viernes, 24 de julio de 2015

Luis María

Luis María lee en verano. Lo ha escrito él. Y ha dicho a quién lee por aquello de quedar bien. Dice que lee, a quién lee y que le ha gustado mucho lo que ha leído. Aunque podría ser que nada fuera verdad. O si. Vete tú a saber. En unos días le llamarán para darle las gracias.
A esto se ve Luis María porque nadie le da conversación y nadie tiene interés en sus escritos. A nadie le importa su vida actual. Ni la pasada. Está solo. Pero le dejan que se explaye escribiendo cosas interesantes. Como decir que lee. Que ya es mucho. Seguramente le funciona.
Ha escrito que es consciente de que la edad no perdona. Pero lo ha dicho sin matizar. Quiero pensar que se habrá portado mal y lo sabe. El tiempo se le acaba y ha decidido convertir sus sentimientos en reflexiones profundas. Eso es bueno si es verdad. Y si no tienes a nadie que te escuche lo escribes. Que alguien lo leerá aunque sea sin querer en la consulta del dentista.
Pero cuando no ha habido sentimientos no puede haber reflexiones profundas ni interesantes. A no ser que te las inventes. Eso dicen las malas lenguas que ha hecho Luis María. Escribir relatos cortos para leer en verano. Tumbado en la hamaca de la playa y con los auriculares puestos con música de las experiencias religiosas de Enrique Iglesias.
Se me antoja una buena combinación. Verano, calor, bochorno de chorrear sudor, arena, moscas y eso. Los escritos breves en clave de reflexión profunda y música del tal Iglesias. Es todo un chollo si hacemos caso de las estadísticas que dicen que el autor más leído en verano junto al mar o a la piscina es Kent Follet y Pilar Urbano. No todos podemos llegar a estos niveles.
Al final todo el mundo sabe que la literatura está hecha para leerla. No debería de importar dónde. Sé de gente que también lee en el metro. Entre abrir y cerrar de puertas y voces que te indican la próxima estación. O sea. Sin olvidar al cantautor de turno que ameniza el trayecto. Cada autor es responsable de lo que escribe y el lector es responsable de lo que interpreta.
Pero qué pasa cuando el autor ha carecido de sentimientos y se ha inventado las reflexiones profundas. Pues eso. Carece de importancia. Lo utilizas para llamar la atención de Morfeo tumbado en la hamaca playera. Y la música de Enrique con sus experiencias religiosas.
Y en esto estaba yo, amigo lector virtual y no tanto, cuando me di cuenta de que el sol estaba a punto de ponerse. Se resistió lo que pudo. El viento soplaba desde el horizonte del mar. Pero el sol pesa mucho a ciertas horas tardías. El agua del mar le atrae. Contra esto no se puede luchar.
En ese momento observé una puesta de sol digna y bella. De estas que conmueven. Una estampa de paraíso. Un sueño de verdad. Y es cuando llegas a la conclusión de que Luis María nunca ha visto una puesta de sol. Si lo hubiera hecho tendría sentimientos y los podría escribir en forma de reflexiones profundas. Y las leeríamos sin necesidad de la música del Tal Iglesias. Salud. 

miércoles, 15 de julio de 2015

Pensamiento

Yo no debería de estar aquí ahora. O si. 
La verdad es que en otoño y con este fresquito no podría dar una respuesta seria. Podría ser que fuera una circunstancia adecuada, o errónea. Un nacer antes de tiempo o fuera de plazo. Pero resulta innegable que estoy. 
Este es un pensamiento que me ha venido a la mente mientras el peluquero me corta el pelo. A tijera, por favor. Este pensamiento no es poético, pero es filosófico. La filosofía, como muchas cosas de la vida, se presentan sin avisar. También podría ser que la peluquería estuviera ligada con la filosofía. Por aquello que te masajean la cabeza. Y las ideas que hay dentro.
Tengo tiempo para pensar. El peluquero Joan es de pocas palabras. Yo, en esto, estoy a la altura. Incluso puede ser que le supere. El profesor Saoner nunca nos habló del dualismo peluquería-filosofía.
A lo mejor estoy fingiendo y no deberías tomar en serio lo que pienso y escribo. Una especie de broma. Se me acaba de ocurrir que quizá quiera asumir la responsabilidad de un liderazgo y lo quiera compartir. La vida, he dicho antes, no te consulta sus cosas. Ocurre. Puedes ponerte a favor o en contra. Yo voy a lo fácil que no quiero problemas. Siempre a favor.
Igual es el destino que ha decidido que esté aquí y ahora. No creo. El comienzo de algo grande o el final de una tontería con categoría de sueño. He oído decir que el universo es grande. Y nosotros pequeñísimos comparados con el universo. Y yo dejándome que Joan me corte el pelo. Es que ahora mismo no tengo otra cosa más importante qué hacer. La verdad.
Tengo asumido que yo soy yo y que estoy aquí. Ahora me hace falta saber para qué. No sé si dejarlo para otro día. Pero me preocupa estar para otras cosas de las que realmente hago. A eso se le llamaría perder el tiempo, pues. Por si acaso aprovecha las ocasiones por si no se repiten.
Mientras, Joan termina. Yo sumergido en esa especie de luz crepuscular que el sol deja cuando ya se ha puesto. Que ensilueta el horizonte del mar y el acantilado. Una filosofía básica y simplona. Porque el día ya está herido de muerte. La belleza del momento dura hasta que la oscuridad se interpone.
El peluquero Joan me dice, ¿Cómo lo ves? La pregunta de siempre. Yo creo que es un pasaje literario que le gustó y que me repite siempre. Significa que ha terminado. Como un día la adolescencia. Que cuando se termina también se acaba lolailear. Como dicen los jóvenes, hay que levantarse, pagar y abrirse.
Ha llegado el momento de tomar un café y pensar en si lo que pasa es real o una alucinación que se repite. Si vengo cuando salgo de las trincheras me quedo dormido. El sueño también aparece sin avisar.
Que ya dijo el poeta o el filósofo que la vejez no sólo es cuando te salen pecas en el dorso de la mano. También cuando observas unos claros en la cabeza después que el peluquero termina su trabajo. Me voy a seguir viviendo. Aquí o dónde sea. Sea yo u otra persona. Sea real o no.
¡Ah, se me olvidaba! Le pide un adolescente a Joan que a qué edad empieza uno a afeitarse. Eso si que es filosofía de doctorarse. Salud.  

sábado, 11 de julio de 2015

Estudios

Uno de los jubilados sacó el tema y lo comentó. Yo escuchaba atentamente y me hizo pensar. De buena mañana y fresquito. El café con leche descafeinado y la sacarina de cada día. Y tuve que ensayar una sonrisa como la que intuyo en vuestra cara.
Decía el anciano Andreu, que de niño, cuando iba a la escuela, tenía un maestro. Nada nuevo porque los allí concentrados eran, más o menos de su misma edad y teníamos el mismo. Lo repitió para darle importancia. Tenía un maestro para todo. Todos los días el mismo y durante todos los años que fue a la escuela. Todos sus estudios los hizo con el mismo libro y un cuaderno cada año. Así sin más.
Mi biografía, en este punto, es casi parecida. Por eso me hizo pensar. En primaria tuve dos monjas de maestras. Sor Juana y Sor Catalina. Que ya he hablado de ellas en otras ocasiones. Las mismas monjas para toda la primaria. Un solo libro para toda la primaria y que luego heredó mi hermano. A todo esto un cuaderno por curso. Lápices y goma de borrar según demanda.
Sobre los nueve años se hacía una especie de curso puente que llamaban "ingreso". Luego de esto venía el bachillerato que duraba hasta los diecisiete años. El PREU que se reconvirtió en COU. Durante el ingreso sólo teníamos un libro que englobaba todas las materias. Un maestro y un cuaderno.
La empatía entre maestro y alumno era singular. Algo más que el señor que realiza la enseñanza exclusivamente académica. Algunas veces tenías dudas importantes sobre la vida. Los padres de todos nos recomendaban este clásico de, "pregúntaselo al maestro". Él sabrá.
Un estudio basado en la comprensión de la vida por parte del alumno. En la capacidad de explicar y darse a entender del maestro. En los ejemplos de andar por casa y que experimentábamos a diario. Preguntas de pensar y respuestas razonadas. Era un estudiar simple. Sin complicaciones. Adecuado y elegante. Válido para después de los estudios. Ameno e interesante. Sobre los valores personales. El esfuerzo colectivo. Ser voluntarios para todo.
Con el bachillerato dejé de tener un libro y pasé a tener uno para cada asignatura. Todo un derroche difícil de entender al principio. Un cuaderno para cada asignatura. Y lo más importante, dejé de tener un maestro y pasé a tener un profesor por cada asignatura. En casa tuvimos que anotar en una hoja todo este batiburrillo. Días, horas, aula, asignatura y profesor. Incluso tuvieron que comprarme una maleta escolar de cuero.
Pero no aprendí más ni mejor. Simplemente aprendí distinto. Disciplina y respeto mutuo. Alguna colleja de dar ánimos o de rectificar actitudes. Pero lo realmente pedagógico y que fue lo que provocó sonrisas al principio de la tertulia fue el cuaderno de pensar. Yo guardo uno de ellos y en la primera página está escrito cien veces "tengo que estudiar más". Si el emérito hubiera tenido un cuaderno de estos y hubiera anotado mil veces "No lo volveré a hacer", las cosas, quizá hubieran sido de otra forma. Salud.
  

miércoles, 8 de julio de 2015

El asunto

Volviendo al asunto que nos ocupa... Esa es la frase que digo mil veces cuando contertulio con varias personas al mismo tiempo. Es lo que tiene. Empiezas un tema de conversación y salen varios asuntos de conveniencia que tienes que tratar aunque sea por educación. Cuando ya estamos por las ramas de los asuntos toca bajar y reconducir. Volviendo al asunto que nos ocupa...
Echo de menos las discusiones. La edad adulta está domesticada y le damos la razón a cualquiera aunque no la tenga. Por no discutir. Un peligro primitivo que acumulas con los años. Por eso practico el razonamiento en privado o con gente a la altura. Razonar aunque al final te des cuenta de que no llevas razón.

De joven luchas y tiras piedras. Gritas para ser oído. De adulto te juegas el alma porque la tienes asegurada. Me da miedo volverme más mayor. A ver si terminaré pisando iglesias y escorado a la derecha.
Hoy el tema era concreto y estaba bien encaminado. Si aquí decimos que tenemos una ola de frío polar o un calor africano en el polo o en África deben decirles que tienen una ola de tiempo típicamente español. Y de repente uno le ha querido dar una pincelada abstracta. El asunto se ha ido al garete.
Porque el de las pinceladas abstractas tiene una lengua bífida y una capacidad de razonamiento escaso. Además no sabe pintar. ¿A qué venía esta intromisión en el asunto? El asunto, que se suponía de gran calado, se ha disuelto en ocurrencias y tonteces de primaria. Se ha desinflado. O mejor aún, se ha derretido. Le hemos dado la razón y nos hemos quedado sin asunto.
Eugeni, que estaba sentado al lado del poeta, ha intentado salvar la tertulia y ha querido hablar de la soledad del mar. Esos inmensos océanos intransitados donde el tiempo parece que no pasa. Todo lo contrario de ese mar de costa y playa que se llena de barcas y bañistas. Hemos terminando hablando de tomateras. Como siempre.
El mes de Julio viene con un "Caloret" sofocante, de bochorno inhumano. Asfixiante. Esas temperaturas que no te permiten pensar ni a primera hora de la mañana. Por eso hemos decidido hacer como en la tele. Repondremos asuntos ya tratados. Con otro enfoque, si cabe. Conocemos el guión y lo readaptamos. A ver.
El poeta ha dicho que la vida es obvia. Cortamos y pegamos los días. Los caminos a seguir también son obvios. Es cuestión de no equivocarse de vida ni de camino. Es la dosis filosófica de buena mañana. Que también es un asunto. Salud.   


miércoles, 1 de julio de 2015

El olivo / L'olivera

El olivo de siglos que aguanta las tormentas. Que se mueve tranquilo cuando escucha la voz del viento. Vive en la pendiente desde los tiempos inmemoriales. Retuerce su tronco áspero en su lucha por sobrevivir en la vida.
Un pintor se acerca y monta un caballete. Coloca el lienzo. Prepara los lápices y los pinceles. Mira el olivo una y otra vez y lo imita con sus pinturas. Desde la tierra hasta las ramas de más arriba.
Luego llega el poeta y se sienta enfrente. Prepara su pluma y su papel. Una mirada cómplice en un silencio que acompaña.
Después de pensar un rato se pone a escribir. Es importante que el olivo rime con el paisaje. Pero le cuesta escribir los años de un tronco hueco y retorcido.
Así el olivo, este día de verano, quedó pintado y escrito. Como tantas veces en su vida.
Pero ni el pintor ni el poeta supieron reflejar el aire que le envuelve. Ni el aroma que desprende. Ni la sabiduría que trasmite. Ni tampoco el sosiego de su ancianidad.
Sólo unas pinceladas y unas líneas de quietud en la pendiente que llega hasta el mar. Salud.  
 
 
L'olivera de segles que aguanta les tempestes. A les possessions de la costa Nort. Amb cases grans, olivars i tafona. Que es mou tranquil-la quan escolta la veu del vent.
Viu en una pendent des dels temps immemorials. Retorça el seu tronc aspre en una lluita per sobreviure a la vida. Oli i olives.
Un pintor s'acosta i munta un cavallet. Col·loca el llenç. Prepara els llapis i els pinzells. Mira l'olivera una vegada i un altre i l'imita amb les seves pintures. Des de la terra fins a les branques de més amunt.
En acabar les feines una rentada de mans i una mica a la cara per llevar la suó.
Després arriba el poeta i s'asseu davant. Prepara la seva ploma i el seu paper. Una mirada captivadora en un silenci que acompanya. Després de pensar una estona es posa a escriure.
És important que l'olivera rimi amb el paisatge. Però li costa escriure els anys d'un tronc buit i retorçat. Així l'olivera, aquest dia d'estiu, va quedar pintada i escrita. Com tantes vegades en la seva vida.
Però ni el pintor ni el poeta van saber reflectir l'aire que l'envolta. Ni l'aroma que desprèn. Ni la saviesa que transmet. Ni tampoc el sossec de la seva ancianitat.
Només unes pinzellades i unes línies de quietud en la pendent que arriba fins al mar. A aquestes hores del capvespre i molt aprop d'un dels miradors de l'Arxiduc. Gairebé sol post. Salut.