miércoles, 21 de octubre de 2015

Formentor IV

Dice uno de los contertulios que "las apariencias sí son lo que parecen". Si uno parece que es imbécil es que lo es. O cualquier otra cosa que parezca.
El mal o la maldad en la literatura se remonta a los principios de la escritura. O antes si consideramos escritura a ciertos dibujos y otras cosas. Lo importante es que el malo termine mal. Si no es así el autor tendrá que convencernos de las bondades de la maldad. Todos coinciden en que es bueno exagerar lo malo.
En esto estábamos cuando empezó el otoño en Formentor. Se notó porque no hacía viento ni frío. Un solecito de sentarse en los porches a contertuliar y a consumir el tiempo con un café. Yo diría que el plato fuerte se dejó para el último día. Como suele ser una costumbre.
En la antigüedad alguien dejó para el final el mejor vino. Cuando ya todos iban empapados. Los católicos me habréis entendido a la primera. Los demás procurad hacer un esfuerzo, por favor. Las maldades en la literatura son obra del autor, del actor o de los lectores. O varios al mismo tiempo.
Hay una maldad que sobrevuela Formentor. No tiene nada que ver con la literatura. Las moscas sobrevuelan los espacios y nos llegan a poner de los nervios. Nos inducen a hacer cosas malas. Descubro para mi asombro que soy capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo. Escuchar, pensar, escribir, sujetar la libreta y espantar moscas. Según criterios científicos alguna de esas cosas no la hice bien.
La maldad es algo exclusivo del demonio que encarna el mal. Por tanto cualquier actor malo es el mismo demonio. O quizá Satán sea el escritor. Ahí queda eso. Incluso se comenta que podamos ser los lectores los malos. Los que vemos maldades en los actores de forma equivocada. Pues no lo se.
Uno defiende que el infierno está en el fondo de las profundidades. Bajo tierra y con un fuego abrasador. Además no se puede salir nunca de él. Otro entiende que el infierno y sus maldades están en la tierra. Entre nosotros. Que es algo reversible pero hay que luchar por ello. De esa manera se va forjando la literatura más mala del mundo.
Carme Riera habla de Manuel Machado. El que defiende que se puede morir por unas ideas pero que no se puede matar por ellas. La maldad está en los lectores que dan por malo lo que escribe Machado por ser lo que fue en los tiempos que vivió. O sea que se puede ser bueno o malo según le gustes al régimen de turno.
La maldad, en la literatura, también puede venir de la naturaleza. Enfermedades de los actores. Catástrofes naturales y esas cosas. Habrá que saber a quién le damos la culpa. Incluso ante esos extremos algunos lectores podrían dar lo malo por bueno. Salud.

 

sábado, 10 de octubre de 2015

Formentor III

Hoy toca profundizar en planos filosóficos y metafísicos. Resulta que estamos en la cultura de lo desconocido y del desconocimiento. Y en la sabiduría de la casi nada. Es extraño. Al final del café de la mañana he llegado a la conclusión de que el sol sale para los lagartos y los guiris. Los isleños consumimos sombra y aire fresco que despeja mas.
Me llama la atención cómo huele la naturaleza de fuera. Mar. Aire. Pinar. Montaña. Luz y colorido pintado acertadamente. En el salón Orfeo huele a perfume multimarcas que la gente se ha puesto para la ocasión. Dicen que la atracción de juventud es pura química hormonal. En la edad adulta es otra cosa. Son muchas cosas.
Pasamos de algo primitivo y casi instintivo a otra cosa madurada. Los personajes literarios también pasan por esas etapas. Y aparece la maldad. Otra vez. Va de esto.
Dijo Umberto Eco. "Desengáñate. El lector sólo entiende un veinticinco por ciento de lo que escribas". Los neurólogos han demostrado que tenemos problemas para interpretar lo que leemos o se nos dice. Tenemos un sistema cognitivo sin actualizar. Nos cuesta reproducir lo que leemos.
Asumimos que los lectores mienten cuando dicen lo que leen y cuanto leen. El panorama es desolador para los escritores. Habrá que escribir poco y bien. Sencillo y ameno. Leo el ciego en la ventana de Masoliver y es denso. Cada frase es un pensar largamente. Prescinde de aditivos. Importa lo breve y bien cargado. Como un café y un brandy. Sus personajes mas que ser malos tienen un punto de amargura y mala leche.
Personajes malos y muy malos. Crueles a veces. Y si son importantes mejor. Ya no nos sirve un personaje literario malo y mediocre. Casi nos convencen de que no compramos libros para leer. A veces quizá sea mejor releer. La importancia no estará tanto en entender sino en la capacidad de imaginar.
Escribir para estimular nuestra mente y nuestra imaginación. Entonces cada libro serán tantas historias como lectores tenga. Si las instituciones no cubren las necesidades básicas del pueblo entonces habrá malos. Y los escritores escribirán de ellos. Los malos de la sociedad y con los cuales convivimos son los personajes de los libros.
El escritor incorpora personajes reales a sus libros de ficción. Malos de verdad. Pero el lector lo podrá hacer más malo todavía o empatizar con él. Según nos convenga o entendamos. En literatura ser malo puede ser tan bueno como ser bueno. O viceversa. Hay maldades que un lector puede justificar.
A todo esto se ha hecho hora de almorzar. Me acerco al puerto de Pollensa. Junto al mar. Sobre la arena. Un chiringuito de esos que te permiten ir descalzo. Buen provecho. Salud.



 

sábado, 3 de octubre de 2015

Formentor II

Quienes conocieron a Ricardo Piglia hablan de él. Todo son alabanzas. Como si ya estuviera muerto y necesitara un homenaje. Pero sólo está ausente. Con algún problema de salud que no afecta a su inteligencia.
El autor escribe. El editor edita. El librero vende y el lector lee. Entre todos está el agente literario que gestiona la obra del escritor y parte de su agenda. El de Piglia está y habla. Esto toca en las Converses Literàries a Formentor. Paro antes de llegar paro el coche y miro el mar bien de mañana. Y el cielo medio tapado. Las olas siempre llegan a la orilla.
El mar también trae susurros que a ver si serán verdad. Algunas higueras, entre pinos y matorrales, van perdiendo las hojas porque ya dije que estábamos en otoño. Ahora tocan castañas. Piglia no quiere escribir según le dicte su editor. Escribe según le vengan las ganas y la necesidad. Ahora, medio impedido, tiene más tiempo. Y corregir.
Dicen que está informado de todo. Le mandarán el premio y un resumen de lo acontecido. Le dirán que el aire venía del mediterráneo y era de fiar. Hemos gestionado bien el tiempo porque no nos ha faltado. Hoy he dejado el cansancio en casa. Sólo me lo pongo para dormir.
He llegado con la radio de la música. No pongo la de las noticias porque es complicado de llegar a Formentor tan de buena mañana. Un madrugón porque hay gente que necesita la carretera para montar en bicicleta. No sé para qué puñetas hicimos el Palma Arena con mangoneo incluido.
El salón Orfeo está lleno y callado. Escuchamos la maldad en la literatura. Hay malos para todos los gustos. Autores con maldad y protagonistas de libros que hacen el mal. Con tanta maldad literaria el aire queda viciado de letras. Hasta que llega la oscuridad del anochecer. Esas Converses son una especie de monstruo de muchas cabezas. Perfidia. Espanto. Crueldad. Infamia. Desprecio. Las maldades son muchas.
El poeta insiste en que en un mes las tumbas lucirán flores y el cementerio será camposanto por unos días. El anochecer es pura sabiduría porque tiene experiencia del día. El amanecer, en cambio, es un estrenarse constante. El día ha pasado rápido o ha sido breve. No sabría matizar. Ficción y realidad académica. Poca naturalidad o improvisación.
Realidades extravagantes sobre autores y actores. Que la maldad parece no tener límites. No se puede hablar de sueños. Son para los que duermen o escriben cosas románticas. Que bien suena el órgano del pueblo. Lo sé porque se oye desde fuera.  
Protagonistas locos, extravagantes y estrafalarios. Como algún autor que se cita. Perdidos de la vida. Sin sentimentalismos que no hay que influir al lector. Uno no deja claro si empezó a escribir para hacerse escritor o se hizo escritor y empezó a escribir. Pero es igual para el caso.
En Formentor todos estamos bajo sospecha porque todos parecemos malos. No se habla de otra cosa esos días. Queda claro que no se escribe sobre lo que ocurre sino sobre la memoria y los recuerdos de lo que ha pasado. Finalizamos con un cóctel infinito de exquisiteces y en compañía de la gente de letras que en el fondo es buena gente. Salud.


 
 

jueves, 1 de octubre de 2015

Formentor I

El mes pasado estuve en las Converses Literàries a Formentor. Escuché a los que tenían cosas que decir. Me relajó la proximidad del mar. Y escribí en torno a un café. El aire transitaba tranquilo en cualesquiera de los lugares del Barceló Formentor. Sus jardines y sus porches. Su escalinata y su Orfeo.
Esta podría ser la crónica de las Converses. Pero en todo caso no es la oficial ni es la autorizada. Es la mía. Es literatura de bloguero donde tienen cabida todos. Desde los clásicos hasta los más contemporáneos. Narrativa, poesía, ensayo, artículos de opinión, anécdotas y palabras rebuscadas. Importa el contenido como una historia paralela.
Nos quedó claro desde el primer día que hay más escritores que lectores. Eso parece. Se edita demasiado si nos comparamos con otros países de nuestro entorno. No se puede cambiar todo un escaparate cada dos semanas. El que escribe piensa que lo hace bien y debe ser leído. El que edita piensa en lo que la gente busca y en que sea beneficioso. Siempre la dificultad de encontrar la armonía.
Seguramente hay gente que miente cuando dice que lee mucho. O bastante. Que lee lo suficiente. En todo caso, si esto es cierto, los ciento diez mil nuevos títulos que se publican cada año son demasiados.
No podemos obviar el dato siguiente. Además de los libros hay revistas culturales semanales, quincenales, y mensuales que aportan artículos buenos. Algunos escritores y otra gente interesada en este mundo literario prefiere la revista.
Yo me apunto a eso. Un buen relato corto o un artículo de opinión. Quizá un ensayo breve. Algunas de esas cosas que se leen bien y dan mucho más qué pensar que un libro. A veces. Son cómodos de imprimir y contienen diversidad. Son accesibles a un gran público. Pocos gastos de producción y de distribución.
Creo que ha llegado la hora del blog. Escritos con inteligencia. Con letra entretenida y que no necesita diccionario. Que trasmite como un sirimiri y penetra profundo. Es un café que saboreas con calma y te deja con ganas de más. Siempre hay riesgos. Con la crisis hay más. Esto justifica mi exposición que vendría a ser la opinión de todos los implicados en el mundo de la literatura.
Si todo lo dicho resulta caro nos quedan las bibliotecas, las salas de espera, las cafeterías y lo último inventado que son las librerías donde tomas algo, contertulias y puedes leer cada vez que acudes porque una parte de los libros están al alcance como si de una biblioteca se tratara.
La educación desde una edad temprana a la cultura de la lectura. Los clásicos desde un profesorado selecto que no permita que se aborrezca la lectura. Y unos impuestos altos a esos libros basura que están escritos por los mismos que hacen la tele basura y demás tonteces de la vida.
A todo esto se hizo de noche y se entregó el premio Formentor a Ricardo Piglia. Mientras la brisa marina impregnaba el ambiente y entraba, sin darnos cuenta, el otoño. Sin lluvia, sin viento, sin frío. Luego compartimos la noche hasta las tantas. En buena compañía. Salud.