lunes, 18 de mayo de 2015

El asunto

Me he levantado cuando se ha hecho de día. Tengo cosas que hacer y me han dicho que me tiene que sobrar tiempo. Esto es novedoso. Vivir la vida tal cual y que me sobre tiempo. Si esto ocurriera, ahora mismo, no sabría que hacer con el tiempo de sobra. A ver si no.
Que me sobre tiempo tiene que ser una metáfora y no sé de qué. Y mira que llevo un rato pensando. El trigo la cebada y otros cereales se han hecho mayores y hay que segarlos. Como resulta que ha hecho más calor de lo normal han madurado antes. Van a segarlos antes de lo previsto. Les ha sobrado tiempo, pues. Igual empiezo a entender y no me doy cuenta.
Las aves migratorias que recalan en la Isla han llegado antes debido al buen tiempo. Han hecho sus nidos y se han apareado. Los huevos han eclosionado antes de lo habitual. Pues también les sobrará tiempo. Podría observar lo que hacen e imitarles. Es que le doy vueltas al asunto sin saber qué hacer si es que me llega a sobrar tiempo.
Supongamos que realmente me sobra tiempo. Hoy y otros días que haga las cosas rápido. Podría prorrogar eso de hacerme mayor. Pero me dicen que la muerte va por libre. He comprobado que, incluso sobrándome tiempo, el sol se ha puesto a su hora. Y al día le he contabilizado veinticuatro horas. Dónde estará el tiempo sobrante, me pregunto. Me impresiona que a estas alturas de mi vida esté pensando en estas cosas que ni siquiera me producen felicidad y no sirven para currículum.
El poeta me ha contado que no se puede vivir más rápido de lo normal. Pero me han pedido que me sobre tiempo. Esto es un lio. Y me confunde. Si me acomodo en la tumbona de pereza que tengo en el porche a lo mejor resulta que pierdo el tiempo. O lo aprovecho para pensar y descansar. Y va un vecino y me dice que se nota que tengo mucho tiempo porque estoy en la tumbona. Estas cosas me alteran y me crean desasosiego. Menos mal del viento. Pero no entiendo el susurro de las olas.
Acabo de llegar de un viaje y estoy impregnado del espíritu de los hombres perfectos y herejes. Me he sentido identificado en muchas cosas. Utilizo mi mente para transportar las ideas de un lugar a otro. Y pensarlas cuando tenga tiempo. Mi vida es mía y la comparto con quien me da la gana. Que de eso soy libre y no tengo conciencia de ir sobrado de tiempo.
He preguntado a algunos de mis compatriotas humanos cómo llevan lo del tiempo. He recopilado respuestas de todo tipo. Sólo del grupo de jubilados he recogido que "ya no me queda tiempo" y "tengo todo el tiempo del mundo". Son raros estos bípedos con bastón y años acumulados. Y a pesar de todo les tengo un especial cariño. Desayuno con ellos y hago tertulia para absorber sabiduría.
Con los jóvenes me ha pasado casi lo mismo. "Tengo toda una vida por delante" y "si tuviera más tiempo haría muchas más cosas que ahora no puedo hacer por falta de tiempo". Ya casi me resulta evidente, a la vista de los resultados, que el raro soy yo. Que tengo el tiempo justo para todo y no voy sobrado de nada. Y por si no bastara resulta que no sé cuanto tiempo me queda. ¿Cómo me va a sobrar?
He decidido que sólo quiero lo
que me toque. Que no me falte pero que tampoco me sobre. Un tiempo para cada cosa. Quién me mandaría interesarme por la filosofía. Recuerdo haber empezado diciendo que me he levantado cuando se ha hecho de día. Pues ahora termino diciendo que se ha hecho de noche. El sol ya se ha puesto y he decidido acostarme. Y todo esto ha ocurrido en un día con el tiempo justo para todo. Ya veré lo que hago con el calor. Salud.

viernes, 1 de mayo de 2015

Reverso

Dice Caballero Bonald en un escrito que ha visto el reverso del aire. Que detrás del aire hay más aire. Seguramente lo ha dicho porque se ha fijado. Conviene fijarse en los días y en su reverso. Luego se habla y se escribe. Porque después de lo dicho y escrito habrá consecuencias. Tendría que ser así. 
El otro día amaneció. Me levanté y salí de casa para ir a otra casa. Era una hora temprana por lo que el día era reciente. Casi ni de día, casi ni de noche. La otra casa es esta que está situada en un pueblecito costero y pintoresco y de la que ya he hablado en otras ocasiones. Le tenía ganas y el tiempo acompañaba. Unas temperaturas vacilantes de primavera y nubes y claros de temporada.
Lo encontré casi todo igual como debe ser en estos casos. En el apartado de mobiliario urbano y otros adornos había novedades. Como cada cuatro años. Que el alcalde parece que quiere repetir y ha renovado cosas. He abierto la puerta y las ventanas. El aire ha entrado por las ventanas y ha salido por la puerta. Los aposentos, pues, se han ventilado. Es lo que hace el aire cuando le das margen. Esa noche hubo temporal y un mar picado. Dormí con la ventana abierta para no sentirme solo. Y me identifiqué con la libertad del viento.
He sacado la tumbona al porche y me he sentado. He cerrado los ojos. He notado la brisa en la cara. He escuchado con atención el susurro de las olas y el silencio que hay entre ellas. He oído sonidos lejanos de otras casas, otras cosas y otros sitios. Han pasado gaviotas hacia sus nidos en los acantilados del fondo. Me he fijado que detrás de las casas hay más casas. Detrás de las cosas hay más cosas. Pero detrás del pueblo está el bosque y el reverso es el mar.
Me he alegrado sobremanera ver a mis vecinos de siempre y de casi siempre.  Entre una ola y otra ola aguardaba el silencio. Igual que entre una palabra y la otra. Después de lo que se diga queda el silencio de pensar que tiene su importancia. O una pausa para escuchar. Pero el reverso de una ola es la misma ola.
El mar tiene un bonito color. El más adecuado de todos los posibles y que puede cambiar muchas veces en un mismo día. Por eso siempre me sorprende. También por su aroma, por su calma, incluso por su brusquedad. 
El día ha sido rápido y el tiempo se ha hecho insuficiente. El café con leche de la mañana con tertulia incluida se ha alargado hasta el  mediodía. El momento café con brandy del almuerzo se ha alargado hasta la siesta. La siesta ha durado hasta el atardecer. Me pregunto cual será el reverso del horizonte o qué hay detrás del infinito. Pero ahora mismo no estoy para pensar la respuesta. No estoy para pensar lo que hay detrás de esto. Y el reverso de esto otro.
El bosque y el mar son como la prosa y la poesía. Se complementan en las cosas que tiene la naturaleza y la vida. Que después del tiempo hay más tiempo, seguramente. Después de los días viene la muerte. Lo han dicho los obispos en su hoja dominical. Y además tendremos que afrontar un juicio final. Pues habrá que espabilar mientras dejamos pasar el tiempo. Lo sabe bien el poeta que continuamente coquetea con la historia.
Después de la memoria vienen los recuerdos. Aunque el reverso de la memoria es el olvido. Dicho esto me he planteado vivir de forma  espontánea y de forma muy seria. La rutina suple la planificación. Pero sólo me iré cuando sea noche cerrada. El reverso del día es la noche. Me marcharé cuando haya visto ponerse el sol. Detrás de la puesta de sol viene la oscuridad y los ladridos de perros anónimos. Quiero asegurarme de que las cosas siguen como siempre. La improvisación genera inseguridad.
Amaina el viento y el día, y el atardecer me seduce. Detrás de mi está la sombra que me sigue y las huellas que se quedan. El reverso de la lectura es la reflexión y muchas cosas más. Una página colinda con otra y ésta tiene un reverso lleno de palabras por descifrar. Salud.



martes, 21 de abril de 2015

La ventana

Una mañana de estas. Creo que fue la penúltima antes de dejar de recordarlas. Me interesé por la poesía nada más salir el sol. Salí de casa tan rápido como una tortuga por senderos de tranquilidad. Esos que van del bosque a la playa. Mañana intensa como una llovizna de sirimiri. Recuerdo que amaneció prosa y calma. Por eso me interesé por la poesía.
Miré la vida por el ojo de una cerradura y no lo vi claro. No es la forma más adecuada de mirar las cosas de la vida. Luego, pues, abrí la ventana de par en par y extendí los brazos y respiré profundamente. Fue otra cosa. Y es que la vida es como un ensayo. Un libro de autor. Con trazos poéticos, párrafos de suspense, fantasía, puntos y aparte y hojas todavía sin escribir.
Narrativa simbólica con mucha plasticidad de luz y color. Acontecimientos históricos, ficción de subconsciente y leyendas de crear intriga. Las cosas de siempre. He empezado el día con compromiso. Con ganas ilusionadas de adolescente. Sorteando tonterías. Me he parado a beber agua y el corazón se ha desacelerado. Dice el poeta que la vida es una carrera de fondo con obstáculos. Y que algunos no los podrás saltar nunca.
La vida necesita sensatez para poder mirar por la ventana y entenderla. Hay que controlar más las adherencias sentimentales. Los apegos y los sueños. La rutina y las costumbres. Y la magia del camino embrujado por el mar. Las tormentas domesticadas para que los días sean adecuados. Puedo hablar con el mar y con el viento porque no me son desconocidos.
La lluvia de barro que ha caído durante la noche lo ha ensuciado todo y ha dejado el camino resbaladizo. Piso con cuidado para no perder el equilibrio. Casi todas las olas que llegan son las mismas que otros días. Algunas son nuevas y delicadas. No me supone un problema estar solo cuando tengo la cabeza llena de cosas en qué pensar. Igual que tampoco me supone un problema vivir rodeado de mar. Aunque no siempre lleve olas.  
He abierto un libro con un comienzo clásico. De esos de "Erase una vez un bosque tan grande que llegaba hasta el mar..." La verdad es que erase una vez un mar tan grande que llegaba hasta el horizonte. Y mira que éste está lejos. La cotidianidad te hace ser más ágil cuando estás en la edad adulta. El poeta, como siempre, observa lo cercano, le pone rima y lo escribe. A veces lo escribe sin rima.
Decía que llevo varias cornadas en el cuerpo. Gracias a ellas he descubierto los burladeros. Que la vida también tiene. Y cuando hay tormenta procuro no estar en el agua ni dentro del bosque. Que los rayos sólo quieren agradar y no entienden de destrozos. Ahora mismo lo que me llama la atención es la actitud de las olas. El sol seca la tierra y se vuelve polvorienta. Hace tiempo que no llueve y la tierra tiene sed. Todos tenemos sed pero no siempre tenemos agua fresca para beber.
Algunos días pasan como el sueño inocente de un niño. A medida que crece los sueños son más responsables y más comprometidos. Desde hace un tiempo hay un mirlo sobre una rama de laurel que le canta al amanecer. Antes de que salga el sol. Libré una batalla conmigo mismo. El ganador y el perdedor fueron el mismo. Mi parte ganadora estaba satisfecha y la perdedora también por lo que había aprendido. Y yo tan contento. Salud.


martes, 14 de abril de 2015

Brisa

Acantilados
que emergen del agua
danza de olas
remolinos de espuma
brisa orgullosa
horizonte de nubes
cielos ocultos
desaparecido infinito.
 
Instantes
barca varada
remos dormidos
senderos de agua
duelo de tormentas
vientos a la deriva
que agitan sus alas
moviendo la marea.
 
Pensamiento
siempre vivo
siempre libre
de día de sol
de día de lluvia
de noche de luna.
 
Oscuridad
cuando los sueños
sobrevuelan la vida. 

jueves, 9 de abril de 2015

Vértigo

Vertiginoso paso de los días. La libertad de las olas cuando llegan a la orilla y se esparcen por la arena. Para recogerse entre espumas mar adentro. Otra vez. El mar, desde la cima de la montaña, parece más grande. Y más sereno. Prisionero de playas, acantilados y continentes. La arena huele a sal y a cuerpo desnudo. A puesta de sol. Horizonte rojizo que el sol enciende al atardecer.
Y la poesía de Machado sabe de otra manera cuando las encinas te cubren de sombra. La del olivo centenario huele a sosiego y a tiempo perpetuo. No me olvido de la huella que hoy me toca dejar. Me preocupan las pisadas de ayer. No las encuentro. La fisonomía de la vida se parece a mi. Incluso los gestos que el escritor pone en prosa y el poeta pone en rima.
Hemos vuelto a las rutinas y a las costumbres. Hemos dejado atrás los tambores y las trompetas. Los pasos y las saetas. El incienso y los capirotes. El futuro se acerca rápido. Lo noto en cada amanecer. Otro día para seguirle la corriente a la vida. Toca aprender de las nubes y del viento. Interpretar el ladrido de un perro. Las miradas. Hoy toca aprender de la naturaleza.
Recuerdo ese día que Umbral entró en el Gijón. Tomó asiento y pidió un café con leche y una aspirina. Tenía un dolor de reuma insufrible. Comentó que debería culpar a Dios del sufrimiento. Pero esto sería otra forma de fe. Y habló de otras cosas. Como que crear el cielo y la tierra en siete días había sido algo precipitado. Ahora las consecuencias de los acabados.
Pero un poeta joven le replicó  que el sufrimiento está para poder buscar consuelo. Luego quiso hablar del futuro. Pero cuando se dio cuenta ya había pasado. Porque era joven el poeta. Además, en una cafetería no se debe hablar de sufrimientos ni de Dios. Sobre todo si te levantas antes del amanecer.
Yo no me cuestiono la vida porque existe el mar. Así, tal cual. Camino por entre la oscuridad como si fuera de día. Las ortigas de mar saben a marea. A olas y tormentas. A brisa de atardecer. A versos que transporta el aire. Para conocer el mar también hay que tener paladar. Ahora me iré caminando por la calle porque está tranquila de trajín de gente.
Ese vertiginoso paso de los días se nota en cada cosa. El membrillo ya está florido. El limonero y el cerezo. Y tantos otros árboles frutales. El aire ya viene caliente. Y el sol se pone delante de Miramar. Resulta complicado hablar de la vida y de los días. Pero a veces, no. Sobre todo si puedes contemplar la primera luna llena de la primavera. Salud.   


miércoles, 1 de abril de 2015

Florecer

Tiempo adolescente que no acaba de madurar. Primavera de mediterráneo. De cambio de hora. De tiempo inestable. De lluvias de entretiempo. De temperaturas que no son de fiar. Primavera de incienso y de procesiones. De florecer de lo árboles. La primavera de cada año que este año es más cálida. El sol aprende a ser primavera cada día. Desde que amanece hasta que se acuesta.
El tiempo se repite y nosotros con el tiempo. El sol se hace mayor para cuando llegue el verano. Gentes en sus días. Días con sus cosas. Siempre iguales y siempre distintas. En esas estamos de buena mañana. Y la tertulia que no falte. Un amanecer en falso porque el sol no está. Pero se le espera. La lluvia, mientras, lo moja todo. Y el bosque en su verdor. Igual que los campos con sus sembrados. El color del mar es distinto aunque no su aroma. No es cuestión de mojarse y ponerse enfermo. Al mar no le importa la lluvia.
Hoy toca hablar de desgracias y qué hacer con las pitadas. Pepe sube el volumen de la música vintage o antes de Radio Murta. Nos batimos en retirada y cambiamos de tema. Sacamos a pasear algunos secretos. Ya no volverán a serlo. Algún día serán olvidos o leyendas. Secretos de años pasados que agobian a los jubilados. Hablan en pesetas y me lían. Me queda claro que muchas pesetas son pocos euros. Los silencios son aprovechados para tomar el café. Que luego se enfría y ya no es lo mismo.
Ha salido el tema tabaco. Ninguno fuma. Su voz ya no es de nicotina. Han cambiado su paladar de barro por uno muy fino. Porque están jubilados y los minutos son más cortos. Y los días. Y los años. Los sentimientos también son reversibles. Pasan de la alegría a la tristeza y viceversa. De la desolación a la esperanza. Se puede hacer. Es una primavera de turismo de avalancha. De si se fuera a terminar el mundo. Ahora que hemos cambiado la hora tenemos más día y menos noche. Pero amanece más tarde.
El mar también nota la primavera. Sus olas son menos agresivas. Menos violentas. Llegan mansas de buena mañana. Se entretienen en la arena antes de recogerse mar adentro. Entre espuma y remolinos. La gente pasea y pisa las olas. El despertar del bosque también es distinto en primavera. Las gaviotas vuelan mejor porque el viento es más cálido. El otro se ha ido al norte. Ahora sopla del sur y del este. Primavera larga de mediterráneo. Puedes llegar al horizonte si tienes una buena barca y unos buenos remos.
Hoy a vuelto a llamar a la puerta un señor con traje y corbata. Me ha dejado un panfleto y me ha invitado a que el viernes santo vaya con ellos a celebrar el funeral por la muerte de Nuestro Señor. He declinado la invitación porque yo no voy a funerales. Eso son cosas de creyentes. Los ateos escuchamos las chicharras, por ejemplo. Tengo planificado una puesta de sol para el jueves santo. Desde Miramar de l'Arxiduc. Salud.

martes, 24 de marzo de 2015

Capvespre

El día es troba malalt de cansament.
Esperant la posta de sol
damunt uns penyals imposibles.
Abans uns ombratges
d'alzines i oliveres,
de pins, garrovers i figueres.
I un caminet de carro
vorejant la inmensitat del mar.
He baixat fins les roques
on les ones murmuren
mentres el sol va baixant dolçament.
Alguns instants després
el sol ja es post i queda una petita claror.
I uns núvols esperen sobre l'horitzó
abans que aparegui la foscor de la nit.  

jueves, 19 de marzo de 2015

Más comienzos

Pasó el tiempo entre papillas y arroces y otras cosas. Crecí y me hice niño. Fui escolarizado el día cuatro de Octubre del año del Señor de mil novecientos sesenta. A la edad de seis años, como estaba mandado. Me tocó en suerte, por vecindad, las monjas franciscanas de la Plaza Quadrado de Ciutat. Aquí empecé a tomar conciencia de que hay vida más allá de la familia y los amigos del barrio.
Al principio de convivir en la escuela con otros niños no resultó fácil. Un ambiente hostil del que sobrevives sin ayuda de los padres. Todavía tengo cicatrices que llevo con orgullo y dignidad. Aprendí lectura, escritura, matemáticas, artes plásticas, ciencias naturales y cosas del espíritu con Sor. Juana y Sor Catalina. También recibí collejas y castigos que forjaron mi carácter. Algunos reconocimientos fueron premiados con estampitas de santos. El Domund, el mes de María, los ejercicios espirituales y excursiones a Randa donde descubrí a Ramón Llull. 
Conviví con la adversidad y ahora aprecio la vida. De aprender a escribir y la caligrafía pasamos a las redacciones de lo que fuera. Un escribir la biografía a cada rato pero sin faltas de ortografía. O tirón de orejas. Mi mundo vivido y mi mundo escrito. Como diría Umbral "en el redondo de la luz de un flexo. El resto son círculos de sombra que están de incógnito". Mejor esto que los números. Ahora sigo escribiendo en las noches y en los amaneceres con el aire que respiro. La noche también se ha hecho para vivir de espaldas a la vida. Un día cambié los tebeos y las vidas ejemplares por los libros. El Quijote y el Decamerón. No digo más.
Seguí madurando en la niñez y con siete años -antes de hacerme ateo- me dieron la primera comunión. El mismo Padre Font que me bautizó. Ya puestos. La prosa de mi vida está encuadernada para que no se pierda ninguna hoja y ninguna palabra. Mi abuelo materno me regaló un reloj de pulsera de la marca omega. Como mandaba la tradición. También se abrió una libreta en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Palma de Mallorca. Empecé a perder niñez.
Será que me hago mayor pero mis letras respiran sinceridad como recurso innato. He andado mucho y lo que me queda. Procuro dejar huellas para que otros las vean. Pero me quedan dudas razonables e impertinentes que me rondan la cabeza. Desde siempre y cada vez más. Ahora repito aventuras porque le temo a las nuevas. El viento me viene de poniente pero me deja mirar al Este. A veces sueño que mis realidades han sido ficción. Y me despierto sudando. No quiero vivir mirando al espejo continuamente. El espejo es sólo para un rato. Cuando el olvido empuja.
El otro día he pensado en demorar algunas horas cada día. Posponerlas para más adelante cuando llegue al horizonte. Aprovecho los momentos que el día descansa para esconderme en el bosque. Ahora me doy cuenta de las calles se llenan de pisadas ya de buena mañana. De voces, susurros y silencios. El aire corre sin molestar. Personas anónimas con mentes ausentes en un despertar lento. Mientras camino las manos descansan en los bolsillos y el cielo amenaza lluvia. Todos los días es un envejecer y volver a la infancia y a la niñez.
El campanario de la iglesia va marcando las horas, los cuartos y las medias. Yo me vuelvo un poco más loco como instinto de supervivencia. El reloj fulmina el tiempo que hemos vivido y el que hemos perdido. Que no distingue. Las pisadas de la calle ya se superponen de tanto trajín de gente. Pero mi camino es silencioso y mis saludos son un movimiento con la cabeza. La alegría va por dentro igual que las ideas. El veneno va por la sangre pero lo llevo controlado. Un volver a la niñez cuando nadie nos ve. Escribo en la pizarra mil veces "el calendario no engaña", como si fuera un castigo. Salud.

sábado, 14 de marzo de 2015

Comienzos

Un grito desgarrador seguido de un llanto persistente se escuchó en las inmediaciones del número veintisiete de la calle Savellà de la ciudad de Palma en la isla de  Mallorca. Eran las seis y diez de un atardecer apresurado de otoño. Hacía un frío húmedo en las calles estrechas del casco antiguo. Este día y a esta hora nací yo y empecé a vivir mi vida extrauterina.
Era un día cinco de Noviembre del año del Señor de mil novecientos cincuenta y cuatro. Esta tarde otoñal anticipada, fría y húmeda, quedé marcado por el signo del escorpión y por el caballo chino. No haría falta que dijera más. Eso quisieran muchos. Pero lo haré. Sin ánimo de ofender.
Llegué al mundo sin crear problemas. Diríamos que los justos. No soy de molestar porque sí. Yo era el damnificado. Llegué sin pan bajo el brazo porque éramos pobres. Tampoco me trajo ninguna cigüeña de Paris porque no tenía dinero para pagarla. Lo sé porque soy el protagonista y hay cosas que no se olvidan.
Cuando la comadrona me dijo de salir al mundo no lo tenía claro. Al principio me resistí y empezaron los tirones, los forcejeos y las contracciones. Luché en en desigualdad de condiciones. Comprendí que no podría resistir mucho tiempo y me rendí. Tuve que nacer. O me nacieron, que se ajusta más a la realidad de lo que pasó. No hizo falta que me dieran en las nalgas.
Ahí fue cuando empecé a llorar desconsoladamente. Impotencia, añoranza y ganas de que el vecindario se diera cuenta. Lo conseguí. Sesenta años después no he cambiado de opinión y volvería a hacer lo mismo. No vi nada en la oscuridad y no escuché nada en el silencio del momento. Recuerdo que toqué a mi madre y me impregné del sudor de su sufrimiento.
Ella se dio cuenta del mío porque me lo dijo. ¡Gracias donde estés! Después de unos minutos me callé afónico y me dormí exhausto.
Todo lo que había imaginado dentro del útero de mi madre no tenía nada que ver con la realidad. Nací, pues, muy confundido. Lo reconozco porque no soy de valentías. Se me nota a la primera. En unos días comprendí que mi futuro inmediato estaría en manos de los cuidados de mis padres y del Generalísimo (que en gloria esté por suerte de todos).
No puedo decir que naciera libre porque todo pasó de forma involuntaria. Era rebelde y apuntaba maneras, como se dice. Desde el primer minuto empecé a llenar mi vida de contenidos. Que de eso se trata cuando quieres forjar un futuro prometedor. El resultado está a la vista. Me imaginé el mar y me enamoré de él.
Me precedían dos hermanas. Ángeles y Francisca. Ya sabéis que es de educados ceder ante las damas. Yo fui, pues, el primer varón y, por lo tanto, aunque el tercero de la lista, me convertí en el heredero universal de todos los títulos y bienes inmateriales familiares. Esta realidad ayudó a que fuera un poco más feliz. A pesar de los días malos que uno tiene incluso en edades tempranas.
Efectivamente he heredado las formas y los modales de la gente de bien. Después de mi vinieron Ana María, Miguel y Bernardo. La leyenda dice que hubo alguno más que no llegó a término. Así pues.
El día nueve del mismo mes y año del Señor fui bautizado, cristianamente, y de forma solemne, en la parroquia de la Almudaina (la Seo o Catedral), en una ceremonia íntima y emotiva oficiada por el Padre Guillermo Font Lladó C.O. Estaban mis padres. Bernardo Negre Canals y Ana María Colmillo Prats. Ambos naturales y vecinos de Ciutat. Me pusieron por nombre Antonio. Más tarde, y desafiando el poder infinito del Generalísimo, lo cambié por Antoni.
El día del bautizo también estaban mis abuelos paternos Antonio Negre Simonet y Ángela Canals Rotger. Mis abuelos maternos Miguel Colmillo Munar y Francisca Prats Biendicho. Actuaron de padrinos mi abuelo materno y mi abuela paterna. Fui el protagonista pasivo porque no tuve nada que ver con todo esto. Mientras me bautizaron no lloré y lo digo para que quede constancia de que a mi no se me acojona con un poco de agua bendita.
En cuanto he podido me he convertido al ateísmo, he apostatado en la intimidad y ahora estoy en lista de espera para ser excomulgado y condenado por la gracia de Dios a pasar mi eternidad a la deriva entre las olas del mar.  O más allá del horizonte que asusta más porque nadie sabe lo que hay. Salud.


sábado, 7 de marzo de 2015

La mentira

Tengo un amigo que tiene un vecino que tiene un hijo. He hecho referencias a él en otras ocasiones, creo. Pues ese hijo se ha hecho mayor, aunque tuvo su infancia. Como casi todos.
El hijo en cuestión nunca conoció personalmente a su abuelo. Murió de una de esas enfermedades que te matan cuando aún eres joven. Era policía municipal. En la casa del vecino de mi amigo siempre tuvieron una fotografía suya sobre una mesita en el recibidor. Enmarcada en madera noble que la resaltaba de las demás. Una foto de estudio con uniforme de gala. Chaqueta con botones relucientes. Corbata impecablemente colocada. Gorra de plato. La cabeza ladeada ligeramente y mirando a la cámara. Adornos de gala de cuerda blanca trenzada entre el hombro y el pecho. Insignias y reconocimientos colocados de forma adecuada. 
El hijo del vecino de mi amigo siempre ha visto esta fotografía en su casa. La tiene sobradamente memorizada hasta tal punto que cuando le piden lo qué quiere ser de mayor -que son muchas veces- contesta que militar como su abuelo. Llegó a ser una obsesión que quería vestir de militar y hacer la guerra donde fuera. A menudo imitaba la pose seria.
Esta especie de veneración inicial le llevó a una normal curiosidad. Ahora importaba saber dónde estaba ese abuelo de la fotografía que nunca había conocido en persona. Porque las guerras tampoco duran tanto y algún día hay que volver. Su madre para salir del paso y medio zanjar el asunto le dijo que el abuelo estaba en el cielo. Así sin más. Porque el abuelo había sido una persona buena y las personas buenas van al cielo. No pueden ir a ningún otro sitio. Era un orgullo haber tenido un abuelo militar que había hecho la guerra y que ahora estaba en el cielo por los siglos de los siglos. Amén.
Otro día, en otra ocasión, pasaron por delante del cementerio. Su padre, contestando a ninguna pregunta, le dijo que su abuelo estaba allí descansando en paz hasta el día del juicio final. El hijo del vecino de mi amigo se medio trastornó. Entró en una depresión infantil y casi pierde la razón. Sus padres le habían mentido con respecto al paradero de su abuelo. La gran mentira que precede a la confusión. O estaba en el cielo o estaba en el cementerio. Pero no podía estar en los dos sitios a la vez porque esto es imposible. Además él lo ubicaba en el campo de batalla. Le tenía mucho apego porque, entre otras cosas, siempre le habían dicho que se parecía mucho a él.  
No se pueden contar mentiras piadosas a los niños en su primera razón. Cuando están construyendo sus ideales. Cuando empiezan a aproximarse a la verdad con la información que reciben. Estas informaciones distorsionan y confunden y la mentira piadosa se convierte en una mentira capital. Ahora exige una verdad que no entenderá. Que no fue militar y que no murió en el campo de batalla. Que está en el cementerio y su alma de creyente y buena persona, quizá, esté en algún sitio como pueda ser el cielo. Siempre que se tenga suficiente fe.  
Han consultado con un especialista en estas cosas para que les ayude. Personalmente creo que han hecho bien. Porque cuando hayan solucionado esto vendrán los reyes magos, el ratoncito Pérez y a saber qué. Eso no ha hecho más que empezar. Salud.