martes, 25 de febrero de 2014

Operación Palacete

     Yo estuve en el Palacete. Sé la verdad y os la voy a documentar. El primer amor es el que vale pero la primera verdad no tiene porqué ser la que cuenta. Quien no esté preparado que no siga leyendo. Las cosas no siempre son como han dicho que son. Vamos a afrontar la verdad de una puñetera vez.
El mundo de la cultura y la literatura anda revuelto estos días y con sobrados motivos. No es para menos. En el Convento de las Trinitarias situado en el Barrio de las Letras de Madrid se están llevando a cabo unas obras de remodelación y adecuación de espacios. Los obreros, en unas dependencias no habitadas desde no se sabe cuánto tiempo, han encontrado unos folios antiguos manuscritos. Expertos y estudiosos contratados por el ministerio de cultura se han puesto a analizar el material encontrado. Se trata de unos cincuenta folios de papel bien conservado pero muy antiguo escritos a pluma. Estaban bien colocados y bien guardados en un arcón. A primera vista y después de leerlos detenidamente parece que hay pocas dudas. Este manuscrito podría ser obra del mismísimo Cervantes. Los intelectuales piensan que esto podría desvelar algo más sobre nuestro insigne escritor, pensador y humanista. Ahora es el turno de los que restauran, copian, fotografían, microfilman, estudian detenidamente y luego de todo esto nos dirán. Hay buenas vibraciones y mejores perspectivas.
     Se desprende que Don Miguel de Cervantes vendría de hacer un crucero por el mediterráneo. Digo que vendría en muy buen estado de salud después de doce días por el mar y con paradas en dos puntos del norte de África. Aunque no queda claro y mucho menos después de haber empezado a analizar estos escritos a los que hago alusión. Antes de partir hacia el crucero habría mandado un wassapp a su hija que por aquel entonces era la madre superiora del Convento de la Santísima Trinidad en Madrid. Como quiera que se trataba de un convento de clausura y no teniendo Don Miguel a dónde ir cuando llegara a Madrid y dado que su hija era la madre superiora del convento, habría pedido licencia al arzobispado -que tenía y sigue teniendo potestad en estas cosas- para que su padre pudiera albergarse en el convento al cuidado de las monjas y de su hija lo que le quedara de vida. Estamos hablando de una persona mayor con una salud de hierro que viene de un crucero y de un viaje en AVE. Sabemos, no obstante, que está aquejado de una hemiplejia izquierda que le obliga a andar con muletas y que habla con dificultad. El arzobispado en cuestión habría accedido y convenido en que así fuera y que estuviera atendido por su hija y es resto de las monjas hasta su muerte. Queda claro -por lo leído- que no era manco ni que sufriera heridas de guerra. Padeció de una embolia que le provocó una hemiplejia izquierda y de la que ya estaba recuperada la movilidad de la mano aunque no tanto de la pierna. Queda medianamente claro que desembarcó en algún punto del levante español y que viajó en AVE hasta Atocha. 
     Los primeros expertos en hablar han dicho que la escritura está hecha con mano temblorosa y que habría escrito estos folios poco antes de morir y después de haber sido confesado y haber recibido la extrema unción. Era de izquierdas pero se hizo católico en la vejez. Es una especie de ensayo autobiográfico escueto en el que resalta sus ideas y sus pensamientos con momentos de gran lucidez y brillante en el fondo y en la forma y otros pasajes algo confusos producto de su avanzada edad que contaría según estimaciones los noventa y tres años.  Estaría Don Miguel en su mundo y su universo atemporal donde la necesidad le obligaría a coger la pluma y plasmar sus vivencias y sus creencias. El escrito es asombroso y versiona los últimos momentos de su vida.
 
     Mantiene su creatividad habitual y sugiere anécdotas inéditas de su vida que los historiadores datarán y pondrán en su sitio. Un documento de enorme importancia y trascendencia para las letras españolas y para conocer un poco más sobre su vida y sus padecimientos; "pronto ha de llegar la noche que borre mi memoria y se haga la oscuridad más absoluta. Tengo la  certeza porque la presiento y porque es ley de vida y mientras pueda ver mi sombra seguiré escribiendo lo que piense. Estoy preparado para partir. Tengo ya, un pie en el estribo". Podría parecer impreciso pero puntualiza algunos pasajes de su vida de forma breve pero intensa. Da gracias a Dios -al que blasfemó tanto como pudo- porque le ha procurado este final y no otro peor. El crucero han trasformado sus sufrimientos y su angustia vital en reconfortante vitalidad y ganas de escribir un bonito final para su carrera. Es un escrito muy personal y apasionado. El momento lo requiere. Es un biografiado a modo de ensayo o viceversa. No escribe para un público. Escribe para él como si de una confesión se tratara.
     Esta construcción literaria se restaurará y se guardará celosamente en algún sitio donde cualquiera de nosotros podamos contemplarla. Será lectura obligada y los críticos harán versiones para todos los gustos. Sin duda alguna se trata de un gran hallazgo después de que las mismas monjas perdieran sus huesos en otra remodelación anterior del convento. No siempre las cosas son lo que parecen y alguien debe proporcionar luz. Esta vez me ha tocado a mi. Basta de mentiras y de manipular la historia.  Salud.  


Tweets

Estaré al lado del mar
quiero perder la noción del tiempo.
 
Palabras con música
para los días de fiesta.
Individuos sin palabras.
Palabras en blanco y negro
sólo palabras.
Palabras con memoria
palabras olvidadas.
Palabras ahogadas
en la amargura de la vida.
Palabras plañideras
que sólo hablan de penas
y te hacen llorar.
 
Amor a primera sombra
encontrado por casualidad
cuando seguía una silueta
silenciosa y sin sombra.
Hemos quedado
con las últimas luces
estaremos juntos
hasta las primeras luces.
Mirar el mar y esperar
no todo es leer y escribir.
 
Ajeno a santos, héroes y mitos
y a alguien más.
Pasión que grita con voz afónica
melancolía triste de ojos cerrados.
Acordes de guitarra, toque flamenco
ritmo de tacones y voz desgarradora.
Silencio que habla la música
sin orquesta de cante gitano.
 
En la noche cerrada
reconozco tu perfume de mar
espoleado por el viento.
Me enamoro de una estrella
no habrá descanso esta noche.
Sombras mudas de la oscuridad
que hace invisibles las huellas.
 
El mar viene manso, sin romperse y sin espuma.
Las campanas suenan a ocaso y a retiro.
 
 
 
 


martes, 18 de febrero de 2014

Mirada

Me quedé con su mirada. Con sus ojos desnudos que permiten ver los secretos que encierran. Esos ojos de esa mirada. Maravilla de la creación. Que dejan pasar la luz de la mañana y le dan color. Color de cielo y mar. De música y viento. De ganas. De esperanza. Mirada de aire fresco. De fantasía. De mar y de olas.
Esos ojos y esa mirada puestos en un rostro serio. De brillo melancólico. Mirada pensativa, a ratos. Mirada profunda que se pasea solitaria por los caminos solitarios. Para dejar huellas distintas. Y las deja. Ojos que insinúan.
De persona divertida, ocurrente y atrevida. Mirada con imaginación de otros tiempos. Muchas veces incomprendidos porque no son de este tiempo. Que hacen que la normalidad esté en la diferencia. O que la diferencia sea normal.
Ojos que miran a todas partes. Mirada acomodada a los caminos alternativos. Mirada de discurrir y darle vueltas a las cosas sencillas. Para descomplicarlas.  La estética de los ojos y de la mirada puesta en la vida. Momentos y hechos que quedan. 
Y pienso cuando de pequeño te espetan esta maldita frase, "a ver si eres lo bastante hombre". Que error. Porque tu decides seguir siendo niño porque te va bien. Y porque no sabrías ser otra cosa, todavía. La niñez y su mirada. Porque la niñez tiene su mirada. Distinta a la de cuando eres adulto.
Se nota enseguida en cuanto ves unos ojos. Los ojos. La mirada de las personas que emigran es distinta. Se nota la necesidad aunque no siempre las ganas. Los ojos alegres del que se va por primera vez. O eso parece. En contraste con los ojos y la mirada del que se queda. Porque no le queda otra. Huérfano y desatendido.
Mi amigo Eugeni escribió un libro titulado "El emigrante". Trata del que regresa y no del que se va. Tardó meses en poner el título. Quería reivindicar el emigrar desde cualquier sitio para volver a tus orígenes. Cuando las cosas te han ido bien. Y cuando no ha sido así. Porque cuando las cosas te van mal, vuelves.
Benito cuando regresó tenía poco dinero. No lo dijo y pensaron lo contrario. Compró un televisor y lo puso en lo alto de una estantería en un sitio privilegiado del bar. Empezó a ir más gente por el bar para ver la televisión. A ratos apagada y otros en niebla de puntitos inquietos y ruido monótono. No llegaba señal en el pueblo. Pero a la gente no le importaba. El bar siempre lleno y la gente consumiendo mientras hablaban del televisor. Aunque nunca se vio nada.
El simbolismo del emigrante cuando vuelve fracasado y disimula. La prosperidad del que vuelve sin nada. Expectativas insatisfechas. Todavía está el televisor de la niebla y los puntitos inquietos con su ruido monótono. Pero no hay otro televisor en el pueblo. La gente no tiene tanto dinero. Benito emigró y no le fue bien. Pero compró una tele. Ahora tiene clientela. Miran y se dejan hipnotizar.
No es lo único que hipnotiza. Hay una sombra que se ha instalado en el pueblo en forma de ironía de la vida. En el aula de la clase de primaria había dos cuadros sobre la pizarra y al lado del maestro. Uno representaba a Jesucristo agónico y moribundo. Daba lástima. El otro era Don Francisco y también daba lástima por su aspecto agónico y sin futuro. Ahora no están ninguno de los dos. Ya dije que no tenían futuro. Lo supe por su mirada.
Las clases de gimnasia y deporte eran más propias de un campamento militar que de un centro educativo. El maestro tenía los ojos hundidos y mirada penetrante. Como todos los maestros. Mirada de las que imponen. Un hablar bíblico y determinante. Incuestionable como por mandato divino.
Espero un detalle de la vida. El único detalle que tiene la vida y que todos conocemos es la muerte como requisito para darte una mejor vida. Es lo que dicen, pero ya veremos.
Nos decía el maestro que cada mañana nos miráramos al espejo. Que cambiásemos lo que hiciera falta hasta que estuviéramos satisfechos con nosotros mismos. Era complicado hacer eso cada mañana. Él también emigró cuando era joven. Encontró algo mejor cuando volvió. Emigrar no ha resultado ser un buen atajo para encontrar algo mejor.
Me asustaba el maestro cuando me miraba fijamente. Y más aún cuando espetaba, "sé en lo que está pensando, Sr. Negre". Nos habían dicho que los pensamientos eran secretos. Pero el maestro los sabía. Por lo menos sabía los míos. El ciprés también mira. Su mirada dura lo que su sombra. La sombra del ciprés, al ser éste delgado, dura ocho minutos. En verano jugábamos debajo de la encina. Su sombra duraba todo el día. Salud.
 
 

 

viernes, 14 de febrero de 2014

Rimar en Febrero

Palabras regaladas de deleite inmenso
de la lumbre de la sabiduría
con la esperanza venida desde abajo
a consumarse en el presente
agonía de lágrimas y suspiros
gemidos de esperanza contenida
espinas de rosal ensangrentadas
dando palabras de belleza consentida
que llevan melodías de cantares.
 
Cortina oscura que trae la noche
derrama silencio en calles y casas
apagando los enojos que los ojos miran
quedando los aromas de la mañana fresca
que el aire trae al vuelo del alba
iluminando mar, montañas y valles.
 
Resplandecen los sentidos desde dentro
gloriosos de fuego los sentimientos
el poder de los sabios que no saben
socorrer al vencido sabiendo vida
ciego de tinieblas convertidas en ti
arrimadas al olvido polvoriento
que no sople el aire o vendrá el olvido.
 
Forma, figura y sombra
del dolor interior que desfallece
viviendo la esperanza entre borrascas
cansado de soledades y engaños
disfrutando la grandeza de la letra
escrita con sangre esperanzada
que tampoco rima en Febrero.
 


miércoles, 12 de febrero de 2014

Palabras

Las letras y las palabras despertaron. De su larga noche. Noche intemporal, pero despertaron. Volvieron al equilibrio del momento. Se situaron a dónde está el sentimiento. A la vida escrita. Volvieron a ser metáforas y eufemismos. Realidades y utopías. A decir cosas que son. Que no son. O decirlas de otra manera a lo que son o no son. Creo que me he liado pero sé que me has entendido. Pues eso quería decir. Despertaron y volvieron a ser palabras poéticas. Con un punto de melancolía. Románticas. Bonitas. Volvieron a ser cultura literaria.
Despertaron de su noche. De su sueño. De la pradera del olvido. De la casa donde viven en habitaciones separadas. Es el invierno de la literatura y a ratos hace frío. Las noches poéticas tienen luz propia. Como las estrellas. Con el significado de siempre. Porque nunca han dejado de ser. Simplemente dormían el sueño de las letras, las palabras, las ideas, las frases, los textos. El sueño de la prosa y de la poesía. Y esas cosas.  Se han insinuado al papel y se han aliado con la pluma. Ahora se han dejado plasmar con libertad y han vuelto a los libros y otros textos. A las historias bien escritas y bien contadas. Palabras que huelen a primavera porque lucen con todo su esplendor. La brisa del mar las perfuma. Y se nota. Cuentan su despertar y lo que ocurre a su alrededor.  Porque las letras y las palabras no tienen olvido. Somos nosotros si acaso. Ordenadas en líneas y cautivas entre hojas en espera de ser leídas.
Han despertado para ocupar el ocio y su tiempo. La necesidad. La curiosidad. Aligerar las penas y provocar tormentas.  Peleando para que el marcapáginas duerma entre sus hojas. Y siempre entre hojas distintas. Hojas que se dejan acariciar por los dedos. Para sujetarlas o girarlas. Palabras que se conforman con ser protagonistas de algún acontecido. Algún mensaje. Una biografía. Una historia, o lo que sea. También pequeños relatos en un blog.
Recuerdan haber soñado mientras dormían. Que formaban parte de grandes historias y bonitas. De batallas ganadas. De biografías excelentes. De libros con premio. Normal. Tienen asegurada su inmortalidad. Siempre habrá alguien que las escriba y las lea. No desaparecerá la escritura y los libros. Esto también lo han soñado. Se repiten en distintos textos para decir lo mismo. O cosas distintas. Que esta es la riqueza de las palabras y las letras. Y además de ser escritas también son habladas en conversaciones entretenidas. Tienen vida propia siempre a merced de una idea. De una pluma. De una hoja. De un lector en definitiva. De las últimas en despertar formarán parte de un discurso de un premio Cervantes. Qué grande.
Algunas son  más importantes que otras. Relevantes. Imprescindibles. De rellenar para alargar. Describen la condición humana. Tienen la obligación y la necesidad de relacionarse entre sí. Y lo hacen lo mejor que pueden. Se juntan para asegurar un significado. Sólo la pluma lo sabe hacer con maestría. Los labios que las pronuncian con diplomacia y entonación precisa. Han despertado las letras y las palabras. De su noche. Ahora han vuelto a llenar páginas. Con distintas ideas y estilos. Han vuelto a ser pronunciadas por bocas grandes y pequeñas. Otra vez a la rutina del día a día. Ejercerán la crítica sobre ellas mismas.
Ampliar horizontes literarios. Cada una en su libro o escrito. Siempre con dignidad. Tienen timbre. Tono. Matiz. Sensibilidad. Exquisitez. Empeño. Excelencia. Y otras cosas. Cualidades culturales y literarias propias de un despertar. Tuvieron un sueño. El sueño de los sabios. Y ahora, al despertar, lo escriben. Salud.

viernes, 7 de febrero de 2014

Reflejo

El lenguaje no sólo es texto. Eso ha dicho el poeta justo antes de empezar a escribir en una esquina de la boca del metro.  Enfrente del músico saxofonista. Amigos que son en las aventuras y desventuras.
Conoce muy bien el poeta que hay un recodo moral en un paraje del bosque. En un alto de la Serra de la Tramontana Mallorquina. Casi arriba del todo. Un lugar para perderse antes del anochecer. Es mirador de s'Archiduc.  Se puede ver un resplandor en el mar. Pero se resiste. No lo consigue escribir. Este resplandor es como un muro donde choca el eco y se rompe en miles de silencios. Porque el lenguaje no es sólo texto.
Hay un vacío de siglos. Reflejos de fantasmas del pasado que el viento agita desde el vértigo de la altura. El mar, ajeno a todo, contiene el reflejo y lo mueve con las olas hasta perderse en la orilla. Pero la dignidad del poeta no está vacía. Rebosa valores de escritura útil y serena. Que gusta porque dice y cuenta. El reflejo es silencioso y guarda secretos. Celoso de sí.
Es arte el reflejo. Y el mar. El eco roto en silencios y el vértigo de la altura. El lenguaje es arte porque no es sólo de texto. Escucha el poeta una música. O un canto. O el murmullo de las olas camino de la orilla. Quizá el roce del mar sobre la arena. Mira y escucha el poeta. Son los sonidos de tiempos pasados. De una historia silenciosa y silenciada. Que se intuye. Viven en este recodo moral que no se pervierte. Con el reflejo. La herida ya no está pero queda la cicatriz. La huella. Las ruinas. Los pinos y las encinas. El aire que es el mismo. Lo sabe el poeta y @Trampagos que lo respira. Suben a estos sitios con la facilidad de las cabras.
Da para mucho mientras se acomoda en la esquina de la boca del metro. Prepara lápices y papel. Pluma y tinta. El músico templa el saxo para que no desafine. Y el ruido del vaivén de la gente apresurada y falta de tiempo. Porque siempre corren y siempre dicen que llegan tarde. El temblor de la tierra cuando pasa el metro. El poeta no tiene prisa. Le ha ganado la batalla al tiempo. Pero tiene sus momentos de tristeza porque no puede ver el mar ni el bosque. Y ese reflejo que quiere escribir y no puede.  Es que el lenguaje no es sólo texto. Siente rareza porque un niño se acerca y se detiene delante. Escucha atento los versos que pronuncia. Cuando termina abre los ojos y levanta la mirada. Observa que el niño ha dejado la mochila al suelo y le aplaude. Y se va corriendo para no perder el metro.
Es compleja la vida pero el poeta hace tiempo que se propuso hacerla fácil. Sale fuera y ya no llueve. Hay un charco y en él un reflejo. Se mueve el reflejo porque se mueve el agua. Si no se está quieta no hay quien lo escriba. Parece un paisaje con fantasmas aunque estos últimos no se ven. Es la frustración del poeta  callejero que en todo ve el arte y lo quiere escribir con rima o sin ella. Pero no tiene mar. Ni barca. Ni acantilado de vértigo. Sólo un reflejo urbano. Sin algas marinas. Tampoco el olor acompaña. Le cuesta al poeta subir a la superficie urbana. Las escaleras han envejecido con él. Si cambiaran los escalones por unos nuevos seguramente sería distinto.
El poeta y el músico del saxo mantienen una relación de amor y odio con sus cuartillas y sus pentagramas. Curiosidad e indiferencia. De necesidad. Escribe sobre cosas marinas. Sobre los restos que los temporales arrastran hasta la orilla. Pero cuando piensa en el reflejo se para y queda pensativo. De qué estará hecho el reflejo que no lo puede escribir. Sólo ve unas aves marinas surcar el cielo mar adentro. Se tiran al mar y salen con un pez en el pico. Luego vuelan de regreso al acantilado donde tienen su nido inaccesible. El mar cuando se pone violento se llena de cadáveres. La tierra también. La gente les llora y se estremece el poeta. El mar es como lo han hecho no como querría ser.
Ahora el poeta se sienta y escribe. Maneja el tiempo poético de la rima. Pero no el de la prosa. A veces recita con voz marina de color turquesa y olor a sal. El músico le acompaña imitando la tempestad de las olas. Salud.  

miércoles, 5 de febrero de 2014

Restos de poesía

Paraje remoto.
Sin nada en la orilla.
De sueños y de horrores.
Con treguas de perdedores.
Con aguacero y viento.
Y nuestra voz con su memoria.
 
Cenizas de una pasión.
Restos de momentos poéticos.
Con el destino quemado.
Sobre la cuerda de la nada,
soportando la vida.
Con desmesuradas emociones.
A las luces de la ensoñación.
Dejando que pase el tiempo.
 
De la mano, mar adentro.
Soportando un fuerte oleaje.
Porque nos quisimos sin poder querernos.
Inseguridades que a nadie importan.
Momentos entre la niebla.
Sólo el faro alumbra el humo.
Que desaparece con el aire.
 
Mil razones para querernos.
 Atenazados a una vida imaginaria.
Que sortea el abismo con nostalgia.
Rodando como una piedra de rio.
 
Enterramos las cenizas.
Las regamos con lágrimas.
Las abonamos con miradas.
Cuando llegue la primavera.
Nacerá una pasión fortalecida.
Mimada por el sol y el aire.
Por la oscuridad y el silencio.
En un paraje remoto.
 
 
 


domingo, 2 de febrero de 2014

La casa

Anda escorado del lado izquierdo por una cojera. La guerra le había roto un tobillo. Además le había provocado un cansancio anatómico de brazos caídos con joroba desproporcionada.
Cuando llegó de hacer la guerra -en los bandos para no herir sensibilidades- se construyó una casa pequeña colindante con la de sus padres. En un solar compartido con un huerto y un corral de animales con una caseta. La casa tiene los muros gruesos de esos que insonorizan el ruido para darle espacio al silencio.  De esos que no dejan pasar el frío del invierno ni el calor del verano. De esos que no escuchas cuando el vecino tose o cierra la puerta. Está situada en un alto del pueblo y se accede por un camino de tierra. Más o menos en condiciones. En verano es un desierto de polvo. En invierno, cuando llueve, pisas un barro espeso que te dificulta la llegada. A cinco minutos a pie de las casas que conforman el núcleo antiguo del pueblo.
Desde este alto se puede ver un mar con genio. Que calmado casi nunca está. Casi dos años le duró construir la casa. Pero ha quedado bien y bonita. Los vecinos se acercan para verla. Es una copia casi exacta de otra que había visto en otro sitio donde había estado haciendo la guerra. Un día le enseñó un dibujo al alcalde. En uno de esos papeles arrugados de envolver. Al alcalde le gustó y le dio permiso para construirla. Así, de palabra. Sin más papeles ni planos. Como se hacían las cosas antes. Con honradez. La casa forma parte del entorno natural. Un anexo de unión entre el pueblo y el bosque. El mar está al otro lado. La separa del mar un terraplén de matorrales y chumberas peinadas tierra adentro. Es el viento que peina así.
Mientras duraron las obras vivió con sus padres. Se ganaba la vida arreglando bicicletas. Aprendió el oficio en el ejército en los ratos libres que no había guerra. Un pequeño taller céntrico. Para moverse por el pueblo es el mejor medio. Es alto, robusto y ágil. Habla tranquilo sin gritar. Tiene una sordera de los cañonazos de la guerra. Algunas noche se despierta pensando estas cosas. La conciencia tiene menoría. Hay cosas que no se olvidad. Yo personalmente creo que necesita un poquito ruido de ternura. Le ha ido bien construir la casa. Lo ha hecho solo. Alguna vez ha necesitado ayuda y se la han ofrecido.
Después de un día duro de trabajo se acerca al terraplén y mira al horizonte. Espera que el sol se ponga. Lo mira detenidamente. Y luego cuando la oscuridad empieza a rodearle se recoge en la casa de sus padres. Más pronto que tarde tendrá la suya. El alcalde se acerca, a veces, para ver cómo avanzan los trabajos. Toman una copa de licor de hierbas. O dos. Que tampoco es cuestión de contarlas. Templan los nervios, espantan las enfermedades y matan los microbios. Y si te pasas se te suelta la lengua y ya no puedes parar. Lo hizo un día y antes de que el alcalde se fuera ya había conseguido una subvención para las vigas de madera y las tejas árabes. Junta la pared con el techo y deja una ventana en medio. O una puerta.
Otro día deshizo la tierra para construir un pozo de agua fresca. Con la tierra que sacó allanó el huerto. Dos años acumulan mucho trabajo. Trabajo hecho en silencio porque necesitas oírlo mientras lo haces. Los golpes en la piedra te hablan de la piedra. La interesante conversación de un cincel o una gubia con la madera. Para conocer su calidad y sus cualidades. El sonido ambiental lo pone el aire y el mar cuando el viento lo maltrata. Ahora la casa está terminada. La satisfacción del trabajo hecho y bien hecho. Ha venido el párroco a bendecirla porque es la tradición. Sigue con su trabajo en el taller de bicicletas y cuando termina hace vida social. Frecuenta lugares buscando moza para compartir la casa y su vida. Le resulta más difícil de lo previsto porque le faltan horas de sociedad. Por cierto, no me he olvidado de poner su nombre. Me ha dicho que no lo ponga porque quiere vivir en el anonimato. Salud.

miércoles, 29 de enero de 2014

El desamor

He cremat les paraules.
Les que no vols escoltar.
I els sentiments que no vols sentir.
El vent ha llevat el fum i l'olor.
No vui guardar recorts.
Perque ja no em fan compañía.
I mentres tú, dormint,
 
No puc evitar el meu patiment.
Saps que t'estimava.
Aquest hivern han plogut llàgrimes.
Sent l'olor de la terra homida.
L'angoixa de no veure papallones
n'hi de sentir cantar els gorrions.
 
Horabaixa vora el mar.
Les muntanyes ocres al darrera.
El sol a punt de tocar l'aigua.
I l'enyorança que no em deixa alenar.
Ja ni el mar em dona condol.
 
Demà començarem de bell nou.
Ara mateix he bufat l'espelma.
Vull el silenci i la foscor de la nit.
Viuré com un viatjer solitari.
Caminant pel desert de la vida.
 


viernes, 24 de enero de 2014

El viento

Esos días de invierno el aire corta la cara aprovechándose del frío. El viento lucha con la morera del jardín y puede con ella porque no tiene hojas. En verano no podrá con la morera ni con los otros árboles de hoja espesa. Las noches de tormenta se pasan en la cama. Es distinto todo. Los truenos no se oyen igual y el frío pasa desapercibido debajo de las sábanas. A la mañana el cielo está nervioso. Descolorido y llorón. Algún trueno quejica. Pero al bosque esto no le importa porque en invierno duerme. Cuando llegue la primavera el cielo volverá a ser el de siempre. Y sólo habrá uno. Ahora hay varios y el más alto que casi nunca se ve es el de color azul. Y se comportará como siempre lo hace después de haber pasado el invierno.
Un poco más lejos hay una casa con un viejo tejado que el viento ha tirado. No tiene miramientos el viento. No vive nadie en esta casa de tejado viejo y derruido. Sólo se aprecian signos de abandono como únicos moradores. De día vive el aire y el silencio. Cuando el sol se pone la oscuridad se acerca a pasar la noche. Duerme en ella. Aquí nadie molesta a nadie. No hay persianas ni cristaleras en las ventanas. Tampoco hay puerta en la entrada. Por eso entra la niebla y el frío. El viento y la luz de la luna. Y el ruido del mar cuando se rompe contra las rocas. Hay unas gallinas, un gallo y otros animales que habitan los alrededores de la casa. Pero no entran. Duermen sobre las ramas de la morera. Hasta el alba. El gallo se despierta y nos despierta. Esta noche ha llovido mucho y la tierra se ha ablandado. El sol es tímido y quiere secarla. Pero es un sol de invierno y no puede. El viento también lo intenta pero la lluvia insiste. Así no se puede.
Hoy he entrado en la casa para oír y oler el pasado. Nadie quiere acompañarme. Estremecen las pisadas y el ruido de la madera vieja. Son crujidos de dolor. El eco no sale de la casa. No quiere que se sepa lo que allí paso. Yo paro un momento la lectura y pienso en la historia de la casa del tejado por los suelos. De esos ratos que ya estás encamado esperando que el sueño venga. Y no viene. Y sigo leyendo que hay un anciano muy mayor que vive muy cerca. En una casa con un faro justo sobre el acantilado. El mar de frente. Dice que vive en los confines de la tierra. Está orgulloso. Sabe que después de él nadie seguirá allí. Después del faro ya no hay tierra. Todo el mar a sus pies. Hasta dónde le alcanza la vista. Cuenta que el viento llega hasta el faro y se da la vuelta. Vuelve tierra adentro con más fuerza. Coge humedad y salobre y regresa sobre sus pasos.
El faro donde vive el anciano muy mayor y que se encuentra en los confines de la tierra está colindante con una ermita. Dicen los lugareños que los santos de la ermita están petrificados por el frío que el viento trae. Cada domingo el cura dice misa y la ermita se llena de gente que reza y canta. Cuando llega el sermón el cura libera su imaginación ante el silencio de los feligreses. En estas aguas fue dónde Noé soltó la paloma. Oh! Y que al rato volvió al arca con una rama de olivo en el pico. Ahora no hay olivos, pero antes, si. Desembarcaron todos los animales y se quedaron las gallinas, unas vacas, ovejas y poco más. Son las que cuida en anciano del faro y que se pasean por la casa derruida. Sin tejado. Todo cuadra. Es una señal inequívoca que manda Dios. Los parroquianos no parpadean. Viven en lugar sagrado.
No todos los pueblos costeros están en los confines de la tierra. Ni en toldos ellos hay un anciano que cuida un faro y algunos animales. Y mucho menos tienen un trozo de mar donde Noé dejó ir a los animales después de llover tanto. Por todo esto se levantó la ermita que llaman de Noé y que tiene los santos petrificados de frío. Es fácil de reconocer porque el viento aprovecha el faro para dar la vuelta. Acaba de llegar el sueño. Salud.