lunes, 9 de enero de 2012

Docencia vs. Decencia

Saben nuestros políticos que una gran mayoría de nuestra población está condenada a estudiar en la escuela pública. Esta es una de las esencias del estado del bienestar y uno de sus pilares. Esto es bueno y, para los políticos, también es bueno pero en otro sentido. La idea es tener pocos centros públicos, masificarlos y tenerlos mal dotados de tal manera que se produzca una merma en la calidad en su más amplio sentido. Siendo esto así -no hay sitio para todos- tenemos que concertar centros educativos y a ser posible que estén gobernados por el clero que tienen fama de mano dura y de excelencia en contenidos y en profesionales. Normal si pensamos que en educación se han recortado seiscientos millones de euros y al clero cero euros. Es importante que el alumnado que "voluntariamente" quiera acudir a un centro concertado para evadir la masificación tendrá que abonar cierta cantidad de dinero porque el estado no puede asumir tanto gasto. Con esto se aseguran que sean menos los que opten por esta modalidad de estudio y dan cabida a la clase media bien acomodada. Los mas o menos pudientes ven bien este sistema y de paso estudian religión en lugar de ciudadanía y no se tienen que codear con tanto inmigrante no se les vaya a pegar su incultural cultura a nuestros hijos.
Nuestros políticos, que a su vez son la clase dirigente y que casualmente tienen hijos en edad escolar y que, mira por donde, son los responsables de decidir en qué centro se invierte el dinero público, cuanta cantidad se invierte y para qué se invierte, han hecho cuentas para repartir lo más equitativamente posible el poco dinero que queda para gastar en educación. La cosa es sencilla y se deduce sin apenas estudios. Se han hecho una pregunta fácil de contestar. ¿Dónde queremos que estudien nuestros hijos? Respuesta. En un centro privado, de élite, con alumnos afines y lejos del mundanal ruido de las clases medias y bajas. ¿Tienen nuestros hijos el derecho de disfrutar de una enseñanza gratuita? Por supuesto. Es un derecho constitucional. Entonces, como en las escuelas públicas no caben todos, vamos a concertar algunas para las clases medias y, como siguen sin caber, dejaremos que existan escuelas privadas que valen un pastón. Pero como nuestros hijos tienen derecho a la gratuidad de la enseñanza las vamos a subvencionar para que estén en igualdad de condiciones puesto que la constitución nos ampara. Así es y todos contentos.
Tiene usted derecho a solicitar plaza en el centro que quiera y nosotros tenemos el derecho de concederlo o no y el deber de colocar a todos los alumnos en algún centro. Y así andan unos padres y unos profesores cabreados y otros tan contentos y los que están molestos han decidido pisar la calle con camiseta verde, silbato en la boca y pancarta en la mano. Esta bien pero se me antoja cutrillo. Pretérito. Un andar contra corriente. A mi me gustaría ver a los papas de los niños bien -hijos de la clase dirigente- cabreados porque los docentes de la concertada y de la pública -los puteados- han decidido aparcar el silbato y la pancarta y esmerarse en una enseñanza de mucha mayor calidad que la que se imparte en la privada. Ser un revulsivo. Con unos alumnos muy motivados pese a la adversidad. Que se genere un desconcierto entre la clase pudiente. Que lleguen a la certeza de que los alumnos de la pública y de la concertada salen muchísimo mejor preparados. ¡Por ahí! ¡Por ahí! Salud.