viernes, 30 de septiembre de 2011

Derechos

Hay en mi calle un coche que está aparcado. Mal aparcado para ser mas exactos. La cuestión es que este invento tiene cuatro ruedas, precisamente para poder rodar. Su función es moverse o desplazarse de un lugar a otro sobre cuatro ruedas sea quién sea que vaya dentro. Desde hace meses el coche no cumple con la función por la que se inventó,  se fabricó y se vendió. El coche no rueda. No se mueve. Está parado y, como he dicho antes, mal estacionado. Me pregunto si es menos coche o mal coche por estar mal aparcado y no rodar. Supongo que no. Ha rodado lo que ha querido su dueño y ahora lo tiene aparcado pero sigue siendo un buen coche aunque sus ruedas estén paradas y no rueden desde hace meses.
Cuando se acercan unas elecciones algunos  políticos se afanan por explicar las bondades de sus programas con la intención de convencernos y recoger nuestro voto. Dicen que si somos buenos demócratas tenemos que ir a votar. Este acercamiento intimista del que quiere mi voto me inquieta mucho desde siempre. 
Soy demócrata y tengo derecho a voto. Que no se le olvide a nadie. Pero que no tengo la obligación ni el deber de ir a votar. Soy como el coche que hace meses que está mal aparcado en mi calle. Si no voy a votar no me convierto en menos demócrata ni mal demócrata. Simplemente no ejerzo mi derecho. Que lo tengo. Pero puedo asegurar que seguiré siendo un gran y esforzado demócrata de izquierdas porque cumplo con mis obligaciones como ciudadano. A día de hoy, votar, no es una de mis obligaciones ni está dentro de mis preferencias vitales.
Hay verdaderos especialistas en manipular el discurso. De hacerte creer que para ser un buen demócrata tienes la obligación de ejercer el derecho de ir a votar. No es así. No me da la gana de malgastar mi voto para beneficiar a alguien que después de haber conseguido lo que pretende me va a dar la espalda. Se rebelará contra mi y hará justo lo contrario de lo que prometió en campaña con excusas diversas. Es fácil entender esto aunque algunos no lo entienden ni lo entenderán porque viven en las cloacas de la intelectualidad y por consiguiente sólo pueden dedicarse a la política porque en cualquier otra empresa ya los habrían finiquitado. De todas formas esto tiene fácil solución. Pistas: haga usted un programa y lo registra en una oficina notarial. Lo hace público y lo explica. Si incumple el programa-contrato debo poder demandarlo por la vía judicial y que esté tipificado como delito en el código penal el incumplimiento del programa. Si esto algún día es así es posible que utilice mi derecho a voto y lo haga. De lo contrario seguiré de demócrata pero aparcado. Además le criticaré tanto como pueda todas aquellas iniciativas que tome y que no se corresponden con el programa-contrato. Porque también tengo ese derecho como buen demócrata.
Es de una miseria infinita tentar nuestras conciencias diciéndonos que si no votamos no somos demócratas. Hay gente poco o nada inteligente, que no ha pasado la itv psicotécnica, y que traga con esto. No es mi culpa. Expliquen la letra grande y la pequeña y no prometan nada que no puedan cumplir. En este caso, yo que soy demócrata de izquierdas de toda la vida porque cumplo con mis obligaciones cívicas, me subiré al coche. Lo pondré en marcha y lo haré rodar. Incluso lo aparcaré bien. Salud.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Liberados

Hay cosas que deben verse bajo la perspectiva del sentido común y no desde una óptica política de derechas o de izquierdas. Que existan sindicatos está bien pero que funcionen tal cual están las cosas no lo veo inteligente. En estos momentos carecen de toda credibilidad y están bajo sospecha. Un sindicato está porque hay trabajadores por cuenta ajena que necesitan que alguien vele por su seguridad jurídica. Este sindicato debe sustentarse con las aportaciones de sus afiliados y no con las del estado. No se puede funcionar así por lo que habrá que reinventar el sindicalismo.
Un sindicato que se precie -que los hay, aunque en España no, de momento- debe autofinanciarse a través de las cuotas de sus afiliados. Me explico; yo estoy afiliado a un sindicato profesional que vela por mis intereses, que se mantiene porque los afiliados abonamos unas cuotas y se preocupa de que el patrón no pisotee mis derechos que es a lo que va cualquier empresario por tendencia natural. Si algún día me quedo sin trabajo será el mismo sindicato el que me pague un subsidio de desempleo y, por la cuenta que le tiene, me buscará otro trabajo adecuado a mis posibilidades profesionales y al que yo no podré renunciar. Es posible que me lo encuentre con cierta rapidez para ahorrarse un sueldo. El estado, en todo este proceso, no debe de intervenir para nada. Ni oficina de empleo, ni paro, ni nada. El sindicato, por tanto, tiene la doble función de velar por mis derechos adquiridos en los convenios y actuar como empresa de trabajo al buscarme una ocupación adecuada si perdiera la que tengo. Si hay sindicalistas que deban ocuparse a tiempo completo cobrarán de las cuotas de los afiliados y no se llamarán liberados sino trabajadores sindicales. Este es el sindicalismo de verdad y nunca podrá haber malos entendidos entre las actuaciones del estado y las de los sindicatos ni podrá decirse que hay cierta connivencia entre ellos. Transparencia total.
Los sindicatos deberían liderar esta opción en un acto de responsabilidad, de no dependencia, de dignidad y de transparencia en su gestión. Mientras reciban dinero del estado y de los empresarios siempre estarán bajo sospecha. Es así aunque algunos no quieran verlo de esta manera. Ahora parece que hay cierta cordura en este tema complicado y el gobierno ha dicho que no paga a más liberados ni cede locales y que en breve quitará subvenciones. Esto tenía que haber salido del mismo sindicalismo, pero no ha sido así. Lástima porque les hemos visto las intenciones.
El trabajador tiene la opción de sindicarse y pagar una cuota mensual o no hacerlo y pagar a un abogado en caso de conflicto. En el segundo supuesto el trabajador debe tener claro que no percibirá ninguna ayuda en caso de perder el empleo y que tendrá que buscarse la vida por sí mismo. Cada uno debe ser libre para optar a lo que más le convenga o le parezca oportuno. Así las cosas todos salimos ganando. El estado ahorrando y los sindicatos aprovechando la crisis para ponerse las pilas y practicar un sindicalismo de verdad que ya está implantado en otros países y que funciona pefectamente bien. Los tiempos cambian y algunas cosas también. El sindicalismo español tiene una oportunidad única de reconvertirse en una cosa seria y con competencias bien definidas y sobre todo, transparencia en su gestión. Salud.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Autor - Editor

Hace tiempo que estamos familiarizados con eso de cocina de autor y ya lo damos por bueno. El cocinero es el autor del plato que te vas a comer pero antes de hacerlo lo ha creado. Tiene la patente si es que esto existe y se puede decir así.
Ahora alguien ha acuñado lo de libro de autor y esto es novedoso. Siempre hemos dado por bueno que quién firma el libro es el autor del mismo. No sabía que pudiera ser de otra manera. Leo que el último libro de no se quién es un libro de editor. Los tiempos cambian, es evidente, y las cosas se dicen de otra manera aunque significan lo mismo de siempre. La idea no ha cambiado, lo que ha cambiado es la forma o manera de decir o denominar ciertas cosas. Libro de autor se define como el contenido que el escritor ha querido plasmar en su obra. Ha escrito lo que le ha venido en gana. El editor se lo publicará o no pero eso es otra historia. El libro de editor es el contenido de una obra que el editor quería y para la cual se ha buscado un escritor. En este caso el autor ha escrito un libro sobre un tema que el editor le ha propuesto porque así lo quería. Si el editor se queda satisfecho con el resultado lo publicará y si no, puedes corregirlo o te lo quedas porque no me interesa. El autor o escritor, de este último caso, no ha escrito algo que le haya despertado simpatía. Simplemente ha escrito por encargo. Ya nos vale y si es bueno tanto mejor.
Me he enterado de que ha nacido una editorial independiente que publica textos heterogeneos de pensamiento y creación. Textos que transmiten un mensaje. Da igual de lo que escribas porque si es bueno la editorial te lo publicará. Otras no son independientes y sólo te publican aquellos textos cuyo contenido esté en la línea de pensamiento de la editorial. Si la editorial es de los obispos y vas con un manuscrito titulado "Dios no existe" no te lo van a publicar con toda seguridad y por muy bueno que sea el texto. Es posible, en cambio, que te publiquen alguno que se titule "Soy pedófilo", por poner un ejemplo.
La última novedad en esto de las editoriales es una que ha aparecido recientemente y que sólo publica libros copiados y mejorados. Ni plagios ni reproducciones ni media tontería de nada. La ley dice que no puedes reproducir y que no puedes copiar para empeorar (plagio) pero no dice nada de copiar para mejorar. En el fondo lo que el editor quiere es mejorar una obra ya escrita. Contrata autores atrevidos a los que paga y publica obras mediocres siempre que consigan mejorarlas sustancialmente. Puedes retocar la idea inicial, cambiar nombres, lugares, añadir o quitar secuencias y lo que quieras. El fin último es convertir un bodrio o un tostón ilegible de lo malo que es en un best seller. Es muchísimo mejor que el original y se vende muy bien. Sólo hay un pequeño problema en todo este asunto y es el cómo interpreta un juez el resultado final. Según lo plantee el juez se podrá publicar o no porque será legal o no y entre medias puede haber litigios. Se trata de convencer. Si la copia es de mejor calidad no es plagio y si no copias al pie de la letra no es reproducción. Es un terreno resbaladizo en el que algunos autores y editores se mueven muy bien. Bienvenida la idea si conseguimos mejorar algunas obras escritas que cuando las lees te provocan cataratas y mal estar general. Salud.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Gonzalo

Es un personaje solitario. Enviudó joven y no supo rehacer su vida. O no quiso. No se. Vive en el quinto piso de un inmueble antiguo de una céntrica calle con poco tráfico. Vive en un tiempo pasado. Se llama Gonzalo pero es una mujer. Nadie sabe qué paso. Ella no sabe porqué se llama Gonzalo. Su padre pronunció mal el nombre o lo hizo aposta porque quería un niño. Quizá el funcionario del registro lo entendió mal o tenía mala letra y se leía mal. Fuera lo que fuese, ella, Gonzalo, lo tiene muy bien asumido y le da igual. Es una mujer vencida. Se ha tirado a la rutina porque ésta la mantiene viva. Le faltan afectos por la soledad de su existencia. Demasiado tiempo. Vive en un engaño como en el caso de su nombre. Mantiene unas excelentes relaciones inexistentes con sus vecinos. No mantiene vínculos afectivos porque ha perdido las costumbres sociales y no se acuerda de cómo se hacen las amistades. Vive consigo misma y le va bien.
Hoy su vida ha dado un salto cualitativo porque ha salido en televisión en el programa "comando actualidad". No sabe expresar sus sentimientos ni otras cosas de su vida y la periodista que la presenta se afana para arrancarle monosílabos y poco más. Su vida es de color gris. Ha renunciado a demasiadas cosas y no tiene ilusión ni siquiera para salir en la tele. En su casa nada destaca y nada sobresale. Una radio antigua le hace compañía porque la tiene encendida todo el día. Hoy, a Gonzalo, se la ve traspuesta. Su casa llena de gente, cables por los suelos, focos, micrófonos, maquillaje. Se la nota incómoda. Quiere que esto pase pronto y volver a encerrarse en su rutina que la mantiene viva.
Se la supone inteligente pero no destaca. Era profesora de instituto. Daba clases de refuerzo a alumnos con dificultad en el aprendizaje. Pero enviudó. Ahora no guarda ningún vínculo con el pasado. Su historia es un fracaso vital y social. Mantiene los valores que le inculcaron pero los tiene sin actualizar y sin homologar pero ella no lo sabe ni falta que le hace porque no se relaciona. Cuando tiene un problema acude a su vecino de rellano del quinto piso donde vive y éste se lo soluciona. Sube y baja por la escalera. El inmueble es antiguo y no tiene ascensor. Se ha vuelto pueril y no tiene conciencia de que existe para los demás. Hace tiempo que enterró toda esperanza de ponerse al día. El tumulto le produce horror y se le nota cuando la cámara le enfoca. Su estatus social es bueno y su nivel cultural también pero se ha propuesto vivir en un eterno crepúsculo y esto, en vez de perturbarla, la tranquiliza. Con todo este galimatías del programa sufre sentimientos encontrados y se lo cuenta a la periodista que la anima a desenclaustrarse.
Representa con valentía su papel de mujer que ha decidido vivir en una franquicia social precaria y a contra corriente hasta que un día dirá basta, o no, y cambiará a una vida social estresante. Lo bueno de todo esto es que no está regulado por lo que cada cual puede vivir la vida que quiera y como quiera o como pueda sin que la justicia le plante cara. No se deja influir por tendencias ni modas. La historia de Gonzalo no tiene mucho que contar. Con saber lo que hace un día sabes lo que hace siempre. En la intimidad se comenta que le ha dicho a la presentadora que quiere cambiar. Se verá. La chica que presenta el programa ha dicho que volverá sin cámaras y hablarán del tema. Hoy podría ser un buen comienzo para cambiar. Actualizarse. Conocer el estrés. Cambiarse de ropa cada dos por tres según la ocasión. Saludar al vecindario y hablar.  Ya se verá y lo contaremos. Salud.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Novela

Últimamente, en cualquiera de los textos que leo, encuentro alguna referencia a Flaubert. Será casualidad. Estas cosas ocurren en todos los ámbitos de la vida. Cuando alguna mujer está embarazada ve embarazadas en cualquier lugar y momento. Te compras un modelo de coche y por todas partes ves el mismo modelo de coche que te has comprado. He leído que Flaubert dijo que "la literatura es un castillo de palabras que se sostiene por sí solo". Es cierto. Sea el tema que sea que un autor trata en un libro, lo importante no es sólo el fondo de lo que quiere decir sino también la forma con qué lo dice. Lo que quiere decir es importante pero más aún lo es el cómo lo dice. Este es un tema que ya hemos tratado.
Lo importante es contar con un tema provocador. Es un buen punto de partida. Si no provocas -para bien o para mal- el lector pierde el interés y te deja. El proyecto tiene que estar estructurado y con un hilo conductor porque si el lector se pierde por el camino, también te deja. Los textos tienen que tener calidad y palabra llana y entendible. El lector no recurre al diccionario cada vez que encuentra sinónimos que no entiende por su uso infrecuente y cuando se cansa de estas palabras que no entiende y por no abrir el diccionario, pues te deja. Tienes que intercalar todo un catálogo de cosas que ocurren a diario y que rocen la obscenidad. Ocasiones macabras, violencia, reflexiones de la vida y la muerte, relaciones tortuosas entre protagonistas, desviaciones sexuales, sistemas y anti sistemas, amor y poesía y algunas dosis de humor bien intercaladas y muchas más cosas de esas que ahora estás pensando. Misterios y enredos que no tienen porqué terminar como uno desearía. Tienes que darle motivos de interés al lector.
A ratos, el lector tiene que estar de tu parte. Lo tienes de aliado. En otros momentos tiene que estar enfrentado a ti y tenerlo de enemigo y en algunos episodios lo tienes que tener desconcertado. Tema de actualidad y contado sin demagogia para que el lector tenga el momento "ahora mismo no lo puedo dejar porque estoy enganchado" y el momento "no pienso seguir leyendo esto". Cuando dice lo último es una buena señal porque has despertado un dilema en su interior y tendrá que seguir para solucionar el problema que le has causado. Las confesiones de los personajes tiene que ser de estos que no se cuentan a nadie porque el lector también tiene cosas íntimas de esas que nunca contaría. Si la novela o el escrito literario se entiende, se da por bueno. Si no se entiende aburre y se deja. Amores prohibidos, situaciones comprometidas y complejas, rayas rojas donde a menuda se camina por encima, cumplir la ley por un lado y saltarse algunas normas por el otro. Los personajes tienen que tener sus propias reflexiones a modo de ensayo que a buen seguro serán apoyadas y asumidas por los lectores. Otros, no estarán de acuerdo. No atiborrar de personajes ni poner nombres impronunciables porque el lector puede perderse ante tal cantidad de gente y llega un momento en que no sabe quién es quién. El lector tiene que ser una especie de detective en la obra para que vaya descubriendo detalles semi ocultos que lo mantengan interesado hasta la conclusión.
Estas novelas existen. Hay que saber encontrarlas, leerlas y disfrutarlas. Y seguramente, no los ha escrito Carmen Mola. Salud.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Agravio

Un autor literario ha escrito que ..."las personas que saben hacer cosas las hacen; los que no saben enseñan a otros a hacerlas; los que no saben enseñar enseñan a los que enseñan y los que no saben enseñar a los que enseñan se meten en política o en la judicatura que no requiere de casi nada...". El saber no vale, sólo vale el poder. Nada nos protege de la idiotez salvo la experiencia. Llega un momento en el que creemos que el mundo no tiene sentido y para escondernos de esta apreciación nos volvemos infantiles de tal forma que nos creemos todo como cuando los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez.
Uno que asciende en la escala social en la misma proporción e intensidad que su incompetencia resulta ser un peligro. Sin éstos las cosas estarían mejor. El poder en mayúsculas, tendría que estar en los actos de cada uno. Sostiene este autor que los hombres somos animales programados para comer, dormir, reproducirnos, conquistar y asegurar territorio y los más hábiles -a saber, los más animales- lo están consiguiendo. Los supuestamente inteligentes nos dejamos engañar por los más hábiles, los que mejor desvirtúan las cosas y los hechos. Es lo que hay y es lo que tenemos. Es un terrible agravio a la naturaleza humana y animal. Es una contradicción. De seguir así nunca avanzaremos hacia la verdad, hacia lo bueno y hacia el bien. Estamos sometidos y sin capacidad de defendernos y de revolucionarnos. 
El dualismo cartesiano ha resultado no ser del todo cierto y además cursilón. Aquello de que "pienso, luego existo" es una pamplina pueril y tontorrona. Si piensas debes ser inteligente y si eres inteligente deberías rebelarte contra el sistema para poder existir. Estar vivo y hacer idioteces al dictado de los incompetentes no es existir, simplemente es vegetar alienado. Uno de los textos de Ramón Llull explica que un rey aquejado de la enfermedad de la muerte reúne a sus dos hijos porque quiere hacer testamento. Les pregunta qué prefieren heredar, un bien inmaterial como la sabiduría o un bien material como la riqueza. Un hijo quiere lo primero y el otro hijo quiere lo segundo. El rey consulta con los sabios del reino y firma el testamento dejando todos sus bienes materiales al hijo que desea sabiduría y al otro un sueldo vitalicio para sobrevivir y poco más. Acuerda en el testamento que sin sabiduría no se puede administrar la riqueza. La riqueza gobernada sin sabiduría se pierde en despilfarros y caprichos que aparecen oportunamente. Ramón Llull ya lo tenía claro, lo dejó por escrito y nosotros no hemos aprendido nada. Qué fatalidad. Habrá que tomar buena nota de quién gestiona bien los recursos materiales de que dispone y que no son sólo suyos sino de la comunidad. Nos jugamos el futuro. Salud.

lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Cómo es él?

El cinco de Julio de dos mil once escribí una entrada sobre un retrato de Sinforoso. Alex solicitó, en un comentario, saber cómo era. Dije que lo miraría con calma y lo describiría. Es así.
Tiene rasgos de thriller y mirada autoritaria. Expresión genuína y atenta a todo lo que pasa a su alrededor. Provocativo cuando lo miras fijamente. Irónico y sarcástico. Antisentimental que no están los tiempos para tonterías. De trayectoria férrea. Sus ojos demuestran cierta incapacidad o dificultad para comunicarse y relacionarse y que da órdenes cortas y medio gritando. Su cara no despierta afecto ni ganas. No se le nota un semblante defensivo o resignado sino todo lo contrario. Como cabreado por la situación del momento y por su situación personal. Ni una arruga de fragilidad en su rostro. Sus relaciones humanas se me antojan difíciles. No le veo empatizando con la gente. Si le veo un punto de cabronazo de cuidado de esos que no aceptan un no salvo cuando es no y punto.
Visto con detenimiento se le aprecia cierta simpatía con la república y seguramente fue encarcelado y maltratado hasta el abuso por todo ello. En el fondo está claro de que es una víctima inocente y atropellada por la vida. Por eso, su mirada no es real. Es una pose que no se corresponde con la realidad. Es un retrato. Hay que quedar bien. Su semblante es fotogénico cuando es auténtico y nada evolucionado. Pero ahora toca estarse quieto.
Según cambio de sitio para volver a contemplarlo desde otro ángulo, Sinforoso te da pistas sobre su verdadera identidad. Sobre cómo es en realidad. Es consciente de lo que significa ser inteligente frente a los tontos que son más y dominan, ser negro frente a los blancos, ser mujer frente a los hombres, ser normal frente a la clase política o ser china en China. Sinforoso es de estos que piensan. Sabe cual es su sitio y dónde están sus límites. Es hombre de pocas palabras y ninguna broma. Las cosas se dicen una vez porque se dicen tan claramente que hasta un imbécil lo capta enseguida. Su frente es ancha y sus ojos están casi escondidos debajo de unas pobladas cejas. No se aprecia capacidad excesiva de pensamiento profundo ni lucidez para extravagancias. Lo justo para sobrevivir el día a día. No es anónimo. Todo el mundo le conoce y ahora con su retrato expuesto ya es famoso porque su hijo lo ha hecho famoso.
Seguramente fué un héroe de esos de trabajar duro toda su vida para sacar adelante a la familia y la hacienda. Su cara no es única pero se explica bien. De tierra adentro. De andar mucho y trabajar más por estas árias tierras manchegas de Tomelloso. De descansar lo justo y de ser justo. El traje que lleva es el de ir a funerales y otros festejos religiosos a los que uno va por cortesía aunque nunca por convicción. Este es Sinforoso. Esto es lo que se capta cuando lo miras fijamente en su retrato. Se siente el centro de todas las miradas y esto llega a molestar por falta de costumbre. Salud.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Lu Ji

"Si una obra no trata, desde cualquier ángulo, la problemática esencial del ser humano, pierde la oportunidad de poder decir lo que debe decir. Para que la palabra cumpla su objetivo de provocadora y agitadora de todos los sentimientos, ésta tiene que situarse en la verdad".
Esto escribió Lu Ji en el siglo tercero después de Cristo durante el reinado de Jin Wu Di -fundador de la Dinastía Jin-. Escribía sobre el arte de la escritura. La escritura en China mantiene un género complicado de entender aquí y que no podemos clasificar porque aquí no se practica. Simplemente engloba todo lo que conocemos en las áreas del saber. Narrativa, biografía, historia, relato, poesía, filosofía, ensayo y todo lo demás que conocemos genéricamente como literatura. Escribir tiene que ser algo polivalente. Se escribe de todo lo que uno quiera pero aglutinando todos los géneros que aquí tenemos perfectamente clasificados. La escritura entendida como arte. Este es un tema recurrente en varias culturas y de ello ya se ha dado debida cuenta en este blog (programa) con Ramón Llull, por poner un ejemplo. Cada cosa que se escriba tiene que aportar datos biográficos e históricos de quién escribe o de quién se escribe. Hay que narrar una historia o relatar algo que interese. El que escribe debe dejar al descubierto su ideología y su filosofía de vida a través de sus reflexiones y de su ensayo. Tiene que cultivar la poesía en cualquiera de sus formas. El resultado final son estos maravillosos escritos chinos que tanto nos cautivan en occidente.
Si escribir es un arte, el que escribe es un artista y tiene que dar buena cuenta de ello. Si uno no tiene la capacidad de transmitir, mejor que no escriba. Que se calle. Que enmudezca y no diga nada. Si por el contrario hay algo que decir lo dirá quien tenga la capacidad de expresarse y de hacerlo con cuantos mas registros literarios y de comunicación se puedan aportar para un mayor deleite de quien lee y quiere percibir la obra. La teoría está muy clara y no ofrece ningún lugar a dudas. Otra cosa bien distinta son las capacidades de cada cual a la hora de hacerlo.
Aquí en occidente mucha gente confunde esto. No lo entiende y escribe, dice y opina de cosas que no sabe y que desconoce. Nada interesante que decir pero hay que decir, pues se recurre al subgénero literario rosa o amarillo. Titulares grandes y huecos. Carentes de significado. Fotografías grandes pero borrosos para confundir y un pie de foto que diga lo que queremos que la gente entienda al margen de que sea verdad o no. Es pura mierda porque el que la escribe va de diarrea y ni siquiera se molesta en disimular. Es una especie de humo pestilente que provoca tos, te nubla la vista y no te permite razonar y entender. Son ocurrencias carentes de gracia y por eso no gusta. Bueno, a alguien le debe de gustar porque se vende. Tener dinero para comprar esto no implica tener inteligencia para entenderlo ni tener estómago para digerirlo. Cuando alguien no tiene el don de entender la buena literatura o la obra bien escrita, en lugar de comprar la porquería antes mencionada, siempre tendrá la oportunidad de entrar en una perfumería y gastar el dinero en un buen desodorante, por poner un ejemplo que no moleste ni pueda herir sensibilidades.
"Hay que pensar y escribir con sabiduría, lo cual no tiene que ver ni con la inteligencia ni con la creatividad, sino con el equilibrio". Recomiendo alguna lectura de Hiromi Kawakami. Sus escritos tienen este equilibrio porque están escritos con el corazón y le salen del alma. Daros esa oportunidad y ya veréis. 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Embustes

He leído sobre un sociólogo de esos de ciudad que ha invertido horas, días y meses en observar, tomar notas, retocar hipótesis y sacar conclusiones sobre algo que ha venido en llamar "la desidia del ciudadano". Resulta, según este estudio, de que la genta ya está harta de tanta ineficacia de las instituciones públicas y de sus dirigentes. De estos que gestionan nuestra vida pública. Hay desconfianza. No hay credibilidad. Se deja entrever cierto pasotismo hacia este tipo de personas que ostentan un cargo que no saben desempeñar. Ha llegado a la conclusión que la ciudadanía prefiere el embuste o la mentira fácil y cómoda a cualquier tipo de verdad.
Dice este experto que cuando escuchamos la verdad no la creemos y damos por hecho que nos acaban de endosar una mentira más para su beneficio. Si nos mienten pensamos que nos mienten y si nos dicen la verdad pensamos, igualmente, que nos mienten. Sea una cosa o sea otra el ciudadano siempre da por bueno la mentira que queda automaticamente asumida y no nos molesta. Esto tiene un peligro y es que a día de hoy damos por hecho que ser dirigente de nuestra vida pública lleva implícito ser embustero y mentiroso compulsivo. Ser dirigente político y decir la verdad no existe porque no es posible. Nuestra mente no lo reconoce y hemos llegado a esto por la falta de costumbre. Se concluye que una persona de bien y que siempre va con la verdad por delante nunca podría dedicarse a estos menesteres o gestión pública.
La sociedad se ha instalado en la mentira y en el embuste como forma natural de convivencia. Es normal ver a estos dirigentes tomar la palabra para insultar o descalificar. Gente con carrera pero sin educación. Y para que no nos salpique vivimos en el anonimato y ni siquiera nos manifestamos para demostrar nuestro descontento. Algunos se limitan a decir que estan indignados y poco más. Se prostituyen en sus cargos para llevarse un dinero extra. Nos mientes nuestros dirigentes, nos mienten los contertulios televisivos o radiofónicos, nos mienten los invitados a tal o cual programa para dar espectáculo y cobrar más. Al final nos hemos acostumbrado a la mentira, al embuste, a no decirlo todo o decir demasiado para confundir y cuando alguien dice la verdad no se la cree nadie porque hemos perdido la capacidad de discernir la verdad de la mentira y damos por buena la segunda.
Concluye el trabajo diciendo que esto no resulta bueno porque ya no nos comportamos como personas sino como personajes de una obra de ficción. Los libros son de ficción. Las películas también. Las fotos están retocadas. El engaño se ha instalado en nuestras vidas y desconfiamos de todo pero nos va. Esta conclusión es tan lamentable como verídica aunque algunos ingenuos quieren regenerar esto de la vida política. Pretenden lo imposible. Nos quieren vender la utopía a precio de realidad.
Mientras, el ponente del trabajo contaba en televisión una experiencia personal, el público votaba si lo que contaba era cierto o no. Verdad o mentira. El voto masivo fue de que lo que contaba era mentira. Él demostro, con notario incluído, que era verdad. El programa siguió y la gente siguió votando que era mentira. Salud.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Cosme Perez

Los sueños de Cosme Pérez es una obra de teatro que vi en Almagro hace unos años. Una de las mejores obras y una de las mejores interpretaciones que seguramente he disfrutado. Sin duda ha sido la mejor interpretación que he visto en teatro. 
Un escenario sobrio en el patio de Fúcares. Sobre el escenario un personaje llamado Cosme Pérez. Un baúl con distintas ropas y un candelabro con tres velas para iluminar la escena.
Cosme es un actor que han jubilado por edad, venido a menos, y que dispone de tiempo. No tiene casa y mal vive en los sótanos de un teatro. Sólo tiene lo que lleva puesto y come de la mendicidad. Por las noches sale de su cuartito y sube al escenario. Cada noche representa un personaje de los miles que conoce y que nunca representó. Siempre les tuvo ganas pero nunca le dieron el papel y nunca tuvo la oportunidad. Ahora tiene tiempo, oportunidad y vestuario. Se viste según convenga en la obra y sale a escena. Se dirige al público que no hay pero que él siente y dice: "no estás derrotado cuando pierdes. Estás derrotado cuando te das por vencido. Y este no es mi caso" y empieza a representar con todo su buen hacer y su experiencia. Se deja el alma y lo vive como si fuera el día del estreno. Al finalizar la representación dice aquella frase de Oscar Wilde: "es terriblemente triste eso de que el talento dure más que la belleza y la edad". No le falta razón. Se sienta en el suelo y se pone a llorar mientras escucha los aplausos silenciosos de un público que no está pero que él siente. ¡Bravo maestro! Bravo!
Paralelamente y como actividad literaria se desarrolla una mesa redonda en una de las salas del antiguo hospital de San Juan. Son varios escritores que expresan en forma de lectura el prólogo de un libro importante que no tuvieron oportunidad de hacer y que seguramente siempre le tuvieron ganas. De un libro y un autor importantes de las letras españolas. Es un símil con lo de Cosme. El prólogo que nunca fue ahora es posible. Van a prologar en público y en voz alta obras de literatos de la altura de Lope, Góngora, Calderón, Tirso o el mismísimo Cervantes. Es todo un reto y ellos lo saben y por esto se han afanado para hacerlo lo mejor posible y agradar. Este era el caso y en esto estuvimos.
Se trata de un texto preliminar y singular que suele escribir alguien conocido del autor y en el que se ensalzan las virtudes de la obra y de quien la ha escrito. A menudo se confunde con la introducción o el prefacio y esto no es así. Es una experiencia interesante tanto para el que escribe como para el que escucha. El que escribe tiene que decir algo importante y sobre todo innovador sobre el autor a sabiendas de que seguramente se ha escrito mucho o casi todo. Hay que demostrar maestría e ingenio, como Cosme, para atreverse a algo así. No te puedes permitir el lujo de defraudar al respetable que abarrota el local y con todos los sentidos puestos en el qué dirás de tal o cual obra y de su autor. Tiene que ser una crítica constructiva sobre alguien a quién todo el mundo conoce y sobre quién se ha dicho tanto que casi no queda nada por decir. Para bien y para  mal. Son textos escritos para la ocasión con todo esmero y mil veces corregidos. Son un permanente borrador hasta el día de su presentación. El público es lúcido y exigente.
Al terminar la gente se rompe las manos en aplausos. Ha sido un éxito. Este mundo de la cultura y de la mierda, en cualquiera de sus formas, nunca me deja de sorprender. Salud.