miércoles, 9 de enero de 2013

El borrador

El invierno se despidió con lluvia, nieve, frío y viento. Por todo lo alto. Como deben ser las grandes despedidas. La primavera se dejó influenciar un par de días y luego sacó su bandera de rayos de sol y torbellinos de brisa marina incluso para los que se encuentran lejos del mar. Un detalle de agradecer aunque estamos faltos de agua. 
Las letras y las palabras de esta primavera recién estrenada no están pensadas ni escritas para provocar nostalgia ni sufrimiento sino todo lo contrario. Están para ser leídas y para reconfortar a quién las escuche esté dónde esté. Como ahora, por poner un ejemplo. Para eso está la lectura. Para ser saboreada y disfrutada y máxime si los textos que se utilizan tienen el mar como metáfora de la vida. A veces agitado y a veces en calma. De frío invernal o de cálido estival. La vida misma que diría el poeta. Que cambia de color por momentos y que se rompe contra las rocas para hacer ruido y levantar espuma. Que te moja los pies en la arena de la playa y lo que haga falta.
Esta mañana temprano he cargado la pluma con tinta de letras para que de ella salgan bonitos textos que ahora os estoy leyendo. Que escriba sobre la vida y el amor. Sobre la naturaleza de las personas y la que nos rodea. Por eso utilizo esa tinta especial hecha de letras y cuando quien mueve la pluma es el corazón o el alma, la grandiosidad de la literatura aparece con todo su esplendor. Entonces, la mano que sostiene la pluma no tiembla porque lleva razón. Son textos de autor de cuando la ficción se hace realidad. 
Mi escritura sosegada y tranquila que otras veces ya os he mencionado provoca poesía narrada y reflexión meditada cuya lectura necesita tiempo. La energía de la conciencia que grita, a veces en silencio, a quién quiera escuchar. Los sentimientos y las emociones con las que convivimos todos los días y que nos hacen comprender la realidad.
No es un hablar por hablar. Es un decir con condiciones. Empezar el día con un café y unos buenos días. Una carga de energía positiva. Coger la pluma inquieta para que dibuje la vida sobre una hoja de papel. Los sentimientos y todo eso. Y luego se lee en la soledad de cada uno o se recita en público para todos. Cuando sirve para inspirar, recordar o pensar  más allá de lo que se ve o se tiene delante. Terreno arriesgado que hay que andar descalzo para asegurar el camino y el final.
Y a todo esto y sin que venga a cuento hemos empezado el año tan mal como terminamos el anterior. Políticamente de lo más incorrecto pero previsible. Donde los logros sociales se van aparcando o destruyendo uno a uno sin miramientos. Sin contemplaciones. Pero sólo para los débiles. Porque la política se ha convertido en el arte de manipular con la palabra y la estadística que es la forma más científica de mentir. Pero no puede con la letra impresa de narrativa y poesía. El libro y lo que en él está escrito nos servirán para sobrevivir a todo esto.
He vuelto a ver "Los Miserables" y me ha vuelto a gustar. Si pones las noticias los puedes ver saliendo del Congreso después de otro día perdido jugando con el iPad. La sombra de la ética es corta. La de la indiferencia es demasiado larga. Pues así nos va la época que nos ha tocado vivir. Tiraremos de dignidad hasta que se note y aunque seamos pocos.
Nos han presentado el año nuevo como de los más duros de la historia. Bien lo sabemos los que consumimos cultura y luchamos por la naturaleza.
Pero no todo es malo. Nunca antes se había publicado tanto. La gente se refugia en la literatura porque el confinamiento nos proporciona más tiempo. Leemos más por vocación, por necesidad o por evadirse de la realidad que nos maltrata. Ese maltrato que ha llegado sin esperarlo y que ya dura demasiado. Los autores consagrados no entienden que la gente tenga más ganas de escribir que de leerlos a ellos.
Seguiremos leyendo porque hay más diversidad de autores y temas. Hay muchos talentos noveles que escriben con la misma madurez que los consagrados. Dice uno,
"Me fascina tu talento para amar. 
Te reivindico mía.
Tú y tus virtudes.
Cuando estés conmigo 
dile a las paredes que cierren los ojos.
Dile a los ojos que no escuchen. 
Dile a tus oídos que no miren.
Dile a tu piel 
que no vaya diciendo por ahí 
cómo te toco y te acaricio.
Dile a las nubes que tapen el sol. 
Dile a la niebla que nos envuelva.
Quiero intimidad porque tengo celos. 
Dile a tus manos 
que no toquen nada. 
Sólo a mi.
Dile a tus ideas que no me sean infieles.
Dile a las sábanas que no se enfríen. 
Dilo alto. Que quede claro.
Quiero que me guardes en tu intimidad. 
No me hagas público todavía.
Quiero disfrutar más tiempo de ti 
sin distancias.
He pintado un mapa de tu cuerpo
y lo he memorizado".

Así escriben algunos escritores que no reúnen el perfil para publicar. Algunos lo hacen gratis en las redes sociales. Tweets con mensaje. Lectores que preguntan y autores que contestan. Así se escribe y luego se corrige. 
Después cada uno lo leerá mientras toma un café o lo escuchará descalzo y en la penumbra. Esto ha sido un borrador sin corregir. Un relato en bruto. Otro día lo corregiré. Salud.