lunes, 9 de julio de 2012

Contar mentiras

Estoy revisando unas fotografías hechas hace un par de días. Estaba de vacaciones. Disfrutando  del momento descanso. Del ocio bien entendido. Una puesta de sol en la Italianica. Diez minutos eternos que se quedaron cortos. Sólo diez minutos. Una veintena de imágenes. Una cada tantos segundos. Soberbio. En cada una el sol tiene un color rojizo diferente según la distancia de éste con respecto al horizonte. Una línea en el mar. Sentado en el suelo y concentrado en el acontecimiento. Un recuerdo rápido de todo el día. El sol se pone con el convencimiento de que mañana volverá a salir. Yo también tengo este convencimiento. Tiene que ponerse para que haya otro amanecer. Es una certeza. No hay palabras para definir tanta belleza y tanta armonía. Tampoco hay palabras para definir las emociones del momento. Sentimientos que aparecen justo en este momento y que nunca antes habían aparecido. Toda una experiencia. Me doy cuenta de que vivir la vida con esta intensidad no cuesta tanto si lo comparas con lo que recibes. Al final te quedas con ganas. Puedo volver cualquier otro día. Ha sido rápido, si. Tan solo diez minutos. El sol con todas las tonalidades del rojo. El cielo con todas las tonalidades del azul. El mar con todas las tonalidades del amarillo dorado. Ninguna igual y todas espectaculares.
¿Qué valen estas fotos si es que tienen precio? No lo se. Pero en las fotografías no se incluyen los sentimientos que uno percibe durante la puesta de sol. No exactamente. Deduzco que el valor de la fotografía en sí misma es uno y el valor sentimental es otro. El primero sería fácilmente cuantificable y el segundo no tendría precio. Pues creo que será así.
Tengo un archivo histórico con otras tantas fotografías con significado. Estoy contemplando la famosa foto de las "Azores". ¿Cuanto vale esta foto? Como tal supongo que poco o nada. En el plano sentimental el precio sería incuantificable. Miles de millones en movimientos de tropas. Traslado de maquinaria de guerra. Logística. Intendencia. Suministros. Vidas humanas. Tiene que ser una de las fotografías más caras. Carisma diría yo. No sabría ponerle precio a un soldado muerto. Ni a un civil muerto o malherido. A la destrucción de todo un país. Seguramente la muerte de un adulto no valga lo mismo que la de una mujer, un anciano o un niño mientras jugaba en la calle. O quizás sí. Me veo incapaz de poner precio a todo esto. Huérfanos. Viudas. Desolación. Pobreza. Destrucción. Sufrimiento. La fotografía como tal no valdría nada pero sus consecuencias han resultado ser devastadoras.
Después de la fotografía de la puesta de sol me sentí relajado y libre. Feliz porque mañana seguramente podré volver a ver el amanecer. Después de la segunda no paré de vomitar y todavía hoy tengo náuseas. Ninguno de los tres impresentables y miserables de la foto de las "Azores" ha pagado por ella ni por sus consecuencias. Cobran verdaderos sueldos de escándalo por contar lo que aquello supuso de liberar a la humanidad de una arma de destrucción masiva que, vistas las cosas, todavía sigue escondida. Todos sabemos que cuentan mentiras. Tienen una cita pendiente con la justicia para hacerse otra foto. Esta última, cuando se produzca, no tendrá precio. Yo ya estoy interesado en verla. Salud.