viernes, 21 de septiembre de 2018

Minutos fugaces

Ya he dicho y explicado en otros momentos de mi vida que un día nací y me criaron entre telas rudas de lino y el delantal de mi madre. La educación, en casa, eran los buenos modales, las formas adecuadas y algunas oraciones. De lo último no me pude escaquear en mi temprana edad pero más tarde, si. No fui criado entre algodones porque en casa éramos muchos y pobres. Eso de los algodones era para los ricos que también eran muchos pero no tenían carencias. 
Por muy fugaz que sea el tiempo,  los minutos se siguen uno al otro ininterrumpidamente. Diríamos que encadené minutos fugaces que dan para mucho y por eso crecí más rápido de lo esperado o necesario. Pero me dio tiempo para ver cambiar los paisajes, los remolinos y las estaciones del año. Nunca pude evitar las tormentas aunque a veces lo intenté. Lo que más me importaba era hacer lo que me dijeron que hiciera. Contar el tiempo que hay entre el relámpago y el trueno. Contaba con gran esfuerzo porque soy de letras. Poco a poco. Muy lentamente. Cuanto más tiempo  pasaba entre el relámpago y el trueno más lejos estaba la tormenta. Me aliviaba mucho comprobar lo lejos que siempre estaban las tormentas. Porque la luz va muy rápido pero el sonido del trueno no. El truco estaba en contar muy lentamente para que la tormenta siempre estuviera lejos. O algo así. Que ya sabéis que soy de letras. 
Será por eso que nunca me molestaron las tormentas. Porque siempre estaban lejos. Dicho esto que tenía entretenido en la cabeza y no sé muy bien porqué, añado. Hoy me he levantado aliviado por el descanso de la noche ya que no siempre puedo decir lo mismo. He descubierto que la fatiga, a veces, es más llevadera para un jubilado. Lo siento por los demás que tendréis que esperar la jubilación. Al fin y al cabo los días tienen veinticuatro horas para todos. Pues que cada uno se organice. Las rutinas aburridas pasan rápido y más si las cosas se hacen sin miramientos. 
Cuando quiero aventuras imito al aire, al viento, al bosque y al mar. Sé de lo que hablo porque llevo años observando. Y sé de dónde vienes cuando tus labios saben a salitre y tu mirada mira a lo lejos. A estas alturas de la vida he descubierto que en la oscuridad de las habitaciones no siempre se guarda silencio. La pasión hace ruido. 
Las personas cogidas de la mano se sienten más seguras. Y si se miran aparecen estos sentimientos sólo comparables a la inmensidad del mar. Alejados tanto del temor como alejado pueda estar el horizonte. Tampoco me interesa esta soledad de sentirse arropado sólo por la naturaleza o las paredes de un claustro gótico. La vida se vive con audacia y con talento. Ahora resulta que soy un vividor agradecido a tiempo completo y con una paga del estado. 
Todos tenemos un hada madrina en nuestra vida que nos protege. También todos tenemos un traidor en nuestra vida que nos hace la puñeta y nos lleva la contraria. Está escrito en los libros sagrados que cada doce personas existe un traidor. También está escrito en los libros de historia o de la leyenda que el traidor, una vez, fue un gran caballo de madera. 
Dice un científico experto en predicciones que este invierno nevará. Bastante, además. Nos quedará el otoño para prepararnos y hacer acopio de madera de esa de encender la chimenea. De tener esos libros que un experto ha dicho que tienes que leer antes de morirte. Siempre hago caso a los expertos. No vaya a morirme y en el juicio final me pongan un negativo por no haber leído no se qué libro. 
Siempre podré decir que los he leído aunque no sea verdad aunque esa gente de los juicios finales lo sabe todo. También podría decir que he vivido experiencias que no son ciertas, pero también verán que es mentira. No sería el primero al que pillan mintiendo. Ahora me acuerdo que el otro día soñé que quería hacer un master. Cuando desperté tenía el título encima de la mesita de noche. Un gran logro para mi y parte de la humanidad. Salud.