miércoles, 26 de junio de 2013

Control

Hoy me he levantado con la cara serena, el rostro despejado, despeinado, legañas en los ojos y una mente subversiva de esas de controlar la situación por muy complicada que parezca. Con la ventana abierta para que entre la luz de la luna y del sol mientras me arreglo y preparo cosas. El amanecer se impone y la luna se apaga y se queda quieta hasta la noche que vuelve a encenderse. Después de un buen descanso vendrá un día ajetreado pero yo me he levantado con la cara serena. Los días tranquilos ya no se ven porque quedan pocos. Hemos inventado demasiadas cosas para llevar una vida fácil y además nos hemos suscrito a todo lo que hemos inventado has el punto del agobio. La hemos complicado más y el móvil echa humo porque todo el mundo nos envía miles de tonteces a los grupos de WhatsApp que yo elimino al instante y sin contemplaciones antes de salir contaminado y me baje la media del Coeficiente Intelectual. Por fin salgo de casa con el traje de los buenos modales hasta que los pierda.
Por el camino hasta el bar de Pepe donde ya me esperan mis amigos para la tertulia de buena mañana no he parado de hacer prácticas. Vocalizaba palabras y frases de buen gusto y amabilidad para decirlas después cuando convenga según la conversación y su tema. Sentimientos afectuosos y en cantidad suficiente. Complementos de gratitud por si hiciera falta que nunca se sabe. Calderilla de palabras bonitas y esas cosas que te dan confianza porque te asegura estar en el camino correcto y en la actitud de empatizar. Incluso recuerdo haber soñado que alguien me ordenaba la vida mientras dormía y me la dejaba a punto de estrenar. Como salida de fábrica. Y pensar en la cantidad de horas que he dedicado a desordenarla dentro de un orden para que se parezca a mi. La he adaptado para que me resulte cómoda. Como los zapatos más viejos que tengo y que resultan ser los más cómodos de todos. Incluso se saben el camino de vuelta a casa.
Todavía le doy vueltas a la película de anoche. De las románticas y tristes que no paras de lloriquear, utilizar pañuelos y beber agua para no quedar deshidratado. La protagonista tiene una enfermedad terminal y decide donar los órganos antes de su partida definitiva hacia la oscuridad de los tiempos. Firma para donar todo lo que consideren útil y oportuno menos el corazón que se lo deja a su esposo para siempre porque es la persona que más ha querido en su vida y teme que ese corazón, en otra persona, pudiera amar a otro. El esposo no hace más que llorar y contagia. Al final, y como era de esperar, la mujer fallece y la entierran con el corazón parado y por tanto incapaz de amar. Será por eso que el marido, al poco de enviudar, queda libre de amar a quien quiera y conoce a otras personas pero decide que no habrá nadie más en su vida. Pierde el juicio, la razón y otras cosas. Visita el cementerio todos los días y  habla con ella a todas horas. Le reconforta mucho y dice que la siente y la ve. No tiene ojos ni tiempo para nadie. Vive a expensas de un corazón detenido en un tiempo anterior e incapaz de amar porque los corazones sólo aman cuando laten.  
Me comentan que la web de la primavera ha perdido muchos seguidores. No me extraña porque no se ha comportado como toca. Ha llovido. Ha hecho calor. Ha hecho frío. Viento. Bochorno. Etc. De seguir así habrá que inventar una nueva estación que se llame otra cosa. Primavera, desde luego no. Estoy seguro de que todo esto viene desde arriba. O desde más arriba que arriba. Para que consumamos. Las grandes multinacionales harían cualquier cosa para fomentar el consumo sin freno y sin necesidad. Quieren que sólo pensemos en gastar. No tengo la seguridad de que las cosas estén bajo control entre el 5G y el "chis" que nos han puesto con la vacuna. Salud.