martes, 24 de junio de 2014

Gaviota

Abandona el nido.
La gaviota.
Desde el acantilado.
Sobrevuela el mar.
Pesca y regresa.
 
Luego otra vez.
Un día y otro.
Mira el horizonte.
Quiere llegar a él.
Vuela durante horas.
Y regresa.
 
El horizonte está lejos.
Por mucho que lo intente.
El mar es inmenso.
Sobrevuela la gaviota.
El mar calmado.
 
La gaviota sabe.
Que nunca llegará.
Sobrevuela las olas.
Pesca y regresa.
 
Mañana saldrá.
Rumbo al horizonte.
Y no regresará.


domingo, 22 de junio de 2014

Paolo

Erase una vez. Un día adecuado y correcto para empezar unas vacaciones. Con la misma valentía que una barca encara el mar en la bocana del puerto. Proa firme y velas hinchadas.
Entra dentro de la normalidad que en unas vacaciones conozcas a alguien. Ese alguien, este año, se llama Paolo y es italiano. Tiene cara rústica. Hace años, me cuenta, se le ocurrió enviudar. Heredó casa, posición, dinero y pena. Mucha pena. Todos los días le pelea un puesto digno a la vida. Ronda los sesenta y pico y se mantiene bien. A parte de su cara rústica. Mantiene un duelo patológico de un enamoramiento truncado a destiempo. Culto. Hablador de varios idiomas. Pensador en todos ellos. También sabe escuchar y callar en todos ellos.
Fuimos esbozando un afecto que se convirtió en amistad. Como quien se asoma a un precipicio para asombrarse del resto del mundo y termina por gustarle. Habla de su mujer y piensa que fue un error que se marchara tan pronto de este mundo. Una injusticia. La echa de menos. Se ha refugiado en la rutina de la vida. Como lo hacen los que llevan hábito de clausura. Su vida es una foto incompleta con imágenes tomadas un día de niebla.

Erase una vez. Unas vacaciones adecuadas con un amigo italiano llamado Paolo. Que enviudó prematuramente. Seguramente porque tiene una cara rústica. Viene de un lugar precioso pero donde el sol no se deja ver. Sólo un par de días al año. Cree en la magia del mediterráneo porque la huele y la respira. Se estira en la playa y se deja acariciar por sus olas. Del sol no se fía. Por eso también lleva sombrero.
Desde la tumbona y entre habladurías miramos el mar. Hoy está hecho de pinceladas de colores y de luces. Pocas sombras. Con contornos de humedad y bochorno. Está hecho de olas mansas. Es ese mar de verano al que no le adivinas la edad porque se le ve jovial. Llega pausado. Está un rato mojando la arena. Se aleja pausado. Pura magia. Sabes que pasa Paolo, le digo, que la mañana nos enseña el camino de la tarde. La tarde nos enseña el camino del anochecer. Y la noche nos transporta al día siguiente sin darnos cuenta porque dormimos. O mientras vives la noche, me responde. Que esta es otra. Empezamos hablando de un tema y pasamos a otro. Sin darnos cuenta. Sin motivo aparente. Cambiamos los temas sin aparentar.
Cuando se ríe, Paolo, no se esfuerza. No deja que el sol le de en la cara. El sombrero se encarga. Y el día va a lo suyo. Sin perder ni un minuto. Eso dicen. Pero a mi me da que pasa más rápido de lo normal. Imaginaciones mías seguramente. El calor aprieta y pide agua sin gas. Para mi una cerveza. Sabes que te digo Paolo, que no me extraña que tengas piedras en los riñones. Tanta agua no puede ser bueno. Y se ríe. Él habla italiano y yo le hablo en castellano. Pues como si nos conociéramos de toda la vida.

Siempre he dado muestras de ser bastante liberal. No suelo meterme con lo que hacen los demás. La libertad es algo sagrado para quienes en algún momento de nuestra vida no la tuvimos. Pero vamos a ver. Son las nueve de la mañana. Desayunamos café con leche y unas pastas. Un poco de zumo natural y conversación. Unos turistas de la mesa de al lado han pedido una paella de marisco. Lo siento pero eso no se hace. No nos dejan oler el café ni el pan tostado de la mañana. Tendrán dinero pero no tienen paladar ni buen gusto. Paolo, al turista de al lado, lo llama "picha breve". Hay una relación directa entre lo que le falta de cerebro y el atributo varonil. Vale. Pero yo no digo nada.
Me describe el mar. Es tan así. Tan él. Va tan a lo suyo. Tan a su estilo que da envidia. Ese es Paolo con su inteligencia y sus sentimientos de verano. Que enviudó a destiempo por tener una cara rústica. Cada día es distinto porque se deja llevar por el color del mar y la forma de las olas. Sus sentimientos se mueven con la brisa marina. Nos contamos cosas de nuestras vidas que incluso a veces nos sorprenden.  No quiere eludir las responsabilidades y los deberes que la vida le pone Ha conseguido memorizar sus huellas. De vez en cuando las recuerda. Por la noche las olas rumorean cosas. Algo habrá de verdad en lo que dicen. Nosotros las entendemos, yo en español y Paolo en italiano. Salud. 
 

jueves, 12 de junio de 2014

Espacio

Está tu sombra. Estás tú.
Espacio. Muro de palabras.
Tiempo de vivir.
Con el aire que viene del mar.
 
Con el mar que habla.
Porque escucha.
Murmullos de vida.
Y de muerte.
Luz de penumbra. Sin imágenes.
 
Vida hueca sin lenguaje.
Negrura de sangre.
Niebla que difumina
el paisaje y el cielo.
 
Voz que acompaña.
Caen las palabras del muro.
Insignificancias acumuladas
que forman un laberinto.
No puedes escapar.
Por culpa de ti mismo.
 
Vida y palabras.
O lo contrario.
Espacio de valles y colinas.
Tiempos nuevos.
Con brillo de memoria.
De bosque y de mar.
 
Nubes y lluvia.
Estrellas ausentes por culpa del frio.
Libro y saxo. Espacio de vida.

viernes, 6 de junio de 2014

Escribiré

Un día escribiré 
sobre todas las cosas.
Escribiré sentado en una roca 
al lado del mar 
mientras espero que amanezca 
despacio.
Relajadamente. 
En silencio. 
Escribiré sobre nosotros, 
sobre ellos y sobre todos. 
Sobre la estupidez, 
los buenos momentos
y lo contrario. 
Y algo más que se me ocurra.
Con los pies descalzos  
para sentir la tierra 
de la que formo parte. 
Escribiré sobre la vida 
y sobre  la muerte. 
Sobre dónde reposan los huesos 
y dónde descansan las almas. 
Quién las guarda. 
Qué hacen y a qué huelen. 
Sobre los perros que siempre ladran 
y sobre los que siempre callan 
y jadean a la luz de las farolas.
Alguna cosa tendrán que decir.
Un día escribiré sobre todo esto 
y un poco más. 
Con las letras afiladas. 
Usaré palabras trasparentes. 
Que relajan cuando las lees. 
Pero ahora todavía no. 
Toca pensar sobre todo ello. 
Mientras se instala el verano 
porque se ha ido el invierno. 
Porque en verano amanece antes 
de que me despierte. 
Y en invierno me despierto antes 
de que amanezca. 
Son cosas del tiempo y de los relojes.
Esa hora de más o de menos 
que el reloj no puede decidir.
Desnudaré el lenguaje pomposo 
hasta dejarlo llano. 
Un lenguaje de zapatillas
Evitando las piedras 
para no tropezar. 
Y recordaré lo vivido 
y lo que me queda por vivir. 
Mientras la pluma escriba libre.
Dice el poeta que me inspira 
que los recuerdos 
son propiedad de la vida pasada. 
La vida vivida. 
Con permiso del olvido. 
Los recuerdos son de barro 
y se pueden romper fácilmente.
Escribiré de la tertulia de madrugar. 
De cuando nací y de cómo crecí. 
De cómo pasó todo. 
De lo que aprendí de mis padres,
de la montaña y del mar. 
De lo que el bosque me enseñó. 
De porqué algunos perros 
ladran confusos y no se les entiende. 
De cuando el camino se divide en dos
y hay que elegir. 
A veces pasa y te desconciertas 
porque temes coger el equivocado. 
Siempre cojo el de la izquierda.
Mientras escriba de todo esto 
el sol vendrá del este 
y subirá cielo arriba. Sobre el mar.
Será el momento de escribir 
de mis experiencias 
dentro del útero de mi madre. 
Y mis paseos junto al mar
de la mano de mis abuelos. 
No hay tanta diferencia. 
Escribiré de lo que sentí 
cuando la comadrona cortó 
el cordón umbilical. 
Me provocó una angustia que me hizo llorar. 
Lo que intuía en el útero de mi madre. 
Nada parecido a la realidad. 
Ésta última me supera
porque hay cosas que no se olvidan. 
Yo estaba allí. 
Cuando me canse 
de estar sentado en la roca, caminaré. 
Mientras las ramas de la arboleda
me protegerán del sol y del viento. 
Escribiré a que huele el mar, 
el bosque y la vida. 
La hierba y las piedras de la tierra. 
A qué huelen las gentes. 
Y cuando ningún perro ladre a la tormenta 
tragaré saliva 
porque el que estará asustado seré yo. 
Estaré en la penumbra para ver y no ser visto.
El día que los gatos 
no estén en los tejados 
las noches de luna llena. 
El día que las ratas 
no escriban desde las cloacas. 
Cuando las bestias se cansen 
de estar paradas y empiecen a embestir. 
Será apocalíptico. 
Como cuando naces como requisito previo 
para luego poder morir. 
Un imperativo vital.
Una tarde escribiré sobre todo esto. 
Sentado a la sombra 
de un olivo centenario 
esperando el atardecer. 
Cuando los lobos salvajes 
empiecen a sentir frío. 
Regresaré al bosque en busca de cobijo.
Enseñando dientes feroces 
y aullando a la luna aunque no esté. 
Y si se hace de noche y no tengo sueño 
también escribiré sobre todo esto. 
Del vecino al que no le gusta Mari Trini. 
Del gallo que me despierta todas las mañanas.
Porque aunque no duerma 
la noche pasa sin remedio. 
Y escucharé las voces de la noche. 
Que son otras. 
A veces me hablan de ti.
De los que escriben. 
De los que hacen posible los libros. 
De los que leen y recitan.
De los mendigos con carrera 
y de los intelectuales 
que firman manifiestos. 
Y cuando lo haya escrito se lo leeré al mar. 
Sentado en la arena. 
Con las luces del alba 
y las olas medio dormidas. 
Dejaré pasar el tiempo entre suspiros. 
Luego regresaré a casa 
antes de que llegue la tormenta 
y se ponga a llover.
Los días siempre comienzan de noche. 
En verano alargamos los días 
hasta las tantas. 
Tomaremos el fresco  y nos iremos a dormir.
Cuando sólo quedan las cenizas del día
es hora de acostarse. 
Escribiré de la gente que llora de noche 
porque resulta más poético. 
En silencio y en la intimidad. 
Y si las lágrimas van al mar no se notará. 
Los buenos ladrones también roban de noche. 
Los que roban corazones 
prefieren la penumbra de la alcoba. 
Escribiré sobre esto 
para los supervivientes de la vida. 
Escribiré sobre los peces 
que se mueven con libertad.
Igual que los gorriones 
entre las ramas del bosque. 
O la libertad de mi pluma 
sobre una hoja en blanco. 
Tengo viejos escrúpulos 
igual que tengo viejas heridas. 
Escribiré de aquellas cosas
que me protegen. 
Como la corteza de un pino. 
Tiene el mismo encanto 
que las arrugas del cansancio. 
Algún día escribiré 
sobre todo eso y algo más. Salud.

miércoles, 4 de junio de 2014

Nostalgia

Es una noche cualquiera de finales de primavera. Cuando el tiempo quiere cambiar para hacerse verano. Pero titubea. No se atreve o simplemente no sabe. Y hace como que cambia pero todo sigue igual.
El bosque lleva demasiados árboles este año. Es frondoso y no te deja pasear entre ellos. Lo intento pero resulta complicado. Es que no me quiero perder su belleza.
Esa noche cualquiera de finales de primavera tenemos tormenta. De las buenas. Que estremecen. El viento del norte empuja la lluvia contra los cristales de las ventanas. Las persianas se quejan. 
He decidido que las tormentas de esas de cambiar la estación del año son buenas compañeras para las noches de insomnio. La lluvia también. Y los relámpagos y los truenos. Es bello en su conjunto.
Las calles están desiertas de personas. Sólo puedo ver la oscuridad y el viento cogidos de la mano. Sin paraguas. Un techo de nubes los protegen.
A cada trueno ladran los perros. Un ladrar entre el miedo y la nostalgia de la luna. Mañana las gaviotas volarán sobre el mar en busca de comida. Luego la llevarán a los nidos del acantilado.
El tiempo pasa y nos envejece. Pero él sigue tan joven como siempre. Eso dice el poeta. Que sólo nos envejece a nosotros. Pues ahora mismo envejezco en la cama. Escuchando la radio y la tormenta.
La alternancia de pensar y escribir. Y utilizo los libros como armas contra la incultura. Aliados de la sabiduría y la sensatez. Mientras la mente lo asimile.
Al día siguiente me encuentro en la terraza del café "Es Comerç". La gente se mueve con prisa y sus rostros se han vuelto inexpresivos. Cada uno pasea su historia. Yo vacilando de ingenuidad.
Recuerdo que aprendí las letras y las palabras al mismo tiempo. Era niño y quería saber el nombre de todo. También preguntaba el porqué. Muchas respuestas fueron que esperara a que fuera mayor. Quise ser mayor. Ahora soy mayor y me faltan demasiadas cosas por saber. Pero sigo preguntando.
Cuando aprendí a juntar palabras quise ser poeta. Si quieres que tu lengua hable o tu pluma escriba, consulta antes con la cabeza. Evita la mentira y te ahorrarás las disculpas. El aire todavía es fresco.
Tengo puesta "Radio Murta". Me estremezco con los "Amores" de Mari Trini. Me supone una vuelta a los enamoramientos de la adolescencia. A los desvelos y a las astenias. A la pasión y a las ganas. En las noches de verbena de los pueblos costeros.
La noche de la tormenta aprendí lo cambiante del tiempo. No es de fiar. El valor de los segundos. A qué huele el agua de lluvia cuando es de noche. Sincronizar los truenos con la música. No sé si los perros le ladran a los rayos o a los truenos.
La diferencia entre soledad y compañía. Lo imaginativo que resulta escuchar la radio. Las palabras suenan distinto según quien las pronuncie. La lealtad con mis maneras de pensar y decir las cosas.
Luego los truenos se escuchaban lejanos. Vinieron los bostezos. El caer de los párpados. Acomodar la almohada. Empezar a vivir un nuevo sueño. Sueños de temporada, claro.
Y digo yo que los humanos podemos llegar a ser tan sensibles como cabrones. Igual quitamos hierro a un asunto que metemos más madera al fuego. Soplar el fuego puede apagarlo o avivarlo. Los caminos de Dios no sé si son inescrutables porque no ando por ellos. Pero los de la vida si lo son. Los piso todos los días.
Le busco tres pies a quien sólo tiene dos, cuatro o cien. La música, la poesía, las humanidades. El pensamiento activo. Tocar sin mirar. Oler sin ver. Leí un artículo en el que se afirmaba que todo hombre sabio teme. Me llamó la atención. Pensé en todas aquellas cosas a las que puede temer un hombre sabio. El articulista citaba, "la tormenta en el mar, la noche sin luna y a la ira de un hombre bueno". Queda dicho pues. Salud.

martes, 27 de mayo de 2014

Regreso

El otro domingo estuve en el pueblecito costero y pintoresco de pasar las vacaciones junto al mar. No fui el único. Había otros. La necesidad, seguramente. Las ganas. Hay que ir preparando. Nos saludamos y preguntamos. Lo que toca. Puedo deciros que el pueblo sigue quieto y sosegado al amparo del mar. Y de la montaña por el lado de poniente. Algarrobos, encinas y olivos centenarios despertándose a la primavera. Los pinos de las calles han roto las aceras. El pueblecito está como siempre pero un año más mayor.
Abrí la puerta y las ventanas. De par en par. El aire del mar entró en la casa y escudriñó todos los rincones. El aire de la montaña hizo lo mismo. Entre los dos limpiaron el ambiente de invierno y secaron la humedad acumulada. Al final todo quedó con un toque casi de verano. El día acompañaba. También bajé al puerto y a la playa. El aire del mar me dio en la cara y pude respirar hondo. Aire limpio con un poco de salitre. Un momento de silencio y un sol impertinente que me obligó a retroceder hasta las alcobas de las barcas. Necesitan cambiar el ramaje. Ramas de pino seco y hojas de palmera para evitar el sol del verano.
Le tenía ganas. Demasiadas. Un paseo por la playa. Pisar arena y contemplar mis huellas por unos segundos. Lo que tarda el agua en borrarlas. Iguales que el año pasado. Un poco más lentas, quizás. Luego los barcos y los pescadores. Esas gentes que entienden el mar y leen las estrellas antes de salir a faenar por la noche. El bar de Pepe lleno a rebosar. Se respiraba verano. Ropa informal y sombreros. Charla animada debajo de las sombrillas. Una primera toma de contacto. Saludo a Fran de camino a casa. Ya tiene el quiosco abierto. Eugeni ha sacado una tumbona a la terraza. Debajo del porche. Estrena libro y lo enseña. Es lo más parecido al cielo que yo conozca. El pueblecito pintoresco al lado del mar. Donde pasamos las vacaciones y otros días.
Al atardecer nos juntamos unos cuantos. Sobre un alto desde donde se aprecia el horizonte y la puesta de sol. Hoy, si te fijas un poco, puedes ver más lejos del horizonte. Porque el cielo está limpio. Estamos sentados en unos bancos de madera y justo cuando el sol va a meterse en el mar nos levantamos y guardamos silencio. La naturaleza tan más de lo mismo y nos sigue poniendo los pelos de punta. Luego nos despedimos. Subo hasta mi casa y cierro las ventanas. Todavía anochece fresco. Como algo y enciendo la chimenea. Butaca de pereza. Copita de Brandy. Abro los "Cien años de soledad" de Gabo y empiezo a releer por cualquier página.
Fuera el cielo se ha nublado y empieza a llover. El olor de tierra mojada de otoño se nota aunque estemos en primavera. Este verano algunos jubilados ya no vendrán porque se fueron para siempre. Otros vendrán por primera vez a oler el aire del mar y del bosque. A disfrutar de los paisajes y de la compañía de las gentes. Puedo escuchar la música del bar de Pepe. No molesta y acompaña. Como en verano. Cuando el reloj tocó las tantas me quedé dormido. La noche se alargó hasta el amanecer. Cuando el sol llama a las persianas oigo bullicio por las calles. Como en verano. Salud. 

domingo, 18 de mayo de 2014

Coherencia II

Después de mucho esfuerzo he conseguido crear un mundo. Mi mundo dentro del mundo de todos. Con todo lo necesario. Procurando que no falte nada ni nadie. Pero esto último es otra historia que pertenece al azar y a circunstancias en estado salvaje. Sobre las que no ejerzo ningún control. Un mundo de coherencia. De dejar huellas fieles a mis principios. Un mundo consciente y honesto igual que mi forma de ser y de estar. Un mundo que a veces converge con otros por compromiso personal. Donde los deseos satisfechos abonan el terreno.
Y mi casa es mi mundo. Construido en años de perseverar. Confortable y segura. Porque todo está en su sitio. Mi sitio de libertad. Con las paredes decoradas con mensajes sacados de botellas y citas sacadas de libros. Sin puerta. La intimidad está protegida por un visillo y la noche. Una luna tapada de nubes para que no ilumine. Y el tiempo de las cosas dura lo que uno quiere. Porque el reloj es biológico y está en la mente. Los sueños duran una noche. Se comparten los sueños y la noche. La compañía la pone la soledad. Miradas y caricias de aire. Las horas y los minutos de mi casa de mi mundo no pasan porque se hayan vaciado. Se cambian porque se han llenado. Con tenacidad.
Y vino el poeta y convirtió el día en estatua de angustia. Vacía por dentro. El viento silba cuando la roza. Y el agua la cambia de color cuando la moja. Así empezó el poeta a esculpir el día en cuanto amaneció. Los gorriones son expertos en romper las monotonías y se pusieron sobre la estatua. Así sin más. Y la estatua de angustia se convirtió en centro de vida. Generadora de ideas y de historias. De recuerdos. De sol y de sombras.
El día va regalando minutos que cada cual aprovecha según le convenga. Así, recluido en el sosegado mar, transcurren esos días de mi mundo. Días definitivos que terminan para dar paso a otros. Mis zapatos de andar cómodo se han adaptado a caminar de día y descansar de noche. Como todos. Pero los míos también descansan cuando leo y escribo. Es la costumbre. Forma parte de mi libertad.
Miro fijamente el mar a mis pies. Miro mis pies junto al mar. Las olas llegan pero hoy no los tocan. Que está fría el agua. Sostengo mi libreta y anoto todo lo que veo. La vida que pasa. El vaivén de las olas. Y el susurro del recorrido sobre la arena hasta no poder más. El símil de la vida es un camino. Pero también podría ser el bosque o el mismo mar. Mi mundo o mi casa. Pero las piedras y las hojas caídas borran este camino que te cansa cuando llega la noche. Bendito día y bendita noche. Los días que llueve me siento en la terraza de mi jardín y miro el agua que cae abundante desde el tejado. Y huelo la tierra. Esta tarde iré hasta el acantilado para ver ponerse el sol El día viene despejado de nubes y las tormentas están lejos. El sol vendrá a ponerse ponqué también viene cansado cuando llega la noche.
Sentimientos encontrados de naturalezas coherentes. Agradecido desde que amanece hasta que atardece. Agradecido de poder ver anochecer. Salud. 

lunes, 12 de mayo de 2014

Coherencia I

Conmueve la noche cuando no deja huella. De dolor, de alegría o de sorpresa. Cuando deja semblante ignorante. O eso es lo que parece.
Dice el poeta que con la palabra viene la equivocación y el malentendido. Por eso se recluyó en el silencio como norma durante un tiempo. No hizo ruido. Incluso apagó la ira o la dominó. Que siempre será mejor expresarla de otra manera. Si la expresas con la palabra, luego te puedes arrepentir.
Un amigo de Bernat se ha unido a las tertulias. Ha sido padre y nos ha invitado al desayuno. Se estrena en las funciones de padre el mismo día que su hijo se estrena en las funciones de hijo. Ambos son pardillos en eso de ser padre e hijo y cada uno intenta hacerlo lo mejor posible. Ninguno puede aconsejar por falta de experiencia. No hay antigüedad. A esto lo llama el amigo de Bernat igualdad de condiciones. Pero al hijo le contrasta la protección de la vida en un útero con el ruido de fondo de su vida actual. Ruido que todo lo distorsiona.
La vida transcurre ajena a nuestras alegrías y sufrimientos. Igual que el silencio roto por los ladridos de un perro anónimo al amparo de la oscuridad de la noche. Respondido por otros perros en una locura de ladridos desafinados. Algo inhumano como complemento a la intimidad de la vida. Miro al jardín desde la ventana y observo que la luna también es capaz de dibujar la sombra de los árboles. Aunque un poco más difuminada que la sombra que dibuja el sol.
Los minutos son más largos de noche porque hay poco que ver y mucho que imaginar. La alegría o la tristeza no se ven. Ni las lágrimas. Pero están. Todo es clandestino por la noche. Menos los ladridos de los perros. Las imágenes borradas por la oscuridad. La admiración o la decepción vienen de lo que la imaginación interpreta. Todo son cenizas de lo que fue el día anterior. Ni siquiera hay humo. 
Pero cuando el día amanece el mar vuelve hasta la orilla en forma de olas y espuma. Mansas de madrugada y bravuconas al mediodía. Y se calienta el día mientras avanza para luego refrescar al atardecer. El ruido del día apaga las voces y la gente se comunica con la mímica. Sólo el mar mantiene las olas en susurro para que puedas leer con tranquilidad. De mañana y en la calita del pueblo de veranear es como volver a la vida del útero. Allí pasa muchas horas el amigo de Bernat. El que ha sido padre. Con su hijo, claro.
La libertad empieza por tener los pies descalzos sobre la arena. La coherencia de la felicidad al lado del mar. O en el bosque en primavera donde todo es vida. Y el aire centenario que respiras lo aprovecha la encina y el olivo. Y el viento, mientras, te gira las hojas. Salud.



viernes, 9 de mayo de 2014

Ideas disimuladas

Tengo que contar, aunque me cueste, que el otro día estuve deambulando durante horas -como alma en pena-. De esos días en horas bajas que todos tenemos. Horas de ausencia del mundo real. Horas de limbo. Tiempo inútil. De tener la mente en blanco incapaz de pensar. Un ser inanimado bastante parecido a una ameba pero de tamaño normal. Esta noche no escribí nada serio. Tampoco escribí nada inteligente. Realmente no escribí nada y además dormí mal. Para ser sinceros y evitando los rodeos. Entre insomnios y pesadillas. Traté de remediar la situación apelando a que es Mayo. Nada. Puse todos los esfuerzos posibles. No hubo ninguna respuesta que valiera la pena. Ni un acto reflejo. Cuando la vida se vuelve insegura y pesada a ciertas horas. Abstracta. Sin olores, sin colores y sin sombras. Pura penumbra. Ni siquiera los rayos de sol de primavera me consolaron. Ni las olas del mar. Ya puestos, ni una lluvia de otoño en tierra seca.
Pero pongo la radio como de costumbre. Ella me entiende y me hace compañía. Habla un presidente en sus horas bajas tirando a peores. Dice que el estado y la sociedad que lo compone ha salido de la UCI. Que está en planta. Pero con los cuidados, la dieta y la medicación de la UCI. Se han cambiado las tendencias y no hay vuelta atrás. Crecemos y creamos empleo. Hemos pasado de lo muy malo a lo peor gracias a su gestión. Se le ve optimista, vaya. Y además contagia. Yo necesitaba este punto de alegría. De hecho me entró una sonrisa tontorrona y testaruda. Facilona. De esas que no las puedes remediar. El presidente con sus palabras apartó la penumbra de mi alrededor. Vi luz. Mucha luz. Menos mal que alguien es capaz de levantar la moral en este puto país (esto último se lo he copiado a la vice).
Las noches de insomnio son persistentes. Pero también las noches placenteras. Las olas del mar también son insistentes y no paran de llegar. Igual que la noche que siempre llega cuando acaba el día. Nunca antes. Haga el tiempo que haga. Desde toda la vida que yo recuerde. Sólo hace falta que esta noche aparezcan las lágrimas de San Lorenzo. Pero no creo porque no toca. Pienso que si el estado funciona tan bien igual el presidente nos cambia las previsiones y las adelanta aunque sea por decreto ley. Que sé que puede hacerlo. Cosas más extravagantes hemos visto. Como que el yernísimo es la persona que más ha hecho para que vuelva a implantarse la República. Con su sumisa esposa que no se entera de nada. Que dicen los obispos que es cosa buena para la familia.
Paro un momento en el bar de Pepe y me pongo a mirar el mar. Pido un café. Lo huelo incluso antes de que me lo sirva. Ahora mismo soy una persona anónima. Me gusta serlo. Pasar desapercibido. Como si estuvieras tapado por el polvo y no pudieran verte. O como si tus huesos estuvieran enterrados en una fosa común o una cuneta y nadie lo supiera. Y que el estado se empeñara en sacarlos y los jueces se negaran porque se han pasado por el forro de sus togas la justicia universal. Más o menos así, pues. Pero dice Eugeni que si buscamos fama tenemos que empezar por llevar una vida en B. Siempre con sus ironías.

A todo esto que el domingo pasado me dejo caer por Pollensa con mi Panamá puesto porque el sol no tiene miramientos. Me he comprado unos zapatos cómodos. Me dice el "Pobler" que los hace que parecerá que voy descalzo. Le advierto que de esto sé un rato. Me los pruebo y efectivamente. No es que parezca que vas descalzo sino que llevas unos zapatos cómodos. Eso quería decir. Y el zapatero de Sa Pobla anda molesto porque sabe que le van a quitar la medalla al mérito policial a la Virgen María. Una injusticia más.
Y es que las palabras no son inocentes ni ingenuas. Las palabras son algo más que palabras. Son lo que significan en sí mismas. Además del significado que quiera darle el que las escribe en su contexto. Y el significado que les da el que las lee cuando las saca de su contexto. La ironía son palabras o ideas disimuladas. En estado de camuflaje. He escuchado hablar de temas muy importantes y muy serios y me he reído hasta la epilepsia. A Rubianes hablando de una enfermedad y de una consulta médica. A Gila hablando sobre la guerra y a Don Mariano hablar sobre las cifras del paro y la evolución del país. Es fácil hacer magia con las palabras si tienes dotes. Porque las palabras no son sólo palabras. Se pueden disimular. Salud.   
 

jueves, 1 de mayo de 2014

Maestro

La privilegiada intelectualidad de algunos que contrasta con la estúpida insensatez de otros. La conciencia de pueblo y de sociedad que deberíamos tener y que muchos carecen de ella. La educación está peligrosamente disminuida porque al sistema educativo lo han recortado. El individuo está en peligro social.
Con todo esto sigue habiendo poetas y libros en las librerías que la gente compra. Poetas que hacen poesía de la vida. Y la sombra de los libros sigue siendo sugerente y atractiva. Algunos se han acostumbrado a vivir crispados y con demasiadas ignorancias. Esto los hace vulnerables y con un punto de esclavitud. Procuro no estar entre ellos.
La geografía de la mente no siempre es un calco de la geografía del corazón. Los sentimientos unen y separan según las emociones que los mantienen. Extraigo verdades de lo que me rodea para fundamentar mi personalidad. Y fomentar mis ideas.
El futuro es impreciso por falta de referencias. No hay objetivos que plantear porque ya no nos creemos las utopías. Así, sin más. Para simplificar. A finales de Abril, el maestro dijo a sus alumnos que aprendieran de las personas buenas. Natural y sin forzar. Que no se fiaran de las personas que acaparan inmerecidas portadas de lo que sea.
Y los alumnos reflexionaron en la intimidad de su intelectualidad. De su biografía personal. Y descubrieron la sombra de la verdad. Y entendieron al maestro. Y fueron a por la verdad siguiendo su sombra. 
Es bueno aprovechar la lucidez del amanecer y el frescor del atardecer. Para reivindicar futuro a cada día que pasa. Con la cultura humanista de lo público. Porque es de todos. El maestro, cuando empezó Mayo, terminó la clase recuperando actitudes de su infancia. Transmitiendo valores de los buenos.
A pesar de la crisis. Las letras siguen los caprichos de quien las piensa y escribe. Muestran la conciencia de pueblo y de sociedad. Culta y madura. Con sus excepciones. Letras tranquilas y letras histéricas. 
Novelista y poeta. Literato y lector. Con visión de destino. Poco improvisadores porque hay experiencia acumulada. Necesito papel y pluma. Y escribir esto. Unidos con puntos y aparte. Porque son agresivos y elegantes al mismo tiempo. Cuidado cuando cruces el desierto. Te puedes perder. Dosifica el agua. Debes temer las tormentas de arena. Relájate cuando encuentres un oasis. Piensa que es un desierto. Igual que si estuvieras en alta mar. Todo resulta grande. Porque todo es grande.
Esto pensaba el poeta justo empezando el mes de Mayo. Porque el poeta era también el maestro. Soledad disciplinada cuando las olas amenazan con anegar tu rectitud. Piensa que el emigrante siempre se lleva un trozo de su tierra y de su cultura para esparcirlos.
Salud.