viernes, 27 de mayo de 2011

Mentiras

Un estudio revela que los humanos gastamos un veinticinco por ciento de la energía en activar nuestro cerebro y mentenerlo en funcionamiento. Un cerebro cuyo funcionamiento todavía constituye un misterio. No siempre es así. De algunos homínidos nunca se sabe lo que piensan. De otros se sabe que nunca piensan. Algunos en lugar de pensar fantasean y unos pocos piensan demasiado y no siempre de forma coherente o acertada.
Algunos científicos afirman que pensamos para defendernos. Otros dicen que pensamos para evolucionar. Algunos no saben porqué pensamos. Es lo que hay en este tipo de cuestiones. Entre unos y otros hay una teoría que me llama la atención de forma especial y es aquella que dice que pensamos para mentir. Cuanto mejor y más pensamos, más y mejor mentimos. La mentira es un proceso perverso. La mayor o menor capacidad de mentir nos hace verdugos o víctimas. Esa capacidad de mentir siempre está pero la calidad cambia con la edad y con el rol que desempeñamos en nuestra vida diaria. Nuestro sistema cognitivo puede manipular la mentira de tal forma que la puedes convertir en piadosa o malévola. Si un niño dice que no ha copiado en un exámen -y realmente ha copiado- dice una mentira piadosa simplemente para que no le castiguen y no le suspendan. La mentira se extiende a sí mismo. Ya ves. Cuando un profesor dice que un alumno ha copiado -y no es verdad- dice una mentira malévola porque conseguirá hundir al alumno en un suspenso y en la sospecha vitalicia de ser un copión.
Algunos gestores o directivos de la función pública utilizan la mentira como estrategia. Mienten en pasado cuando dicen que han hecho lo que no han hecho, o por el contrario, diciendo que no han hecho lo que sí han hecho. Esa mentira hecha en pasado es fácilmente comprobable y así y todo, pillándoles con la mentira, vuelven a ser elegidos por el pueblo. Ellos no han evolucionado pero el elctorado tampoco. Cuando la mentira se hace en futuro no cambia nada. Dicen que harán aquello que no tienen intención de hacer o que, simplemente, no podrán hacer. Al final se descubre que han mentido pero el electorado se muestra indiferente y olvidadizo. Aquí tampoco hay evolución ni por parte de unos ni por parte de otros.
Lo que pienso es que toda mentira, por mucho que la tuneen de piadosa, siempre resulta malévola y nos procura una evolución mucho más lenta de lo que debería. Y esto no es bueno para nuestra salud mental. Vale pues. Pensad en ello porque vale la pena. Salud.