viernes, 16 de marzo de 2012

Moradas, uno

He estado un buen rato suplicando a Nuestro Señor que hable por mi a través de la escritura. Yo no consigo atinar cómo comenzar y cómo seguir cumpliendo con el deseo de contar las cosas. Será que me falta fundamento espiritual para edificar el acto literario de la narración de los acontecimientos o cúmulo de sucedidos que pasan en la vida terrenal y en los que yo esté implicado directa o indirectamente o simplemente no tenga nada que ver. Todo para deleite de mi ego al escribir y al vuestro al leer, que no es poca cosa. Aquí sigo sin hallar las palabras para describir las bondades y la hermosura de lo que me ocurre porque me falta capacidad de entendimiento. Así es cómo es y que no hay necesidad de explicarme mucho porque ya me conocéis y sabéis de sobra cómo soy y lo que verdaderamente hago y cómo lo hago por lo que tendréis idea formada.
Lo que si vengo a decir y a diferencia de otras veces que algo parecido ha sucedido es que el uno de Marzo de este año del Señor he llegado a Madrid, que es capital, y he dispuesto todo para llegar desde el aeropuerto hasta el hotel en un tren subterráneo que han venido en llamar "metro". Ya veis lo que son las cosas y qué forma más extraña tienen algunos en poner nombre a las cosas. Pero es así y cualquiera podrá comprobarlo cuando quiera que yo no miento. Tal es así que sabiendo cómo soy y lo que hago vengo a decir y a firmar que el día citado, este metro, circulaba casi vacío. Irreconocible. Sobraba sitio para moverse con facilidad y asientos dónde reposar y descansar del ajetreado viaje y del transportar maletas. Si mi memoria no me engaña ni me falla pude contar, en un mismo vagón, hasta seis jubilados, cinco turistas, cuatro parados y un becario currante subvencionado intentando hacer un recado so pena de que se le aplique la nueva reforma electoral vigente. Me refiero, literalmente, a darle una patada en el culo de forma justificada y perdonadme la expresión pero me viene de inspiración divina. Os será de gran consuelo tener esta información y alabareis mi bondad al considerarlo por si queréis seguir mis pasos. Era un día laborable de Jueves y sobre la hora décima del mismo día.
Otra cosa que he constatado y de la que quiero dejar referencia escrita es que estamos en fecha aún lejana a San Jorge y por este motivo la gente todavía no lleva libros de vacilar ni de hacer que lee concentrado. Practican el ocio del transporte mirando a ninguna parte mientras el metro te lleva al lugar de destino. ¿Todos? No. Todos, no. Una señora bien fermosa originaria de Sa Roqueta o El Pedrusco -según se quiera mirar- saca un libro de su bolso y casi llego a creerme que lo lee con la concentración suficiente. Yo, en un sin querer, he cogido para este viaje y como libro de cabecera y de tiempo de ocio Las Moradas de Teresa. Me estoy dando cuenta, y seguro que tu también lo habrás notado, de que algo pegadizo es y se me habrá contagiado porque mi escritura resulta peculiar o particularmente extraña. Como de antiguo. Que digo yo que tenemos alma en el cuerpo y que nos dice cosas bonitas a las que hay que hacer caso para tener el favor del Todopoderoso que habita en nosotros -que somos su morada en la tierra- y lo digo yo que soy practicante del ateísmo verdadero aunque me encuentre en las propiedades de Rouco. O sea, en Madrid. Salud.