miércoles, 20 de julio de 2011

El amigo

Hoy es un buen día. Quizá el día más adecuado para decir que tengo un amigo que tiene un amigo. Mi amigo se gana la vida con el sudor de su frente mientras trabaja de vigilante de seguridad privada en el centro de internamiento para pacientes crónicos que hay en el camino de Jesús de Palma. 
La enfermedad crónica que padecen estos internos tiene que ver con el centro que regula las entendederas y que algunos homínidos solemos tener en la cabeza. Diríamos que son unos incomprendidos para el resto de la sociedad que los ha apartado. El amigo de mi amigo es uno de ellos y lo llamaremos Ángel porque así se llama. Cuando mi amigo empezó a trabajar en este centro para gente con problemas mentales le explicaron la necesidad y la importancia de empatizar con todos los internos y hacerse amigo de ellos para que la convivencia resultara lo más fácil, pacífica y tranquila para todos. Así lo hizo y así les fue a todos. Pura rutina. Algunos internos dopados hasta el punto de no aguantarse y caerse y mi amigo hablando con ellos de lo que fuera por muy inverosímil que pareciera y que era la mayoría de las veces. Otros, simplemente, parecía que no eran de este mundo. Estaban a lo que estaban mientras estaban en babia. 
Mi amigo se hizo amigo de Ángel al que nacieron hace unos sesenta y pico de años. Durante más de dos años han convivido horas y más horas. Han hablado de los temas más diversos. Ángel es culto. Lee prensa y libros de temáticas diferentes. No fuma. Se entretiene con algunos programas de televisión e incluso navega -de forma restringida- por internet. La mayor parte del día lo dedica a pasear por el recinto con la mirada perdida que le provoca la medicación y el aburrimiento. Tiene un andar tranquilo, manos cogidas atrás o en los bolsillos y en situación  de estar pensando constantemente. Dos años después de que mi amigo vigilante de seguridad hubiera conocido a su amigo Ángel empezó a manifestarse la incógnita de porqué estaría internado. La idea cobraba fuerza. Llegando  al punto de la obsesión. Resultaba del todo incomprensible que una persona seria, responsable, tranquila, educada, meticulosa en todo, anónima y que incluso sugería ser inteligente estuviera recluida en este tipo de centro. Un día la curiosidad le pudo y se lo preguntó. ¿Desde cuando estás aquí, Ángel? Me internaron cuando tenía veinte años. ¿Y qué pasó para que esto ocurriera? Antes de contestar Ángel miró a su alrededor para asegurarse cierta intimidad. Lo agarró por el brazo y se apartaron de todo. Se acercó lo más que pudo al oído de mi amigo y se explicó. Yo era piloto de ovnis. Un día en una misión mi ovni se estrelló en el Puig Major. Quedé herido y al día siguiente la guardia civil me detuvo y me internaron aquí. Me vigilan constantemente. Están escondidos pero siento su presencia. Hace algunos años que instalaron cámaras por todo el recinto para tenerme controlado. Lo que no saben es que nunca les diré quién soy en realidad, ni los detalles del ovni ni nada que ponga en peligro la seguridad de mi planeta ¿entiendes? ¡Sí, claro! Desde ese día sus relaciones no han cambiado nada y siguen siendo amigos pero sin hablar del tema. 
Un día que Ángel estaba junto a la puerta de entrada mirando lo que pasaba fuera un coche dio un quiebro en la misma entrada y perdió el control. Quedó literalmente empotrado en el pilón que sujeta la barrera de apertura automática de entrada que se rompió al instante. El ruido fue grande y provocador y desde el mismo momento acudieron asistencias para ayudar al conductor que fue sacado de su asiento medio aturdido y conmocionado. No recordaba muy bien lo que había pasado por lo que a duras penas se explicaba de forma coherente sobre el particular.
Cuando llegó la policía local para realizar el correspondiente atestado de lo ocurrido empezaron a recabar información de los presentes y de los ausentes que hubieran escuchado algo. Los primeros relataban de forma pormenorizada lo que habían visto y los segundos se limitaban a contar lo que habían oído. La policía local hizo un croquis conforme a los testimonios con mas o menos acierto. Hicieron fotos y tomaron medidas. La cuestión es que todo en su conjunto no cuadraba. Faltaba algo. No se entendía lo que había ocurrido. Era, simplemente, inverosímil. Toda la información de lo ocurrido no explicaba nada por mucho que se esmeraron y lo intentaron.
Ángel observaba a cierta distancia. Ya sabéis. El amigo de mi amigo que está internado en el psiquiátrico. Estaba quieto y pensativo. Se decidió y se acercó a dar su versión. Quería hablar con la policía pero el director creyó que no era oportuno. ¡Déjelo, no se preocupe. Cualquier cosa que pueda aportar nos puede servir! Es que no está bien de las entendederas. Es un interno desde hace muchos años y lo único que podría aportar es más confusión. Deje que hable le dijo uno de los locales de forma enérgica. Ángel, por una de esas casualidades estaba en una muy buena posición para observar lo que había ocurrido. Como si hubiera previsto lo que iba a pasar y hubiera cogido sitio en el mejor lugar posible. Empezó a relatar todo lo ocurrido sin conjeturas, ni suposiciones, ni sospechas. Con total seguridad. De aspecto frágil y delicado pero con una fuerza mental que llamó la atención a la policía. 
El coche ha tomado la curva de entrada a una velocidad prudente y adecuada. Pongamos a unos trece kilómetros por hora. Entrando en la curva se ha escuchado un chasquido seguido de un golpe seco debido a la rotura del eje transversal justo en el punto de unión con el pivote que sujeta y une la amortiguación con la rueda delantera izquierda lo que ha provocado que el conductor haya perdido el control. Cuando ha intentado girar el volante para esquivar el pilón de la barrera, la rueda delantera izquierda ya estaba suelta y ha arrastrado el coche de forma lateral hasta que ha parado. Esta es la marca de los neumáticos, señalaba con precisión. No hay marcas de frenado porque no ha frenado. No le ha dado tiempo. Estas marcas de goma, repetía, son del derrape de la rueda cuyo eje se ha roto y ha dejado suelto el amortiguador. Tal como está roto y abollado el capó y estas piezas sueltas del pilón se corresponden con la versión que acabo de darles. Si tenéis un programa informático adecuado lo podréis comprobar fácilmente con una simulación.
No era normal ni frecuente encontrar un testigo que relatara lo que ha visto y oído con tal precisión. Los policías locales se acercaron y se agacharon con las linternas encendidas enfocando debajo del coche. Lo que Ángel ha dicho es completamente cierto, comentó un policía a otro. Comentaron con el director del centro que lo relatado era rigurosamente cierto y quedaba aclarado. El director insistió de que no le dieran más importancia a la versión de un interno que lleva desde joven  en tratamiento y que no demuestra mejoría en su estado mental sino estancamiento. ¿Seguro que este señor necesita estar ingresado? Porque conozco muchos que podrían ocupar su lugar. El director insistía. Dice que es de otro planeta, que tripula ovnis y está esperando que vengan a buscarlo. Pues muy bien podría esperar fuera con total libertad y menos pastillas y dejar sitio para otros con más necesidad. Mire que le digo, espetó el policía de más rango. Conozco demasiados que podrían sustituirle aquí dentro. De todas formas estará a disposición del juzgado de guardia por si se requiere su testimonio.
Pese a todo Ángel sigue internado y tomando pastillas. Deambula por el centro jugando al despiste con las cámaras de seguridad. Mi amigo el de seguridad que este día estaba de guardia y presenció todo sigue con sus dudas de su verdadera identidad y la de su pasado. Esas cosas que pasan a veces y nos desconciertan. Piensa lo que quieras pero lo que acabas de leer es verdad. Salud.