miércoles, 2 de septiembre de 2015

Bochorno

Yo vivía y me crucé con la literatura. Los tebeos y las vidas ejemplares. El capitán trueno y Astérix. También Mafalda. Luego las fantasías de Julio Verne y otros. Por fin la literatura de la escuela. Homero, Cervantes, Bécquer y los clásicos obligados del régimen. Ahora los míos. Los que mi voluntad elige sin más.
Atrapado en las aventuras y desventuras de cada libro y sus estilos. La vida y sus formas de vivirla. Emociones en estado salvaje y sentimientos domésticos. La historia o la biografía de la vida. Las formas de unos y otros.
Contar la vida vivida, imaginada o escuchada. Pero con elegancia. Que siempre hay alguien que lee. Mi amigo Julio, por ejemplo. Ha cumplido años y el estado le ha regalado tiempo remunerado. Gestiona todos los minutos de cada día sin tener que dar explicaciones. Hasta que la muerte los separe como dicen. Que esto ocurre.
Cada mañana se repone del silencio de la noche. Se levanta con la oscuridad del nuevo día. Madruga, para entendernos. Se ha unido a las tertulias del café con leche en al bar de Pepe y los otros jubilados. Del amanecer junto al mar mientras el resto del pueblo duerme.
El momento gratificante de las primeras olas que llegan. Vete a saber de dónde. De mar adentro o de la otra orilla. Se quedan un rato por la playa y luego aparecen por el acantilado. Se rompen en espuma y esparcen el eco. Para que todo el mundo lo sepa.
Yo espero y Julio también. Que al otro lado está la impaciencia. Y ya no le consiento a nadie que me quite la calma a ninguna hora del día. A veces no es obediencia. Es convencimiento. Que para ver el día hay que atravesar la penumbra sin miedo. A mediodía el sol que las encinas dejan pasar es agobiante y genera bochorno.
Las rugosidades de la voz aparecen con la edad. Pero se llevan sin complejos igual que las desmemorias y todo eso. Por muchos años que pasen siempre queda algo del cordón umbilical. Que hay puentes que duran toda una vida. Ahora mismo he cruzado uno que está seco. Pero vendrán más lluvias y me quedaré quieto mientras veo pasar el agua. Porque el agua tiene prisa para llegar al mar. En cambio hay zonas en las que el agua se estanca.
Estoy corriendo el riesgo de llevar una vida normal y justificada. La vida no supone un peligro porque no tiene secretos. Como tampoco lo tienen los libros abiertos. Y la agonía de la letra justo antes de que la lleve el olvido. La vida normal no hay que justificarla. La otra tampoco.
Que por cierto. El otro día le repliqué un tuit a Don Arturo. El que fuera condenado por la Audiencia Provincial de Madrid por plagio. El que se despacha a gusto con majaderías. Pues resulta que el que incuba en el asiento te mayúscula me ha bloqueado. Pues nada. Como decía antes, bochorno.
Salud. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Ahora mismo

El aire también nos acompañó toda la tarde. Hasta que en el paraíso terrenal se hizo de noche. En la mochila llevábamos literatura y agua. Un viaje literario decía Paolo. Total era subir el acantilado para ver la puesta de sol.
Cada día igual. Mil fotos habré hecho y ninguna igual. Ni el color, ni la forma, ni el aroma. Detrás del horizonte del mar o detrás del horizonte de la montaña o el campo. Dice Paolo que el sol cuando se pone se queda en su purgatorio hasta que se hace de noche. Ves la luz pero el sol ya no está.
Y quiero concentrarme y escribir. Las anécdotas se convierten en historia, leyendas o relatos breves. Pero no me puedo concentrar. Tengo en la mesa de al lado a un capullo con un móvil que llama y llama. No para. Compulsivamente marca y pregunta "qué hase"? Dice "ajá" y cuelga. Luego llama a otro y a otro. Quizá otro día esté libre de capullos ociosos.
Paolo me espera al comienzo del camino. Es tortuoso y empinado. Pero el viento corre y refresca. Subimos a la sombra de las encinas y de algún pino desubicado. Paramos en un recodo para mirar el mediterráneo y beber un poco de agua fresca. El silencio estremece.
Le queda poco al sol para ponerse. El mismo tiempo que tenemos nosotros para llegar arriba del acantilado y sentarnos para verlo. Otra gente hace lo mismo. Seres humanos sensibles que venimos a deleitarnos. A que se nos ponga la piel de gallina. Ese momento supera al amanecer. Paolo piensa igual. Luego de todo bajamos con el estado de ánimo tranquilo.
En el pueblo nos esperan otros en el bar de Pepe. Que son las fiestas patronales y hay verbenas y entretenimientos. Grupos musicales que amenizan la noche pero que no ponen canciones de Mari Trini. Los medio adolescentes están semisentados sobre sus motocicletas. Vaso en mano y un pie sobre el casco. Un pamboli y una cerveza. Ya hablé del paraíso.
La vida en verano, a veces, sólo es eso. Y ya es mucho. Salud.

sábado, 1 de agosto de 2015

Contrastes

Lo ha dicho Jaume esta mañana en la tertulia. La de cuando todavía no ha salido el sol pero se insinúa. La tertulia del café con leche. La de cada día distinto pero que se parece al anterior. Ha dicho Jaume, decía, que esta noche ha soñado que era sombra. Que ha recorrido la oscuridad de las calles. Ha estado con el silencio del pueblo.
Ese silencio que se hace cuando duerme la gente y los perros. Hasta que los gallos anuncian el alba. Jaume duerme lento y los sueños le duran más. Es lo que tiene.
Ha dicho el poeta que esta noche ha soñado que se moría melancólicamente y con ganas de rima. Ha subido al paraíso y ha conocido a San Pedro. Lo ha visto muy mayor. Son años. Le ha pedido el certificado de defunción que no llevaba. Es que mucha gente quiere colarse en el paraíso y eso no puede ser.
San Pedro ha consultado papeles y después de mucho tiempo de espera le ha dejado entrar. Las puertas del paraíso han tardado todo un día en abrirse y otro en cerrarse. Son grandes y pesadas y no hay otra forma de entrar. Una vez dentro ha vivido la rutina del paraíso. No le ha gustado pero era un sueño y se ha despertado. Dice que es empalagoso.
Lo he visto preocupado. A ver si será verdad. Prefiere el paraíso terrenal donde están sus amigos.
Sebas ha dicho que una noche también soñó. No quería ser menos. O una tarde de siesta larga en la tumbona del porche. Navegaba con su barca rumbo al horizonte. Cicerón estaba sentado en la proa con el viento de cara. Les gustan esas cosas a los perros.
Tardó toda una vida en hacer la travesía. También duerme lento. Es una costumbre. Una ola movió la barca desde la amura y la transportó al otro lado del horizonte. De donde ya no se puede regresar. Pero despertó sudando y con la tensión alta. Ya no está para según que tipo de sueños. Habrá que seleccionar.
Fran dice que hay que tener mucha imaginación para vivir sin sobresaltos. Cuanta más imaginación menos se sueña y más se duerme. Tiene buen olfato y sensibilidad para disfrutar de la literatura. Los sentidos poetizan la vida. También los sueños. Pero sin pasarse. Es que la belleza sólo existe si uno la puede ver. 
A todo esto el profesor de filosofía que tiene por esposa a Dña. Maruja no tiene nada claro esta mañana. Escucha pero no piensa. Los mosquitos no le han dejado dormir y está traspuesto. El mundo está lleno de ocasiones perdidas y momentos desaprovechados, dice. Se refiere a su caso.
Pepe sonríe, como siempre, y le ha puesto música a la tertulia. Nada menos que a Celine Dión. Enseguida nos hemos amansado. El sol todavía estaba detrás del acantilado pero se podía ver su luz. Ese crepúsculo que altera la sangre en verano. El mar está de vacaciones y remolonea sobre la playa. Sin más.
No me molesta empezar un mes de Agosto así. Todo el pueblo durmiendo y nosotros con las ideas por las ramas del pensamiento y de los sueños. Es el ocio dice uno. El aburrimiento y la rutina, dice otro. Seguramente es el calor y el bochorno pegajoso. Pues así era el paraíso ha añadido el poeta.
Fran se ha ido el primero. Dice que tiene que abrir el quiosco. Que el fulano del reparto le ha dejado la prensa y otras cosas en la acera.
La penumbra también se va y aparecen cosas que no estaban visibles. Aparecen los primeros rayos del sol. Pepe ha montado una sombrilla enorme. El aire corre entre nosotros y refresca. No se puede devorar la vida. Hay que degustarla. Encontrarle los sabores. Los contrastes. Como un día de mar revuelto y otro de mar abandonado. O una calle vacía de domingo y otra calle de feria llena de gente.
Unas letras dormidas en las páginas de un libro olvidado en la estantería y otras en la punta del plumín a punto de ser escritas en una hoja. Saber observar los contrastes de la vida y disfrutarlos.
Si vives a contracorriente como los salmones puedes perder la vida. Déjate llevar manteniendo tu criterio. Pero necesitas sosiego. Busca quietud. Vive el otoño. Cuando los días refrescan en los amaneceres de tertulia. La vida siempre guarda secretos por descubrir. Salud.   

viernes, 24 de julio de 2015

Luis María

Luis María lee en verano. Lo ha escrito él. Y ha dicho a quién lee por aquello de quedar bien. Dice que lee, a quién lee y que le ha gustado mucho lo que ha leído. Aunque podría ser que nada fuera verdad. O si. Vete tú a saber. En unos días le llamarán para darle las gracias.
A esto se ve Luis María porque nadie le da conversación y nadie tiene interés en sus escritos. A nadie le importa su vida actual. Ni la pasada. Está solo. Pero le dejan que se explaye escribiendo cosas interesantes. Como decir que lee. Que ya es mucho. Seguramente le funciona.
Ha escrito que es consciente de que la edad no perdona. Pero lo ha dicho sin matizar. Quiero pensar que se habrá portado mal y lo sabe. El tiempo se le acaba y ha decidido convertir sus sentimientos en reflexiones profundas. Eso es bueno si es verdad. Y si no tienes a nadie que te escuche lo escribes. Que alguien lo leerá aunque sea sin querer en la consulta del dentista.
Pero cuando no ha habido sentimientos no puede haber reflexiones profundas ni interesantes. A no ser que te las inventes. Eso dicen las malas lenguas que ha hecho Luis María. Escribir relatos cortos para leer en verano. Tumbado en la hamaca de la playa y con los auriculares puestos con música de las experiencias religiosas de Enrique Iglesias.
Se me antoja una buena combinación. Verano, calor, bochorno de chorrear sudor, arena, moscas y eso. Los escritos breves en clave de reflexión profunda y música del tal Iglesias. Es todo un chollo si hacemos caso de las estadísticas que dicen que el autor más leído en verano junto al mar o a la piscina es Kent Follet y Pilar Urbano. No todos podemos llegar a estos niveles.
Al final todo el mundo sabe que la literatura está hecha para leerla. No debería de importar dónde. Sé de gente que también lee en el metro. Entre abrir y cerrar de puertas y voces que te indican la próxima estación. O sea. Sin olvidar al cantautor de turno que ameniza el trayecto. Cada autor es responsable de lo que escribe y el lector es responsable de lo que interpreta.
Pero qué pasa cuando el autor ha carecido de sentimientos y se ha inventado las reflexiones profundas. Pues eso. Carece de importancia. Lo utilizas para llamar la atención de Morfeo tumbado en la hamaca playera. Y la música de Enrique con sus experiencias religiosas.
Y en esto estaba yo, amigo lector virtual y no tanto, cuando me di cuenta de que el sol estaba a punto de ponerse. Se resistió lo que pudo. El viento soplaba desde el horizonte del mar. Pero el sol pesa mucho a ciertas horas tardías. El agua del mar le atrae. Contra esto no se puede luchar.
En ese momento observé una puesta de sol digna y bella. De estas que conmueven. Una estampa de paraíso. Un sueño de verdad. Y es cuando llegas a la conclusión de que Luis María nunca ha visto una puesta de sol. Si lo hubiera hecho tendría sentimientos y los podría escribir en forma de reflexiones profundas. Y las leeríamos sin necesidad de la música del Tal Iglesias. Salud. 

miércoles, 15 de julio de 2015

Pensamiento

Yo no debería de estar aquí ahora. O si. 
La verdad es que en otoño y con este fresquito no podría dar una respuesta seria. Podría ser que fuera una circunstancia adecuada, o errónea. Un nacer antes de tiempo o fuera de plazo. Pero resulta innegable que estoy. 
Este es un pensamiento que me ha venido a la mente mientras el peluquero me corta el pelo. A tijera, por favor. Este pensamiento no es poético, pero es filosófico. La filosofía, como muchas cosas de la vida, se presentan sin avisar. También podría ser que la peluquería estuviera ligada con la filosofía. Por aquello que te masajean la cabeza. Y las ideas que hay dentro.
Tengo tiempo para pensar. El peluquero Joan es de pocas palabras. Yo, en esto, estoy a la altura. Incluso puede ser que le supere. El profesor Saoner nunca nos habló del dualismo peluquería-filosofía.
A lo mejor estoy fingiendo y no deberías tomar en serio lo que pienso y escribo. Una especie de broma. Se me acaba de ocurrir que quizá quiera asumir la responsabilidad de un liderazgo y lo quiera compartir. La vida, he dicho antes, no te consulta sus cosas. Ocurre. Puedes ponerte a favor o en contra. Yo voy a lo fácil que no quiero problemas. Siempre a favor.
Igual es el destino que ha decidido que esté aquí y ahora. No creo. El comienzo de algo grande o el final de una tontería con categoría de sueño. He oído decir que el universo es grande. Y nosotros pequeñísimos comparados con el universo. Y yo dejándome que Joan me corte el pelo. Es que ahora mismo no tengo otra cosa más importante qué hacer. La verdad.
Tengo asumido que yo soy yo y que estoy aquí. Ahora me hace falta saber para qué. No sé si dejarlo para otro día. Pero me preocupa estar para otras cosas de las que realmente hago. A eso se le llamaría perder el tiempo, pues. Por si acaso aprovecha las ocasiones por si no se repiten.
Mientras, Joan termina. Yo sumergido en esa especie de luz crepuscular que el sol deja cuando ya se ha puesto. Que ensilueta el horizonte del mar y el acantilado. Una filosofía básica y simplona. Porque el día ya está herido de muerte. La belleza del momento dura hasta que la oscuridad se interpone.
El peluquero Joan me dice, ¿Cómo lo ves? La pregunta de siempre. Yo creo que es un pasaje literario que le gustó y que me repite siempre. Significa que ha terminado. Como un día la adolescencia. Que cuando se termina también se acaba lolailear. Como dicen los jóvenes, hay que levantarse, pagar y abrirse.
Ha llegado el momento de tomar un café y pensar en si lo que pasa es real o una alucinación que se repite. Si vengo cuando salgo de las trincheras me quedo dormido. El sueño también aparece sin avisar.
Que ya dijo el poeta o el filósofo que la vejez no sólo es cuando te salen pecas en el dorso de la mano. También cuando observas unos claros en la cabeza después que el peluquero termina su trabajo. Me voy a seguir viviendo. Aquí o dónde sea. Sea yo u otra persona. Sea real o no.
¡Ah, se me olvidaba! Le pide un adolescente a Joan que a qué edad empieza uno a afeitarse. Eso si que es filosofía de doctorarse. Salud.  

sábado, 11 de julio de 2015

Estudios

Uno de los jubilados sacó el tema y lo comentó. Yo escuchaba atentamente y me hizo pensar. De buena mañana y fresquito. El café con leche descafeinado y la sacarina de cada día. Y tuve que ensayar una sonrisa como la que intuyo en vuestra cara.
Decía el anciano Andreu, que de niño, cuando iba a la escuela, tenía un maestro. Nada nuevo porque los allí concentrados eran, más o menos de su misma edad y teníamos el mismo. Lo repitió para darle importancia. Tenía un maestro para todo. Todos los días el mismo y durante todos los años que fue a la escuela. Todos sus estudios los hizo con el mismo libro y un cuaderno cada año. Así sin más.
Mi biografía, en este punto, es casi parecida. Por eso me hizo pensar. En primaria tuve dos monjas de maestras. Sor Juana y Sor Catalina. Que ya he hablado de ellas en otras ocasiones. Las mismas monjas para toda la primaria. Un solo libro para toda la primaria y que luego heredó mi hermano. A todo esto un cuaderno por curso. Lápices y goma de borrar según demanda.
Sobre los nueve años se hacía una especie de curso puente que llamaban "ingreso". Luego de esto venía el bachillerato que duraba hasta los diecisiete años. El PREU que se reconvirtió en COU. Durante el ingreso sólo teníamos un libro que englobaba todas las materias. Un maestro y un cuaderno.
La empatía entre maestro y alumno era singular. Algo más que el señor que realiza la enseñanza exclusivamente académica. Algunas veces tenías dudas importantes sobre la vida. Los padres de todos nos recomendaban este clásico de, "pregúntaselo al maestro". Él sabrá.
Un estudio basado en la comprensión de la vida por parte del alumno. En la capacidad de explicar y darse a entender del maestro. En los ejemplos de andar por casa y que experimentábamos a diario. Preguntas de pensar y respuestas razonadas. Era un estudiar simple. Sin complicaciones. Adecuado y elegante. Válido para después de los estudios. Ameno e interesante. Sobre los valores personales. El esfuerzo colectivo. Ser voluntarios para todo.
Con el bachillerato dejé de tener un libro y pasé a tener uno para cada asignatura. Todo un derroche difícil de entender al principio. Un cuaderno para cada asignatura. Y lo más importante, dejé de tener un maestro y pasé a tener un profesor por cada asignatura. En casa tuvimos que anotar en una hoja todo este batiburrillo. Días, horas, aula, asignatura y profesor. Incluso tuvieron que comprarme una maleta escolar de cuero.
Pero no aprendí más ni mejor. Simplemente aprendí distinto. Disciplina y respeto mutuo. Alguna colleja de dar ánimos o de rectificar actitudes. Pero lo realmente pedagógico y que fue lo que provocó sonrisas al principio de la tertulia fue el cuaderno de pensar. Yo guardo uno de ellos y en la primera página está escrito cien veces "tengo que estudiar más". Si el emérito hubiera tenido un cuaderno de estos y hubiera anotado mil veces "No lo volveré a hacer", las cosas, quizá hubieran sido de otra forma. Salud.
  

miércoles, 8 de julio de 2015

El asunto

Volviendo al asunto que nos ocupa... Esa es la frase que digo mil veces cuando contertulio con varias personas al mismo tiempo. Es lo que tiene. Empiezas un tema de conversación y salen varios asuntos de conveniencia que tienes que tratar aunque sea por educación. Cuando ya estamos por las ramas de los asuntos toca bajar y reconducir. Volviendo al asunto que nos ocupa...
Echo de menos las discusiones. La edad adulta está domesticada y le damos la razón a cualquiera aunque no la tenga. Por no discutir. Un peligro primitivo que acumulas con los años. Por eso practico el razonamiento en privado o con gente a la altura. Razonar aunque al final te des cuenta de que no llevas razón.

De joven luchas y tiras piedras. Gritas para ser oído. De adulto te juegas el alma porque la tienes asegurada. Me da miedo volverme más mayor. A ver si terminaré pisando iglesias y escorado a la derecha.
Hoy el tema era concreto y estaba bien encaminado. Si aquí decimos que tenemos una ola de frío polar o un calor africano en el polo o en África deben decirles que tienen una ola de tiempo típicamente español. Y de repente uno le ha querido dar una pincelada abstracta. El asunto se ha ido al garete.
Porque el de las pinceladas abstractas tiene una lengua bífida y una capacidad de razonamiento escaso. Además no sabe pintar. ¿A qué venía esta intromisión en el asunto? El asunto, que se suponía de gran calado, se ha disuelto en ocurrencias y tonteces de primaria. Se ha desinflado. O mejor aún, se ha derretido. Le hemos dado la razón y nos hemos quedado sin asunto.
Eugeni, que estaba sentado al lado del poeta, ha intentado salvar la tertulia y ha querido hablar de la soledad del mar. Esos inmensos océanos intransitados donde el tiempo parece que no pasa. Todo lo contrario de ese mar de costa y playa que se llena de barcas y bañistas. Hemos terminando hablando de tomateras. Como siempre.
El mes de Julio viene con un "Caloret" sofocante, de bochorno inhumano. Asfixiante. Esas temperaturas que no te permiten pensar ni a primera hora de la mañana. Por eso hemos decidido hacer como en la tele. Repondremos asuntos ya tratados. Con otro enfoque, si cabe. Conocemos el guión y lo readaptamos. A ver.
El poeta ha dicho que la vida es obvia. Cortamos y pegamos los días. Los caminos a seguir también son obvios. Es cuestión de no equivocarse de vida ni de camino. Es la dosis filosófica de buena mañana. Que también es un asunto. Salud.   


miércoles, 1 de julio de 2015

El olivo / L'olivera

El olivo de siglos que aguanta las tormentas. Que se mueve tranquilo cuando escucha la voz del viento. Vive en la pendiente desde los tiempos inmemoriales. Retuerce su tronco áspero en su lucha por sobrevivir en la vida.
Un pintor se acerca y monta un caballete. Coloca el lienzo. Prepara los lápices y los pinceles. Mira el olivo una y otra vez y lo imita con sus pinturas. Desde la tierra hasta las ramas de más arriba.
Luego llega el poeta y se sienta enfrente. Prepara su pluma y su papel. Una mirada cómplice en un silencio que acompaña.
Después de pensar un rato se pone a escribir. Es importante que el olivo rime con el paisaje. Pero le cuesta escribir los años de un tronco hueco y retorcido.
Así el olivo, este día de verano, quedó pintado y escrito. Como tantas veces en su vida.
Pero ni el pintor ni el poeta supieron reflejar el aire que le envuelve. Ni el aroma que desprende. Ni la sabiduría que trasmite. Ni tampoco el sosiego de su ancianidad.
Sólo unas pinceladas y unas líneas de quietud en la pendiente que llega hasta el mar. Salud.  
 
 
L'olivera de segles que aguanta les tempestes. A les possessions de la costa Nort. Amb cases grans, olivars i tafona. Que es mou tranquil-la quan escolta la veu del vent.
Viu en una pendent des dels temps immemorials. Retorça el seu tronc aspre en una lluita per sobreviure a la vida. Oli i olives.
Un pintor s'acosta i munta un cavallet. Col·loca el llenç. Prepara els llapis i els pinzells. Mira l'olivera una vegada i un altre i l'imita amb les seves pintures. Des de la terra fins a les branques de més amunt.
En acabar les feines una rentada de mans i una mica a la cara per llevar la suó.
Després arriba el poeta i s'asseu davant. Prepara la seva ploma i el seu paper. Una mirada captivadora en un silenci que acompanya. Després de pensar una estona es posa a escriure.
És important que l'olivera rimi amb el paisatge. Però li costa escriure els anys d'un tronc buit i retorçat. Així l'olivera, aquest dia d'estiu, va quedar pintada i escrita. Com tantes vegades en la seva vida.
Però ni el pintor ni el poeta van saber reflectir l'aire que l'envolta. Ni l'aroma que desprèn. Ni la saviesa que transmet. Ni tampoc el sossec de la seva ancianitat.
Només unes pinzellades i unes línies de quietud en la pendent que arriba fins al mar. A aquestes hores del capvespre i molt aprop d'un dels miradors de l'Arxiduc. Gairebé sol post. Salut.

domingo, 21 de junio de 2015

Oratorio

Desde el pueblo costero donde Pepe tiene el bar y yo la casita con un porche hay  un camino tortuoso de montaña. Subes por él y justo antes de llegar al acantilado cruzas un pequeño bosque de árboles viejos. Diríamos que son mayores pues ello implica intelectualidad y experiencia. Su sombra anciana es distinta. Se disfruta más. No es difícil encontrar ese tipo de árboles en la Isla. Encinas y olivos. Higueras que crecen en los torrentes de la Sierra.
Los pinos son otra cosa. Altos y perfumados y rodeados de arbustos. Quedan muchos tirados desde la última tormenta de viento de hace unos años. La grandeza de la muerte que los pudre para abonar a los otros. A la intemperie. A la vista de todos. Al paso de los senderistas.
El oratorio de Ramón Llull que se encuentra mirando el mar entre s'Estaca y Miramar sigue roto por un rayo de la misma tormenta. La dejadez de los que gestionan estas cosas enfurece al pueblo y a los que acudimos a menudo. Porque el mediterráneo está a los pies y todo en su conjunto evoca nostalgia.
El bosque es antiguo. Pero de entre sus árboles crecen otros en busca de luz y vistas. Esto que escribo es cultura. La fiesta de la naturaleza con todo su brillo y su aroma de sabiduría. Los escritores que son escritores andan esos caminos para escribirlos. Los pintores que se precian acuden con sus paletas y pinceles para inmortalizar.
Las piedras se están quietas mientras cuentan su experiencia. El mediterráneo se recoge en sus calitas de color azul turquesa y transparencias. La cultura milenaria te presta aire para respirar y te relaja. Cultura atrevida de vida y muerte. De días de viento y días de calma. En este lado de la Isla el sol sólo viene a esconderse detrás del horizonte. Porque es norte y oeste.
Los días que se alargan y las noches que se acortan. Y viceversa, que también ocurre. Simplemente se vive distinto. Cuando me asomo al acantilado el viento me golpea la cara. Me obliga a cerrar un poco los ojos y de ellos sale una lágrima. Será la emoción.
Por eso quise ser poeta y vivir una locura de pasión con el mar. En una barca. Navegar de la orilla al horizonte y regresar antes del anochecer. Según le venga al viento y a la marea. Y escribir versos cuando el mar está en calma. Pero no me sale la rima.
Tengo un amigo del que dicen que es poeta porque es poeta. De los de terraza de bar y parques tranquilos de ciudad aromatizados de Tilos y Eucaliptos. Que valora la palabra escrita sin razonar. Tal cual sale. Conoce a los clásicos y vive los minutos como si fueran días. Que ahuyenta los miedos con sus lecturas y sus estrofas.
A venido a la Isla para quedarse. Prefiere el sol de diciembre al de agosto. Disfruta mucho de una buena lluvia sentado en el porche de casa. Mira el agua cuando está sentado en la tumbona. Y respira hondo. Mi amigo el poeta confunde la realidad mientras argumenta la vida. Porque sabe rimar. Salud. 
 

miércoles, 17 de junio de 2015

Sant Llorenç

Primavera fugitiva rural i marinera
que neix, floreix i se'n va.
Consciència de temps savi i impacient
que fuig amb els seus vents
i les seves tempestes de llum i de renou.

Un dia d'aquests arribarà el sol d'estiu
i olvidarem els somnis de nits de primavera
amb el vi melancòlic
d'una primavera fermentada.

Sercarem camins de muntanya
de pedres, mala herba i ombratjes,
i l'endemà trepitjarem l'arena fina
banyada d'onades lliures
al final d'un mar immens.

Quan les campanes de l'alba
toquin a estiu a sol intens i airet fresc
escoltarem cançons a la meva manera
baix un cel ploramiques
de llàgrimes de Sant Llorenç.

Cançons per a l'ànima
lletres per a la ment
aire de mar per a la vida.
Un dia d'aquests quan arribi l'estiu .


@antoninegre