viernes, 4 de marzo de 2011

Cati

La vida en un hospital es fría. El hospital, por dentro, es frío. Lo digo por experiencia. No es un problema de calefacción, sino de gestión. Los pacientes son , en cierta manera, anónimos. Cuando ingresan pierden el nombre y adquieren un número de historia clínica, un número de habitación y cama y una patología para ser identificados. Así no se nos pierde nadie y nos entendemos mejor. En esta historia clínica queda reflejado absolutamente todo -incluso si orinas, toses o moqueas- menos los sentimientos. Los sentimientos de los pacientes, de sus familiares y amigos no están escritos porque no tienen ningún interés científico. Parece como si no sirvieran para curar. Aunque yo creo que si. Nosotros curamos con inyecciones, pastillas, sueros, antibióticos, calmantes y cosas de esas. Esta es la realidad aunque no se entienda y no guste.
Un miércoles de una semana de un año de esos una madre escribía a sus allegados en su muro de una red social. Advertía de que la vida le había dado un susto muy grande y que, gracias a esto, había descubierto la gran cantidad de amigos que les quieren. Me sumo a esto. Estaba agradecida por haberse sentido arropada en estos momentos complicados y daba gracias por tener salud y un trabajo.
Yo recibí este mensaje. Conozco a la familia, la tengo en grán estima y ellos lo saben. Pero también recibí un mensaje de un usuario de la sanidad pública que leí atentamente. Reconozco que de puertas para adentro, o en la trastienda de cualquier hospital, el enfermo no se llama María o Manuel, simplemente es la meningitis de la ciento diecisiete cama dos o la fractura de cadera de la trescientos siete cama uno. Es una deformación profesional. No nos han enseñado a hacerlo de otra manera. Nos esforzamos en humanizar la sanidad y lo estamos consiguiendo con grán esfuerzo, pero es una humanización lenta de educación sanitaria. Al paciente se le llama por su nombre cuando estás delante de él. A pacientes y familiares toda la amabilidad del mundo. Faltaría más. Pero entre nosotros, patología y número de historia clínica. Desde dentro seguirá siendo como siempre. Aplicar protocolos de actuación según resultados de pruebas pertinentes. Nuestro desafió es la curación del enfermo. Cuanto antes, mejor. Quedar bien con el paciente y su familia es otra historia. No es lo mejor, pero para nosotros es un antídoto que nos impide sucumbir delante de tanto sufrimiento que diariamente nos bombardea. Nosotros somos hijos, esposos, padres y todo eso. Tenemos que llegar intactos a casa para poder llevar una vida normal y para afrontar el trabajo del día siguiente que será más de lo mismo. Con los sentimientos no se juega. Estas son las reglas.
Ahora que la paciente se encuentra recuperándose en su casa  y sus familiares y amigos recuperándose del susto, es el momento de dedicarles todo el cariño. Estas experiencias a cierta edad y en ciertas circunstancias, marcan. Dejan huella. Debe ser lo menos traumática posible. Sólo debe quedar lo bueno y positivo en el recuerdo. Hay que resetear el resto.
Esta experiencia  habrá fortalecido a la paciente, a su familia y a mi como profesional de la sanidad pública y esto es bueno. Salud.