jueves, 3 de enero de 2013

Relato fantástico

Quedé citado con ellos. No podría decir muy bien con quién. Las instrucciones estaban claras. Justo encima de la línea del horizonte del mar en calma y justo debajo del arcoíris. Allí estaba pues, según lo convenido. Se acercaron hacia mi. Algo así como fantasmas del pasado que no pude reconocer porque no tenían rostro y hablaban sin voz. Grandes gestos con unos brazos que no tenían. Yo con mi voz serena y ellos con voz muda o silenciada. Yo de carne y hueso y ellos de nada. Siluetas a medio terminar como hechos de una espesa niebla que cambia con el aire. Medias sombras. Querían conocer a los habitantes de la tierra firme. Dijeron venir de ningún sitio más allá del horizonte del mar en calma. Lejos de donde está mi casa. Cosas de fantasmas del pasado.
Se mostraron respetuosos, consecuentes, ilustrados, interesantes. Han conseguido, con el tiempo, acumular inteligencia en una especie de cerebro que no tienen. Es lo más parecido a una idea o a una forma de ser. No llevan una vida fácil de opulencia y despilfarro. No pueden. Sus esfuerzos se concentran en otras cosas. Nada de vida regalada. Pura dedicación para conseguir aumentar su memoria de historias y cuentos.
Son la nada del universo. Los que llenan los agujeros negros. Los que habitan en las mentes de las personas. Pueden traspasar el tiempo en cualquier sentido. También las paredes y las puertas cerradas. Son los protagonistas de una historia que no ha sido. Nadie los ha visto, pero están. Los percibo según ya he contado. No me pueden generar miedo porque no existen pero, puntuales a la cita. Vestidos sin ropa porque no tienen cuerpo. Con una agilidad de movimientos que impresiona. Yo inquieto e inmóvil en mi barco de papel justo encima del horizonte del mar en calma y debajo del arcoíris según lo acordado. Las mismas olas que me llevaron allí luego desaparecieron.
Nos comunicamos sin utilizar palabras. Sin prisas. Era importante para ellos y les vi con buenas intenciones. Me dijeron que llevan toda una vida sin dormir porque nadie les cuenta cuentos o historias antes de acostarse. Yo con los pelos de punta. Tanta cosa para pedirme un poco de memoria llena de cuentos. Por un momento me dieron lástima. Nosotros podemos recordar todas las etapas de nuestra vida y otras cosas. Incluso sin verlas. El sol, la tierra, la lluvia, el viento y el mar. Los sentimientos. La razón, la verdad y la libertad. La memoria no excluye ni pone condiciones. Recordamos nuestra existencia y nuestro significado. Ellos sin memoria. Seres hechos de niebla densa. Siluetas a medio hacer. Sombras de nada. Inteligentes pero sin memoria para recordar cuentos y por la cual cosa no pueden dormir.
Decidí cederles un trozo de mi memoria repleta de historias y cuentos para que puedan contarlos por las noches hasta quedar dormidos. Cuando sus ojos sin color y sin pupilas me miraron vi agradecimiento. Es un trastorno típico de estos fantasmas del pasado. Sin cuerpo. Sin voz. Sin rostro y sin mirada. Que habitan al otro lado del horizonte del mar en calma. Pasado el arcoíris. Quedaron agradecidos y nos citamos para otras ocasiones. La intención era intercambiar trozos de memoria con cuentos nuevos. Estaban emocionados. Ellos son todo y nada. Dependientes de la imaginación de cada uno. Son una idea. Fragmentos de una historia pasada. Ahora podrán reproducir textos literarios por las noches. Ahora, por las noches, podrán dormir.
Otra vez aparecieron las olas de debajo del mar en calma y llevaron el barquito de papel en el que me encontraba hasta la orilla. Ellos se dispersaron como hace la niebla al salir el sol. El arcoíris también desapareció. Volví a pisar la arena. A mi alrededor estaba la vida de siempre. La rutina reconfortante de cada día. No sabía si contarlo porque no me ibais a creer. Sólo podrán hacerlo aquellos que tengan imaginación. Todavía, cuando cierro los ojos, siento ese lenguaje diferente. Aquellas ideas, formas, sonidos de mar en calma que me trasmitían cosas interesantes. Movimientos de niebla cuando la quieres atrapar con las manos. Especie de dibujos al carboncillo. Confusos. Les entregué cuentos rescatados de mi subconsciente. Se los llevaron más allá de donde el azul del mar se confunde con el azul del cielo. Ellos no tienen horizonte. Son nómadas de la vida. Son formas donde el aire lleve sus nieblas. Son nobles como el oro. Se les intuye. Son intensos. Son de todas partes y de ninguna. Son proyecto de nada. Cenizas de lo que fueron. Ahora estas cenizas no tienen memoria. No se acuerdan de ningún cuento. Son simples en apariencia y complejos en su inteligencia. Ahora, con el trozo de memoria que les di, podrán volver a dormir en esa eternidad que les queda por vivir. Salud.