viernes, 4 de octubre de 2013

Otoño y Paulo III

A todo esto han llamado a la puerta. Con fuerza. Es que como no hay corriente el timbre no funciona. Resulta que es Emili. Viejo amigo. Actor profesional de teatro clásico y que últimamente no tiene trabajo. Ahora se gana la vida haciendo de camarero en un restaurante. Sobrevive con un sueldo de becario que es lo que le pagan. Le hablo de mis filosofías de estreno de otoño. Le han parecido bien. Él también lee a Paulo y sabe conversar. Ya de paso reconducimos y ordenamos nuestras ideas. Nos ponemos de acuerdo en unas cosas y aparcamos el consenso de otras. Me dice Emili que está escribiendo una obra de teatro. A lo clásico. No tiene prisa. Pero cada día coge la pluma y le mete tinta a la obra. Está avanzada, me dice. La escribe a su imagen porque la quiere protagonizar y lucirse. Siempre ha querido lucirse. Está barajando nombres de autores que le ayuden. Deben ser pocos. No hay presupuesto y además quiere que el público se quede con las ideas. Acumular actores en un escenario despista mucho.
Emili no comparte muchas de las cosas que escribe Paulo. Otras si. No cree que existan los ángeles. Ya me dirás para qué sirven o a qué se dedican. Será un invento, le respondo. Aunque está escrito en muchos sitios. Yo no tengo nada que ver con todo esto. Cuando habla conmigo parece que interpreta. Cuida los gestos igual que sus palabras. No sé para qué sirven, sinceramente. Pero reconozco que queda bonito. Que un dios que hace el bien y el mal a partes iguales porque es todopoderoso tenga un ejército de ángeles. Mola. Tendrá muchas cosas que controlar me imagino. Pero no controla las conciencias porque sólo te premian cuando haces el bien. Y además, en otras religiones y creencias no tienen ángeles y les va de coña.
A todo esto llegó la electricidad porque la tormenta estaba en retirada -que ya lo dije antes-. La luz del sol debilitada por el otoño entraba por el ventanal que da al jardín. Ya casi a punto de ponerse aunque no es muy tarde. Pero en otoño el sol se acuesta antes. Puse la cafetera y nos servimos. Emili es un culo inquieto. Mientras habla medio pasea por el salón. Mueve una mano a los cuatro vientos y sujeta la taza con la otra. Va y viene y dirige la mirada a todas partes y a ninguna al mismo tiempo. Todo un espectáculo que contemplo sentado en mi sillón de pereza con orejas y que tengo situado de forma estratégica. Para y me mira. Dice. ¿Y cómo termina la historia del condenado a morir sin dignidad por espiar sin ir vestido de guerrero? Pues que muere lapidado sin dignidad. Al principio sufre bastante hasta que una piedra le impacta en la cabeza y le hace perder el conocimiento. Luego sigue muriéndose pero sin enterarse.
Emili asiente con la cabeza y lo ve lógico. Si le condenaron a esto pues debe ser normal. Estoy pensando que, según cuenta Paulo y tú, lo único cierto es que murió. No veo por ninguna parte que  el gobernador y el sacerdote -con el interés que tenían-  se aseguraran de si poco antes de morir había perdido la dignidad. Aunque sólo fuera para ver que sus órdenes se habían cumplido. De lo contrario lo habrían matado en balde. No me imagino que muriera con un poquito de dignidad. Menudo inconveniente para los gobernantes.
Piensa Emili. Me dice. Creo que incorporaré algo de esto en  mi obra de teatro. Quiero que tenga un peso importante el tema de la muerte. La dignidad. La obediencia ciega. El absolutismo de los mandamases. I las armas. Piensa que las armas, por sí mismas, no tienen ninguna necesidad de luchar ni de matar. No lo hacen. Son inofensivas. Sólo son potencialmente peligrosas en manos de gente sin escrúpulos. Igual que las ideas. Supongo que tampoco habla de la conciencia y la dignidad de los que tiraron las piedras. No, respondí. La conciencia colectiva no siente. No se alegra ni sufre. No se la puede castigar cuando es una conciencia obediente. Tampoco tiene memoria.
Me dice Emili que cuando alguien escribe algo así tiene que posicionarse. Aunque sea a través de un personaje. Un ángel mismo.  Luego cada cual que piense lo que quiera y lo argumente usando la libertad. Emili se fue. Salí al jardín y me quité los zapatos. Empecé a mirar los peces del estanque. Después de una tormenta de principios de otoño nadan de forma más sosegada. Salud.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Otoño y Paulo II

Al margen de la llegada del otoño. De las lecturas de Paulo. De la tormenta. La falta de luz. El agua, viento y truenos. El cielo oscurecido. Incluso el mar revuelto con oleaje peligroso. Al margen de si lo peor es morir antes de que lo decida la naturaleza porque ha terminado tu ciclo vital. O si lo peor el morir sin dignidad. Al margen de conocer todas esas cuestiones, decía. Hay otro frente de reflexión y discusión entre el gobernador y el sacerdote. Ahora la cuestión es si la muerte debe ser rápida o lenta cuando a uno se le ha condenado por espiar sin llevar vestido de guerrero. La respuesta depende del pecado cometido, evidentemente.
Quien ejecuta es el pueblo soberano. Y este pueblo, aunque soberano, sigue las indicaciones de sus gobernantes por imperativo legal. Pues el gobernador y el sacerdote serán los primeros en tirar una piedra al condenado. Si la piedra es grande y certera el reo morirá rápidamente y sin sufrimiento. Si la piedra es pequeña y no impacta en lugares vitales, la muerte será lenta y dolorosa. Ambos se miran. Se agachan y cogen una piedra que les cabe en la mano. La lanzan con mediana fuerza porque la conciencia los tiene maniatados. Ambos hierran en el tiro y las piedras se pierden por el fondo. Esto es una cobardía encubierta en forma de mala puntería. 
Pero cada miembro del pueblo tiene siete piedras que puede tirar. Y tiran a dar y a matar porque así se ha hecho siempre. No es cuestión de ensañarse. Es cuestión de que muera sin dignidad. Esta es la verdadera conciencia de un gobernante o un religioso cuando ordenan una acción hostil. Sólo son medianamente poderosos desde un despacho o un púlpito. Sus palabras no hacen daño. Los actos de sus seguidores, sí. Con la conciencia hemos topado y ésta sí que es todopoderosa porque te puede impedir hacer el mal. Pero se la puede engañar me dice el librepensador que sigue en el anonimato. En un pelotón de fusilamiento la mitad tiene munición real y la otra mitad munición de fogueo. Los miembros del pelotón desconocen la munición de su arma. Todos disparan al mismo tiempo y al corazón. Una vez muerto el condenado cada uno piensa que ha utilizado munición de fogueo. Y se retiran con la conciencia tranquila porque ha sido el compañero el que lo ha matado. En realidad quien lo ha matado ha sido el que ha dado la orden. Aunque tiraran piedras pequeñas y no impactaran contra el reo lanzaron la primera.
Pero para de llover. La tormenta escampa porque el otoño quiere entrar con buen pie. El cielo se despeja y el mar vuelve a coger el color turquesa. El sol amansado por el otoño vuelve a brillar y desaparece la oscuridad. Esto sólo pasa en otoño. Y yo con mis filosofías mentales. El libro de Paulo que me da ideas y me da poder. Y escribo lo que pienso porque soy libre y siempre habrá alguien que lo leerá. Antes se ponía precio a la cabeza de uno para conseguirla. Ahora se pone precio a la cultura para que no la puedas conseguir. Qué cosas. Incluso así la cultura es todopoderosa.
Tal cual ha sido pensado ha sido escrito. Ahora ya pueden empezar los rumores. Cuando se fue la luz y llegó la oscuridad se hizo un silencio solidario que valía más que mil palabras. Me dejó pensar y luego, escribir. Salud.

martes, 1 de octubre de 2013

Otoño y Paulo I

He leído que dice Paulo que un ángel dijo que Dios es todopoderoso porque todo lo puede, conoce y domina. Y lo explica. Si sólo tuviera potestad sobre el bien no controlaría una buena parte del universo. A saber, todo lo que está dominado por el mal. Si es verdad que es todopoderoso y que todo lo puede tiene que tener el control absoluto sobre el bien y el mal. Tiene que poder permitir o desautorizar ambas cosas. Y sabiendo esto mucha gente lo venera. Pues se lo consienten. Insisto en que igual que permite el bien también permite el mal. Lo vemos todos los días. En las personas y en las cosas. Los sacerdotes lo justifican. Pero algunos de nosotros no tragamos con estas cosas. Simplemente nos mantenemos al margen.
Sigue escribiendo en un capítulo de uno de sus libros que cierto gobernador decidió que "el espía no es valiente porque no lleva el vestido de guerrero. Esto implica una cobardía. Por todo esto, y con el permiso del sacerdote, le condenó a muerte despojado de su dignidad". A partir de este fragmento mi imaginación se atormenta en pensar y reflexionar. No sé si el castigo radica en la muerte en sí misma o en perder la dignidad antes de morir. Intento pensar que el hecho de condenar a alguien a morir es lo peor que puede pasar. También intento pensar que el morir no es tan grave porque será algo inevitable en algún momento de la existencia de uno. Luego lo malo de la segunda opción no es la muerte en sí misma sino morir sin dignidad.
Todos podemos posicionarnos de alguna manera con estos textos de Paulo. Incluso argumentar. Como que sin dignidad no vale la pena vivir. La muerte, pues, sería un alivio antes que un castigo. La cosa da mucho de sí. La vida ante todo con o sin dignidad. Y esas cosas de la metafísica con las que entretener nuestros pensamientos. He leído de un librepensador que prefiere mantenerse en el anonimato que el poder no radica en matar a otro ni en mandar matar a otro. Eso lo puede hacer cualquiera y es relativamente fácil. Pero sólo alguien todopoderoso y que todo lo puede tiene la potestad de evitar la muerte de otro antes que lo decida la propia naturaleza. El único que puede perdonar todo es el realmente todopoderoso. Ante una desgracia siempre aparece alguien con alzacuellos que dice la frase desteñida -de tanto usarla-, "los caminos de Dios son inescrutables". Y todos tranquilos.
Con estas filosofías estaba yo el otro día justo cuando poníamos los pies en el otoño. Con una tormenta de agua, viento y truenos que azotó la Isla. Se fue la luz y se hizo el silencio. El cielo se oscureció. El ambiente propicio para que el otoño interactuara con la filosofía de la religión de la mano de Paulo. Estas cosas no hay que mezclarlas porque desconocemos los efectos secundarios. No veo la ventaja de ser todopoderoso cuando más de la mitad del resto de los mortales te cuestiona todo. Yo mismo aprovechando que la llegada del otoño vino acompañada de un tiempo desapacible. El otoño, la dignidad y la muerte, la quietud, la tormenta y las ganas de pensar. No se puede pedir más. Salud. 
 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Arnau

La tristeza se apoderó de todos nosotros cuando nos enteramos de la noticia. Arnau estaba enfermo. Muy enfermo. Estas enfermedades de morirse en poco tiempo. Unas células malas le estaban destruyendo el hígado. Ahora mismo ya tenía por casi todo el cuerpo. Había adelgazado tanto que se le notaba a simple vista. Él mismo se había especializado en este tipo de cosas. Tenía el doctorado en patologías del hígado. Pero no pudo hacer nada.
Mostraba una cara sonriente en público. En la intimidad tragaba saliva como podía. A veces no podía. Los días que no venía a trabajar es porque tenía una fiebre densa que le consumía. Al rato pasaba a soportar un frío inhumano que lo tenía tiritando un buen rato. Altibajos de síntomas y de estado anímico. Sus amigos más íntimos dicen que dejó de tener la necesidad de relacionarse. Arnau se compró un artilugio de estos de escuchar música con auriculares. Metió música rock. El estridente ruido no le dejaba concentrarse en sus males. Así pues pasó los últimos meses de su vida.
Amigo personal y compañero de trabajo. Desde los tiempos de residente de digestivo. Han pasado años y ha llovido lo suyo. Pero lo tengo en mente como si fuera su primer día. Con su pijama y su bata impecables. Ahora Arnau ha decidido dejarnos sufriendo y haciéndonos sufrir. No ha podido evitar ninguna de las dos cosas. Es jodida la vida, a veces. Le tenía  apego a la vida como hacemos todos. Empezó a cerrar la puerta de su despacho mientras trabajaba. Sintió la necesidad de aislarse. Andaba pasillos abstraído con la música rock y mirando el suelo como si contara las baldosas. Descubrió la oscuridad y entró en ella. Descubrió el silencio y se hicieron amigos. Tomaba muchas pastillas que le absorbían el frío y la fiebre. Incluso a veces no era dueño de su entendimiento. Pero las pastillas no le devolvieron la felicidad ni la luz ni el sonido. Tampoco quiso que le prestáramos de la nuestra.
Nunca fue mala persona. No lo digo porque toque. Lo digo porque es la verdad. Al final andaba descalzo por su casa y por su despacho. Lo mismo que hago yo cuando quiero leer, pensar o escribir. Él lo hacía porque los pies se le hinchaban y no soportaba su presión. Yo lo hago para sentirme libre. Se lo explique. Le pareció bien y empezó a sentirse más libre. Ahora Arnau está libre de toda atadura y sufrimiento. Espero que se lo pase de lo mejor dónde esté. Nosotros estaremos tristes algún tiempo y se nos pasará.
Todo ocurrió de prisa. Estaba bien. O eso parecía. Entonces decidió que su alma abandonara su cuerpo. Un buen día paso una nube y se subió en ella. El viento la alejó llevándose su alma. No hemos rezado porque no creemos en ello. No hace falta chantajear a nadie para hacerse querer. Dónde estés Arnau sepas que te recordamos con cariño. Salud.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La vuelta

Algunas familias ya se han ido.  Han guardado las tumbonas de verano y han cerrado los porches y las casas. Lo sé porque lo he visto. De otros me he enterado por los chismes que la gente habla en el bar de Pepe. Hemos consumido un verano mas. De los de hacer calor y pasarlo bien. De aprovechar el fresco de la noche para hacer de todo. Vida social y contemplativa.
Los primeros que se van son los que tienen hijos en edad escolar. Hay que preparar la vuelta al cole. Lo ha dicho por la radio una cadena de supermercados. Esto lleva tiempo y dinero. Aunque los fines de semana vuelven. Se trata de apurar unos días mas. Otros se van a trabajar de buena mañana y vuelven a media tarde. Queda tiempo para un baño. Un poco de lectura y una buena tertulia con la rebeca puesta. Siestean tirados en el sofá o en la toalla. Sin sombrilla que el sol está manso. Las olas del mar acompañan, todavía. Lo contrario que las moscas.
Yo he vuelto a desayunar al "café Comerç". Donde siempre. También están los jubilados. Sebas y el cuponero. Eugeni me prometió que vendría algunos días a la semana. Pues bien. Parece que el verano no haya pasado. Las cosas son iguales como siempre. O eso parece. La tertulia a vuelto a las mañanas. De momento nos contamos las vivencias veraniegas. A Sebas le sigue circulando la creatividad por las arterias y el talento por las venas. Ha llovido fuerte estos últimos días y el aire está limpio.  Los almendros, los olivos, los algarrobos y las higueras se han limpiado de insectos. Sus frutos se recogerán con más facilidad. Eso dicen los jubilados que entienden de estas cosas. Han recogido las primeras uvas. Se las comen con pamboli y queso para merendar. Recuerdo cuando Eugeni decía que cada estación viene aparejada con alguna característica. Verano calor. Otoño fango. Invierno frío y nieve. Primavera flores. Y nosotros se lo damos por bueno. Con algunos matices.
Dice Pedro que algunos de nuestros políticos también han pasado el verano a la sombra. Y no de una sombrilla precisamente. Están privados de libertad mientras el aire que respiran sigue libre. Aunque circule por dentro de la prisión. Es el inconveniente que tiene mangonear los dineros de todos. Incluso en el patio han nacido unas flores en libertad. Y es que Pedro es funcionario de prisiones. Trabaja en la enfermería. Hoy viene filosofando aunque  no pasa hambre. Su médico le dice que tiene un ligero sobrepeso. Es un eufemismo de ciento veinte kilos. Casi nada. Hoy en la mesa tenemos un rojillo de esos de liderar reivindicaciones y manis. Ha dicho que en democracia, cuando uno tiene mayoría absoluta, se puede permitir el lujo de practicar la dictadura democrática. Eso ha dicho.
Juanmi es otro de los tertulianos ocasionales. Hoy no ha podido venir porque también está privado de libertad. Esta ingresado en un hospital. Le dan un medicamento para matar un virus que es tan pequeño que no se ve. Qué cosas. Parece imposible que esto pueda ocurrir. Y esto que él no ha hecho nada malo. También toma vitaminas que le da la enfermera. Él toma letras por su cuenta. Sobrevive gracias a la poesía. Cuando esté recuperado volverá a las tertulias. Ánimo Juanmi.
Ayer estuve haciendo limpieza en el cuarto trastero. En el desván. Tengo revistas del tipo cómic de vidas de santos. De cuando era pequeño. Hay un santo que pone que alimentaba su voluntad con la meditación. Mantenía la disciplina de su cuerpo atormentado con la oración. Mantenía limpia su alma gracias a la llama encendida de la fe. Qué fácil era ser santo antes. Este régimen ahora no se lleva. Ahora toca la dieta mediterránea. No está pensada para obtener la santidad. Ni siquiera una bula papal. La superficialidad, en definitiva. Y miro por la ventana y llueve una gota fría. No salgo de casa. Estoy sentado en mi silla menorquina que tengo en el porche. Junto al estanque. Puedo oler la tierra mojada. Esas primeras lluvias evocadoras de recuerdos. Los caracoles dan buena cuenta de mis plantas. Tendré que hacer algo. Pues eso. Salud.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Silencios

Percepción limitada.
El lenguaje de la vista.
En la distancia y en el tiempo.
En los sentimientos.
En la oscuridad de la noche.
Que dice cosas callando.
 
Aceptar el infinito.
Como punto de encuentro.
Cuando el sol se pone.
Me hago invisible.
La nieve cae sobre mi.
Marca la silueta.
También la niebla.
Gracias a la luz de la luna.
Por un instante.
 
Lo que no comprendo.
No existe. No lo escribo.
Quedan páginas en blanco.
Instantes de recuerdos.
Descatalogar sentimientos.
Para dejar de silenciarlos.
Para que no vuelvan.
Si la vida no existe.
Que no lo parezca.
 
Atrapado en la ventisca.
Necesitado de compañía.
Que amaine la tormenta.
Recuperar el aliento.
Moldear el movimiento.
Ahuyentando miedos.
Que se van con el viento.
Desgarrador llanto.
De silencios de la noche.
 
Palabras al viento.
Que caen al mar.
Me las devuelven las olas.
Para poder escribirlas.
Dejando huellas de tinta.
Cuando caminan descalzas.
Sobre el papel.
Que no se borran.
Que no se olvidan.
 
Pisando caminos.
Nadando océanos.
Pensando lugares.
Imaginando personas.
Llenando espacios.
Descubriendo momentos.
Mientras acaricio tu cuerpo.
Con los ojos cerrados.
Para que parezca real.
 
Los silencios de la vida.
 


domingo, 25 de agosto de 2013

Horizonte

Me dice Eugeni, medio bromeando, que no soporta la soledad. Que es un animal gregario y necesita relacionarse. Vivir en sociedad. Pero ahora, en verano, las personas buscan esa tan ansiada intimidad porque están sobre expuestos a las masificaciones. Comidas familiares. Cenas en la calle con los vecinos. Fiestas populares.
En la playa no cabe una toalla ni una sombrilla. Conciertos y cine al aire libre. Las tertulias en el bar de Pepe hasta las tantas. Cuando el sol ya se ha puesto y el aire fresco empieza a correr por las calles y plazas. Y así tantas cosas. Con este panorama resulta normal que la gente busque un poco de intimidad. Por muy gregarios que seamos. Eso dice Eugeni que ya sabéis que pasa unos días de vacaciones en este pueblo costero de la Isla. En su casita con vistas al mar. Como casi todos. Luce bronceado aunque se protege del sol con cremas, gafas y un Panamá extra fino auténtico fabricado en Quito, manufacturado en Panamá y comprado en Pollensa.
Se libera de la tensión y el estrés acumulado a lo largo del año. Que suele ser mucho. Eso dice. Nada de prensa. Nada de tele. Apaga el móvil. Sólo para emergencias. Algún cotilleo para estar al día. Y la música que no falte juntamente con los libros que se trae en la maleta. Notas y más notas escritas en pequeñas libretas que se lleva para pasar a limpio y ordenarlas. Pasear por las calles del pueblo con tranquilidad y sin prisas. Caminatas por la orilla del mar. Con los pies descalzos en la arena. Dejando huellas que las olas se encargan de borrar. Como debe ser. Subir hasta lo más alto del acantilado. Ver la puesta de sol y bajar antes de que se haga de noche.
Se sienta en las rocas y mira el mar. Se pregunta para qué sirve el horizonte. Se responde a sí mismo. El horizonte es el final del mar. No está muy lejos aunque lo parezca. Sirve para que el sol se ponga por la parte de atrás y salga por el mismo sitio pero mirando al Este. El horizonte es el lugar que eligen las barcas para navegar con las velas desplegadas. Donde se posan las nubes y se paran a descansar en su afán de viajar. Donde caen las lágrimas de San Lorenzo. Y todo eso. Eugeni disfruta de estas cosas y yo con él cuando me deja que le acompañe. 
Hace fotos a todo. A la noche, en las tertulias, lo cuenta. Lo cuenta bien. Nos describe la tranquilidad, el sosiego, la luz, la oscuridad, el silencio, el ruido de las olas. El olor a playa. La brisa. Y todas esas cosas que sólo se experimentan en verano.
Eugeni es una persona de bien. Lo digo porque el otro día alguien se interesó por él. Le conozco bien. Honra intacta. Esforzado trabajador. Incansable. Amigo. Educado en el sacrificio y en el trabajo bien hecho. Como muchos, por supuesto. Gran derrochador de energías en soñar con un mundo mejor. Apasionado del presente y de lo que le ha tocado en suerte en esta vida. Eugeni busca la soledad de la madrugada para escribir. Justo hasta que el sol está a punto de amanecer. Luego viene a la playa y nos aseguramos de que sale bien y de que es el mismo de cada día.
Es el momento de olvidar cualquier cosa que huela a negativo, derrota o fracaso. Los primeros rayos del sol que tocan nuestra cara hacen  aparecer los rasgos de lo que realmente somos. Sin trampas. Después de esta sesión matinal de cargar energía positiva subimos al bar de Pepe que ya nos tiene el café con leche y las ensaimadas preparadas.
A finales de mes se irá a la ciudad. A los modales desajustados. A la crispación. Al cabreo como algo normal. A la tensión. Pero antes se habrá despedido del mar. Nunca se iría así, sin más. Sin decir nada a los amigos y al mar. El mar siempre se porta bien. Está cuando lo necesitas. Escucha. Susurra con las olas sin levantar la voz. Aunque a veces viene molesto. Es normal. Nos pasa a todos.
La otra noche estuvimos en Valldemossa. Tomeu nos deleitó con la flauta mientras cenábamos. Geni lo hizo con su voz. Están igual que siempre. Tomeu tiene un sombrero como el mío. O yo como el suyo que no quiero problemas. Se hicieron las tantas de la noche o de la madrugada. Según se quiera ver. Al día siguiente el mar venía revuelto y se rompía contra las rocas. Ya está avisando de que el verano agoniza y queda nada para que termine Agosto. Lo noto porque el sol se pone antes y sale más tarde.
Eugeni se afana en hacer rimar las palabras que escribe. Cambia unas letras por otras y esas cosas que hacen los poetas. Los veranos son para vivirlos. Eugeni y yo lo sabemos y somos expertos en ello. Pronto habrá que cerrar los porches y recoger las tumbonas. Pero mientras seguiremos en compañía del mar. Salud.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Poesía de Agosto

Le he dado trabajo a la poesía.
El Agosto es propicio.
Versos y más versos.
Antes de que llegue el sueño
de la noche.
 
La poesía tiene memoria.
Ve bruma sobre el horizonte.
Y cenizas en suspensión.
De nosotros mismos.
De promesas quemadas.
De pasiones consumidas.
 
Pero fíjate.
Que aunque ceniza,
permanece unida.
Sobre el horizonte.
Que no sople el viento, pues.
 
El sol permanece oculto.
Por las nubes.
Los versos no riman.
Habrá que recoger las cenizas.
Recomponer las promesas.
Devolvernos las miradas.
Cambiar silencio por palabras.
Recuperar el antes.
 
Volver a encender el fuego.
El que no quema,
pero da calor.
El de la pasión y la ilusión.
Recogeremos estrellas.
Nos diremos palabras adultas.
Mientras superamos el vértigo.
De la poesía libre.
La que dice la verdad.
Que escribe versos en la noche.
Antes de que llegue el sueño.
 
Cumpliremos las promesas.
Iremos de la mano.
Dónde nos conduzca el sendero.
Dónde nos lleve la marea.
Sin brumas ni susurros.
Que el Agosto es propicio.
Para que escriba la poesía.


martes, 6 de agosto de 2013

La alcoba

Hoy, de buena mañana, me he acercado hasta la orilla del mar. Extiendo una toalla y me siento. Siempre busco la sombra del porche de alguna de las alcobas que usan los marineros para  sus barcas. Esta especie de casa a pocos metros del mar. En estas calas de la Isla hay muchas. Las barcas están a buen resguardo en ellas. Pues estas alcobas tienen un porche tapado con ramas secas de pino, ramas de palmeras y de matas. El aire, en estos sitios, siempre es fresco. De aquí al agua y vuelta.
El inconveniente a tanto bienestar es que muchos días te ves amoscado. Es el paso previo a estar mosqueado. Una manada de moscas revolotean a tu alrededor a cara descubierta. Provocan incomodidad y te hacen perder la paciencia. También  buscan la sombra y el fresco. Empiezo a dar manotazos sin apuntar. A diestro y siniestro. Son expertas en esquivarte y vuelven a la carga. Aquí es cuando me mosqueo de verdad y me meto en el agua con la intención de no salir. El mar es el único que me entiende. Sólo cabe la esperanza de que al salir el que esté amoscado sea otro. A veces ocurre. Al verano hay que condimentarlo con paciencia.
El que en el porche de una de estas alcobas no haya moscas es lo más parecido al paraíso terrenal. Cojo un libro y leo. El escritor lo ha escrito para mi, entre otros. Mientras leo el aire va cambiando las nubes de sitio. Y yo sin darme cuenta. Decía un poeta que un bonito amanecer está en los ojos de quién lo mira igual que la verdad está en el oído de quién quiera oír y escuchar. Me doy cuenta de que no todos los homínidos han visto todo. Algunos sólo han visto puestas de sol. Deberían ver, por lo menos una vez, un amanecer. Andan por la vida con la glándula pánfila inflamada. No toman tratamiento para su panfilitis.  También deberían estirarse en una tumbona de verano un rato. Por lo menos. Y ponerse a pastorear las estrellas. Contarlas por si falta alguna. Y de día podrían contar las olas que llegan a la orilla de la playa para mojar la arena. Que bueno el verano cuando hace fresco. Yo sé dónde hace fresco. Dónde están las moscas. En los porches de las alcobas de las barcas.
Esa gente invisible que me rodea. La que pasa desapercibida. Existen y no te avisan. Y mientras tomo el fresco miro y los veo. Son muchos. Todos a sus cosas. Como debe ser. Miro y escucho. Sus vidas parecen sencillas y quizá sean complicadas. Hay un grupo de gente que toma el sol, se baña y se divierte. La madre le pregunta al hijo que quién es su tío preferido. Una encerrona cruel para un niño inexperto que está a otras cosas. Su respuesta es de supervivencia. El tío que en este momento tiene más cerca. Le ha salido bien. El tío en cuestión lo aúpa y lo besa. Y todos contentos. El mar es testigo de esto. Le podéis preguntar.
Ese calor bochornoso no es normal de buena mañana. No puede ser bueno. Como era previsible el calor empieza a mover el aire y lo convierte en viento. El viento azota todo y la gente coge y se marcha a sus casas. Se rompen algunas ramas secas y vuelan junto a algunas sombrillas. También mueve las nubes y las concentra encima nuestro. Oscurece súbitamente. El sol ha desaparecido y empieza una tormenta de verano. Un aguacero de mil demonios que algunos piensan que ayudará a refrescar. De ninguna manera. Todos sabemos que cuando escampe hará más calor. Yo por si acaso sigo en el porche. Las moscas, al ruido de los truenos, se han marchado. Al poco escampa y el calor se hace insoportable. Pero pronto se hará de noche. El sol se pondrá y entonces sí que refrescará. Salud.

jueves, 1 de agosto de 2013

Las noches

Como todos los años por estas fechas un grupo de vecinos a los que llamamos "festeros" organiza actividades culturales para entretener las noches del verano y disimular el calor asfixiante que se acumula. Fiestas para todos. Las de los niños se realizan mayoritariamente en el mar. Están todo el día en remojo en una continua diversión. Y luego en tierra se quitan los zapatos y se meten en un castillo hinchable donde no paran de saltar. El castillo realiza unos movimientos convulsivos y unos vaivenes que provocan vértigo.
Para los menos niños nos han organizado un amanecer diario y una puesta de sol mientras uno de ellos recita en voz alta algunos poemas seleccionados de gente del pueblo y otros poemas de autores conocidos y desconocidos. En verano todo se ve distinto. De otro color. Esa textura del atardecer. Saborear el amanecer con la vista. Oler intensamente la puesta de sol. Escuchar los poemas recitados con los cinco sentidos. Estamos en el mismo sitio pero miramos en direcciones opuestas según amanezca o el sol se ponga. Resulta uno de los acontecimientos más concurridos. Esa magia del momento nos une más. Lo hemos catalogado en el libro de las costumbres del pueblo costero con encanto.
Pero las noches se pasan en la terraza del bar de Pepe. Algunos días viene un mago que hace las delicias de todos. Creo que no lleva truco. Que realmente es así. Que tiene poderes de verdad. Sin ir más lejos el otro día transformó un ramo de flores en un par de tórtolas. A ver quién hace esto. Pura magia. Y como todos los años nos quedamos en babia hasta que termina. Otra noche tenemos entretenimiento musical al aire libre y brisa fresca incluida. El músico mejora con los años. Se ha presentado con un teclado. Ha pulsado unos botones y de los altavoces ha salido una orquesta entera. Música sin modernidades extravagantes. Pero con un ritmo de tiempos pretéritos. La noche que hay teatro está a rebosar. Todos quieren las primeras filas para ver y escuchar mejor y para ello llegan pronto con su silla. Es una comedia de enredo. Si es que lo ves venir y te anticipas. Es un no parar de reír. La vida misma, vaya.
Este año los festeros han incorporado algo novedoso. Un fulano que recita historias sin hablar y que previamente ha escrito. Alterna gestos de estos de enamorar y gestos de silencio que lo dicen todo y más. Lo llaman Clown. Mi hermano Miquel hace cosas de esas y a veces colaboran los hijos de Bernardo. Una pasada. Ha interpretado el mar. Se ha vestido como el mar. Se ha movido como el mar. Se desplaza delicadamente por el escenario como si de una ola se tratara. Imita la voz del mar. Es inconfundible. Como si llevaras una caracola en la oreja. Las palabras salen de su boca igual que caen las hojas secas de los árboles en otoño. De forma natural, sin ruido y sin efectos especiales. Las palabras y los gestos son azules. Y dejan una sombra alargada en la mente del público asistente. Palabras vestidas de domingo. De día de fiesta de guardar. De día del patrón. Transmite ideas con sonido agradable. Fino y casi transparente. No ha venido a provocar la risa fácil con abusos y groserías. Utiliza el ingenio y la inteligencia. El público mantiene un silencio antiguo pero adaptado a los tiempos que corren. Tiene que ser así.
A veces dice palabras delicadas que acaricia con la lengua y los labios mientras las pronuncia.  Salen engalanadas. Distintas a otras conversaciones. Es un artista artesano de las letras y de los gestos. Un domador de palabras y frases. Escribe bien y recita mejor. Esta noche nos ha pedido que nos quitáramos los zapatos y hemos perdido la noción del tiempo. Ha coincidido con la luna llena. Ha sido mágico.  El recitador tiene una copa de vino. Sorbe de vez en cuando. Nunca tiene la boca seca y las palabras salen humedecidas de gran reserva con olor a roble. Conoce perfectamente las cualidades de las palabras. Somos el destino final de sus historias. Como una bocanada de aire fresco en el calor de la noche. Todo un éxito.
Me he sentado junto a mi vecino Andreu. El que sabe pintar el tiempo y el color de una mirada. Es un mago de los pinceles. Lo he dicho en otras ocasiones. Es de hablar mucho pero se cansa porque fuma demasiado. Hace un par de años que se jubiló de maestro de artes plásticas de un instituto. Le ha gustado lo que ha visto. Como a todos. Me dice que desde que está jubilado tiene la sensación de envejecer más rápido. Es un jubilado al que le falta tiempo. No es el primero que me hace ese comentario. Tomaré nota. Le hemos dejado hablar lo que ha querido. Que ha sido mucho.
Pero ya terminamos agosto y parece que era ayer que hablaba del otoño y del invierno. Cualquier día volveré a escribir de lo mismo. El tiempo pasa rápido. Pero todavía estamos en verano y toca aguantar calor. Por eso nos juntamos por la noche. Buscamos el fresco. La luna llena. Las estrellas. El ocio compartido sin prisas. Las noches de verano de un pueblecito costero de la Isla son así. Salud.