martes, 11 de septiembre de 2018

Aromas de quietud

Me levanto pronto. Siempre antes de que amanezca. Incluso antes del alba. Después de tantos años me sigue faltando tiempo para vivir todo el día la vida de cada día. A menudo me dejo influir por Cervantes, Bonald, Umbral, Neruda, De Luca, Machado, Lorca, Saramago, Mendoza y tantos otros que no acabaríamos nunca. No me hagáis elegir. No podría hacerlo. Son un motivo. 
Apenas unos rayos de sol tímido del mes de febrero. La naturaleza regala sosiego cuando contactas con ella y mientras caminas senderos de montaña. No son días de pasear de puntillas, sino con paso firme. El sol de invierno destiñe un poco el paisaje, menos los sentimientos. Mirlos y gorriones entre la escarcha del bosque que enseguida se seca. El bosque está humeante hasta que corre el aire. Escucho al poeta,

"Quiero por igual tus ojos 
y tu mirada. 
Tus labios y tus palabras.
El roce y la compañía.
Tu opinión y tu queja.
La rutina y el desasosiego
de la aventura.

Quiero el verano caluroso
porque el día es largo.
Quiero el invierno frío
porque huele a chimenea
a hoja en blanco y a tinta.
Quiero el otoño húmedo
para abrigarme con el libro.
Quiero la primavera por todo.
Por el aire limpio 
impregnado de aromas de quietud".

Creo que no es bueno trascender mucho tiempo. La vida es hoy. Todo lo demás son recuerdos y bonitas e interesantes previsiones. No son buenas las ataduras que me privan de libertad. Tampoco son buenos los molestos infinitos. Tengo por seguro que la experiencia me llevará a la sabiduría hasta conseguir la plena madurez. Luego, al final, la nada. No hace falta más. Sólo importará lo que quede de nosotros en los demás. El horizonte que vemos no es el definitivo. Detrás se esconden otros que sólo podremos ver al final de todo.

"Caricias temblorosas de la brisa 
sentado en el umbral de la casa.
Qué sabrá el aire 
del bien que nos hace.
La calma de una llovizna.
El sosiego de un silencio.
La compañía de la soledad
en un caminar sin rumbo
mientras te acarician
los arbustos del camino.
Conozco el sabor de la rutina
y el de la aventura desbocada.

Sé cómo llegar a una colmena,
alimentarme de la miel,
sin que las abejas me piquen.
Sé cómo coger una rosa
sin clavarme ninguna espina.
Ya sé cuando hay que hablar
y cuando toca callar".

No se puede ser neutral ni indiferente. Y cuando los pétalos caen, sé cómo caminar sobre ellos sin romperlos. Sólo para oler sus aromas. Es la recompensa de la vida agradecida. Las cenizas del final ya las limpiará el viento de tramontana. Uno se acostumbra a la rutina y al esperpento. A los vendavales y a la calma. A la seriedad y a la extravagancia. Sé cómo huele la quietud. 
A veces ocurre que la verdad parece mentira y la mentira, verdad. Tengo la sensación que la vida es una espera en el tiempo. Pensamientos nocturnos que nadie puede ver. Los momentos de paz que siempre hay en todas las guerras. Y ya nada nos conmueve. Ni los nubarrones que se acercan desde lo lejos para traernos lluvia abundante. Salud.