sábado, 7 de marzo de 2015

La mentira

Tengo un amigo que tiene un vecino que tiene un hijo. He hecho referencias a él en otras ocasiones, creo. Pues ese hijo se ha hecho mayor, aunque tuvo su infancia. Como casi todos.
El hijo en cuestión nunca conoció personalmente a su abuelo. Murió de una de esas enfermedades que te matan cuando aún eres joven. Era policía municipal. En la casa del vecino de mi amigo siempre tuvieron una fotografía suya sobre una mesita en el recibidor. Enmarcada en madera noble que la resaltaba de las demás. Una foto de estudio con uniforme de gala. Chaqueta con botones relucientes. Corbata impecablemente colocada. Gorra de plato. La cabeza ladeada ligeramente y mirando a la cámara. Adornos de gala de cuerda blanca trenzada entre el hombro y el pecho. Insignias y reconocimientos colocados de forma adecuada. 
El hijo del vecino de mi amigo siempre ha visto esta fotografía en su casa. La tiene sobradamente memorizada hasta tal punto que cuando le piden lo qué quiere ser de mayor -que son muchas veces- contesta que militar como su abuelo. Llegó a ser una obsesión que quería vestir de militar y hacer la guerra donde fuera. A menudo imitaba la pose seria.
Esta especie de veneración inicial le llevó a una normal curiosidad. Ahora importaba saber dónde estaba ese abuelo de la fotografía que nunca había conocido en persona. Porque las guerras tampoco duran tanto y algún día hay que volver. Su madre para salir del paso y medio zanjar el asunto le dijo que el abuelo estaba en el cielo. Así sin más. Porque el abuelo había sido una persona buena y las personas buenas van al cielo. No pueden ir a ningún otro sitio. Era un orgullo haber tenido un abuelo militar que había hecho la guerra y que ahora estaba en el cielo por los siglos de los siglos. Amén.
Otro día, en otra ocasión, pasaron por delante del cementerio. Su padre, contestando a ninguna pregunta, le dijo que su abuelo estaba allí descansando en paz hasta el día del juicio final. El hijo del vecino de mi amigo se medio trastornó. Entró en una depresión infantil y casi pierde la razón. Sus padres le habían mentido con respecto al paradero de su abuelo. La gran mentira que precede a la confusión. O estaba en el cielo o estaba en el cementerio. Pero no podía estar en los dos sitios a la vez porque esto es imposible. Además él lo ubicaba en el campo de batalla. Le tenía mucho apego porque, entre otras cosas, siempre le habían dicho que se parecía mucho a él.  
No se pueden contar mentiras piadosas a los niños en su primera razón. Cuando están construyendo sus ideales. Cuando empiezan a aproximarse a la verdad con la información que reciben. Estas informaciones distorsionan y confunden y la mentira piadosa se convierte en una mentira capital. Ahora exige una verdad que no entenderá. Que no fue militar y que no murió en el campo de batalla. Que está en el cementerio y su alma de creyente y buena persona, quizá, esté en algún sitio como pueda ser el cielo. Siempre que se tenga suficiente fe.  
Han consultado con un especialista en estas cosas para que les ayude. Personalmente creo que han hecho bien. Porque cuando hayan solucionado esto vendrán los reyes magos, el ratoncito Pérez y a saber qué. Eso no ha hecho más que empezar. Salud.