lunes, 18 de julio de 2011

El libro

Los editores están nerviosos. Venden poco y mal. Se reunen para activar estratégias nuevas que impulsen el sector del libro. Nada. Se vende poco. Los directivos dicen que las ventas de libros han bajado entre un diez y un veinte por cien. El libro infantil y juvenil sólo un cinco por cien. Pero nadie dice cuanto se lee sino cuanto se vende. Son dos cosas distintas. Comprar muchos libros no es sinónimo de leerlos. Pero esto es otra cosa. Los entendidos en el tema apuntan el resultado de sus investigaciones como algo positivo, pero estas investigaciones y estos resultados no dan dinero. Dicen que el número de títulos publicados y la cantidad de temáticas tratadas han ido en aumento y que tienen una calidad superior a la media globalizada y esto está avalado, además, por la cantidad y calidad de los premios. Afirman que los lectores son muy fieles porque siempre son los mismos los que compran libros aunque algunos nos hemos pasado al libro de bolsillo y nos ahorramos un sesenta por cien. En verano el libro que más se vende es el infantil y juvenil porque lo compran los padres para sus hijos aunque queda por demostrar cuanto se lee de lo que se vende de este tipo de libros que los jóvenes y menos jóvenes, en verano, se dedican a otras cosas.
Esto es un problema. Toca, por tanto, analizarlo seriamente y en profundidad para intentar solucionarlo. Hay gente que compra poco porque el libro es caro. Pero lee mucho, o mejor, relee y piratea libros electrónicos. Hay gente que lee poco porque le falta motivación. Habrá, pues, que bajar los precios y motivar al potencial lector. Dentro de este embrollo aparece un estudio serio realizado por una cátedra de una universidad en la que enumera los motivos reales por los que los lectores compran uno u otro libro indistintamente de lo que cueste y de su contenido. Entre los factores están el dibujo de la portada y el tipo de letra del título del libro como el de su autor. El resumen de la trama que aparece en la contraportada. El tipo de papel, el tipo de letra e incluso el olor del libro. Parecerá una tontería pero son cosas que yo sí miro, me fijo y, en ocasiones, me influye. Hay autores que son sinónimo de calidad literaria y que se pueden comprar y leer porque su lectura resultará interesante. Otros son desconocidos o primerizos y comprarlos resulta una aventura cara. De ahí la importancia de un buen diseño del libro y de sus características antes descritas. Las tapas rígidas no ponen. La sobretapa molesta. El tipo de letra y su tamaño también importa y mucho. El libro que viene envuelto en celofán y no se puede ojear, ni se toca. Al libro hay que abrirlo, leer algunos párrafos cogidos al azar, papel casi rugoso o rugoso fino de haber sido reciclado, olerlo, tocarlo, leer la sinopsis, etc. Después de todo este ritual decides si compras o no. Es la nostalgia del libro y el convencimiento de que nunca va a desaparecer como lo hizo el vinilo, el casete, el reproductor de cedes, la cinta de vídeo y otras cosas. No me quiero equivocar. No creo que pudiera vivir sin un libro entre manos. Salud.