viernes, 1 de julio de 2011

Los Miserables

Hace tiempo que les tenía ganas. Decir que me moría de ganas expresa mejor mis sentimientos. Me lo había prometido y lo voy a cumplir. No podía porque no tocaba. He aguantado de forma heroica lo que ningún animal aguantaría por instinto a la hora de salvaguardar la manada o las crías porque la descendencia es el futuro. Era un deseo entrelazado de odio, venganza, decir lo que pienso, cabreo intenso que me ha provocado un dolor en el alma intenso y duradero. Sensación de impotencia inconclusa. Desorden mental caótico que ha empañado mi existencia durante un tiempo.
Ahora siento el alivio del guerrero después de una batalla favorable. El momento importante del desahogo. Practicar la desempatía psicológica a través de la escritura, simplemente. Es inevitable, pues, que escríba a "los miserables". Grupito de malos profesionales que nunca han ejercido de tales y que han devenido a menos hasta meterse de lleno en la docencia para disimular su incompetencia. En su conjunto, sus actuaciones, han sido devastadoras. Están en el escalón más bajo de la escala de valores del sentir ignaciano y del sentido común. Las cloacas. Su actitud empobrece y embrutece lo que tendría que ser la actividad humana y más cuando ésta interactua con personas en edad de aprender una profesión. Un futuro. Forman parte de la anomalía dentro del contexto de la educación. Simbolizan el desprecio. Sólo son el subgrupo más miserable de la especie humana. Se aprovechan de la indefensión de otros con el sueldo salido de nuestros impuestos.
Justo lo contrario de los principios ignacianos que dicen representar y defender públicamente. Ni por asomo. Ni de coña. Su personalidad provocadora y su perfil primitivo les obliga a ir meando esquinas para marcar territorio. Carecen de dimensión moral y por esto tienen mi rechazo más profundo. Estos miserables no tienen futuro, son irracionales y su estrategia de supervivencia consiste en pisotear la autoestima de los educandos. He intentado encontrarles el lado bueno y ha sido como buscarle las cervicales a doña Ángela Merkel, no ha sido posible por mucho que me haya esmerado.
Su función es desarrollar facultades intelectuales y morales en una persona. Dirigir, encaminar y adoctrinar en los buenos usos y costumbres. Éste es el principal trabajo del educador. No ha sido así. Sus propios compañeros tendrían que separarlos para dignificar el gremio. Después de este escrito a modo de sentada de protesta de indignado -cacerolada incluida- me voy a coger el día libre. Me lo merezco. Ya me encuentro mejor aunque me he pasado de benévolo. Soy así. Salud.