viernes, 11 de febrero de 2011

Sin azúcar, gracias.

Últimamente leer la prensa resulta aburrido. Nada nuevo. Más de los mismo cada día que pasa. Pasan cosas porque la vida sigue, pero no pasa nada. Uno de los contertulios que están a mi lado, aunque no conmigo, les dice a sus amigos que eso es cosa del frío. El tópico de los más viejos del lugar. Todos los inviernos son iguales pero a ellos y a algunos ya les cuesta recordar. Yo pienso que seguramente será esto. Seguro que será el frío que nos tiene aletargados. Este comentario sólo lo puede hacer alguien que vive en un mundo metafísico. Es una forma de vida cautelar. Como si las cosas no fueran con nosotros. Esto nos protege. Evitamos sufrimientos en vano en forma de cabreos y eso es bueno. Si te tomas las cosas demasiado en serio es un sin vivir. De cada día que pasa me interesan menos cosas. Nada más. Con esto se consigue una felicidad relativa y a tiempo parcial. Pero mejor esto que nada.
Todo esto viene a raíz de una publicación sobre la longevidad y la felicidad. También pueden ir por separado. Hay un pueblo donde la gente vive muchos años y con salud. Llevan una vida ecológica. Son pocos y se dedican a la agricultura, la ganadería y al turismo rural. Las dos primeras actividades les ayuda a ser autónomos con la tercera. Han restaurado todo el pueblo y han puesto de moda lo del turismo rural con encanto. Ofrecen lo que ellos tienen. Buena comida. Senderismo. Tertulias. Callejear. Tranquilidad. Buen rollo. Nada de cobertura de nada. Productos de la tierra. Es lo que hacen ellos y así les va. Su concepción de vivir es simple a primera vista pero complicada de entender para los que nos la hemos complicado. Ellos viven para disfrutar de la vida y pasarlo bien. No como otros que nos complicamos la vida para sobrevivir.
Son libres. No tienen ataduras. Lo de cada día importa. Se afanan para quedar bien con los visitantes porque son su fuente de ingresos. Son inteligentes porque han conseguido eso sin modificar nada del pueblo, ni siquiera sus costumbres. Si vas te adaptas. Dan envidia. Te contagian. Su existencia es estética, funcional, ecológica y hasta poética y todas esas cosas. Te propones hacer como ellos y funciona mientras estas allí con ellos. Te vas y vuelves a complicarte la vida y a vivir permanentemente cabreado, nervioso y con ruido en la cabeza que no te deja pensar. Si es que no aprendemos. A nuestra inteligencia compleja y densa se une el frío. Será eso. Salud.