lunes, 28 de febrero de 2011

Calleja

Erase una vez un niño enclenque, frágil, delicadito, enfermizo y atrevido. De León para más señas. Aquejado de una considerable desproporción entre su edad y su historial clínico repleto de patologías. Esto no puede ser. Él mismo llegó a la conclusión de que esto no puede ser y buscó la solución. Pensó que la misma naturaleza que lo estaba atormentando lo curaría. Se puso en ello. Excursiones. Caminatas por el campo. Acampadas y demás deportes que te inician a otros de aventura y riesgo.
Ahora es fuerte. Adicto a la naturaleza, a la aventura, al riesgo y al desafió. Es de León y tiene grán capacidad de comunicación. Es un comunicador nato. Una semisonrisa permanente en su cara. Audaz. Divertido. Natural. Contador de historias que vive en primera persona. Es entrañable y te engancha con lo que hace porque hace las cosas con pasión. Deportista sano. Le gusta chupar cámara y compartir sus experiencias para deleite de todos.
Tiene un programa en televisión los domingos por la noche. Es un programa muy bueno. El formato es el más adecuado a su forma de ser. Acciones extremas presentadas con la mayor naturalidad. El propósito es transmitir actividades reales sin complejos y con un toque de humor. Lo veo todas las semanas y no me quedo dormido. Incluso lo prefiero a la película de la semana de la primera, o al peliculón de la tres o a la película sin interrupciones de la seis. Calleja es mucho Calleja. Ha conseguido despertar desde lo más profundo de mi subconsciente la afición por el deporte de subir montañas y bajar montañas. Navegar por ríos, viajar en globo, bajar en vertical, andar por el desierto y perderse y todo lo que se presente. Tengo que matizar. Lo que ha despertado en mí es la pasión por verle afrontar sus aventuras y no quedarme dormido. Me entretiene. Es cuestión de tiempo que quiera seguir sus pasos. Pero asusta lo que hace lejos de la civilización.
El otro día quería batir el récord de viaje en globo en distancia y velocidad. En pleno vuelo por el amazonas les pilló un viento de un par de cojones que les trasladó setenta y siete kilómetros cuando el récord estaba en treinta. Se pasaron de distancia y no habían calculado un sitio para aterrizar tan lejos. Uno de los globos lo hizo sobre un árbol. El suyo se fue directamente al fondo del río negro que es el mayor afluente del amazonas. Este día subió al cielo por el récord conseguido y bajó al infierno porque casi se deja la piel a cuatro metros de profundidad y enredado con las cuerdas del mismísimo globo y sin poder salir. Unos segundos que valen una vida.
Vale Jesús Calleja que me quieras entretener. Pero sin asustar. Por un programa bueno que veo. Tengo malas experiencias con Cousteau, con Félix Rodriguez de la Fuente y otros. Diviértete seguro. Porfa. Si alguien todavía no lo ve tendrá que explicarlo. Salud.