y me quedaré quieto mientras veo pasar el agua. Porque el agua tiene prisa para llegar al mar. En cambio hay zonas en las que el agua se estanca.
Estoy corriendo el riesgo de llevar una vida normal y justificada. La vida no supone un peligro porque no tiene secretos. Como tampoco lo tienen los libros abiertos. Y la agonía de la letra justo antes de que la lleve el olvido. La vida normal no hay que justificarla. La otra tampoco.
Que por cierto. El otro día le repliqué un tuit a Don Arturo. El que fuera condenado por la Audiencia Provincial de Madrid por plagio. El que se despacha a gusto con majaderías. Pues resulta que el que incuba en el asiento te mayúscula me ha bloqueado. Pues nada. Como decía antes, bochorno.
Salud. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Ahora mismo

El aire también nos acompañó toda la tarde. Hasta que en el paraíso terrenal se hizo de noche. En la mochila llevábamos literatura y agua. Un viaje literario decía Paolo. Total era subir el acantilado para ver la puesta de sol.
Cada día igual. Mil fotos habré hecho y ninguna igual. Ni el color, ni la forma, ni el aroma. Detrás del horizonte del mar o detrás del horizonte de la montaña o el campo. Dice Paolo que el sol cuando se pone se queda en su purgatorio hasta que se hace de noche. Ves la luz pero el sol ya no está.
Y quiero concentrarme y escribir. Las anécdotas se convierten en historia, leyendas o relatos breves. Pero no me puedo concentrar. Tengo en la mesa de al lado a un capullo con un móvil que llama y llama. No para. Compulsivamente marca y pregunta "qué hase"? Dice "ajá" y cuelga. Luego llama a otro y a otro. Quizá otro día esté libre de capullos ociosos.
Paolo me espera al comienzo del camino. Es tortuoso y empinado. Pero el viento corre y refresca. Subimos a la sombra de las encinas y de algún pino desubicado. Paramos en un recodo para mirar el mediterráneo y beber un poco de agua fresca. El silencio estremece.
Le queda poco al sol para ponerse. El mismo tiempo que tenemos nosotros para llegar arriba del acantilado y sentarnos para verlo. Otra gente hace lo mismo. Seres humanos sensibles que venimos a deleitarnos. A que se nos ponga la piel de gallina. Ese momento supera al amanecer. Paolo piensa igual. Luego de todo bajamos con el estado de ánimo tranquilo.
En el pueblo nos esperan otros en el bar de Pepe. Que son las fiestas patronales y hay verbenas y entretenimientos. Grupos musicales que amenizan la noche pero que no ponen canciones de Mari Trini. Los medio adolescentes están semisentados sobre sus motocicletas. Vaso en mano y un pie sobre el casco. Un pamboli y una cerveza. Ya hablé del paraíso.
La vida en verano, a veces, sólo es eso. Y ya es mucho. Salud.

sábado, 1 de agosto de 2015

Contrastes

Lo ha dicho Jaume esta mañana en la tertulia. La de cuando todavía no ha salido el sol pero se insinúa. La tertulia del café con leche. La de cada día distinto pero que se parece al anterior. Ha dicho Jaume, decía, que esta noche ha soñado que era sombra. Que ha recorrido la oscuridad de las calles. Ha estado con el silencio del pueblo.
Ese silencio que se hace cuando duerme la gente y los perros. Hasta que los gallos anuncian el alba. Jaume duerme lento y los sueños le duran más. Es lo que tiene.
Ha dicho el poeta que esta noche ha soñado que se moría melancólicamente y con ganas de rima. Ha subido al paraíso y ha conocido a San Pedro. Lo ha visto muy mayor. Son años. Le ha pedido el certificado de defunción que no llevaba. Es que mucha gente quiere colarse en el paraíso y eso no puede ser.
San Pedro ha consultado papeles y después de mucho tiempo de espera le ha dejado entrar. Las puertas del paraíso han tardado todo un día en abrirse y otro en cerrarse. Son grandes y pesadas y no hay otra forma de entrar. Una vez dentro ha vivido la rutina del paraíso. No le ha gustado pero era un sueño y se ha despertado. Dice que es empalagoso.
Lo he visto preocupado. A ver si será verdad. Prefiere el paraíso terrenal donde están sus amigos.
Sebas ha dicho que una noche también soñó. No quería ser menos. O una tarde de siesta larga en la tumbona del porche. Navegaba con su barca rumbo al horizonte. Cicerón estaba sentado en la proa con el viento de cara. Les gustan esas cosas a los perros.
Tardó toda una vida en hacer la travesía. También duerme lento. Es una costumbre. Una ola movió la barca desde la amura y la transportó al otro lado del horizonte. De donde ya no se puede regresar. Pero despertó sudando y con la tensión alta. Ya no está para según que tipo de sueños. Habrá que seleccionar.
Fran dice que hay que tener mucha imaginación para vivir sin sobresaltos. Cuanta más imaginación menos se sueña y más se duerme. Tiene buen olfato y sensibilidad para disfrutar de la literatura. Los sentidos poetizan la vida. También los sueños. Pero sin pasarse. Es que la belleza sólo existe si uno la puede ver. 
A todo esto el profesor de filosofía que tiene por esposa a Dña. Maruja no tiene nada claro esta mañana. Escucha pero no piensa. Los mosquitos no le han dejado dormir y está traspuesto. El mundo está lleno de ocasiones perdidas y momentos desaprovechados, dice. Se refiere a su caso.
Pepe sonríe, como siempre, y le ha puesto música a la tertulia. Nada menos que a Celine Dión. Enseguida nos hemos amansado. El sol todavía estaba detrás del acantilado pero se podía ver su luz. Ese crepúsculo que altera la sangre en verano. El mar está de vacaciones y remolonea sobre la playa. Sin más.
No me molesta empezar un mes de Agosto así. Todo el pueblo durmiendo y nosotros con las ideas por las ramas del pensamiento y de los sueños. Es el ocio dice uno. El aburrimiento y la rutina, dice otro. Seguramente es el calor y el bochorno pegajoso. Pues así era el paraíso ha añadido el poeta.
Fran se ha ido el primero. Dice que tiene que abrir el quiosco. Que el fulano del reparto le ha dejado la prensa y otras cosas en la acera.
La penumbra también se va y aparecen cosas que no estaban visibles. Aparecen los primeros rayos del sol. Pepe ha montado una sombrilla enorme. El aire corre entre nosotros y refresca. No se puede devorar la vida. Hay que degustarla. Encontrarle los sabores. Los contrastes. Como un día de mar revuelto y otro de mar abandonado. O una calle vacía de domingo y otra calle de feria llena de gente.
Unas letras dormidas en las páginas de un libro olvidado en la estantería y otras en la punta del plumín a punto de ser escritas en una hoja. Saber observar los contrastes de la vida y disfrutarlos.
Si vives a contracorriente como los salmones puedes perder la vida. Déjate llevar manteniendo tu criterio. Pero necesitas sosiego. Busca quietud. Vive el otoño. Cuando los días refrescan en los amaneceres de tertulia. La vida siempre guarda secretos por descubrir. Salud.   

viernes, 24 de julio de 2015

Luis María

Luis María lee en verano. Lo ha escrito él. Y ha dicho a quién lee por aquello de quedar bien. Dice que lee, a quién lee y que le ha gustado mucho lo que ha leído. Aunque podría ser que nada fuera verdad. O si. Vete tú a saber. En unos días le llamarán para darle las gracias.
A esto se ve Luis María porque nadie le da conversación y nadie tiene interés en sus escritos. A nadie le importa su vida actual. Ni la pasada. Está solo. Pero le dejan que se explaye escribiendo cosas interesantes. Como decir que lee. Que ya es mucho. Seguramente le funciona.
Ha escrito que es consciente de que la edad no perdona. Pero lo ha dicho sin matizar. Quiero pensar que se habrá portado mal y lo sabe. El tiempo se le acaba y ha decidido convertir sus sentimientos en reflexiones profundas. Eso es bueno si es verdad. Y si no tienes a nadie que te escuche lo escribes. Que alguien lo leerá aunque sea sin querer en la consulta del dentista.
Pero cuando no ha habido sentimientos no puede haber reflexiones profundas ni interesantes. A no ser que te las inventes. Eso dicen las malas lenguas que ha hecho Luis María. Escribir relatos cortos para leer en verano. Tumbado en la hamaca de la playa y con los auriculares puestos con música de las experiencias religiosas de Enrique Iglesias.
Se me antoja una buena combinación. Verano, calor, bochorno de chorrear sudor, arena, moscas y eso. Los escritos breves en clave de reflexión profunda y música del tal Iglesias. Es todo un chollo si hacemos caso de las estadísticas que dicen que el autor más leído en verano junto al mar o a la piscina es Kent Follet y Pilar Urbano. No todos podemos llegar a estos niveles.
Al final todo el mundo sabe que la literatura está hecha para leerla. No debería de importar dónde. Sé de gente que también lee en el metro. Entre abrir y cerrar de puertas y voces que te indican la próxima estación. O sea. Sin olvidar al cantautor de turno que ameniza el trayecto. Cada autor es responsable de lo que escribe y el lector es responsable de lo que interpreta.
Pero qué pasa cuando el autor ha carecido de sentimientos y se ha inventado las reflexiones profundas. Pues eso. Carece de importancia. Lo utilizas para llamar la atención de Morfeo tumbado en la hamaca playera. Y la música de Enrique con sus experiencias religiosas.
Y en esto estaba yo, amigo lector virtual y no tanto, cuando me di cuenta de que el sol estaba a punto de ponerse. Se resistió lo que pudo. El viento soplaba desde el horizonte del mar. Pero el sol pesa mucho a ciertas horas tardías. El agua del mar le atrae. Contra esto no se puede luchar.
En ese momento observé una puesta de sol digna y bella. De estas que conmueven. Una estampa de paraíso. Un sueño de verdad. Y es cuando llegas a la conclusión de que Luis María nunca ha visto una puesta de sol. Si lo hubiera hecho tendría sentimientos y los podría escribir en forma de reflexiones profundas. Y las leeríamos sin necesidad de la música del Tal Iglesias. Salud.